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Jesus el Hijo del Hombre.pdf

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UN ZAPATERO EN JERUSALÉN<br />

Neutralidad<br />

Jamás lo amé, pero tampoco lo odié. Nunca presté oído a sus prédicas; prefería oír su voz m<strong>el</strong>ódica,<br />

que me era tan agradable.<br />

Todo lo que dijo era ambiguo e incomprensible a mis oídos y pensamientos, aunque la música de su<br />

voz era clara y sonora para mí.<br />

En verdad, si yo hubiera oído de labios de la gente la acotación de sus enseñanzas, no habría podido<br />

diferenciar si Jesús era amigo o enemigo d<strong>el</strong> judaísmo.<br />

JOSÉ, LLAMADO "JUSTUS" .<br />

Jesús <strong>el</strong> peregrino<br />

Dicen que era villano y una espiga endeble en una endeble y raquítica sementera; un hombre obtuso<br />

y bruto.<br />

Dicen que sólo <strong>el</strong> Viento peinaba sus cab<strong>el</strong>los y que sólo la lluvia lavaba su rostro y sus ropas.<br />

Dicen también que era un loco, y atribulan sus palabras a influencia de los demonios. Pero ese<br />

hombre ha retado a du<strong>el</strong>o a sus enemigos, y sus palabras continúan infundiéndoles temor, porque<br />

ningún ser humano puede detenerse ante Él. Cantó una m<strong>el</strong>odía cuya resonancia nadie podrá<br />

interrumpir. Ella seguirá libremente vibrando de siglo en siglo, recorriendo los océanos, llevando <strong>el</strong><br />

eco de aqu<strong>el</strong>los labios que la modularon y <strong>el</strong> gran Espíritu que la engendró.<br />

Era un extraño; sí, sí; era un Peregrino que andaba en <strong>el</strong> Sendero d<strong>el</strong> Sacrosanto Lugar. Era un<br />

Mensajero que venía a golpear nuestras puertas. Era un Huésped que venía de lejanas<br />

ciudades, y que no encontró entre nosotros cumplido y generoso hospedaje; por eso regresó al Lugar<br />

que le fue preparado desde la creación d<strong>el</strong> mundo.<br />

SUSANA, NAZARENA VECINA DE MARÍA<br />

El joven y <strong>el</strong> hombre en Jesús<br />

Conocí a María, madre de Jesús, antes de casarse con José <strong>el</strong> carpintero. En aqu<strong>el</strong> momento las dos<br />

éramos solteras. María tenía visiones y oía voces, y hablaba de servidores c<strong>el</strong>estiales que la visitaban<br />

en sus sueños.<br />

Los nazarenos tenían obvia preocupación por <strong>el</strong>la y la observaban en sus idas y venidas. La miraban<br />

con dulzura, porque su frente era alta y derechos sus pasos, mas unos decían que era loca, porque<br />

actuaba con entera libertad. Yo la consideraba como una mujer adulta, pese a su plena juventud,<br />

porque he visto una sazón de cosecha en sus flores y frutos, ya maduros, en su Primavera.<br />

Nació y creció en medio de nosotros, y sin embargo ha sido en nuestra aldea como una extraña d<strong>el</strong><br />

Norte. En sus ojos había siempre la sorpresa d<strong>el</strong> extranjero que nunca nos vio. Tenía también <strong>el</strong><br />

mismo orgullo de la vieja Myriam que con su hermana se había retirado d<strong>el</strong> Nilo al desierto. Después<br />

se casó con José <strong>el</strong> carpintero.<br />

Durante su embarazo, de Jesús, María solía hacer paseos por los prados, y cuando regresaba traía en<br />

sus ojos una b<strong>el</strong>leza encantadora y un hondo dolor. Y al nacer Jesús, me contó una amiga que María<br />

dijo a su madre:<br />

-No soy sino un árbol cuyas ramas aún no fueron podadas, sino observa este fruto.<br />

Estas palabras fueron oídas por Martha la partera.<br />

Luego de tres días fui a visitarla. En sus ojos se reflejaba sorpresa y su pecho estaba agotado. Tenía<br />

abrazado al niño como la concha que atesora su perla. Todos hemos amado al hijo de María y<br />

seguimos sus pasos con amorosos ojos, porque <strong>el</strong> niño estaba lleno de vitalidad. Pasaron las estaciones<br />

y sucediéronse las lunas, y llegó <strong>el</strong> niño a la pubertad.<br />

Era alegre; reía mucho. Nadie sabía lo que iría a ser ese niño que parecía extraño a nuestra raza.<br />

Nadie se animaba a reprenderlo, no obstante <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro a que muchas veces se exponía por su tesón<br />

e intrepidez. Jugaba con sus compañeros, pero no podría aseguraros si estos jugaban con él.

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