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Termíteme - Roca Editorial

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la emperatriz amarga<br />

si, otra vez libre, el gigante Tifón perseguido por Júpiter arañara<br />

la faz doliente del cielo, cambiando su figura, creando con<br />

sus garras nuevos cauces de ríos y lagos, o arrasando con su<br />

vómito de fuego islas y ciudades… Luego todo se quedó como<br />

detenido, salvo la intranquilidad de los animales que parecían<br />

percibir seres extraños e invisibles, o la presencia de una maldición<br />

de dioses que se cernía sobre nosotros sin saberlo. Los<br />

caballos relinchaban en las cuadras sin poder tranquilizarlos,<br />

hasta el punto que algunos escaparon, rompiendo los vallados,<br />

y uno de ellos, de una nobleza enorme, que teníamos desde hacia<br />

unos años con nosotros, arrolló en su huida a uno de los sirvientes,<br />

dejándolo malherido. Los perros se arremolinaban a<br />

nuestro alrededor, buscando refugio entre nuestras piernas<br />

y caricias, aullando, como cuando muere alguien en una casa y<br />

ellos levantan a Plutón sus quejas para anunciar su llegada al<br />

inframundo, cuyas puertas estaban abiertas ese día. Los pájaros,<br />

un poco más tarde, parecieron enloquecer y buscar refugio,<br />

despavoridos, hacia el norte, tan alterados, que muchos entraron<br />

en la casa, enloquecidos, y en su agónica huida, varios chocaron<br />

contra las paredes con tal fuerza que murieron instantáneamente.<br />

Un eco de las fieras del anfiteatro Flavio, del<br />

Coliseo, ensordecía aquella algarabía animal sin aparente explicación,<br />

con un rugir quejumbroso de tigres y leones, de toros<br />

y elefantes. Lo siguiente, como si los Titanes hubieran escapado<br />

de su confinamiento en las profundidades del Tártaro<br />

para vengarse de los hombres y los dioses, fue una especie de<br />

enorme sombra, gris, negra y roja, que empezó a crecer en el<br />

cielo, en el horizonte del mediodía, como un ciprés maléfico<br />

que fuera a desplomarse arrancando el cielo, sobre los vivos.<br />

El día se oscureció. El sol fue devorado, poco a poco, por una<br />

negrura desconocida desde la lejanía del sur, en el confín de la<br />

tierra y el mar, y yo supe que una terrible hecatombe había sucedido<br />

antes de que nadie nos la contara. Sabía que los inmortales<br />

se habían cobrado cientos de vidas como en los rituales<br />

más ancestrales del mundo, mucho antes de la civilización y de<br />

los días de Roma. Antes de que llegaran las primeras misivas y<br />

cartas, contándonos aquella desolación, yo supe que el río del<br />

olvido desbordaría de cadáveres y muerte sus riberas, llenando<br />

las nuestras de desolación…<br />

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