El gesto autobiográfico. Un recuerdo infantil de Reinaldo. - Estudios ...

artificialidad de toda representación). Cosa aún más evidente cuando se rata de
autorreúatos fotog¡áficos. donde la ilusión referencial está prescnte, pcro para
potenciar la contextura escritural de la imagen,
Las estrategias autorepresentativas que reconocemos en algunos famosos
autorTetatos inscriben y exhiben rastros y rasgos aulorales en sus textualidades. Y, a
pesa-r d9 sus diferencias, reproducen una cierta estructura más o menos canónica del
género: representación media del cuerpo (busto), mi¡ada frontal o lateral, figum
humana como objeto central de la imagen. Sin embargo, en aquellos casos en que se
verifica una ruptura con las coñdiciones estilísticas tradicionales la representación
parece reclamar una lectura que contemple la inscripción autoral al mismo tiempo que
se exhibe un gesto autorrepresentativo.
Pensemos en el conocido caso de Ia pintura de Leona¡do Da Vinci; en su
autorretrato. pero también en otros lienzos que han sido calificados como tales a pafir
de la luz que la legendaria y misteriosa persona del pintor ha arrojado sobre ellos. La
¡elación entre algunos gestos autofigurativos de sus retratos con la presencia de
Leona¡do ha permitido, en algunos casos, bor¡a¡ la ¡eferencjalidad de los mismos y
observar en ellos una imagen definitivamente especular. Giorgio Vasari al comentar
el retrafo de Mona Li.r¿ apunta:
Los ojos tienen ese lustre y brillo acuoso que se ve siempre en la vida real; en
tomo a ellos hay algunos toques de rojo y las pestañas, que no se pueden
representar si no es con la mayor delicadeza [,..] La nariz, con sus ventanas,
magníficamente pintadas, losadas y tiemas, parece una cosa viva. La abe¡tura de
la boca , unida por el rojo de los labios a las camaciones del rostro, no parece esta¡
coloreada, sino que causa la impresión de came viva (en Clark, 2000: 91).
Pero es Kenneth Cli;[k, expeno en Leonardo, quien comenta: "El retrato de Mona
Lisa está tan colmado del daimon de Leonardo que se nos olvida pensar que
reproduce -con un parecido exraordinario- los rasgos de una joven dama
florentina de veinticuaro años de edad" (Cla¡k, 2000: 92-93). Igualmenre Freud, se
¡efiere a tal reproducción en los siguientes términos:
Marie Her¿feld tiene sin duda en mente algo por entero parecido cuando sostiene
qlue, en Mora ¿isa, Leonardo se enconttó a sí mismo y por eso le fue posible
introducir tanto de su propio ser en la imagen cuyos rasgos desde siempre se
situaron en ra¡a simpatía dentfo del alma de Leonardo (Freud, 1988: 103).
Esta relación que encuentra Clark erftre Mona tisa y el "alma ' leonardesca nos
permite ilustra¡ cómo a panir de producciones textuales no canónicas y autoritarias,
349