AMOR Y TERROR DE LAS PALABRAS: LA INFANCIA COMO ...
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Luis Miguel Isava. Amor y terror de las palabras...<br />
Estudios 18:35 (enero-julio 2010): 105-140<br />
Dije que la numeración se interrumpe en este punto: la palabra éyn no sustituye<br />
el número del capítulo; el siguiente –él último capítulo del libro– continuará<br />
con el número que le correspondía a éste (el 21, caf álef), lo que implica que el<br />
capítulo éyn queda en cierta forma fuera de la numeración e igualmente fuera del<br />
encadenamiento de las etapas que constituyen el proceso del personaje.<br />
Por último, al final del texto del último capítulo, aparece la palabra hebrea sof,<br />
que significa “fin”. Esto sería simplemente consistente con la escogencia de numerar<br />
los capítulos según la numeración hebrea si no fuera por el hecho de que<br />
esta palabra, unida al “título” del capítulo antes mencionado, construye la expresión<br />
éyn sof, una expresión usada en la cábala y que podría traducirse como “sin<br />
fin”, “que no termina” o, simplemente, como “infinito” y que se aplica a la divinidad.<br />
¿No escenifican ambas palabras la dialéctica que hemos venido describiendo<br />
al significar, separadas, los momentos de mayor arrasamiento del personaje<br />
y el límite infranqueable de las experiencias, mientras que unidas apuntan a una<br />
experiencia de plenitud? Y en este sentido, ¿no contribuyen de manera subrepticia<br />
a la conducción de una sabiduría ínsita en el lenguaje, contenida en su tradición<br />
pero sobre todo en su materialidad –en la materialidad de su pluralidad? El texto<br />
mismo propone la síntesis: “Todos los juegos el juego. Todos los discursos el discurso.<br />
Todas las lenguas el lenguaje. Todos los verbos el verbo” (126) 12.<br />
El lenguaje, así, se transforma en una suerte de cámara de ecos en los que los diversos<br />
registros discursivos vienen a contaminar y a complejizar la búsqueda de un<br />
uso puramente comunicacional del lenguaje. De esta forma, la “investigación” se<br />
conduce a la vez –subrepticiamente, podría decirse– en un plano en el que se “pon[e]<br />
en juego y evoca [...] intencionalmente la escondida entraña del lenguaje” (16).<br />
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