Termíteme - Roca Editorial
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la emperatriz amarga<br />
flota imperial atracada en Miseno, en la misma bahía, justo enfrente<br />
de Sorrento y, por su situación y la de la costa, también<br />
Pompeya. Desde nuestra casa, con grandes terrazas ajardinadas,<br />
hermosas columnas teñidas de los rojos y azules micénicos<br />
que tanto gustaban en aquella tierra de raíces griegas, y balaustradas<br />
que miraban desde el otro lado de la ensenada del<br />
mar a la orgullosa Pompeya, tras unos leves temblores repetidos<br />
desde hacía días, contemplamos y sentimos una enorme<br />
explosión, como cuando las catapultas de los barcos de guerra<br />
lanzan contra otros su fuego griego, salvo que esto era muchos<br />
cientos de veces superior a la suma de todas las catapultas que<br />
yo hubiese visto. Mi madre le señaló a mi tío una especie de<br />
enorme nube, gigantesca, como no habíamos visto nunca. La<br />
parte superior de la montaña entera pareció deshacerse en una<br />
explosión, como si los rayos de Júpiter la hubieran devastado,<br />
o un informe monstruo la hubiera hecho saltar por dentro en<br />
pedazos de toda clase de tamaños. Estos fragmentos, lanzados<br />
por todas partes, salieron disparados como en un asedio imprevisto,<br />
en todas las direcciones, y vimos como algunos impactaban<br />
contra los esbeltos edificios de la ciudad, sus acróteras y<br />
frontispicios, sus teatros y esculturas que contemplábamos,<br />
asombrados, en la distancia. Sin embargo —continuó Plinio el<br />
Joven con una mezcla de fascinación y horror—, la mayoría de<br />
los fragmentos más pequeños tardaron en caer, como si estuvieran<br />
suspendidos en el cielo, muy alto, sobre la súbita nube<br />
oscura e inabarcable, y fueron desprendiéndose despacio, mantenidos<br />
en la brisa marina, y un enorme cono de humo y fuego<br />
ascendente, en forma de agudo árbol siniestro, o como el humo<br />
de las hecatombes de los grandes sacrificios. Pronto sabríamos<br />
que varias ciudades serían inmoladas y, con ellas, la mayoría de<br />
sus miles de habitantes…<br />
A pesar de mis tiernos años cuando me contaron esto por<br />
primera vez, yo permanecí inmóvil, como una persona mayor,<br />
atendiendo a los míos en aquel jardín romano repleto de plantas<br />
olorosas y flores, tan lejanos al abrasador relato, como si ya<br />
supiera el peso y la responsabilidad de mis obligaciones familiares,<br />
lo que siempre sobrecogió a mi abuela Marcia y a su<br />
hermano Trajano y, quizá también, hiciera que depositaran, demasiado<br />
pronto, graves obligaciones sobre mis hombros. Tam-<br />
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