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La Gaceta del FCE. Diciembre de 2004 - Fondo de Cultura Económica

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comunicación promulgado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un púlpito. Incluso, tal <strong>de</strong>sfase<br />

pasó por una etapa grave a principios <strong>de</strong> 1869, cuando Mallarmé,<br />

<strong>de</strong>bilitado por la enfermedad —fuertes palpitaciones cada<br />

vez que tomaba la pluma— tuvo que dictarle algunas cartas a su<br />

esposa, Marie, quien las transcribió con su habitual resignación.<br />

Mallarmé, por su parte, no sólo no corrigió las faltas <strong>de</strong> ortografía,<br />

sino que exhibió su crisis con un orgullo inusual, como si<br />

Marie momentáneamente se hubiera hecho múltiple y ocupado<br />

ese sitio vacío en la vida clan<strong>de</strong>stina <strong>de</strong> Mallarmé: el <strong><strong>de</strong>l</strong> público.<br />

Por fin alguien lo atendía en la más pura inmediatez y él podía<br />

entonces confiarse a una intimidad suspendida por los ojos <strong>de</strong><br />

esa milagrosa intermediaria: “Mi gran amigo, cuando haya reconstituido<br />

a mi yo, ya no hablaré <strong><strong>de</strong>l</strong> tema: repetir lo mismo es<br />

el castigo natural <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre que ha querido abjurar” [a Cazalis,<br />

Aviñón, 24 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1869]. En el papel <strong>de</strong> nadie Mallarmé<br />

solía per<strong>de</strong>r su recato acostumbrado. Por lo <strong>de</strong>más, el hecho<br />

<strong>de</strong> que esa voz anti-Stéphane aludiera a un personaje ahíto <strong>de</strong><br />

autoconciencia no bastó para <strong>de</strong>tener nunca la acción: “mi cerebro,<br />

invadido por el Sueño, negándose a esas funciones exteriores<br />

que ya no lo solicitaban, iba a perecer en su insomnio permanente;<br />

imploré a la gran Noche, que me atendió y extendió sus<br />

tinieblas. <strong>La</strong> primera fase <strong>de</strong> mi vida se terminó. <strong>La</strong> conciencia<br />

excedida <strong>de</strong> sombras se <strong>de</strong>spierta y forma lentamente a un hombre<br />

nuevo, y <strong>de</strong>be hallar a mi Sueño luego <strong>de</strong> concluir con su<br />

creación” [a Cazalis, Aviñón, 19 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1869].<br />

¿Como se dicta una carta así? Algo habrá pensado Marie<br />

que años más tar<strong>de</strong> nos reveló Madame Teste. Locura o soberbia<br />

aparte, en el fondo tal vez Mallarmé sólo estaba ajustando<br />

los últimos <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> Mallarmé. En su Noche quiso terminar<br />

al menos con un impecable bulto humano bajo el brazo, encaminado<br />

a París, pues en qué otro lugar habría público para un<br />

espectáculo tan <strong><strong>de</strong>l</strong>icuescente como ése en que se imaginó muriendo<br />

y renaciendo perpetuamente. Tournon, Besançon y Aviñón<br />

no serían más que zonas excéntricas <strong>de</strong> la memoria tan<br />

pronto la Obra máxima —<strong>de</strong> carne y hueso— obtuviera su meta:<br />

cultivar testigos. Aquel otro escollo, el <strong>de</strong> una poética y una<br />

poesía que habían alterado irremediablemente las relaciones<br />

con su auditorio, se pospondría hasta que se resolvieran la coyuntura<br />

geográfica y el episodio más primitivo <strong>de</strong> la Noche,<br />

que era la añoranza <strong>de</strong> París. Mallarmé ubicó ahí a su público<br />

perfecto sin percatarse <strong>de</strong> que en cada poema lo iba perdiendo<br />

Llamado Nerval<br />

Florence Delay<br />

No es fácil clasificar este libro <strong>de</strong> Florence Delay,<br />

novelista y dramaturga que pertenece a la Académie<br />

Française. Narrada en primera persona —casi<br />

como si fuera un diario— pero con la tensión propia<br />

<strong>de</strong> la ficción narrativa, nutrida <strong>de</strong> datos biográficos<br />

y <strong>de</strong> especulación novelística, la obra <strong>de</strong> la que hemos<br />

tomado este fragmento, y que circula con el número<br />

304 <strong>de</strong> nuestra colección Popular, es un sabroso<br />

acercamiento a la figura <strong>de</strong> Gérard <strong>de</strong> Nerval<br />

<strong>de</strong> vista, <strong>de</strong> que en la alucinación verbal <strong>de</strong> sus estrofas quedaba<br />

poco espacio para un lector, aunque los versos todopo<strong>de</strong>rosos<br />

tal vez lo engendrarían más simultáneo que nunca. Pero,<br />

¿por qué sacarlo entonces? Para inventar, como señaló Paz, “el<br />

mo<strong><strong>de</strong>l</strong>o <strong>de</strong> un género nuevo”: el poema que se erige y se <strong>de</strong>smorona<br />

en su propia crítica. Al lector le tocaría la singular tarea<br />

<strong>de</strong> atribuirle un sentido supremo a ese objeto ininteligible<br />

y <strong>de</strong> otorgarle a su lectura una nueva dimensión: el azar abolido<br />

porque ya no habría exégesis posible. Y, en consecuencia,<br />

tampoco el nimio enlace con un oyente.<br />

Con lo cual surgió otro género, mucho menos <strong>de</strong>seable: el<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> texto solitario, por no llamarlo solipsista. Fue la con<strong>de</strong>na <strong>de</strong><br />

Mallarmé, pues a pesar <strong>de</strong> sus doctrinas <strong><strong>de</strong>l</strong> misterio, él siempre<br />

aspiró a algo tan sencillo como la colaboración humana. Según<br />

Bénichou, la veta irónica que uno halla incluso en sus confesiones<br />

más radicalmente oscuras y <strong>de</strong>sesperadas se pue<strong>de</strong> concebir<br />

como un anzuelo que conspira para atrapar nuestra atención: “la<br />

ironía no es concebible sin interlocutor […] toda la ironía mallarmeana,<br />

incluso cuando no tiene directamente al público como<br />

objeto, es un gesto hacia otro, un mentís ligero a la soledad.<br />

El Exilio, experiencia primera, lo Absoluto, patria soñada, la Ironía,<br />

patria real: <strong>de</strong> estos tres términos entre los cuales evoluciona<br />

Mallarmé, el tercero es el que atestigua mejor el lugar que<br />

ocupa en su inquietud la necesidad <strong>de</strong> una compañía humana.”<br />

No <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser asombrosa la extrema amabilidad que hay en<br />

la tentativa <strong>de</strong> Mallarmé o, más bien, en su titubeo. Sus poemas<br />

llenos <strong>de</strong> espejos también están poblados <strong>de</strong> ventanas. Sin<br />

duda los habita nadie, pero en el gesto <strong>de</strong> las palabras trazadas<br />

para apenas <strong>de</strong>cir se trasluce una silueta humana que intenta<br />

salirse <strong><strong>de</strong>l</strong> poema por su esquina más oculta. Y en ese trance<br />

don<strong>de</strong> se adivina la tenue espalda <strong>de</strong> alguien —Stéphane Mallarmé—<br />

a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer es don<strong>de</strong> yo quedo atrapada:<br />

la ausencia conduce, por la vía <strong><strong>de</strong>l</strong> hermetismo y casi por la más<br />

enrevesada <strong>de</strong> los sentimientos, a la presencia. No suele ocurrir<br />

que “alguien” sea conjetural; pero nadie sí, sobre todo bajo el<br />

cobijo <strong>de</strong> la tiniebla. A fin <strong>de</strong> cuentas, en su maquinaria nocturna<br />

Mallarmé no calculó el peso bruto <strong><strong>de</strong>l</strong> día siguiente, tan<br />

similar al anterior y al principio luminoso don<strong>de</strong> lo seguían esperando<br />

el perpetuo gato, la página blanca con su leve tachadura<br />

y Tournon, el infame pueblucho al que se le añadió ese<br />

Sueño <strong>de</strong> Nada que nos ha llegado hasta aquí.<br />

Yo soy el otro<br />

Año <strong>de</strong> mi vida 1994, como diría el vizcon<strong>de</strong>, una morena <strong>de</strong><br />

ojos negros se me acercó y me hizo una pregunta que me conduciría<br />

directamente adon<strong>de</strong> no pensaba ir. <strong>La</strong> escena transcurre<br />

en París, calle <strong>de</strong> la Sorbonne, en la biblioteca <strong>de</strong> literatura<br />

general y comparada don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>sarrolla mi seminario.<br />

Vuelvo a ver cómo se acerca y me plantea…, pero no, no es que<br />

fuese una pregunta, más bien era una especie <strong>de</strong> afirmación:<br />

número 408, diciembre <strong>2004</strong> la<strong>Gaceta</strong> 11

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