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Jesus el Hijo del Hombre.pdf

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Templad vuestros laúdes para cantar todas juntas<br />

Al joven aguerrido que venció las ciudades de los montes<br />

Y de las llanuras, amontonadas cual serpientes sobre arena;<br />

Y que no combatió contra enanos sino contra gigantes<br />

Hambrientos y sedientos de nuestra carne y de nuestra sangre; y que era cual <strong>el</strong> primer halcón<br />

áureo que sólo riñe con las águilas, porque sus alas son grandes y orgullosas y no quieren ser<br />

castigo de los débiles.<br />

Templad vuestros laúdes para cantar todas juntas la canción d<strong>el</strong> mar y d<strong>el</strong> aluvión.<br />

Los dioses han muerto y hoy duermen en paz<br />

En la isla olvidada, en <strong>el</strong> mar abandonado;<br />

Mas Él está sentado sobre un trono, triunfante.<br />

Estaba en su juventud, porque la Primavera<br />

Todavía no le había dado barba.<br />

Su estío era adolescente en su campo.<br />

Traed vuestros laúdes para cantar juntas a la tormenta<br />

Que en <strong>el</strong> bosque destroza los gajos secos y desnudos,<br />

Mientras deja que las raíces se alimenten de la savia d<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o.<br />

Tomad vuestros laúdes para cantar<br />

Juntos <strong>el</strong> Himno Eterno de nuestro Bien Amado.<br />

Deteneos, compañeras, y no tañáis más vuestras cuerdas.<br />

Dejad vuestros laúdes; no podemos cantarle ahora;<br />

Porque <strong>el</strong> susurro débil que arrancan vuestros cantares<br />

No llega a su tempestad, y no tiene fuerza para penetrar<br />

La majestad de su silencio.<br />

Dejad vuestros laúdes y venid a mí.<br />

Quiero repetir a vuestros oídos sus parábolas<br />

Y cantaros sus ejemplos, porque la reverberancia de su voz<br />

Es más profunda que nuestro amor.<br />

BENJAMÍN, ESCRIBA<br />

Permitid que los muertos entierren a sus muertos<br />

Dicen que Jesús era enemigo de Roma y d<strong>el</strong> judaísmo, mas yo os digo que no era enemigo de<br />

ningún hombre ni de ningún género de gente. Yo mismo le escuché decir:<br />

-Las aves d<strong>el</strong> espacio y de las altas cumbres no se ocupan de las culebras en sus cuevas. Permitid<br />

que los muertos entierren a sus muertos, y en cuanto a ti, envuélvete en la vestidura de tu "yo" aún<br />

entre los vivos, y <strong>el</strong>évate hacia lo alto.<br />

Yo no era discípulo suyo, pero lo he seguido con la multitud que iba tras Él para ver su rostro.<br />

Miraba a Roma y a nosotros los esclavos de Roma, como cuando mira <strong>el</strong> Padre a sus hijos que p<strong>el</strong>ean<br />

entre sí por un juguete.<br />

Jesús era más grande que la Provincia y <strong>el</strong> Estado; era más grande que la Revolución. Vivía solo en<br />

su retiro y era una vigilia perfecta. Lloró por todo eso que nosotros no hemos llorado, y sonrió de<br />

nuestra reb<strong>el</strong>ión y desobediencia. Jesús era <strong>el</strong> comienzo de un nuevo Reino sobre la Tierra, que jamás<br />

tendrá fin.<br />

Era hijo y nieto de todos los monarcas que han levantado <strong>el</strong> Reino d<strong>el</strong> Espíritu, y nuestro reino sólo<br />

será gobernado por <strong>el</strong> Espíritu.<br />

ZACARÍAS<br />

La suerte de Jesús<br />

Vosotros creéis por lo que se dice en vuestra presencia, pero más os valdría creer en lo que no se<br />

dice, porque lo que calla la gente está más cerca de la verdad que sus palabras. Y me preguntáis si<br />

Jesús era capaz de rehuir la tortura de su muerte y salvar a sus discípulos y sus adeptos de la

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