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-No dormirán en mi casa -contestó <strong>el</strong> rico. -Entonces déjalos dormir en tu jardín. -No les permitiré<br />
dormir en mi jardín. Jesús se dirigió a nosotros:<br />
-Este es un ejemplo de lo que os pasará en <strong>el</strong> día de mañana. Este presente os anuncia vuestro<br />
futuro. Todas las puertas se cerrarán para vosotros; hasta los jardines que se recuestan a la lu z de las<br />
estr<strong>el</strong>las os obstruirán sus verjas. Si vuestros pies resisten la fatiga d<strong>el</strong> Camino y podéis sufrir hasta <strong>el</strong><br />
final, hallaréis un ánfora y un blando lecho, y tal vez pan y vino. Pero si no hallareis nada de eso, no<br />
olvidéis que habréis, en aqu<strong>el</strong> día, atravesado uno de los áridos desiertos de vuestro Maestro.<br />
Vámonos de este lugar.<br />
El rico se hallaba turbado y pálido; mascullaba palabras inint<strong>el</strong>igibles y se internó en su jardín.<br />
Jesús retomó su marcha por <strong>el</strong> camino, seguido de todos nosotros.<br />
MALAQUÍAS, ASTRÓLOGO BABILONIO<br />
Los milagros de Jesús<br />
Me preguntáis sobre los milagros de Jesús y os contesto: En cada un mil de mil años se juntan <strong>el</strong><br />
Sol, la Luna y esta Tierra con sus hermanos los planetas, en una línea ecuatorial, para dar un ejemplo;<br />
luego se retiran lentamente y esperan pasar mil de otros mil años. No hay milagros en <strong>el</strong> Universo<br />
detrás de las Estaciones. Tú y yo nada conocemos de - Ellas, pues, ¿qué me puedes decir de una<br />
Estación llena que se encarna y toma la forma de una sola persona? En Jesús se han fundido todos los<br />
<strong>el</strong>ementos de nuestros cuerpos y de nuestros sueños, conforme a la ley, y todo lo que era anterior a su<br />
tiempo hoy halló en él su tiempo y sazón.<br />
Dicen que devolvía la visión a los ciegos y las fuerzas a los paralíticos, y expulsaba los demonios de<br />
los dementes. Puede ahora que la ceguera no sea sino una idea oscura que se puede vencer con un<br />
pensamiento luminoso y flamígero; y puede que <strong>el</strong> órgano inválido no sea más que una inercia que se<br />
puede despertar con la fuerza motriz, y que los malos espíritus que son los <strong>el</strong>ementos perturbadores en<br />
nuestra vida, sean expulsados de nosotros por los áng<strong>el</strong>es de la Paz y <strong>el</strong> Sosiego.<br />
Dicen también que tornaba la vida a los muertos. Si puedes decirme lo que es la Muerte te diré lo<br />
que es la Vid a.<br />
Vi una vez un arbusto de encina; era un arbusto modesto, tranquilo, sin importancia y sin valor; en<br />
la primavera siguiente encontré aqu<strong>el</strong> arbusto con hondas raíces, convertido en gigantesca encina,<br />
erguida ante la faz d<strong>el</strong> Sol. Tú, sin duda, crees que eso es un milagro, mas este milagro se obtiene mil<br />
veces en un descuido de cada año y en la nostalgia de cada primavera: entonces, ¿por qué no puede<br />
ocurrir <strong>el</strong> milagro en <strong>el</strong> espíritu d<strong>el</strong> hombre? ¿No podrán las Estaciones agruparse en la mano de un<br />
<strong>Hombre</strong> Ungido tanto como en sus labios? Si nuestro Dios ha brindado a la Tierra la virtud de dar vida<br />
en sus entrañas a las semillas ¿por qué no otorga al espíritu d<strong>el</strong> hombre la de transmitir <strong>el</strong> soplo de<br />
vida a otro corazón, aunque aparentemente haya estado muerto?<br />
He hablado de estos milagros que, en realidad, no me llaman tanto la atención como <strong>el</strong> gran Milagro<br />
que es <strong>el</strong> <strong>Hombre</strong> mismo; ese caminante que ha trocado en oro puro <strong>el</strong> óxido que había en mí, y que<br />
me enseñó cómo debo amar a los que me odian. Con ese hecho que hizo conmigo me trajo <strong>el</strong> consu<strong>el</strong>o<br />
y coronó mis noches con los más dulces sueños.<br />
Este es <strong>el</strong> milagro de mi vida. Yo era ciego y de errada conducta, y en mis profundidades había<br />
mucho de los espíritus inquietos; yo era un muerto. Mas hoy veo con claridad y camino rectamente,<br />
porque he recuperado mi salud. Hoy vivo para ver y proclamar los milagros de mi Ser en cada hora de<br />
cada día.<br />
Yo no soy de sus aliados; soy un viejo astrólogo que recorre <strong>el</strong> campo d<strong>el</strong> espacio en cada Estación.<br />
Ya estoy en <strong>el</strong> ocaso de mi vida, mas toda vez que busco un amanecer busco en realidad la juventud de<br />
Jesús. La vida busca eternamente la juventud, pero la sabiduría busca en mí las visiones apocalípticas.<br />
UN FILÓSOFO<br />
Admiración y b<strong>el</strong>leza<br />
Cuando estaba con nosotros nos observaba con toda admiración lo mismo que a nuestros actos, por<br />
cuanto sus ojos jamás se empañaron con <strong>el</strong> v<strong>el</strong>o de los años. Todo lo vio caro a la luz de su juventud,