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La Gaceta del FCE. Diciembre de 2004 - Fondo de Cultura Económica

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A propósito <strong>de</strong> Cola <strong>de</strong> lagartija, ¿cómo <strong>de</strong>scribiría esta experiencia<br />

<strong>de</strong> escribir a salto <strong>de</strong> mata, al filo <strong>de</strong> la guillotina?<br />

En ese momento también estaba en México. Es curioso como<br />

todo entra a este país en mi vida literaria. El “filo <strong>de</strong> la guillotina”<br />

estaba un poco lejos, más bien era “la espada <strong>de</strong> Damocles”<br />

porque yo estaba en México, pero López Rega, que es el<br />

personaje central <strong>de</strong> esa novela, estaba prófugo, no se sabía<br />

dón<strong>de</strong>, así que muy bien podía estar acá. Y se <strong>de</strong>cía lo que se<br />

dice siempre que no aparece alguien, que se había hecho una<br />

cirugía estética, que ya nadie lo reconocía y portaba documentos<br />

falsos, y que me lo podía cruzar en la calle. A<strong>de</strong>más, acuérdate<br />

<strong>de</strong> que era brujo. Al mismo tiempo yo tenía la teoría <strong>de</strong><br />

que no lo podían tocar, aunque finalmente lo agarraron en<br />

Miami, mucho <strong>de</strong>spués, como en el 86 —Cola es <strong><strong>de</strong>l</strong> 83— y le<br />

dijo a Tomás Eloy Martínez, que había escrito <strong>La</strong> novela <strong>de</strong> Perón:<br />

“Ya sé que hay dos escritores que escribieron sobre mí y<br />

los dos van a recibir mi maldición.” Me llamó Tomás y me dijo:<br />

“López Rega está enfermo, lo van a operar, adivina <strong>de</strong><br />

qué… ¡<strong>de</strong> los testículos! —en la novela se menciona constantemente<br />

que El Brujo posee tres testículos y uno <strong>de</strong> ellos es nombrado<br />

“Estrella”—. Tantas cosas fueron premonitorias en esa<br />

novela. Creo que cuando uno está conectado es una antena y<br />

yo recibí cosas alucinantes. Aparte yo tenía unas hemorragias<br />

menstruales feroces, hasta que un día me di cuenta <strong>de</strong> que era<br />

como un río <strong>de</strong> sangre, que es lo que dice Cola <strong>de</strong> lagartija. Estoy<br />

segura <strong>de</strong> que una escribe con el cuerpo.<br />

<strong>La</strong> ironía es un recurso muy latino, pero<br />

ningún hombre lo maneja con la maestría<br />

<strong>de</strong> usted. Su ironía rebasa por mucho lo superficial,<br />

lo fun<strong>de</strong> con su lenguaje natural,<br />

al grado <strong>de</strong> que su escritura termina siendo<br />

una ironía. ¿Es producto <strong>de</strong> manipular el<br />

dolor o un don lingüístico?<br />

Creo que es un don, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy<br />

chiquita tenía. Borges <strong>de</strong>cía que yo era<br />

capaz <strong>de</strong> matar a mi madre por un juego<br />

<strong>de</strong> palabras. También hay una cosa verda<strong>de</strong>ra<br />

y es que corre una gota <strong>de</strong> sangre<br />

inglesa por mis venas. Mi abuelo materno,<br />

Levinson, era inglés, y pue<strong>de</strong> que <strong>de</strong><br />

ahí venga ese humor. Yo no concibo el mundo sin el sentido <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

humor y sin ironía, pero la ironía entra en el momento más doloroso,<br />

mientras que el humor es para celebrar lo jocoso, aunque<br />

estén muy cerca una <strong><strong>de</strong>l</strong> otro.<br />

Usted recicla mitos femeninos. Ha echado mano <strong>de</strong> Electra, <strong>de</strong> Caperucita<br />

Roja, <strong>de</strong> las princesas durmientes y sus príncipes azules (que<br />

tan nefastos han sido para las mujeres comunes) y a todos los ha sabido<br />

emparentar con los vicios emblemáticos <strong>de</strong> nuestra posmo<strong>de</strong>rnidad.<br />

¿Aceptaría que su narrativa es simbólica?<br />

Me gustaría que lo fuera. Yo parto <strong>de</strong> las preguntas y un día<br />

me pregunté por qué la mamá <strong>de</strong> Caperucita la manda al bosque<br />

sabiendo que es tan peligroso y surgió un cuento para contestar<br />

esa pregunta: “Si ésta es la vida, yo soy Caperucita Roja”.<br />

Justamente en el libro Cuentos <strong>de</strong> ha<strong>de</strong>s —y le puse “<strong><strong>de</strong>l</strong> infierno”<br />

porque evi<strong>de</strong>ntemente no son <strong>de</strong> hadas— tuve una<br />

teoría, y es que esos cuentos no fueron contados como los leímos<br />

<strong>de</strong>spués y como los vinieron transmitiendo a través <strong>de</strong> los<br />

siglos. Finalmente las mujeres eran las gran<strong>de</strong>s contadoras <strong>de</strong><br />

El hecho <strong>de</strong> escribir tiene para mí<br />

dos capas: una es escribir la historia<br />

en sí y la otra es la pregunta ¿<strong>de</strong><br />

dón<strong>de</strong> sale todo esto? ¿Qué es esto?<br />

¿Qué está ocurriendo en la<br />

escritura? ¿Qué está diciendo este<br />

lenguaje? Entonces hay un choque<br />

ahí que se cuestiona y, al mismo<br />

tiempo, una historia que pugna<br />

por escribirse, por <strong>de</strong>cirse, y son<br />

cosas con las que a veces yo no estoy<br />

para nada <strong>de</strong> acuerdo. <strong>La</strong> <strong>de</strong>testo<br />

y la estoy escribiendo<br />

cuentos y esas mujeres mayores y sabias no podían contar a las<br />

niñitas que empezaban en la vida que fueran buenitas y esperaran<br />

al príncipe que las iba a <strong>de</strong>spertar y que no se apartaran <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

buen camino y no fueran curiosas. Sobre todo lo <strong>de</strong> la curiosidad<br />

me tuvo muy mal porque, ¡imagínate!, sin curiosidad no<br />

hay conocimiento. Entonces es una manera <strong>de</strong> tener a la mujer<br />

encerrada en su casa, en su mundo poco inspirador y poco<br />

creativo. Por eso traté <strong>de</strong> reescribir todos esos cuentos <strong>de</strong> Perrault<br />

(que tuve que leer <strong>de</strong> nuevo) adaptados a la visión <strong>de</strong> una<br />

mujer, pero yo creo que ése fue el mensaje que se dio al principio<br />

<strong>de</strong> alguna manera. Y me divertí mucho haciéndolo.<br />

Usted ha recreado como nadie la pesadilla <strong>de</strong> la dictadura que vivió<br />

su país en los años setenta. ¿Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que es el episodio que más<br />

hondamente ha marcado su escritura?<br />

No sé si fue lo que más me marcó, pero fue un hito. Hubo<br />

dos hitos en mi literatura muy importantes: uno fue mi estadía<br />

en la Universidad <strong>de</strong> Iowa, que es una cosa ahí encerrada, en el<br />

medio oeste, tapada <strong>de</strong> nieve, con un montón <strong>de</strong> escritores latinoamericanos<br />

muy interesantes —y ahí fue don<strong>de</strong> pu<strong>de</strong> escribir<br />

El gato eficaz, liberé un montón <strong>de</strong> cosas, nunca más pu<strong>de</strong><br />

recuperar ese universo, pero liberé mucho, como que rompí<br />

los tabúes literarios—; <strong>de</strong>spués está la cuestión política. <strong>La</strong> violencia<br />

en la Argentina también me movió a otro lugar, a entrar<br />

a esta escritura, pero tengo una novela que nunca mostré, una<br />

novela secreta, digamos, que la di para publicar y me la habían<br />

aceptado en una editorial argentina. Les<br />

dije <strong>de</strong>spués que la quería corregir y<br />

nunca más la regresé porque quise <strong>de</strong>cir<br />

algo político. Se llama Cuidado con el tigre.<br />

Quise contar una historia, <strong>de</strong> una<br />

pequeña célula <strong>de</strong> izquierda, pero se la<br />

podía leer muy <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha. No me<br />

salió lo que quería <strong>de</strong>cir. No pretendí<br />

apoyar nada y ahora es totalmente otra<br />

la visión <strong>de</strong> esa novela. Cuando volví a la<br />

Argentina en el 75, con toda la violencia<br />

<strong>de</strong>satada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Perón,<br />

que empezó todo lo <strong>de</strong> López Rega, era<br />

muy visible. Me senté en los cafés a escribir<br />

los cuentos <strong>de</strong> Aquí pasan cosas raras<br />

y ahí di la vuelta, ahí entendí cómo era esa escritura irreverente<br />

<strong>de</strong> la política, cuando uno no tiene nada que <strong>de</strong>cir, sólo<br />

tienes que narrar lo que está pasando, ya está todo dicho. Entonces<br />

usar lo grotesco, todos esos recursos, para <strong>de</strong>cir las cosas<br />

que son muy dolorosas, que si no, no se pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>cir, ni<br />

leer, ni escribir, ni nada.<br />

Al leer una escritura tan original como la suya, dotada <strong>de</strong> una extraordinaria<br />

capacidad para reinventar el lenguaje, no puedo evitar<br />

preguntarme qué influencias pudieron nutrir a quien no se parece a<br />

nadie.<br />

Justamente creo que ahí está la gracia. No es que uno se nutra<br />

<strong>de</strong> alguna influencia; se nutre <strong>de</strong> todas. Todo, todo lo que<br />

suce<strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor —sobre todo cuando estoy escribiendo— me<br />

da mucha energía, mucha vitalidad, me enriquece. Me gusta la<br />

cuestión <strong>de</strong> los mitos, la antropología, voy a lugares, meto las<br />

narices en las cosas, viajo mucho y me meto en lugares peligrosos,<br />

raros, pero no por afán literario sino por un impulso natural<br />

en mí.<br />

número 408, diciembre <strong>2004</strong> la<strong>Gaceta</strong> 19

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