Termíteme - Roca Editorial
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la emperatriz amarga<br />
ella como en el cincelado de los dioses en los templos y sus gestos<br />
detenidos.<br />
—¡Calla, alocada amiga! No quiero llevar también en mi<br />
conciencia la certeza de haber causado tu desgracia —me contestó<br />
saliendo del letargo de su trance, y poniendo dos de sus<br />
dedos sobre mis labios. —No importa. Este es el final de una<br />
historia que estaba escrita en el aire mucho antes de nacer nosotras.<br />
Que he oído susurrada en labios intangibles décadas antes<br />
de entender lo que decían. Déjame que al menos aligere mi<br />
espíritu, en esta noche oscura y llena de espectros y sombras.<br />
Déjame que pueda contarte por qué todo ha sido tan difícil. Tan<br />
doloroso el camino de esta mujer a la que llamas tu señora, y<br />
que nunca fue más que señora de su sufrimiento. Permíteme<br />
que tu amistad y tu talento salvaguarden mi memoria para que<br />
el viento no la arrastre como un eco más. Pon tú palabras en<br />
ese hueco de la historia que otros llenarán de olvido o indiferencia.<br />
Esculpe tú mi figura en esa historia que antepondrá el<br />
glorioso nombre de mi esposo Emperador como si el resto no<br />
fuésemos más que adornos de su existencia, meros garabatos<br />
sobre las tablillas o papiros donde se contarán sus hazañas,<br />
prescindiendo del resto que las hemos sostenido, incluso contra<br />
nuestra voluntad, como sostiene la tierra las teselas de los<br />
grandes mosaicos, o las urdimbres escondidas de hilos los dibujos<br />
de los tapices…<br />
Sus razones acallaron las mías, y me recordaron que, muy<br />
cerca de estas estancias palaciegas de la colina del Palatino romano,<br />
donde desde tiempo inmemorial habían vivido las nobles<br />
familias de la ciudad, sus patricios y gobernantes, hacía poco<br />
que se había abierto la puerta del mundo. Un templete sencillo<br />
de mármol rodeaba ahora el lugar, este puente hondo con el<br />
más allá, entre las moradas de los grandes hombres de la urbe y<br />
el populoso Capitolio, así como en la cercanía del intimidador<br />
Titán Saturno, que poseía allí sus altares imperiales. Un diminuto<br />
templo circular entre la suntuosidad gigantesca de los<br />
grandes templos, la Curia y el Senado, y los palacios de los ricos<br />
y poderosos prohombres de Roma que competían entre sí con<br />
la ostentación de los lujos de sus casas. En realidad se trataba<br />
tan sólo de una antigua losa marmórea, venerada y vigilada con<br />
respeto y cuidado por los sacerdotes más huraños de la capital,<br />
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