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Jesus el Hijo del Hombre.pdf

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Muchos son los necios que dicen que Jesús se interpuso entre Él y su propio Sendero; que se<br />

combatió a sí mismo; que no conoció su propio pensamiento y que al perder ese conocimiento, se<br />

engañó y se perdió.<br />

Numerosas son las lechuzas que no saben de cantos más que aquéllos que se asemejan a sus<br />

chistidos. Yo y tú conocemos a los charlatanes que gustan jugar con las palabras; aqu<strong>el</strong>los que sólo<br />

respetan a los qu<strong>el</strong>es superan en burlas y engaños, y llevan sus cabezas en cestas para venderlas en la<br />

feria por <strong>el</strong> primer precio que se les ofrezca. Nosotros conocemos a los enanos que retan a los gigantes<br />

cuyas cabezas tocan <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o. También sabemos lo que dice la zarza a la encina y al cedro. Me<br />

compadezco de <strong>el</strong>las porque no pueden subir y trepar las alturas. Mas la compasión no les lleva luz<br />

por más que la rodea la piedad de todos los áng<strong>el</strong>es. Conozco <strong>el</strong> espantapájaros que se mueve con sus<br />

andrajos en medio de las espigas, pero está muerto para las espigas y <strong>el</strong> viento cantor. Igualmente<br />

conozco cómo la araña que no tiene alas teje sus redes para cazar los alados. Conozco a los impostores<br />

y a los que soplan en los caramillos y a los que tocan los atabales; aqu<strong>el</strong>los que por <strong>el</strong> ruido o la<br />

barahúnda que hacen no pueden oír <strong>el</strong> canto de la alondra d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o ni <strong>el</strong> susurro d<strong>el</strong> aura matinal en <strong>el</strong><br />

bosque. Conozco <strong>el</strong> que rema en todos los ríos pero no conoce <strong>el</strong> manantial, y viaja con todos los<br />

arroyos, pero sin atreverse a bajar a la orilla d<strong>el</strong> mar.<br />

Conozco aqu<strong>el</strong> que ofrece sus manos lentas al jefe de los albañiles d<strong>el</strong> templo y al ser rechazadas<br />

esas manos inhábiles, amenaza en la lobreguez de su corazón, diciendo: "Destruiré todo lo que se<br />

construya".<br />

Conozco a todos esos, pues son los que protestan por lo que dijo Jesús una vez: "Os traigo la Paz"; y<br />

en otra vez: "Traigo una espada". Ellos no pueden entender que Jesús dijo la verdad cuando habló así:<br />

"Yo llevo la Paz para los hijos de la Paz y coloco la espada entre <strong>el</strong> que ama la paz y <strong>el</strong> que ama la<br />

espada". También se admiran de cómo dijo un día: "Mi Reino no es de este mundo", para luego añadir:<br />

"Dad al César lo que es d<strong>el</strong> César"; porque ignoran que si en verdad desean ser libres para entrar en <strong>el</strong><br />

Reino de los anh<strong>el</strong>os de sus almas, es menester primero no discutir con <strong>el</strong> guardián que vigila <strong>el</strong><br />

pórtico de sus necesidades, pagando miserable tributo para entrar en aqu<strong>el</strong>la ciudad. Esos son los que<br />

dicen: "Ha enseñado la bondad, la misericordia y <strong>el</strong> amor al prójimo, pero no se interesó de su madre<br />

ni de sus hermanos, cuando éstos lo buscaban por las calles de Jerusalén", desconociendo acaso que,<br />

por temor de perderlo, querían que volviera al taller de la carpintería. Mas Él quería abrir nuestros<br />

ojos para que viéramos la Aurora de un nuevo día. Su madre y sus hermanos querían que viviese en lo<br />

oscuro de la muerte; pero Él prefirió morir sobre aqu<strong>el</strong>la colina, a, fin de permanecer vivo en nuestra<br />

mente, que no duerme.<br />

Sé de esos topos que cavan sus cuevas sin un fin determinado. ¿No son <strong>el</strong>los los que combaten a<br />

Jesús diciendo que él se <strong>el</strong>ogiaba cuando, ufano, dijo a la multitud: "Soy <strong>el</strong> Camino y la Puerta de la<br />

salvación", y se llamó "La Vida y la Resurrección"? Pero Jesús no pidió para sí más de lo que para sí<br />

pregona mayo a su llegada. Es verdad que dijo que Él era <strong>el</strong> Ca mino, la Vida y la Resurrección para <strong>el</strong><br />

espíritu humano. Yo testimonio la verdad de ese dicho. ¿No os acordáis de mi? Soy Nicodemo, quien<br />

jamás se apartó de la ley y no creyó sino en <strong>el</strong>la, respetando sus preceptos y mandatos. Observadme<br />

ahora veréis a un hombre que camina con la Vida y sonríe con <strong>el</strong> Sol al despuntar la aurora, hasta<br />

declinar la tarde y ocultarse tras las colinas.<br />

¿Por qué os detenéis vacilantes, dudando ante la palabra "Salvación"?; yo mismo logré mi salvación<br />

por medio de Jesús. No me preocupa hoy lo que será de mí mañana, porque sé que Jesús reanimó mis<br />

sueños e hizo de <strong>el</strong>los mis mejores camaradas y amigos d<strong>el</strong> Camino. ¿Seré menos que un hombre si<br />

creo en una persona que es más que un hombre? Las barreras de los pies y de la sangre. han<br />

desaparecido al tenderme su mano<strong>el</strong> poeta de Galilea. Un espíritu me cogió y <strong>el</strong>evó a las alturas, y en<br />

medio d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o entonaron mis alas las canciones d<strong>el</strong> espacio puro. Y cuando bajé con <strong>el</strong> viento y<br />

manifesté mis curiosas opiniones en <strong>el</strong> Sanedrín, no perdí mi s canciones ni aún en <strong>el</strong> seno d<strong>el</strong> mismo,<br />

porque mi ascensión con alas sin plumas se ha conservado en <strong>el</strong> cántico, y todo lo que hay de<br />

indigencia en esta mísera tierra no podrá despojarme de mi Tesoro.<br />

He hablado lo suficiente. Deja que los sordos entierren <strong>el</strong> balbuceo de la vida en sus oídos muertos;<br />

yo estoy conforme con la m<strong>el</strong>odía armoniosa de la cítara de Jesús, que Él llevaba consigo, y en cuya<br />

cuerdas tañía su Himno cuando lo <strong>el</strong>evaron sobre la Cruz y con su Sangre regó la Tierra.<br />

JOSÉ DE ARIMATEA<br />

(DIEZ AÑOS DESPUÉS)

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