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AMOR Y TERROR DE LAS PALABRAS: LA INFANCIA COMO ...

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Luis Miguel Isava. Amor y terror de las palabras...<br />

Estudios 18:35 (enero-julio 2010): 105-140<br />

La aporía se disuelve así, neutralizada por la mediación de una experiencia<br />

que, aunque todavía de orden discursivo, le permite asumirla sin impasse. La<br />

“catástrofe” –que, recordémoslo, en griego significa “inversión”–, ahora lo entendemos,<br />

ha sido en realidad la inversión a la que se ha sometido el pensamiento<br />

que, como al trompo, hay que bailarlo “con la punta hacia arriba”<br />

(139). El resultado es que no hay respuestas, sino… “que si quieres que te<br />

cuente el cuento del gallo pelón”. De ello resulta una forma singular de docta<br />

ignorancia: expresión que aunque tomada del célebre tratado de Nicolás de<br />

Cusa, debe ser entendida aquí transpuesta al espíritu y la letra del epígrafe de<br />

esta sección, es decir, como no-saber asumido, incorporado, encarnado en palabras<br />

(volveré más adelante sobre este punto).<br />

El pensar espacial: la topología<br />

“Cogito ergo sum”, ubi cogito, ibi sum.<br />

[“Pienso luego existo”, donde pienso, allí existo]<br />

120<br />

Lacan<br />

A todo lo largo de la exploración y discusión de estas experiencias, una categoría<br />

poco convencional respecto al pensamiento discursivo se ha ido imponiendo<br />

como uno de los ejes organizadores del relato, una categoría que me<br />

gustaría llamar “topológica”. Si seguimos secuencialmente las concepciones<br />

que el niño va precisando en sus investigaciones, encontramos una insistencia<br />

en configurar sus comprensiones a través de una espacialidad; espacialidad<br />

que no obstante va a problematizarse en la medida en que la reflexión intente<br />

situar la presencia del sujeto. En efecto, el primer concepto generalizador que<br />

se formula es el de “la región más transparente”, que constituye “la casa del<br />

hombre” pues configura el lugar del encuentro armonioso entre las palabras y<br />

las cosas. Después, pasadas las terribles vivencias que surgen como correlato<br />

del adentrarse en el verbo tácito de la naturaleza y el explícito del lenguaje humano,<br />

éstos se descubren organizados y mediatizados por la “región intermedia”<br />

(114). Ésta, en apariencia, sólo toca al sujeto en forma tangencial.<br />

Significativamente, este contacto se realiza –según la descripción del propio

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