Termíteme - Roca Editorial
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la emperatriz amarga<br />
Plinio, no sospechamos el grave peligro en el que incurríamos<br />
al acercarnos tanto a aquellas fraguas del dios a las que acabamos<br />
llamando volcanes en honor de su dueño divino. Ya sabes<br />
que todos los ríos, las fuentes, los bosques y montañas tienen<br />
sus sagrados custodios y sus genios tutelares. Una serie de estos<br />
leves temblores habían alterado un poco el día de mercado<br />
en el foro romano, y en las tiendas cercanas al anfiteatro Flavio,<br />
aunque algunos de los mercaderes lo echaron a broma, diciendo<br />
que era la manera del dios del fuego de agradecer las<br />
ofrendas.<br />
—Ya sabes que tu abuela es poco dada a tomarse a la ligera<br />
a los dioses —apostilló Trajano, en un intento de aligerar con<br />
un donaire el peso de tanta gravedad en el relato, que fue rápidamente<br />
desarbolada ante el gesto de reprobación silencioso de<br />
su hermana, capaz de morder sin abrir la boca.<br />
—Llevaba mucho tiempo sin ver a tu tío, mi hermano<br />
—dijo poniendo énfasis en sus palabras, y más en el sustantivo<br />
fraternal, casi como una recriminación al intento de chanza del<br />
mismo—, así que no dejé que mis presentimientos enturbiaran<br />
la alegría del momento. Achaqué mi inquietud a la espera<br />
largamente acariciada de reencontrarme con él ya que, al día<br />
siguiente, se abriría la losa del ombligo del mundo, una de las<br />
tres veces del año, conmemoración que me estremecía siempre<br />
un poco por la vulnerabilidad de los vivos a las asechanzas de<br />
los espectros.<br />
Recordé que esa funesta celebración me había acompañado<br />
toda mi vida, como si en ella, la presencia entre vivos y muertos<br />
se hiciera patente con toda clase de ritualidades y simbolismos<br />
cotidianos. Como si yo misma fuera esa losa de mármol,<br />
marcada con la inscripción turbadora de «el mundo está<br />
abierto», o como si poseyera la llave entre ambos espacios, o<br />
fuera la frontera natural de sus conflictos. Me reconfortaba saber,<br />
en cierta medida, que la piadosa y sabia abuela Marcia, que<br />
continuó con su narración, sintiese la misma predisposición<br />
adversa contra esa fiesta…<br />
—El hecho de que el mundo quede abierto por todas sus<br />
entradas y salidas —aseguraba la abuela con un cuidado extremo<br />
y casi susurrando, como si temiese alterar a alguno de<br />
estos espíritus— incluso cuando a veces nos trae presencias fa-<br />
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