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CORNELIO.
FLAVIO.
CORNELIO.
CORNELIO.
MÉTELO.
CORNELIO.
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FLAVIO. No lo es tan duro que por ti no sienta Un
agudo dolor que triste apuro,
La pasada inquietud que me atormenta. ¡Ay!
por tu obstinación, inquieto muero! Tal vez
harás lo que desechas ora
Y entonces alegría encantadora Por tu
mudanza religiosa adquiero.
Y si tu corazón ardiente me ama, Apaga el
fuego que mi pecho inflama.
ESCENA II Mételo,
Cornelio y dichos
¡Alejaos de aquí! y tú vé a Adriano (a Flavio) Te mando
que a él vayas al instante . . .
¿Por qué? . . . ¡me llama nuestro soberano! (Pues veo en
su faz gesto amenazante.)
¿Y lo preguntas? ¿Sabes que un romano Importunar
no debe al gobernante? Vé, Flavio, y lo sabrás en el
momento;
Y tú, parte también en seguimiento (a Claudio).
(Vanse.)
ESCENA III Mételo y
Cornelio Solos
¿Sabes que Flavio sigue ya y adora Al Dios de
los cristianos y que es hijo Del Criminal?
De averiguarlo acabo; ¿Mas qué
será del desgraciado joven?
Arrancado del lado de su padre Vivirá; y de los
númenes al culto Por las lisonjas volverá de
Adriano;
Y más, Adriano tiene un ateniense, Hombre
de rara ciencia y de talento, De elocuentes
razones persuasivas Que contrariar
difícilmente pueden,
Y le disuadirá con su discurso,
De modo tal que cederá gustoso . . .
Y de su padre lejos no es posible
Que a los ruegos resista y que la muerte Busque,
demente, con un tal deseo.
MÉTELO.
CORNELIO.
MÉTELO.
CORNELIO. MÉTELO. CORNELIO. MÉTELO.
CORNELIO.
MÉTELO. CORNELIO.