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Jesús, <strong>el</strong> Verbo<br />
Me pedís que os hable de Jesús, pero ¿cómo puedo engañar o ahogar la canción d<strong>el</strong> amor divino que<br />
llenó <strong>el</strong> universo, con esta caña hueca? En cada suceso de los diversos aspectos d<strong>el</strong> día, Jesús veía al<br />
Padre presente ante Él. Lo vio en las nubes y en la sombra de las nubes que flotaban sobre la tierra.<br />
Vio <strong>el</strong> rostro d<strong>el</strong> Padre reflejado en las albercas quietas y las hu<strong>el</strong>las de sus pies marcados sobre los<br />
médanos. Y muchas veces cerraba sus ojos para contemplar aqu<strong>el</strong>los ojos divinos. La noche le<br />
hablaba, con la Voz d<strong>el</strong> Padre y en su soledad sentía a los áng<strong>el</strong>es que lo llamaban, y cuando buscaba<br />
descanso en <strong>el</strong> sueño oía <strong>el</strong> cuchicheo de los ci<strong>el</strong>os en esas horas. A menudo se sentía muy f<strong>el</strong>iz en<br />
nuestra compañía y nos llamaba hermanos. Mirad, pues, cómo <strong>el</strong> Verbo, que en <strong>el</strong> principio era con<br />
Dios nos llama hermanos a nosotros, que apenas somos ciertas humildes sílabas pronunciadas ayer.<br />
Tal vez me preguntéis por qué lo llamé Verbo primordial; pues oíd: en <strong>el</strong> principio se movió Dios en <strong>el</strong><br />
espacio y de su movimiento inconmensurable nació la Tierra y sus Estaciones. Por segunda vez se<br />
movió Dios y brotó la vida, y <strong>el</strong> anh<strong>el</strong>o de la Vida buscó ansiosamente la Altura y la Profundidad para<br />
que Dios posea la Mayor de toda Mayor cantidad de sí mismo.<br />
Y después habló Dios, y <strong>el</strong> hombre fue una de sus palabras, un espíritu hecho d<strong>el</strong> Espíritu de Dios.<br />
Y cuando hubo hablado así, <strong>el</strong> Mesías fue su primer Verbo, un Verbo Perfecto. Y al advenir Jesús <strong>el</strong><br />
Nazareno al mundo, se supo d<strong>el</strong> nacimiento d<strong>el</strong> primer Verbo salido de la boca de Dios. Y fue<br />
concebido en carne y sangre la Voz d<strong>el</strong> Verbo. De este modo, Jesús <strong>el</strong> Ungido es <strong>el</strong> Verbo Primordial<br />
con que Dios habló al mundo. D<strong>el</strong> mismo modo que <strong>el</strong> manzano de un jardín, que florece y da frutos,<br />
antes que los demás árboles, por un día; y en <strong>el</strong> jardín de Dios, en aqu<strong>el</strong> único día, había un ciclo<br />
completo. Sí, todos somos hijos d<strong>el</strong> Altísimo, mas <strong>el</strong> Ungido era su primer hijo, que, encarnando en <strong>el</strong><br />
cuerpo de Jesús <strong>el</strong> Nazareno, vivió entre nosotros y a quien hemos visto con nuestros propios ojos. Os<br />
digo todo esto para que lo comprendáis , no tan sólo con <strong>el</strong> pensamiento, sino también con <strong>el</strong> alma. El<br />
pensamiento pesa y mide, pero <strong>el</strong> espíritu llega al corazón de la vida y abraza sus misterios, porque la<br />
simiente d<strong>el</strong> espíritu no muere. El viento sopla y luego acalla, y <strong>el</strong> mar tiene su flujo y reflujo; mas <strong>el</strong><br />
corazón de la vida es un círculo sereno iluminado por astros firmes y eternos.<br />
DE MANUS DE POMPEYA A UN GRIEGO<br />
Los dioses de los semitas<br />
Los judíos son como sus vecinos fenicios y árabes, no permiten descansar un momento a sus dioses<br />
sobre las alas de los vientos. Se preocupan demasiado de <strong>el</strong>los y disputan por cuestiones de oración, de<br />
adoración y de sacrificio.<br />
Nosotros los romanos, mientras tanto, nos ocupamos en construir los templos con piedras de mármol<br />
precioso, para nuestros dioses, en tanto vemos a esos pueblos semitas pasar su tiempo discutiendo<br />
sobre la naturaleza de su dios. Los romanos, en nuestras horas de amor y pasión por -nuestros dioses,<br />
cantamos y bailamos a las puertas de los templos de Júpiter, de Juno, de Marte y de Venus; en cambio<br />
<strong>el</strong>los, en esas horas visten cilicio y se cubren la cabeza con ceniza, gimiendo y maldiciendo <strong>el</strong> día en<br />
que han nacido.<br />
Mas Jesús, ese hombre que demostró a su pueblo que Dios es un ser que ama la f<strong>el</strong>icidad y <strong>el</strong> placer,<br />
fue perseguido y cruc ificado por <strong>el</strong>los. Esa gente no quiere ser f<strong>el</strong>iz con un dios f<strong>el</strong>iz, y extraño es que<br />
los compañeros de Jesús y sus mismos discípulos, que conocieron su alegría y oyeron su risa,<br />
adjudiquen una imagen a su dolor y la adoren. Con esa imagen no se <strong>el</strong>evan hasta su dios, sino que lo<br />
rebajan al niv<strong>el</strong> de <strong>el</strong>los mismos.<br />
De todo esto creo yo que ese filósofo de Jesús, que no es muy distinto de Sócrates, tomará pronto en<br />
sus manos <strong>el</strong> gobierno de su país y tal vez extenderá sus doctrinas a otras naciones; porque todos<br />
somos seres tristes que tenemos nuestras dudas infantiles. Si alguien nos dijera: "¡Alegrémonos con<br />
los dioses!, no titubearíamos en seguirlo. Extraño es, entonces, que <strong>el</strong> sufrimiento de ese hombre se<br />
haya convertido en dogma. Esos hombres quieren dar con un segundo Adonis.<br />
Pero confesemos, como un romano a un griego, que si nosotros estuviéramos en las calles de<br />
Atenas, nos asombraría la risa de Sócrates y olvidaríamos la copa de cicuta, aún cuando nos<br />
halláramos en <strong>el</strong> templo de Dionisio.