12.05.2013 Views

La Gaceta del FCE. Diciembre de 2004 - Fondo de Cultura Económica

La Gaceta del FCE. Diciembre de 2004 - Fondo de Cultura Económica

La Gaceta del FCE. Diciembre de 2004 - Fondo de Cultura Económica

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

madres <strong>de</strong>votas, sólo por Vattimo, Lyotard, Derrida y Foucault,<br />

y ya sabemos que cuatro madres juntas, como mucho,<br />

pue<strong>de</strong>n jugar una partida <strong>de</strong> canasta, que fue lo que en <strong>de</strong>finitiva<br />

hicieron). Para entonces tampoco se había oído hablar mucho<br />

<strong>de</strong> la opera aperta (Umberto Eco jugaba un solitario con<br />

ella; el libro Obra abierta se publicó en Italia cuatro años antes<br />

<strong>de</strong> la publicación <strong>de</strong> Hay que sonreír, pero si consi<strong>de</strong>ramos que<br />

nuestra autora lo escribió en 1960 po<strong>de</strong>mos arriesgar sin temor<br />

alguno que no lo había leído), y sin embargo en Hay que sonreír<br />

cada lector goza <strong>de</strong> total libertad para sacar la conclusión que<br />

más le plazca en cuanto al <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> Clara —la autora aún está<br />

absolutamente convencida <strong>de</strong> que Clara no muere; como<br />

ella misma dice: “no hay mejor arma que el <strong>de</strong>sconcierto contra<br />

quienes se creen dueños absolutos <strong>de</strong> la verdad”.<br />

Cuentan quienes se sumergen a gran<strong>de</strong>s profundida<strong>de</strong>s que<br />

llegado a un cierto punto uno se ve poseído por una especie <strong>de</strong><br />

ilusión que lo lleva a creer que allá abajo es posible la respiración<br />

por vía natural. Cuando esto ocurre el buzo se <strong>de</strong>shace <strong>de</strong><br />

sus tubos <strong>de</strong> oxígeno y naturalmente se ahoga. Se embriaga<br />

<strong>de</strong> un hechizo fatal llamado “el vértigo <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s profundida<strong>de</strong>s”.<br />

Ahora bien: Clara conoce ese vértigo. Por su parte,<br />

Valenzuela, como toda buena lectora, sabe <strong>de</strong> los peligros que<br />

corre el escritor <strong>de</strong> volverse siempre un poco más hipócrita,<br />

<strong>La</strong> india <strong>de</strong> Cortés<br />

Carole Achache<br />

El peso simbólico <strong>de</strong> la Malinche es tan gran<strong>de</strong> en<br />

México que solemos usar como insulto el adjetivo<br />

que se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong> su nombre. Esta novela es malinchista<br />

en un sentido más novedoso, más audaz, pues<br />

tiene como protagonista a la esclava que habría <strong>de</strong><br />

servir como intérprete —y no sólo en el sentido<br />

lingüístico— entre los férreos conquistadores y los<br />

sorprendidos habitantes <strong>de</strong> Mesoamérica. Este<br />

fragmento proviene <strong>de</strong> la obra que circula ya en<br />

nuestra colección Tierra Firme<br />

Vuelvo a ser una esclava. Me van a entregar a los recién llegados<br />

junto con otras diecinueve mujeres. El hijo <strong>de</strong> mi esposo<br />

me lo dice, y se voltea sin añadir o agregar una palabra. No me<br />

sorpren<strong>de</strong> lo que me suce<strong>de</strong>. Des<strong>de</strong> siempre traigo a cuestas el<br />

día nefasto <strong>de</strong> mi nacimiento y mi vida se encarga <strong>de</strong> recordármelo.<br />

Estoy en cuclillas y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> saberlo me cuesta trabajo<br />

levantarme, ésa es la única señal <strong>de</strong> mi dolor. De pie, hago<br />

las labores que me correspon<strong>de</strong>n. Avivo el fuego <strong><strong>de</strong>l</strong> hogar soplándole<br />

a las brasas. A mis espaldas escucho los golpes regulares<br />

<strong>de</strong> las palmas que muelen el maíz. Cada una con sus tareas,<br />

cada una con su <strong>de</strong>stino, nos hemos quedado sin palabras,<br />

sólo están nuestros pesares. <strong>La</strong> gruñona llora en silencio. Acaba<br />

<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r a su esposo. Yo acabo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rlo todo y quiero<br />

morirme. Solamente anhelo eso, porque ya estoy muerta. Caigo<br />

<strong>de</strong> muy alto humillada. Recaigo por segunda vez en el <strong>de</strong>se-<br />

como el cura que da misa todos los domingos y tiene entre sus<br />

manos un montón <strong>de</strong> hostias consagradas. El caso Clara es tan<br />

complejo que ofrece por sí solo todos los elementos para una<br />

meditación general sobre el significado <strong>de</strong> la literatura, <strong>de</strong> la<br />

poesía, <strong>de</strong> la lengua, <strong><strong>de</strong>l</strong> arte mismo. Todo aquel que se le aproxima<br />

<strong>de</strong>be comenzar <strong>de</strong> inmediato a lidiar con la explícita convicción<br />

<strong>de</strong> que es portadora <strong>de</strong> una doble trascen<strong>de</strong>ncia. Por un<br />

lado parece expresar una conciencia más o menos articulada <strong>de</strong><br />

la presencia o ausencia <strong>de</strong> Dios en los asuntos humanos; a otro<br />

nivel, el puro impacto <strong>de</strong> ella en nuestras vidas lleva directamente<br />

a la cuestión <strong>de</strong> la creación. Hay allí cierta analogía con<br />

el nacimiento <strong>de</strong> la vida misma. Todo aquel que escriba tiene<br />

muy serios motivos para confrontar su propia posición con el<br />

universo <strong>de</strong> Clara: siempre apren<strong>de</strong>rá algo.<br />

Nota bene. <strong>La</strong> autora pasó su juventud cerca <strong>de</strong> Borges, a<br />

quien quería y respetaba. Cuando apareció Hay que sonreír alguien<br />

fue y se la contó (él no leía esas cosas), y a partir <strong>de</strong> entonces<br />

el gran bardo comenzó a hacer correr la voz por ahí <strong>de</strong><br />

que se trataba <strong>de</strong> una novela pornográfica, lo cual hirió profundamente<br />

a nuestra autora. Como siempre, o casi siempre, Borges<br />

estaba en lo cierto: superhombre tan a<strong>de</strong>pto a los diccionarios<br />

y las enciclopedias entendía al pornógrafo como lo que es:<br />

“quien escribe acerca <strong>de</strong> la prostitución”.<br />

cho <strong>de</strong> los esclavos. <strong>La</strong> ofensa me consume, me oprime el corazón.<br />

Algo se extinguió, pero fue para protegerme. Mi frialdad<br />

me arropa. Mi dureza me salva. Logro sobreponerme al temor<br />

<strong>de</strong> sufrir esa suerte <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> esos hombres con sus estruendosas<br />

trompetas <strong>de</strong> fuego.<br />

Antes <strong>de</strong> ir a rendirnos al pueblo <strong>de</strong> Tabasco, don<strong>de</strong> están<br />

los castellanos, veo a Melchorejo mientras lo sacrifican en el<br />

mismo templo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que nos habló. Una vez más estamos<br />

reunidos en torno a él en la gran plaza <strong>de</strong> Cintla, y no soy la<br />

única en compren<strong>de</strong>r que ya no piensa como nosotros. Es obvio<br />

que nos ha traicionado. Le guardamos rencor porque nos<br />

hizo creer que no eran muchos. El valor <strong>de</strong> Melchorejo no sirvió<br />

<strong>de</strong> nada. Él, que se había prometido sobrevivir para contárnoslo,<br />

da la impresión <strong>de</strong> querer que acabe todo <strong>de</strong> una vez. En<br />

la forma en que yergue el cuello se percibe cierta indiferencia<br />

que no se asemeja al efecto <strong><strong>de</strong>l</strong> pulque que se da al futuro sacrificado.<br />

No hay orgullo, solamente aflicción. Sube los escalones<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> templo <strong>de</strong> Kukulkán, similar al <strong><strong>de</strong>l</strong> dios Quetzalcóatl.<br />

<strong>La</strong> luz <strong><strong>de</strong>l</strong> día parece aspirarle. A nosotros nos <strong>de</strong>slumbra. Estamos<br />

tranquilos. Él está tranquilo. <strong>La</strong>s plumas <strong>de</strong> su capa se<br />

ajustan a su movimiento. Se yergue. Se entrega a fin <strong>de</strong> preservar<br />

el curso <strong>de</strong> nuestro mundo. Un regreso a lo habitual <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> esa lucha ajena a nuestras normas. Nos tranquiliza. Ya<br />

no le guardamos rencor. Lo vuelvo a ver subir más alto y dirigirse<br />

hacia el mismo sitio don<strong>de</strong> nos mostró sus ojos <strong>de</strong>sorbitados<br />

y por el que ahora va hacia la muerte. Porque lo veo así:<br />

al <strong>de</strong>recho y al revés. De frente y <strong>de</strong> noche para <strong>de</strong>cir la verdad<br />

número 408, diciembre <strong>2004</strong> la<strong>Gaceta</strong> 23

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!