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Por qué pedir los versos insensatos, Que, un<br />

tiempo, loco de dolor canté? ¿Será tal vez para<br />

arrojarme en cara Mi necia ingratitud, mi<br />

amargo ayer?<br />

Por qué evocar recuerdos desgraciados Ora<br />

que espera el corazón amar! Llamar la noche al<br />

sonreír el día Sin saber si otro día brillará!<br />

¿Queréis hallar la causa de este tedio, Delirio<br />

de despecho, o de dolor? ¿Queréis saber por qué<br />

tantos pesares, Por qué joven alma, no canté el<br />

amor?<br />

¡Ignoradlo por siempre! Que su causa<br />

Tristezas dá, mas os hará reír; ¡Con mi cadáver<br />

a la tumba baje Otro cadáver sepultado en mí!<br />

Un imposible, una ambición, locura, Sueños<br />

del alma, una pasión tal vez . . . Bebed el néctar<br />

que en la vida sirven, Dejad tranquilo reposar la<br />

hiél.<br />

De nuevo siento las espesas sombras Cubrir el<br />

alma con su denso tul; Capullo sé no más, no flor<br />

hermosa; Pues te falta la atmósfera y la luz . . .<br />

Tenedlos allí, pobres versos míos! Hijos<br />

malditos que lactó el pesar: Sabéis muy bien a<br />

quien deben su vida, Y ellos a vos os lo dirán<br />

quizás.<br />

FLORES DE HEIDELBERG<br />

¡Id a mi patria, id, extranjeras flores.,<br />

sembradas del viajero en el camino, y bajo su<br />

azul cielo, que guarda mis amores, contad del<br />

peregrino la fe que alienta por su patrio suelo! Id<br />

y decid . . . decid que cuando el alba vuestro<br />

cáliz abrió por vez primera cabe el Néckar<br />

helado, le visteis silencioso á vuestro lado<br />

pensando en su constante primavera. Decid que<br />

cuando el alba que roba vuestro aroma, cantos<br />

de amor jugando os susurraba, él también<br />

murmuraba cantos de amor en su natal idioma;<br />

que cuando el sol la cumbre del Kcenigsthul en<br />

la mañana dora, y con su tibia lumbre anima el<br />

valle, el bosque y la espesura ¡saluda a ese sol,<br />

aun en su aurora, al que en su patria en el cénit<br />

fulgura! ¡Y contad aquel día cuando os cogía al<br />

borde del sendero, entre las ruinas del feudal<br />

castillo, orilla al Néckar o a la selva umbría!<br />

¡Contad lo que os decía, cuando, con gran<br />

cuidado, entre las páginas de un libro usado<br />

vuestras flexibles hojas oprimía! Llevad, llevad,<br />

¡oh flores!, amor a mis amores, paz a mi país y a<br />

su fecunda tierra, f e a sus hombres, virtud a sus<br />

mujeres; salud a dulces seres<br />

que el paternal, sagrado hogar encierra . .<br />

Cuando toquéis la playa, el beso que os<br />

imprimo, depositadlo en alas de la<br />

brisa, porque con ella vaya, y bese

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