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Termíteme - Roca Editorial

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la emperatriz amarga<br />

ellos hay en nuestra materia pero, hasta para ser tentados por<br />

los dioses, una mujer como yo, por fuerte y esforzada que sea,<br />

no alcanza a comprender qué recompensa puede alcanzarse<br />

con tanta desdicha, o si uno llega a disfrutar de la recompensa<br />

tras ser aplastado por el desaliento. Quizá es que yo no llegase<br />

a entender cuál era mi cometido, o no lo desobedecí como hubiera<br />

debido desobedecerlo otra hembra en mi situación, pero<br />

ya no importa demasiado, salvo que tú puedas dejar mi testimonio<br />

escrito para que otras mujeres lo tomen como ejemplo<br />

a seguir, a rechazar, o simplemente a tener en cuenta con indulgencia.<br />

Quizá no llegué a cumplir las expectativas que sobre<br />

mi persona se tenían aunque, a decir verdad, creo que fui demasiado<br />

leal a lo que otros me inculcaron sobre el respeto a<br />

mis mayores, al buen nombre de la familia, hasta convertirme<br />

en una persona desgraciada y amarga incluso en mis días más<br />

tiernos. No seré yo, ni mi esposo, ni los hombres de este<br />

tiempo que han marcado como a las reses a las mujeres con un<br />

yugo cruel, a menudo por matrimonio, quienes decidan si fui<br />

digna de mi nombre y de mi posición. Otros serán los que un<br />

día estimen mis acciones en este mundo que para mí se acaba.<br />

Quiero que seas tú, Julia Balbila, otra mujer, mi amiga, la que<br />

reciba mi historia y la perpetúe, porque me temo que desde<br />

Pandora a Helena, todas hemos sido vituperadas y juzgadas<br />

mal por los hombres, aunque les diésemos el ser y los alojásemos<br />

a todos ellos, alimentándolos antes y después de nacer. Por<br />

esa razón yo me negué a traer nueva vida a esta tierra. A perpetuar<br />

en mí la desdicha de un hombre y una mujer como<br />

Adriano y yo que no hemos sido capaces más que de odiar y<br />

destruir, aunque se acuñen monedas con nuestra efigie, y todo<br />

el Imperio rinda honores al Emperador con placas de bronce o<br />

mármol en las que se inscriben su nombre y gloria por la construcción<br />

de edificios imponentes, o la reconstrucción de antiguos<br />

lugares hermosos y venerables. ¿Qué significa todo eso,<br />

mi querida amiga —me preguntó la Emperatriz como si por un<br />

momento perdiese la serenidad de su temple— cuando no se<br />

ha sido capaz de ser feliz ni de hacer felices a los que han acompañado<br />

nuestra existencia con la suya? ¿Cuánta grandeza hay<br />

en los gestos ejercidos con el poder y desde el poder, sin más<br />

adversario que la propia soberbia y el tiempo? Ni la familia, ni<br />

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