Termíteme - Roca Editorial
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la emperatriz amarga<br />
tío Trajano, amigo de infancia, cuando éste aún era Tribuno<br />
militar, y al historiador Tácito, al que su tío admiraba y consultaba<br />
para sus propios escritos. Tanto respeto se tenía ya por<br />
entonces al escritor galo Tácito, que todos los aspirantes a escritores<br />
trataban de ser aceptados en su círculo de amigos, y le<br />
agasajaban con toda clase de regalos. Cuánta lisonja interesada<br />
ha estropeado a grandes hombres desde el principio de los<br />
tiempos, y cuánto hombre excelente ha mostrado debilidad por<br />
el envenenado regalo del halago. Para Tácito, que ambicionaba<br />
sobretodo el saber, razón que le llevó a ser nombrado por Trajano,<br />
ya Emperador, Gran bibliotecario de Roma, el mayor de<br />
los presentes era la noticia de algo excepcional o raro, inusual<br />
o prodigioso. Por esta razón Plinio, como lo hizo su tío y tutor,<br />
le enviaba largas epístolas y, en el caso de Pompeya, pocos sucesos<br />
fueron tan prodigiosos y aterradores como los que él vivió<br />
y le contó en sus cartas, de primera mano.<br />
Después de mucho tiempo, he pensado que el joven Plinio<br />
imitó hasta hacerlo suyo el curioso temperamento de su tío,<br />
que lo adoptara como hijo propio, y que demostró en una obra<br />
extensísima dedicada al Emperador Tito, llamada la Historia<br />
Natural. Igual que su protector pariente, Plinio el Joven le narraba<br />
en las cartas, como cada vez que lo contaba, la hermosura<br />
del foro pompeyano, empedrado con piedra travertina; su<br />
planta de corte griego más que romano, otorgándole una<br />
enorme delicadeza; sus pórticos, confluyendo en el frontal del<br />
templo de Júpiter; los de Apolo y Mercurio, con bellísimas<br />
imágenes helenísticas; sus orgullosos acueductos; el enorme<br />
teatro dedicado a Hércules, mítico fundador de la ciudad; sus innumerables<br />
Termas, y la vida apacible y placentera de sus moradores,<br />
que quedó cubierta por una marea de negrura líquida,<br />
de muerte encendida…<br />
Incluso el fornido y valeroso tío Trajano, no podía evitar estremecerse<br />
ante el recuerdo de sus veintiséis años, cuando se<br />
encontraba por orden de su padre en Roma, con un despacho<br />
militar, y se dejaron sentir, en la distancia, los temblores del gigante<br />
enfurecido cerca del mar. Luego las noticias de amigos y<br />
familiares de Plinio, que dejaría su vida en aquel lugar, y nos<br />
entregaría el afecto de su sobrino, apodado «el Joven» por respeto<br />
a su tío, inseparable de nosotros desde entonces. Recuerdo<br />
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