AMOR Y TERROR DE LAS PALABRAS: LA INFANCIA COMO ...
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Luis Miguel Isava. Amor y terror de las palabras...<br />
Estudios 18:35 (enero-julio 2010): 105-140<br />
de la discursividad, lejos de excluirse –como lo ha postulado e impuesto la tradición<br />
filosófica occidental–, se funden, se retroalimentan, se fundamentan<br />
recíprocamente, de manera que el relato narrativo es el discurrir teórico<br />
mismo.<br />
Por último, nos encontramos con la problematización de la oposición infancia/adultez.<br />
Si bien podemos pensar el libro en términos de memorias de la<br />
infancia, habría que apresurarse a indicar que la infancia no es aquí exclusivamente<br />
el ámbito paradisíaco del que somos expulsados al crecer –como se deja<br />
ver en las últimas líneas de La lengua salvada de Canetti–, sino una especie de<br />
espacio interior, de estado accesible en cierta medida al adulto y que por ello<br />
puede informar, y de hecho informa, sus acciones, pero sólo en la medida en<br />
que éste es fiel a aquel estado. De allí que el personaje, en su intento por organizar<br />
sus experiencias para alcanzar el (un) conocimiento, se aleje no solamente<br />
del centro de su búsqueda, sino de la posibilidad misma de llevarla a<br />
cabo. La infancia debe entonces permanecer como hilo conductor de la experiencia;<br />
lo que implica que no puede pensársela como estadio a superar sino<br />
como síntesis a alcanzar.<br />
El resultado, quizá el aspecto del libro más desconcertante desde el punto<br />
de vista filosófico, es que no hay “conocimiento” que organice, estructure, jerarquice<br />
las experiencias sino sólo un “estadio” en el que éstas se hacen lenguaje<br />
y se distribuyen en una singular topología –volveré sobre estos aspectos más<br />
adelante–, gracias al cual dichas oposiciones conviven sin resolverse.<br />
Amor y terror de las palabras es por tanto una dramatización, un enactment<br />
de la reflexión sobre el lenguaje y esto le otorga un definido carácter alegórico:<br />
el que se revela en la posibilidad de establecer un paralelismo entre las etapas<br />
de dicho aprendizaje y las de la historia de la filosofía del lenguaje, desde su<br />
observación empírica hasta su investigación trascendental, desde el planteamiento<br />
y cuestionamiento de la relación palabra-cosa hasta la irrupción de la<br />
imagen del mundo como un universo de discursos 4. La alegoría se ve reforzada,<br />
además, por la insistencia en el uso de nombres comunes genéricos –el maestro,<br />
la bruja, el sabio–; la ausencia de nombres propios, salvo en el caso de<br />
la bruja y el loco, cuyos nombres, significativamente, son Sofía y Heliodoro –es<br />
decir, “sabiduría” y “regalo del sol”–; y la narración construida desde un yo que<br />
sólo se “cualifica” por su lengua y por las costumbres y geografía del pueblo en<br />
el que vive; un yo que se hará –otro paralelismo con la historia de la filosofía–<br />
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