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Termíteme - Roca Editorial

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la emperatriz amarga<br />

la vida, y la certeza de que éstas llegaban a su fin, todo el sufrimiento<br />

y la incomprensión compartida; como si hablasen<br />

más por los labios de la herida que por los suyos propios.<br />

Cuando el poder y el odio se encuentran en el mismo camino,<br />

y se les obliga a convivir contra su voluntad, juntos, el remordimiento<br />

y la amargura son la única forma de seguir adelante.<br />

Cuando uno es casado contra su voluntad con una persona,<br />

como le sucedió a Sabina con su marido Adriano, sin<br />

que el amor o el respeto medien, toda la rabia y el odio se<br />

vierten contra él como el gladiador que descarga todos sus<br />

golpes contra el muñeco de madera contra el que se entrena.<br />

La única salvedad es que una persona es más vulnerable que<br />

un tronco inerte, y hay muchas maneras de herirlo, mortalmente,<br />

sin tocarlo, como he sabido con la experiencia y el<br />

transcurso de mi existencia y la de los otros, que a menudo<br />

me hicieron partícipes de ellas.<br />

Todo quedó aclarado en ese duro diálogo sin mascaradas,<br />

hasta el dolor más profundo, las verdades más inconfesables<br />

que los convirtiera, al casarse, en enemigos feroces y, sin embargo,<br />

cómplices de un crimen monstruoso que se esclareció de<br />

pronto, con toda la pesadumbre para ambos esposos de la culpabilidad<br />

y su condena. Toda su vida, con todas las desdichas<br />

que se habían causado el uno al otro, los encadenaban en realidad<br />

para siempre, más allá de la muerte, más allá de las regiones<br />

del tiempo y su consciencia. Adriano, con sesenta y un<br />

años, arrastraba una enfermedad largamente tratada por sus<br />

eficientes médicos griegos, que habían llegado más allá de lo<br />

que la medicina concede. Sabía que no le quedaba demasiado<br />

tiempo de vida, aquejado del llamado mal negro, una enfermedad<br />

que devora las entrañas con voracidad y dolorosas punzadas,<br />

y quería dejar resueltos los terribles e incógnitos capítulos<br />

de su existencia. Su esposa, y la sangre inocente que manchaba<br />

sus siempre limpias y hermosas manos, era uno de aquellos capítulos<br />

pendientes. Una esposa que había antepuesto su felicidad<br />

al deber familiar, a la lealtad a un nombre y su pervivencia<br />

en el difícil intrincado del poder y las familias patricias de<br />

Roma, aún cuando detestaba a su primo y cónyuge mucho antes<br />

de tener memoria, antes aún de tener motivos para odiarlo,<br />

como si los dioses la hubieran prevenido de aquel feroz ene-<br />

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