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Dossier: Louis Althusser - Dialéktica

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1<br />

dialéktica


SUMARIO<br />

4<br />

15<br />

20<br />

31<br />

45<br />

51<br />

68<br />

73<br />

74<br />

90<br />

107<br />

112<br />

123<br />

129<br />

134<br />

EDITORIAL<br />

Claro y distinto, distinto y confuso, confuso y oscuro.<br />

DOSSIER: LOUIS ALTHUSSER<br />

El problema de la organización en la política, el problema de la<br />

política en la organización.<br />

<strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong>: El marxismo como teoría finita.<br />

Patricio Enrique McCabe y Juan José Nardi: Entre la política y el<br />

estado. <strong>Althusser</strong> reloaded.<br />

Florencio Francisco Noceti: ¿Se marchitan acaso las flores de plástico?<br />

Mariano Repossi y Martín Mosquera: La aporía de Sansón.<br />

Eduardo Emilio Glavich: Pequeñas notas sobre «El marxismo como<br />

teoría finita» (o chocolate por la noticia).<br />

ARTÍCULOS VARIOS: ANTROPOLOGÍA<br />

Verónica Lía Zallocchi y Vanesa Prieto: Entre las lentes propias y las<br />

ajenas. El debate entre universalismo y particularismo.<br />

Gimena Perret y Karla Castellazzo: La antropología en la mira. Apuntes<br />

para una discusión sobre la praxis antropológica.<br />

UNIVERSIDAD: LA ANOMALÍA SALVAJE<br />

MQN: Hemos Hecho Historia. Balance del moviento en su propio despliegue.<br />

Romina Simón, Juan Pablo Parra, Cecilia Hemming, Gastón<br />

Falconi, Mariano Repossi, Maximiliano García y Florencio Noceti:<br />

Germinal. Una genealogía del movimiento en la carrera de Filosofía.<br />

«Mensaje leído por la abanderada de la Universidad Nacional del Comahue»<br />

Mariela Singer: Apuntes encontrados en un aula de Medicina.<br />

dialéktica 2


145<br />

148<br />

152<br />

156<br />

RESEÑAS/CRÍTICAS<br />

El Pensadero, revista de filosofía (por Mariano Repossi).<br />

Slavoj Zizek: La revolución blanda (por Martín Mosquera).<br />

Agenda y actividades.<br />

Números anteriores.<br />

§<br />

Colectivo de Trabajo:<br />

Eduardo Emilio Glavich<br />

Patricio Enrique Mc Cabe<br />

Verónica Lía Zallocchi<br />

Florencio Francisco Noceti<br />

Mariano Repossi<br />

Gastón Falconi<br />

Agradecimientos y colaboraciones:<br />

Mariela Singer, Juan José Nardi, Martín Mosquera, Gimena Perret,<br />

Vanesa Prieto, Karla Castellazzo, Daniel Navarro, Romina Simón, Juan<br />

Pablo Parra, Cecilia Hemming, Maximiliano García, Facundo Martín,<br />

Luciano Tepper, Blas de Santos, Eduardo Maggiolo, colectivo MQN y todas/os<br />

las/os que participaron en el encuentro organizado para charlar<br />

a propósito de «El marxismo como teoría finita», de <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong>.<br />

Envíos de colaboraciones y comentarios:<br />

Gabriela Mistral 3250 (C.P. 1419)<br />

Capital Federal<br />

O vía mail:<br />

eglavich@filo.uba.ar<br />

Diseño artístico y dibujos:<br />

Mariano Repossi<br />

marianorepossi@yahoo.es<br />

Gastón Falconi<br />

tonelterrible@yahoo.com.ar<br />

3 dialéktica


Dedicamos este número a las compañeras y compañeros que, sin resignarse a los modos<br />

de organización instituidos, trabajan, con prácticas antiestatales y con autonomía de<br />

clase, en la institución de modos alternativos de organización para la lucha contra el<br />

Capitalismo y por la emancipación.<br />

dialéktica 4<br />

Claro y distinto, distinto y confuso,<br />

confuso y oscuro<br />

1. Claro y distinto<br />

Una primera obviedad: la sustancia, el «sujeto», del proceso históricosocial<br />

actual continúa siendo el capital. Su atributo, su «predicado», el<br />

trabajo. Esto es, dicho proceso es comandado aún por la burguesía a favor<br />

de sus intereses y en detrimento de los del proletariado.<br />

China, la economía de mayor tasa de crecimiento y uno de los principales<br />

tenedores de bonos del tesoro norteamericano, ha incluido en su<br />

Constitución la propiedad privada. Aunque no hacía falta para enterarnos<br />

de qué carácter es su organización social, económica y política, lo hizo,<br />

y China no es un país menor en el orden internacional.<br />

Mientras en Irak la invasión norteamericana continúa asesinando y<br />

los muertos se cuentan de a miles, la disputa internacional por el petróleo<br />

tiene un «detalle de color». Un escándalo ha levantado gran revuelo en el<br />

Congreso estadounidense. Se cree que entre 1996 y 2003 el presidente<br />

Sadam Hussein pudo desfalcar cientos de millones de dólares del programa<br />

«petróleo por alimentos». Por otro lado, altos funcionarios de las Naciones<br />

Unidas (en especial el director del programa, Benon Sevan) se habrían<br />

embolsado jugosas comisiones. Por último, algunos políticos extranjeros,<br />

en especial franceses, también habrían sacado tajada.<br />

Los resultados de las elecciones en la Unión Europea no han hecho<br />

más que poner de manifiesto que aquél «sujeto» se mueve, contra el trabajo,<br />

en función de su propia contradicción: cooperar y competir, ser «socios»<br />

y «competidores» es la razón de su existencia y no hay forma, ya<br />

sabemos, de que así no sea. La (posible) integración político-institucional<br />

de la UE está en función de su (imposible) integración económica en el<br />

contexto de competencia internacional con EEUU y con el bloque asiático<br />

incluyendo a China. Pero todos ellos cooperan como clase, también lo sabemos,<br />

contra el proletariado «propio y ajeno».<br />

Por eso, y a pesar del horror y del común dolor humano que nos<br />

pueden causar las muertes por los últimos atentados en Londres y en Egip-


EDITORIAL: CLARO Y DISTINTO...<br />

to, no dejan de ser una mera apostilla de la barbarie capitalista de mayor<br />

alcance.<br />

Una segunda obviedad: las supuestas resistencias desde el tercer mundo, y<br />

en especial desde América Latina, son parte de la sustancia capitalista que<br />

comanda el proceso y/o son muy rápidamente integradas en un sujeto compuesto,<br />

nunca tácito. Ya sabemos en qué está el gobierno de Lula, cómo ha<br />

comenzado el de Tabaré, en qué está Bolivia después de la renuncia de<br />

Mesa, o el propio Ecuador en trance de transformarse en adherente sudamericano<br />

del Tratado de Libre Comercio norteamericano. Sabemos también, a<br />

pesar de sus declarados «contenidos socialistas», de las limitaciones del<br />

proceso venezolano y del largo estancamiento del cubano. Y por supuesto<br />

que no esperamos nada de la cumbre árabe-sudamericana, salvo una extraña<br />

mezcla de populismo desarrollista teo-demo-crático de dudoso contenido<br />

anticapitalista.<br />

Una tercera obviedad: el gobierno de Kirchner es parte de aquél sujeto<br />

compuesto y en octubre intentará cerrar el proceso abierto en diciembre de<br />

2001, y este intento se hará en estricta y pulcra continuidad con el programa<br />

que Duhalde y Lavagna pudieron delinear durante el segundo semestre<br />

de 2002. Después de las elecciones, y con el resultado puesto, la burguesía<br />

local podrá tener un marco regulatorio más preciso de su acumulación<br />

para el mediano plazo, en relación con los capitales internacionales<br />

más concentrados. Nada o casi nada habrá quedado de lo que significó<br />

diciembre de 2001 en cuanto a esperanzas de cambio profundo en términos<br />

económicos. A lo sumo se habrán recuperado los niveles salariales<br />

previos al derrumbe institucional.<br />

Como algunos decíamos en 2002, la acumulación de capital en Argentina<br />

estuvo y está garantizada (no sin próximas crisis) sobre la base de<br />

la feroz ofensiva del mismo sobre el trabajo y de la ahora posible y necesaria<br />

recomposición de salarios y de la tasa de ocupación propias del movimiento<br />

de las crisis capitalistas. Y la garantía de la acumulación se debe a<br />

que dicho movimiento sigue en manos del capital y de su clase. No se<br />

vislumbra ninguna crisis terminal de la legitimidad a pesar de las crecientes<br />

(pero meramente defensivas) luchas salariales de muchos sectores, y<br />

de la creciente politización de muchos otros. Si de algo estamos flacos<br />

últimamente, es de alternativas políticas que puedan superar el desacreditado<br />

sistema electoral.<br />

Una cuarta obviedad: las elecciones generales que habrá hacia fin de año<br />

en la UBA se encuentran condicionadas –como siempre y a pesar del relati-<br />

5 dialéktica


vo autonomismo/aislamiento que lo universitario tiene o pretende tener per<br />

se– por cuestiones políticas y sociales que superan su clásico ombliguismo<br />

y que obligan a pensar más allá de los clichés y los hits que, aunque muy<br />

conocidos, ya no «suenan» como antes sino sólo para quienes hacen política<br />

desde la melancolía del remake... pero sin nada nuevo.<br />

Las páginas de <strong>Dialéktica</strong> vienen opinando sobre ello desde hace<br />

varios años tanto en editoriales como en artículos. Por eso, no abundaremos<br />

aquí sobre el asunto, sino que sólo plantearemos algunos ítems que,<br />

creemos, pueden colaborar en la coyuntura que se avecina.<br />

dialéktica 6<br />

2. Distinto y confuso<br />

Así como sostuvimos en los párrafos precedentes que el «sujeto» del proceso<br />

en general es el capital, en lo universitario no es de otra manera. El «sujeto»<br />

es en forma cada vez más creciente el capital (subsunción real), pero con<br />

una imprescindible conexión interna para llevar adelante los atentados contra<br />

la universidad: hay que hacer cada vez más patente que estamos durmiendo<br />

con el enemigo.<br />

Sostenemos la tesis de que el hilo conductor de las recientes luchas<br />

en el ámbito universitario –a semejanza de ciertos conflictos que se dieron<br />

al comenzar los años noventa en torno al proceso de privatizaciones–<br />

enfatizan el enfrentamiento al nivel de lo estatal-gubernamental, fundamentalmente<br />

en términos del ordenamiento jurídico («lo<br />

superestructural»), y dejan de lado la lucha al interior de lo específicamente<br />

universitario (en el plano de «lo real»). Esto se manifestó en su momento<br />

en lo que se refiere a las empresas estatales y lo vuelve a hacer en la actualidad<br />

en el contexto universitario con un mismo eje de debate que confundió<br />

y confunde, equiparándolos sin más, los conceptos de «lo público» y<br />

«lo estatal». Y que proyecta, además, acríticamente, los postulados de la<br />

Reforma del ‘18 sin entrever que son éstos los que permitieron el surgimiento<br />

y la consolidación de las específicas relaciones sociales de producción<br />

y reproducción que tiñen toda la estructura de la «universidad que<br />

tenemos»: una universidad de clase, como no podía ser de otra manera.<br />

Y si nuestra tarea teórico-política, nuestra práctica revolucionaria,<br />

es comenzar, al menos, a sentar las bases de la «universidad que queremos»<br />

(una universidad sin clases... sociales), creemos que es necesario cambiar<br />

el énfasis del trabajo militante de superación que pretendemos realizar.<br />

Es correcto, como condición necesaria, continuar con marchas, clases públicas<br />

y diversas medidas de fuerza en pos de más presupuesto, democracia<br />

y autonomía efectivas, pero ellas no consolidan per se (no son condi-


EDITORIAL: ...DISTINTO Y CONFUSO...<br />

ción suficiente para lograrlos) cambios sustanciales en el ámbito objetivo y<br />

subjetivo: ponemos el énfasis, por ejemplo, sólo en la lucha contra la LES, la<br />

CONEAU y por la triplicación del presupuesto, como si el «enemigo» principal<br />

(el único racionalizador/ajustador) sólo tuviese domicilio en los Ministerios<br />

de Educación y Economía del gobierno burgués de turno (y<br />

que va de suyo, además, que todos los que estamos adentro de la universidad<br />

combatimos). Pero, ya analizamos un poco más de cerca ese «adentro»<br />

(ver revista <strong>Dialéktica</strong>, 1994, 1995, 1997, 2000 y 2004).<br />

Recordemos que el gobierno menemista trató de «reestructurar» el<br />

sector educativo, especialmente la educación superior (como lo hizo efectivamente<br />

en otros sectores), por medio de algunas leyes como la Federal<br />

(24195/93) y la LES (24521/95). Si bien se sancionaron ambas leyes, su<br />

aplicación fue relativamente restringida al punto de no aplicar la Ley Federal,<br />

por ejemplo, en la Ciudad de Bs. As. y en Neuquén, y la restricción<br />

llegó en la UBA al punto de no modificar/adecuar obligatoriamente su<br />

Estatuto Universitario a la LES. Pero, más allá de los aspectos jurídicos, el<br />

gobierno menemista tomó otras medidas respecto de la Educación Superior<br />

de mayor impacto real. Y lo hizo con la total connivencia de los<br />

«racionalizadores progresistas de adentro de la universidad»: la siempre<br />

existente conexión interna de los atentados contra la educación superior.<br />

Justamente y para tomar el ejemplificador caso de la CONEAU,<br />

recordemos que fue creada en 1995 en el marco de la LES 1 . Pero el «huevo<br />

de la serpiente» era el decreto 256 de febrero 1994 del PEN, firmado a<br />

instancias de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU). Este decreto<br />

definía, antes que la LES, los conceptos de «perfil», «alcance» e «incumbencia»<br />

con el propósito de efectivizar la distinción entre «título académico»<br />

y «habilitación profesional». 2 Los perfiles y alcances de los títulos aca-<br />

1 La CONEAU es un organismo descentralizado, autónomo y autárquico, incluido en la orgánica<br />

del Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología; está integrado por doce miembros:<br />

3 elegidos por el Senado de la Nación, 3 por la Cámara de Diputados de la Nación, 3 por el<br />

Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), 1 por el Consejo de Rectores de Universidades<br />

Privadas (CRUP), 1 por la Academia Nacional de Educación y 1 por el Ministerio de Educación<br />

Ciencia y Tecnología. Tiene mandato legal, según los artículos 44 a 46 de la LES, para el<br />

cumplimiento de las siguientes funciones: -Evaluación institucional interna; -Acreditación<br />

de carreras de Postgrado; -Acreditación de carreras de grado, cuyos títulos correspondan a<br />

profesiones reguladas por el Estado; -Evaluación de proyectos institucionales para la creación<br />

de nuevas instituciones de educación superior universitaria.; -Reconocimiento de entidades<br />

privadas de evaluación y acreditación: en este marco, un conjunto de universidades<br />

de gestión privada.<br />

2 Según algunos autores, el problema radica aquí en que se hizo costumbre una acepción<br />

antinómica del concepto latino incumbere, puesto que originalmente significa «estar a cargo<br />

de una cosa» es decir «obligación o cargo» y no «atributo», «derecho» o «privilegio» como es<br />

el uso corriente. Creemos que este tema no es menor a los efectos de discutir a fondo, con<br />

7 dialéktica


démicos serían determinados por las universidades con validez nacional<br />

vía Ministerio, mientras que las incumbencias para la habilitación profesional<br />

serían determinadas por el Ministerio cuando el ejercicio profesional<br />

comprometiera el interés público. Y aquí tenemos otra vez la conexión interna<br />

que, como vemos, nunca está ausente. El referido decreto mereció el visto<br />

bueno del CIN según consta en la resolución emitida por dicho organismo<br />

en la reunión realizada en San Salvador de Jujuy el 23 y 24 de febrero de<br />

1994. ¡Sólo una semana después del decreto! Ni lerdos ni perezosos, los<br />

«racionalizadores de adentro» no tuvieron en aquel momento, ni lo tienen<br />

ahora, ningún empacho en colaborar con las prerrogativas del PEN, reclamando<br />

para sí, por un lado y a viva voz, la independencia y la prerrogativa<br />

exclusiva para el otorgamiento de la habilitación profesional y mendigando,<br />

y reclamando, por el otro lado y muy silenciosamente en pasillos ministeriales,<br />

la protección estatal para el ejercicio corporativo-profesional de sus<br />

egresados, incluso a esferas que deberían ser indelegables de la función<br />

académica, abdicando en la práctica de la autonomía discursiva.<br />

Cualquier conexión de lo dicho hasta aquí con las reducciones de<br />

cargos, dedicaciones, cupos y hasta de cursos que se vienen dando en las<br />

universidades –al compás del aumento continuo de la matrícula estudiantil–<br />

no es pura coincidencia. El ahogo presupuestario y su «utilización<br />

interna» por un lado, y la diferenciación y elitización salarial y de formación<br />

(Incentivos y FOMEC) por el otro, son fenómenos de un mismo proceso:<br />

el comienzo del fin de cierta educación de nivel y masiva en la Argentina.<br />

La fragmentación socioeconómica general trasladada a la educación<br />

superior. La adaptación de la misma a las necesidades de la<br />

internacionalización del capital (globalización). El pasaje de la subsunción<br />

formal a la real. La inserción definitiva de la Argentina en el mercado<br />

mundial. Esas son las tendencias.<br />

Y todo esto se concreta con la efectiva connivencia de los gobiernos<br />

nacionales (los «irracionales de afuera» a quienes se «combate en las calles»)<br />

y los «progresistas racionales de adentro» (a quienes se debiera combatir<br />

también en las calles pero sobre todo en el diario acontecer universitario).<br />

Y si hacen falta ejemplos concretos, atendamos a la apuesta que mu-<br />

espesor y más allá de negar simplemente la CONEAU, el problema de la relativa autonomía<br />

de los estudios universitarios y su función social potencialmente negativa/positiva por igual.<br />

Para una aproximación a este tema, se puede ver el trabajo de quien fuera justamente el<br />

primer presidente de la CONEAU: Mignone, E., «Las incumbencias», Bs. As., CEA-UBA,<br />

Serie Documentos 1/94, 1994 (publicado también como artículo con el título «Título académico,<br />

habilitación profesional e incumbencias» en Pensamiento Universitario, Bs.As., n.4/5,<br />

agosto de 1996. También del mismo autor «Legislación universitaria: pasado y presente»,<br />

Bs.As., CEI-UNQ, Serie Documentos de Trabajo N°5, 1997.<br />

dialéktica 8


chos/as docentes-investigadores de la UBA hacen al denominado Plan Fénix<br />

(más precisamente: Proyecto Estratégico de la Universidad de Buenos<br />

Aires Plan Fénix, que bien podría denominarse «Plan Farenheit 451»). Y no<br />

nos referimos únicamente a las previsibles adhesiones de la Facultad de<br />

Ciencias Económicas y de otras usinas explícitamente liberales, sino a las<br />

no tan previsibles adhesiones de conspicuos/as investigadores/as de la<br />

FFyL y de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, quienes trabajan para<br />

los intereses que el Plan Fénix representa. 3 Todos ellos, «los de afuera» y<br />

«los de adentro», están luchando juntos por la reestructuración de la educación<br />

superior. Por el ajuste. Por el autoajuste.<br />

¿Y nosotros? ¿Sólo marchando superestructuralmente contra la LES<br />

y la CONEAU?<br />

Para comenzar a construir la «universidad que queremos» hay que<br />

dejar de dormir con los enemigos, despertarnos y barrerlos a todos...<br />

3. Confuso y oscuro<br />

EDITORIAL: ...CONFUSO Y OSCURO.<br />

Y si bien resulta clara la posición de «sujeto» que el capital ostenta en esta<br />

etapa, habrá que admitir que el trabajo se encuentra confuso en su posición<br />

de «predicado», que no le termina de sentar bien su rol subordinado<br />

en la oración y que, por momentos, hasta se pretende «sujeto». Es que<br />

aceptarse «predicado» en esta época es embromado. Fijémonos, si no, qué<br />

lugar le asigna el capital al trabajo en el nuevo orden europeo, y ni qué<br />

decir del papel que nos toca en estas latitudes si dejamos que el director<br />

de la obra sea el poderoso Don Dinero. Pero tampoco es tan sencillo nombrarse<br />

sujeto y alterar las reglas gramaticales. En América Latina, en este<br />

último tiempo, se puede advertir que la subsunción real antes mencionada<br />

encuentra algunos escollos. El zapatismo devino paradigmático en este<br />

sentido. Por un lado, es el primer movimiento social posterior a la Caída<br />

del Muro que define sin eufemismos ni giros literarios en qué consiste el<br />

capitalismo, a la vez que consecuentemente emprende una ofensiva que no<br />

3 Pablo Ciccolella y Mabel Manzanal trabajan en la comisión de Economías Regionales y<br />

Claudia Natenzon en la de Infraestructura y Servicios Públicos, ambas del área Desarrollo<br />

Económico y Equidad. Adolfo Koutoudijian integra el grupo de Posiciones frente al Mercosur<br />

y América latina, del área Opciones para la Inserción en el Escenario Internacional. De la<br />

comisión de Educación del área Desarrollo Social, participan Sandra Carli y Carina Kaplan<br />

(grupo Infancia y Educación); Alejandra Birgin y Flora Hillert (grupo Formación Docente);<br />

Graciela Riquelme (grupo Economía de la Educación) y María Teresa Sirvent (grupo<br />

Educación para Adultos). Estos/as especialistas participaron en el debate abierto «El Plan<br />

Fénix en Vísperas del Segundo Centenario», llevado a cabo recientemente para actualizar<br />

los fundamentos y propuestas del plan, a casi cinco años de su lanzamiento.<br />

9 dialéktica


se ciñe al corset del indigenismo. Por otro lado, sigue aferrado a las formas<br />

nacionalistas que fueron pensadas para dividir y ubicar al trabajo como<br />

una instancia predicativa del capital.<br />

Mucha de la vieja gramática sigue pesando en quienes intentamos<br />

escribir nuevas páginas. Y muchas veces la nueva escritura requiere de la<br />

relectura de viejos textos. En esta búsqueda nos encontramos con un muy<br />

peculiar texto de <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong> («El marxismo como teoría finita») que<br />

proyecta, sobre un conjunto de artículos, un cuerpo de problemas referidos<br />

a la organización en la política (y a la política en la organización).<br />

Pero a la peculiaridad del texto de <strong>Althusser</strong> (peculiaridad que saltará a<br />

la vista en la lectura) hay que agregarle otras dos peculiaridades. En primer<br />

lugar, el <strong>Dossier</strong> que incluimos en este número no fue concebido a<br />

partir de la mera lectura individual del texto inaugural, sino que es fruto<br />

del encuentro que <strong>Dialéktica</strong> organizó para debatir en torno a ese texto. Y<br />

en segundo lugar, durante ese encuentro, en vez de situar los argumentos<br />

de <strong>Althusser</strong> en su contexto histórico, conectamos su dispositivo teórico<br />

en la actualidad de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (FFyL),<br />

conexión que recorre el <strong>Dossier</strong> en los artículos adyacentes.Era esperable<br />

que una charla que giraría, como anunciábamos en la convocatoria, en torno<br />

al problema de la organización política, se nutriera del conflicto desatado<br />

en la carrera de Historia de esta facultad. Porque si bien «muchas veces<br />

la nueva escritura requiere de la relectura», ninguna relectura puede sustituir<br />

el acto de empuñar un buril y acuñar en piedra un manuscrito. ¿Y qué<br />

pasó en la carrera de Historia? Una vez más, el vacío abierto por un desacuerdo<br />

institucional era llenado por los militantes –de mayor o menor<br />

radicalidad política– de siempre. Pero ocurrió algo imprevisto (aunque no<br />

imprevisible): en lugar de que los militantes suturaran por «abajo» lo que<br />

los burócratas habían abierto por «arriba», cientos de estudiantes hasta<br />

entonces invisibles se hicieron presentes y desbordaron la brecha abierta.<br />

Esta presentación destituyó en acto la «representación», suspendiendo el<br />

tradicional «toma y daca» entre las agrupaciones de diestra y siniestra.<br />

Inmediatamente, la izquierda partidaria (tan rezagada a los acontecimientos<br />

como esa Policía de película yanqui que llega al lugar del crimen<br />

cuando está todo resuelto) asumió su «rol histórico» de conducción de las<br />

masas insurrectas. Pero las masas, insurrectas, no parecían estar al tanto de<br />

su prescrita participación en un drama con roles protagónico y secundario.<br />

O sí. Porque fue precisamente a causa del rol histórico que la izquierda<br />

partidaria (en especial la vernácula) ha jugado –rol por el que no han hecho<br />

más que despotenciar toda iniciativa colectiva de autorganización social–<br />

que los estudiantes decidieron hacer caso omiso a los sermones morales y a<br />

los vaticinios apocalípticos, e inventarse como movimiento asumiendo los<br />

dialéktica 10


iesgos que toda fragua de lo novedoso conlleva.<br />

Así, frente al posicionamiento de la izquierda partidaria que intentaba<br />

reducir la realidad a un programa y subsumir la organización a su propia<br />

dirección, el movimiento de estudiantes de la carrera de Historia emplazó<br />

un laboratorio de producción de lo inesperado. En tres meses se produjo<br />

un grado de participación que la carrera no conocía, al menos, en las últimas<br />

dos décadas. Para nosotros era manifiesto que más que un programa y<br />

una dirección, se necesitaba una construcción. Pero, hasta ahora, los pasos en<br />

este sentido titubean entre fuertes contradicciones. El horizonte presente es<br />

oscuro. Experiencias potentes como el espacio «interprácticos», las comisiones<br />

de trabajo (presupuesto, formas de gobierno, CEFyL, etc.), o la creación<br />

de canales alternativos de socialización de la información, conviven<br />

con la tendencia a la sutura por lo viejo conocido, la tentación del fetiche<br />

«asamblea», el reflujo que el período de exámenes produjo, y el actual conflicto<br />

salarial docente. Sería alarmante que un movimiento de estas características<br />

abdicara preso del cansancio y la resignación, y tomara el remedio<br />

que la izquierda partidaria receta.<br />

4. Forma y contenido<br />

EDITORIAL: FORMA Y CONTENIDO.<br />

Al mencionado <strong>Dossier</strong> se suma nuestra ya habitual sección «Universidad».<br />

Esta vez ofrecemos cuatro textos que son fruto de intervenciones en<br />

distintos terrenos del ámbito universitario. El primero, escrito por compañeros<br />

al calor del ya mencionado conflicto en la carrera de Historia de<br />

esta facultad, es una crónica de lo ocurrido. El segundo, escrito por compañeros<br />

de la carrera de Filosofía, es una cartografía del activismo que bien<br />

podría pasar por insospechada en una carrera tan legendariamente<br />

inhóspita a la actividad crítica como ranciamente maciza en su trenzado de<br />

espúreas complicidades. Algo de esta cartografía merece un párrafo aparte.<br />

A comienzos del 2005, un colectivo de estudiantes de la carrera de<br />

Filosofía publica dos cuadernillos: «Sobre la propiedad privada del conocimiento<br />

común» y «La carrera de Filosofía y sus tareas de legitimación». El doble<br />

funcionamiento de estos cuadernillos, por un lado, introducir y atizar ciertas<br />

discusiones y, por otro lado, invitar a reuniones públicas, se desenvuelve<br />

con una efectividad inusitada: el crecimiento numérico del espacio sorprende,<br />

pero este crecimiento numérico fue también la ocasión para que una<br />

(hasta entonces) subterránea maduración político-cualitativa se mostrara y<br />

se desplegara [ver sección «Universidad»]: sobresale en este sentido el segundo<br />

cuadernillo, que puso sobre el tapete la complicidad de la mayoría<br />

de los titulares y JTP’s de la carrera de Filosofía con el Congreso Nacional de<br />

11 dialéktica


1980 [ver <strong>Dialéktica</strong> 3/4 1993, y fichas...], congreso en el que leyeron sus<br />

discursos el entonces intendente de Bs. As. Brigadier Osvaldo Cacciatore y<br />

el entonces dictador General Jorge Rafael Videla. En particular, este último<br />

cuadernillo se hacía eco de un escándalo mediático fogueado por H. Verbitsky<br />

en Página/12 (10/04/05): Carlos Cullen, titular de las cátedras de Ética,<br />

Problemas de Ética y Filosofía de la Educación (por restringirnos sólo al ámbito<br />

de Puán 480), era Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad del<br />

Salvador cuando, en 1977, esta universidad nombró al Almirante Emilio<br />

Eduardo Massera como «Profesor Honorario». Cullen habría asistido a tan<br />

bonito «acto académico», pero el carácter vago y ambiguo de su «desmentida»<br />

en Página/12 (19/04/05) no alcanzó de ningún modo a clarificar tamaño<br />

acontecimiento. Por ello, en general, ese mismo cuadernillo convocó a una<br />

reunión pública y abierta a toda la carrera de Filosofía para debatir y aclarar<br />

tanto el (presuntamente) repugnante compromiso personal de Cullen con<br />

ese nombramiento honorario a Massera, como la (efectivamente) repugnante<br />

adhesión institucional de toda la planta docente de la carrera de Filosofía<br />

a aquel Congreso Nacional de 1980. ¿Hay que decir que, como era de esperarse,<br />

ninguno de los docentes comprometidos se hizo presente en la reunión?<br />

Ni los que querían aprovechar el episodio para inmolar a Cullen –<br />

oportunistas que llamaron por telefóno, enviaron mails y pidieron reuniones<br />

insistentemente, todo con el pretendido fin de interpelarnos éticamente,<br />

y todo con el (no menos pretendido) argumento de que nuestro silencio de<br />

hoy era incoherente con nuestra denuncia de ayer en el número 3/4, hace ya<br />

12 años–, ni el propio Cullen (ni sus seguidores/defensores) se prestaron al<br />

debate público. Exactamente igual que como hicieron en 1993, cuando sacamos<br />

el cadáver de la alacena y lo pusimos sobre la mesa del comedor. ¿Y hay<br />

que incitar la sospecha de que, en un año de elecciones en el ámbito universitario<br />

y en el ámbito nacional, ningún impoluto académico se quiso manchar<br />

el frac conversando con un grupo de estudiantes políticamente activo<br />

sobre temas tan poco filosóficos como la connivencia y legitimación con/de<br />

los militares sicarios al servicio conciente de la burguesía?<br />

Pasemos, antes que sobrevenga el vómito, al tercero de los textos. Se<br />

trata del «Mensaje leído por la abanderada de la Universidad Nacional del Comahue<br />

en la 93ª Promoción», en el que una compañera defiende la idea de que el<br />

aprendizaje universitario no se reduce a los contenidos curriculares, sino<br />

que incluye la adquisición de saberes estrechamente vinculados a las luchas<br />

sociales, los piquetes, las asambleas, las huelgas, las movilizaciones y<br />

la socialización de experiencias militantes. El cuarto y último de los textos<br />

fue escrito por una compañera de Ciencias de la Comunicación (UBA) que<br />

participa activamente de un espacio de encuentro y discusión en la Facultad<br />

de Medicina (UBA) [ver «Agenda»].<br />

dialéktica 12


EDITORIAL: FORMA Y CONTENIDO.<br />

En la sección «Artículos varios», incluimos dos críticas antropogenealógicas<br />

a la mirada del antropólogo: «Entre las lentes propias y las ajenas»<br />

y «La antropología en la mira». En ambos artículos se muestra (mediante<br />

el recurso a la genealogía foucaultiana) que el ojo del antropólogo no es el<br />

punto de vista soberano que transforma el mundo en objeto de estudio, sino<br />

la maquinaria óptica de una episteme que se corresponde históricamente<br />

con las necesidades del Capital. Desmontar esa maquinaria óptica y<br />

reensamblar las piezas para obtener un artefacto de combate y apuntar<br />

contra su progenitor el Capital, es la tarea que emprenden ambos escritos.<br />

Cabe finalmente aclarar que aquellas experiencias en las carreras de Historia<br />

y de Filosofía, sumadas a otras como la revista de intervención política<br />

de la carrera de Antropología «Astrolabia», la revista de estudiantes y graduados<br />

de la carrera de Sociología «Eskalera Caracol», y los actuales ensayos<br />

estudiantiles de creación de materias alternativas a las organizadas<br />

catedráticamente (Epistemología en Antropología, Filosofía del s. XIX en Filosofía)<br />

[ver «Agenda»], coloca, al menos, parte de la inconmovible estructura<br />

académica sobre arenas movedizas. No exageramos. Pues aunque estos<br />

sucesos no tengan lugar ni en la portada de los matutinos burgueses, ni en<br />

la portada de la «prensa revolucionaria», provocarán efectos perdurables<br />

tanto en las profundidades de la estructura académica que sostiene la universidad<br />

como en la superficie de la trama social que la rodea. Desde hace<br />

años la FFyL es una austera pero innovadora fábrica de activaciones políticas<br />

cuyas experiencias prototípicas sirvieron más tarde como referencia en<br />

luchas de mayor envergadura. Cualquier activista que haya participado,<br />

por ejemplo, en el mayo estudiantil de 1999, ha sido atravesado por las<br />

prácticas de autoorganización y de destitución de los representantes que se<br />

generalizaron a fines de 2001 en las calles de Buenos Aires. Y, recíprocamente,<br />

algunos de los debates que hoy tienen sede en la Universidad de<br />

Buenos Aires tuvieron origen en aquellas jornadas de insurrección callejera.<br />

Por eso no sería de extrañar que encontremos en la actividad que<br />

recorre los pasillos, que irrumpe en los cursos, que perfora los claustros, que<br />

germina en las reuniones y que circula en las publicaciones, un cifrado de<br />

interpretación para futuros conflictos.<br />

Martes 30 de agosto de 2005<br />

13 dialéktica


dialéktica 14


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

<strong>Dossier</strong>: <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong><br />

El problema de la organización en la política,<br />

el problema de la política en la organización.<br />

INTRODUCCIÓN<br />

I.<br />

A comienzos de este año, Dialektica invitaba a la discusión pública y abierta en<br />

torno a un texto polémico de <strong>Althusser</strong>, titulado «El marxismo como teoría finita».<br />

La convocatoria a debate estaba, lógicamente, lejos de aquél fetichismo que babea<br />

ante la simple persecución de artículos y autores. Es así que no desempolvamos<br />

textos recónditos con el mismo afán que los coleccionistas, sino con la oportunidad<br />

única de poder producir y utilizar materiales que nos permitan intervenir, de<br />

forma novedosa y efectiva, en los conflictos que nos atraviesan. Tal y como lo<br />

anunciamos en la nota Editorial de la presente edición, la fertilidad de aquellas<br />

discusiones se muestran hoy en los textos que integran el presente dossier.<br />

Desde aquella reunión de discusión hasta el presente, al apacible marco de<br />

normalidad académica que se vio notablemente alterado por los sucesos acaecidos<br />

en la Carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y a la par<br />

de numerosas luchas universitarias a lo largo de todo el país –como las desarrolladas<br />

en Entre Ríos y el Comahue– [ver sección «Universidad» en este mismo número],<br />

se suma el tan reciente como confuso proceso de reclamos salariales, por<br />

parte de los principales gremios docentes nucleados en torno a las universidades<br />

públicas. Y hagamos presente –una vez más– la indicación de que tales conflictos se<br />

ven, a su vez, si no protagonizados, acompañados a su interior por las bases estudiantiles,<br />

a veces indómitas e irrepresentables, otras tantas, sin llegar a desbordar<br />

la estructura, pero siempre incrustadas en la forma real de lo presente.<br />

Y es a partir de ése carácter de exceso de lo presente (de lo histórico-real)<br />

frente a toda teoría, que cabe pensar que no sólo nos han desbordado ciertos<br />

15 dialéktica


hechos afectando la producción teórica a quienes escribimos en esta edición de<br />

<strong>Dialéktica</strong>, sino también –y de igual modo– al mismo <strong>Althusser</strong>: se intuye la<br />

existencia de algo más que nudas ideas en discusión, algo que deja en evidencia un<br />

estrecho vínculo entre aquélla conferencia y estos artículos. Recorrer ese vínculo<br />

como un camino, desde estas páginas hasta el estrado de aquella polémica, hablará<br />

mejor que los dificultosos rodeos con que hemos intentado presentarla hasta ahora.<br />

II.<br />

«El marxismo como teoría finita» es el nombre de la ponencia con la cual <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong><br />

hace su intervención en el marco de las jornadas sobre «Poder y oposición en las<br />

sociedades post-revolucionarias», celebradas durante tres días del mes de noviembre<br />

de 1977 en Venecia, Italia. Tal evento era convocado por el periódico Il Manifesto<br />

(alguno de los últimos bastiones incólumes de la prensa disidente de la época), y<br />

contó en esa ocasión con la presencia de varios intelectuales, sindicalistas y políticos<br />

de la más diversa índole. A fin de no sepultarnos bajo esta última conjugación<br />

de tono simplista, pasemos revista a los trazos más notorios con que se delineaba<br />

la escena política mundial de aquellos años.<br />

Luego de la consolidación del régimen socialista soviético, dos fueron los<br />

fenómenos que acapararon la atención de las organizaciones políticas de occidente,<br />

consolidándose como focos principales a partir de los cuales nutrir y repensar la<br />

discusión en torno a derroteros posibles en las «luchas por la emancipación».<br />

Hablamos del asalto de las tropas soviéticas a Praga (como escalón de ascenso al<br />

proceso de la Rusia estalinista, luego del XX° Congreso) y de la Revolución Cultural<br />

en China.<br />

El primer fenómeno obró pleno de escándalo, logrando el distanciamiento<br />

respecto de Rusia por parte de los partidos mayoritarios de Europa; el PCI y el PCE<br />

–aún entonces no oficializado- fueron, sin embargo, los únicos organismos que en<br />

aquella ocasión lo condenaron de forma tajante y explícita. Tal réplica no era acaso<br />

una sorpresa para el partido italiano: años antes de este mencionado suceso, el PCI<br />

ya había desarrollado una línea política independiente respecto de Moscú, donde<br />

el acento estaba puesto en «una construcción del socialismo en paz y libertad» y cuyo<br />

medio para lograrlo debería ser un «sistema pluralista». Togliatti, dirección del PCI<br />

en aquél tiempo, hacía de la obra de Gramsci la base doctrinaria única del partido:<br />

el desarrollo de un socialismo nacional –fundamentalmente atendiendo al «centralismo<br />

democrático»– a partir de los conceptos rectores de «hegemonía» y «guerra de<br />

posiciones», y donde se exaltaba el papel del partido por sobre las masas proletarias<br />

y el Estado.<br />

Aún con el nuevo rumbo político establecido, el PCI no pudo evitar la<br />

confusión y discordia entre sus filas de militancia. Esto provocó, de una parte, la<br />

disidencia de más de un centenar de intelectuales marxistas, y de otra, el desarrollo<br />

al interior del partido de una línea teórica que tuvo en su pretensión una vuelta a<br />

los postulados marxistas que, repensados de forma crítica, permitieran separarse<br />

tanto de la vertiente gramsciana como de los regímenes totalitarios de la época.<br />

Tanto la disidencia como la minoría intelectual del PCI, comenzaron a poner en<br />

dialéktica 16


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

crisis los postulados de la relación entre «clase obrera y partido», «dirección»,<br />

«estructura vertical», etc...<br />

III.<br />

La disidencia partidaria no tuvo un basamento simplemente teórico: su política<br />

bebía, de forma cada vez más íntima, de las prácticas obreras de la época. Allí se<br />

sentaron las bases del movimiento de acción filosófico-político al que se denominó<br />

operaismo (obrerismo), con Mario Tronti y Rainiero Panzieri como sus máximos<br />

exponentes. Las ocupaciones de la Fiat en los años subsiguientes, como así también<br />

el despliegue de prácticas subversivas de huelga y sabotaje en numerosas fábricas,<br />

se nutrieron en buena parte de los Quaderni Rossi (, nombrado<br />

a drede a fin de antagonizar con los de Gramsci), órgano<br />

de difusión del pensamiento crítico autonomista.<br />

Mientras tanto, Galvano Della Volpe y otros tantos, desarrollaron una<br />

relectura de Marx al interior del partido, que bien puede acercarse en sus críticas<br />

–como pretensión y como logro- al que hicieran asimismo <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong>, Etienne<br />

Balibar, y otros, desde las filas del PCF por esos años. El desafío teórico era,<br />

fundamentalmente, desplazar cuanto de teleológico, totalizante e historicista tenía<br />

el marxismo en su vertiente hegeliana, desarrollando un modelo científico y<br />

acotado, y que se pretendiera políticamente materialista, a partir de los aportes<br />

de Maquiavelo para los italianos y de Spinoza para los franceses. Aunque es<br />

sabido que <strong>Althusser</strong> & cía problematizan en «Para Leer el Capital» ambas vertientes<br />

teóricas del PCI (Gramsci y Coletti), no se conoce, sin embargo, un intercambio<br />

real de discusiones entre intelectuales de ambas nacionalidades. La única salvedad<br />

a esto puede encontrarse en el intercambio epistolar que durante años tuvieran<br />

<strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong> y su pasajera discípula Ma. Antonieta Macciocchi (entonces<br />

diputada del PCI, y a partir de su disidencia, fuerte protagonista de la ‘Nueva<br />

Izquierda’ en los sucesos del ’77). Asimismo, varios intelectuales, tanto italianos<br />

como franceses (basta nombrar a Jean Paul Sartre), incluyeron en sus debates al<br />

«experimento» que Mao Zedong imponía a las masas populares en China. Todo<br />

suponía un tiempo de búsquedas: tanto de abandono como de adopciones, tanto<br />

de orfandad como de nuevas progenies.<br />

No hace falta incluir aquí todo lo que de avance y retroceso tuvo el proceso<br />

insurreccional desatado en mayo del ’68 por estudiantes y obreros, tanto en<br />

Francia como en Italia. Pero sí haremos referencia a la estrategia con que los<br />

principales partidos afectados urdieron la recomposición de un régimen y una<br />

contención –temporaria- del movimiento.<br />

A lo largo de esos años el PCI, el PCF y el PCE, proyectan una política de<br />

acercamientos, capaz de lograr un consenso general (digamos, de forma<br />

transversal) y que, obteniendo el apoyo de múltiples sectores de la sociedad,<br />

pudiera reivindicarse «auténticamente revolucionaria». Ese pacto se hizo explícito<br />

a comienzos de 1977, bajo el ya tan mentado nombre de eurocomunismo. Es en<br />

medio de esa recomposición de Estado(s) y de ese cúmulo de búsquedas por la<br />

brújula teórica que irrumpió, de forma ineluctable, aquello que Maquiavelo llamó<br />

17 dialéktica


la «verdad por anticipación», el desborde fáctico de las estructuras por parte de<br />

un sujeto indómito.<br />

IV.<br />

Es enero en Italia, y todavía faltan algunos meses para que <strong>Althusser</strong> arribe al<br />

país con su góndola cargada de nuevas críticas. Mientras tanto, viaja refunfuñando<br />

en varios medios franceses y españoles, haciendo pública su disconformidad<br />

respecto al abandono del concepto «dictadura del proletariado» por parte del<br />

PCF y la alianza eurocomunista.<br />

Es entonces que el secretario general del PCI, Enricco Berlinguer,<br />

correspondiendo al deseo de del co-gobierno junto a la Democracia<br />

Cristiana, dicta una invectiva determinante: «que los intelectuales se asuman<br />

o serán considerados enemigos de la democracia y<br />

sus instituciones». Semejante discurso es el corolario de una maniobra partidaria<br />

pugnando por acallar toda revuelta, a fin de huir a la acechanza del fantasma<br />

terrorista (que debía su nacimiento a los sucesos vividos durante el «otoño caliente»<br />

del ’69), y que tuvo su comienzo en el apoyo a la Nueva Ley sobre el Orden<br />

público (la ‘Legge Reale’) en 1975.<br />

Sin embargo, algunos estudiantes parecen no haber entendido del todo<br />

bien aquél impúdico dictamen del Convenio del Eliseo. Y es así como, el 17 de<br />

febrero de 1977 en la Universidad de Roma, cerca de 4000 estudiantes repudiaron<br />

la llegada de Lama (el por entonces secretario general de la CGT italiana) a sus<br />

claustros, y que inmediatamente ocuparon el recinto. Ese día, el PCI y el sindicato<br />

oficial contestaron con una represión inédita, disponiendo una insólita cantidad<br />

de efectivos policiales. Ese día, el Estado –a partir de sus «democráticas instituciones»asistió,<br />

como tantas otras veces, al strip tease que deja en evidencia su declarada<br />

guerra abierta a toda subjetividad insumisa.<br />

A partir de entonces, comienza un proceso de discusión y acción<br />

desobediente, de un enfrentamiento en forma creciente, entre el Estado y los/as<br />

estudiantes de Roma y de Bologna. A partir de entonces, comienza una obscena<br />

cacería en la que el gobierno no deja de ocultar sus propósitos, sino que los<br />

proclama pública e impunemente. En marzo, Zangheri, alcalde de Bologna, con<br />

ocasión de una manifestación estudiantil, dicta una orden a través de los medios:<br />

«Cargar contra ellos, es la guerra; hay que eliminar esos tipos: ellos solos se han<br />

excluido de la comunidad». Semejante consigna tendrá un horrible corolario: el<br />

asesinato a mansalva de Francesco Lo Russo, joven integrante del periódico Lotta<br />

Continua.<br />

Éste es el paisaje en el que <strong>Althusser</strong> pisa tierra firme. Meses antes de que<br />

se dé cita en conferencia, tiene lugar en Bologna un encuentro por el lapso de tres<br />

días, al que asisten cerca de 60.000 personas, para debatir en torno a un movimiento<br />

contra las represiones y en favor de un pensamiento de resistencia y autonomía;<br />

muchos y muchas se agrupaban bajo el nombre «Nueva Izquierda». Tal amplia<br />

asistencia cobijó, de forma heterogénea, tanto tendencias armadas (los ,<br />

en obvia alusión al arsenal que portaban) como una multitud de movimientos<br />

feministas, ecologistas, y otras tantas y tantos (autonominados «Indios<br />

dialéktica 18


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

Metropolitanos»), y que no dudamos, aparecen aludidos en <strong>Althusser</strong> como aquellas<br />

«iniciativas políticas totalmente imprevistas nacidas fuera de los partidos y del propio<br />

movimiento obrero».<br />

V.<br />

Sabemos que la forma de enfrentar las luchas supone, entre aquella coyuntura y<br />

ésta, una brecha algo más amplia en lo político que en lo temporal. Pero acaso la<br />

fragua de estos materiales teóricos que hoy presentamos, obren el saldo de<br />

vincular las experiencias, al modo en que Deleuze lo pensaba: «La práctica es un<br />

conjunto de conexiones de un punto teórico, y la teoría, un empalme de una práctica con<br />

otra. Ninguna teoría puede desarrollarse sin una especie de muro, y se necesita una<br />

práctica para agujerearlo.». Entre aquellos/as universitarios/as y nosotros/as, sigue<br />

vigente la forma de incidir en lo dado; esa obstrucción manifiesta -esa pared de<br />

cotidiana normalidad académica- no ha de perforarse sino es con una práctica<br />

precisa -y preciosa- en estos días, allí donde el pensamiento es acallado. Valga el<br />

eco de las palabras que resonaron aquél febrero en la Sorbona:<br />

«Hace diez años que aquí algo inesperado, impensado, libre e incluso<br />

salvaje se puso a hablar de mil maneras diferentes. La contradicción entre<br />

la verdad imaginaria del saber y la verdad real de los hechos explotó<br />

porque los aparatos del poder, encargados de controlar y de filtrar la<br />

realidad, no respondían ya al deseo de la verdad. Crisis memorable,<br />

reducida hoy día al silencio, pero que viene a demostrar que cuando el<br />

pensamiento dormita en las cátedras corre el riesgo de despertarse en la<br />

calle» (Macciocchi, 1977)<br />

19 dialéktica


dialéktica 20<br />

El marxismo como teoría finita<br />

LOUIS ALTHUSSER<br />

1) No es casual que en la lectura de los textos de Ingrao y de De Giovanni<br />

haya tropezado con el adjetivo «global», que aparece incesantemente en los<br />

escritos de estos (y otros) compañeros, con esta noción de «globalidad», que<br />

en mi opinión no carece de relación con el término, igualmente frecuente, de<br />

«generalidad» («el momento general», etcétera). En estos términos así como<br />

en cierta concepción que se perfila en ellos, me parece reconocer la idea de<br />

que la teoría marxista está en condiciones de «englobar» la totalidad del<br />

proceso que conducirá del capitalismo al comunismo. Sin embargo, esta<br />

teoría no designa más que las tendencias contradictorias que operan en el proceso<br />

actual. Una vez liberado de los acentos proféticos de sus escritos de juventud<br />

y del socialismo utópico (si bien creo que siguen estando en ciertos aspectos<br />

de El capital), Marx concibió el comunismo como una tendencia de la sociedad<br />

capitalista. Esta tendencia no es una resultante abstracta. Existen ya,<br />

concretamente, en los «intersticios de la sociedad capitalista» (más o menos<br />

como existían los intercambios mercantiles «en los intersticios» de las sociedades<br />

esclavista y feudal), formas virtuales de comunismo: en aquellas<br />

formas de asociación que, guardando las debidas proporciones, logran evadirse<br />

de las relaciones de mercado.<br />

Detrás de esta cuestión hay un problema teórico muy importante.<br />

Creo que la teoría marxista es «finita», «limitada». Limitada al análisis del<br />

modo de producción capitalista y de su tendencia contradictoria que abre la


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

posibilidad de pasar a la abolición del capitalismo y de su sustitución por<br />

un «otro». «Otro» que se delinea ya , «como un vacío» y, positivamente, en<br />

la sociedad capitalista. Decir que la teoría marxista es «finita» significa<br />

sustentar la idea esencial de que la teoría marxista es todo lo contrario de<br />

una filosofía de la historia que pretende «englobar», pensándolo efectivamente,<br />

todo el devenir de la humanidad, y capaz por lo tanto de definir<br />

anticipadamente de manera positiva el punto de llegada: el comunismo. La<br />

teoría marxista (si se deja a un lado la tentación de una filosofía de la historia<br />

en la que Marx a veces creyó y que ha dominado de manera aplastante la<br />

II Internacional y la fase staliniana) se inscribe en la fase actual y está limitada<br />

a ella: la fase de la explotación capitalista. Todo lo que puede decir del<br />

futuro es la prolongación «reticulada» y «en negativo» de las posibilidades<br />

objetivas de una tendencia actual, la del comunismo, que puede observarse<br />

en una serie de fenómenos de la sociedad capitalista (desde la socialización<br />

de la producción a las normas sociales «intersticiales»). Es necesario tener<br />

en cuenta que es a partir de la sociedad actual como se conciben la transición<br />

(dictadura del proletariado, a condición de no tergiversar<br />

instrumentalmente esta expresión) y la ulterior extinción del estado. Todo<br />

lo que se ha dicho sobre la transición no puede ser más que una indicación,<br />

inducida a partir de una tendencia en acción que, como toda tendencia según<br />

Marx, es contrarrestada por tendencias opuestas y no puede consumarse si<br />

no la realiza una lucha política de clase. Pero esta realidad no puede ser<br />

prevista desde ahora en su forma positiva determinada: es solamente en el<br />

curso de la lucha que las formas positivas pueden salir a la luz y al orden<br />

del día, descubrirse, hacerse realidad.<br />

Dadas así las cosas, la idea de que la teoría marxista es «finita»<br />

excluye por completo la idea de que sea una teoría «cerrada». Cerrada es<br />

la filosofía de la historia, ya que encierra en sí y anticipadamente todo el<br />

curso de la historia. Sólo una teoría «finita» puede ser realmente «abierta»<br />

a las tendencias contradictorias que descubre en la sociedad capitalista, y<br />

abierta también a su porvenir aleatorio, a las impredecibles «sorpresas»<br />

que no han cesado de marcar la historia del movimiento obrero; abierta y<br />

por lo tanto atenta, capaz de tomar en serio y asumir a tiempo la incorregible<br />

imaginación de la historia.<br />

En consecuencia, creo que debemos apartarnos por completo de<br />

la idea, que puede encontrarse en Gramsci, de que la teoría marxista es<br />

una teoría «total», la forma de una filosofía de la historia que culmina en<br />

una práctica del Saber Absoluto, capaz de pensar problemas que «no están<br />

en el orden del día», anticipando arbitrariamente las condiciones de<br />

su solución. Si la teoría marxista es en verdad «finita», es a partir de la<br />

aguda conciencia de su finitud que resulta posible plantear la mayor parte<br />

21 dialéktica


de nuestros grandes problemas.<br />

A esto se añade el hecho de que tampoco a propósito de la sociedad<br />

capitalista y el movimiento obrero la teoría marxista dice casi nada acerca<br />

del estado, ni sobre la ideología y las ideologías, ni sobre la política, ni sobre<br />

las organizaciones de la lucha de clase (estructuras, funcionamientos). Es<br />

un «punto ciego», que atestigua indudablemente algunos límites teóricos<br />

con los cuales ha tropezado Marx, como si hubiese sido paralizado por la<br />

representación burguesa del estado, de la política, etcétera, hasta el punto<br />

de reproducirla solamente en una forma negativa (crítica de su carácter<br />

jurídico): punto ciego o zona prohibida, el resultado es el mismo. Y es<br />

importante porque la tendencia al comunismo se encuentra como bloqueada<br />

(o inconciente de sí) en todo lo que concierne a estas regiones o estos<br />

problemas.<br />

2) El segundo presupuesto concierne a la política. Me parece que a pesar de<br />

su profundo sentido de la historia, Gramsci más oscureció que iluminó este<br />

punto ciego que hay en Marx, cuando retomó la vieja distinción burguesa<br />

entre sociedad política y sociedad civil, aún cuando haya dado a la sociedad<br />

civil otro sentido (organizaciones «hegemónicas» privadas, y por lo<br />

tanto fuera de la «esfera del estado», que es identificada en la «sociedad<br />

política», lo que implica volver a fundarse en la distinción jurídica de hecho<br />

entre «público» y «privado»). Me parece que en la problemática discutida<br />

en Italia existe un nexo entre las nociones de sociedad política, estado<br />

y la función de «generalidad» contrapuesta a lo «privado» (que no es<br />

en absoluto lo mismo que lo «particular» y mucho menos lo «sectorial» de<br />

que habla de De Giovanni, quien sin embargo también invoca lo «privado»).<br />

Creo que este agregado de nociones que se comunican entre si remite,<br />

a pesar de todo, ya a la ideología, la concepción y la práctica burguesas<br />

de la política, ya incluso al idealismo latente de una «universalidad de<br />

estado» como lugar donde se realiza lo «universal», o la generalidad de<br />

una humanidad finalmente liberada de la explotación, de la división del<br />

trabajo y de la opresión (dirigente/dirigidos), que Marx arrastra consigo<br />

en las obras de juventud, donde las hereda de Feuerbach, y aun más tarde:<br />

en el fondo la esencia humana está en el estado, que en él expresa de<br />

forma alienada la universalidad; basta con tomar conciencia de ello y realizar<br />

en consecuencia una buena «universalidad» no alienada. Al final de<br />

este camino se encuentra el reformismo.<br />

He aquí el punto que me parece esencial: el hecho de que la lucha<br />

de las clases (burguesa o proletaria) tenga por escenario el estado (hic et nunc)<br />

no significa en absoluto que la política deba definirse en relación con el estado. En<br />

dialéktica<br />

22


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

consecuencia, es necesario distinguir atentamente la política proletaria de<br />

su puesta en juego inmediata. Así como Marx presentó deliberadamente El<br />

capital como «crítica de la economía política», así nosotros debemos llegar<br />

al punto que él no pudo alcanzar: a pensar una «crítica de la política» tal<br />

como es impuesta por la ideología y la práctica burguesas. Es desde el punto<br />

de vista de la burguesía que existe una distinción entre «sociedad política»<br />

y «sociedad civil»: esta distinción es constitutiva de su ideología y de su<br />

lucha de clase, y a través de ésta es impuesta como una evidencia a través<br />

del aparato ideológico político de estado (la voluntad general, como resultante<br />

de las voluntades individuales, expresada por el sufragio universal y<br />

representada por el parlamento). Asimismo, puede decirse que es desde el<br />

punto de vista de la burguesía que el estado es representado como una<br />

«esfera» distinta del resto, distinta de la sociedad civil (tanto en el sentido<br />

de Hegel como en el de Gramsci), fuera de la sociedad civil. Es necesario comprender<br />

de qué manera esa concepción ideológica, que sirve a precisos intereses,<br />

no corresponde ni de lejos a la realidad simple. El estado ha penetrado<br />

siempre profundamente la sociedad civil (en sus dos sentidos), no sólo a<br />

través del dinero y del derecho, no sólo con la presencia e intervención de<br />

sus aparatos represivos, sino también a través de sus aparatos ideológicos.<br />

Después de larga reflexión, creo en efecto poder, a pesar de la sutileza<br />

de los análisis de Gramsci, mantener el concepto de aparato ideológico de<br />

estado; no sólo porque me parece más preciso que el concepto gramsciano de<br />

aparato hegemónico, definido solamente a través de su efecto (la hegemonía)<br />

sin mencionar para qué es funcional, es decir la ideología, sino para hacer<br />

sentir con claridad que la hegemonía se ejerce en formas que, aunque de<br />

«orígen» espontáneo y «privado», son integradas y transformadas en formas<br />

ideológicas que tienen una relación orgánica con el estado. El estado<br />

puede encontrarlas ya prontas, más o menos esbozadas y –como siempre<br />

sucede históricamente– «encontrarlas» sin haberlas producido él: y no cesa<br />

de integrarlas-unificarlas en formas aptas para garantizar la hegemonía.<br />

En esta integración-transformación, que está unida con la constitución de<br />

la ideología dominante, lo que desempeña un papel determinante es una<br />

región específica de la ideología, estrechamente ligada a la práctica de la<br />

clase dominante: para la hegemonía burguesa es la ideología jurídica la que<br />

cumple esta función de agregación y síntesis. Proceso que se concibe no<br />

como acabado sino como contradictorio, puesto que la ideología dominante<br />

no existe sin la ideología dominada, que a su vez está marcada por ese<br />

dominio.<br />

Por consiguiente, todo sucede como si, por ser el estado (y es justo)<br />

la extrema puesta en juego de la confrontación de clases, la política se redujese<br />

a la «esfera» de esta puesta en juego. En contra de esta ilusión directa-<br />

23 dialéktica


mente inspirada por la ideología burguesa y por una concepción que reduce<br />

la política a su propio objetivo, Gramsci ha comprendido muy bien que<br />

«todo es político»; que por lo tanto no existe una «esfera de la política»; que<br />

, en consecuencia, si la distinción entre sociedad política (o estado) y sociedad<br />

civil define correctamente las formas impuestas por la ideología y la<br />

praxis burguesas, el movimiento obrero debe terminar con esta ilusión y sus<br />

disfraces, y hacerse otra idea de la política y del estado.<br />

En lo que concierne al estado, se trata ante todo de no reducir su<br />

realidad a la esfera visible de los aparatos solamente, inclusive disimulados<br />

detrás del escenario del aparato ideológico-político de estado (el «sistema»<br />

político). El estado siempre ha estado «ampliado»; y acerca de esto<br />

es necesario que nos entendamos bien, contra el equívoco de aquellos que<br />

consideran esta «ampliación» como un hecho reciente y que cambiaría los<br />

datos del problema. Son las formas de esta ampliación las que han cambiado<br />

(por cierto, ¿cómo no?) y no el principio de ampliación. Simplemente,<br />

me parece que hasta hace algún tiempo se ha estado ciego frente a<br />

la efectiva ampliación del estado, que era ya visible en la monarquía absoluta<br />

(para no remontarme más atrás) y en el estado del capitalismo imperialista.<br />

En lo que concierne a la política, se trata ante todo de no reducirla<br />

a las formas oficialmente consagradas como políticas por la ideología burguesa:<br />

el estado, la representación popular, los partidos políticos, la lucha<br />

política por el poder del estado existente. Si se entra en esta lógica y se<br />

permanece en ella se corre el riesgo de caer no sólo en el «cretinismo parlamentario»<br />

(expresión discutible), sino sobre todo en la ilusión jurídica de<br />

la política: puesto que la política es entonces definida a través del derecho,<br />

y este derecho consagra (y solamente) las formas de la política definidas<br />

por la ideología burguesa, incluida la actividad de los partidos. Un simple<br />

ejemplo local, muy por debajo de lo que ocurre en Italia: algunos industriales<br />

intentaron en Francia una serie de procesos ante los comunistas<br />

que iban a hablar a los obreros en los lugares de trabajo; los patrones<br />

tuvieron el derecho de su parte. Naturalmente, este derecho político y<br />

«social» es paralelo a una ideología jurídica que diferencia cuidadosamente<br />

la política de la no política. Esta ideología no es sólo una cuestión de ideas;<br />

se realiza, por ejemplo, en el aparato ideológico y sindical de estado: ¿cuántos<br />

sindicatos no reclutan a los trabajadores con la ideología del sindicato<br />

apolítico (inclusive explotando eventualmente un rechazo de la política<br />

en sentido burgués por parte de los trabajadores: por ejemplo, el<br />

anarcosindicalismo)?<br />

Tampoco se trata aquí de «ampliar» la política existente, sino de<br />

saber estar a la escucha de la política allí donde nace y se hace. En la<br />

dialéktica<br />

24


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

actualidad se perfila una tendencia importante para hacer salir a la política<br />

de su estatuto jurídico burgués. La antigua distinción partido-sindicato<br />

es puesta a dura prueba, iniciativas políticas totalmente imprevistas nacen<br />

fuera de los partidos y del propio movimiento obrero (feminismo, formas del<br />

movimiento juvenil, corrientes ecologistas, etc), en una gran confusión, es<br />

cierto, pero que puede ser fecunda.<br />

La «politización generalizada» de que habla Ingrao es un síntoma<br />

que se interpreta como un cuestionamiento, a veces salvaje pero profundo,<br />

de las formas burguesas clásicas de la política. Todo esto tiende a<br />

unificarse, pero en agudas contradicciones que son, de todos modos «contradicciones<br />

en el seno del pueblo», aun cuando no sean reconocidas como<br />

tales por sus protagonistas. En este plano Italia se encuentra a la vanguardia.<br />

Yo tendería a interpretar las dificultades del PCI para integrar, o inclusive<br />

tomar contacto con algunos movimientos nuevos, como el signo<br />

de que se cuestiona la concepción clásica de la política y de los partidos, y<br />

las iniciativas de los sindicatos, que alguna vez toman desprevenidos a<br />

los partidos, como una señal de alarma: para que el partido salga de esta<br />

vieja concepción suya. Y, naturalmente, todo este movimiento termina por<br />

cuestionar la forma de organización del partido mismo, en el cual advertimos<br />

(¡un poco tarde!) que está construido exactamente sobre el modelo<br />

del aparato político burgués (con su «parlamento» que discute, la base de<br />

los militantes, y una dirección «elegida» que, pase lo que pase, tiene la<br />

manera de mantenerse en el cargo y garantizar, a través del aparato de<br />

funcionarios y en nombre de la ideología de la unidad del partido que<br />

autoriza su consenso, el predominio de su «línea»). Es evidente que esta<br />

profunda contaminación de la concepción de la política por parte de la<br />

ideología burguesa es el punto sobre el cual se jugará (o se perderá) el<br />

porvenir de las organizaciones obreras.<br />

3) Por estas razones me siento incómodo frente a fórmulas como: «Se admite<br />

que la forma teórica de la esfera política en la fase de transición debe pasar<br />

por el partido que se convierte en estado.» Precisamente me parece imposible<br />

admitir esta idea (sostenida, si no me equivoco, por Gramsci en su teoría del<br />

moderno príncipe, que de hecho retoma el tema mas vasto, bien expresado<br />

por Maquiavelo, de la ideología burguesa de la política). Si el partido «se<br />

convierte en estado» tenemos la URSS.<br />

Hace mucho tiempo le decía a algunos amigos italianos que nunca<br />

jamás por principio, el partido debe considerarse como «partido de gobierno»,<br />

aún cuando en ciertas circunstancias pueda participar en el gobierno.<br />

Por principio, coherentemente con su razón de ser política e históri-<br />

25 dialéktica


ca, el partido debe estar fuera del estado, no sólo en el estado burgués sino,<br />

con mayor razón, en el estado proletario. El partido debe ser el elemento<br />

número uno de la «destrucción» del estado burgués, antes de convertirse<br />

(«reticuladamente»...) en uno de los instrumentos del agotamiento del estado.<br />

La exterioridad política del partido en relación con el estado es un principio<br />

fundamental que puede encontrarse en los pocos escritos de Marx y<br />

Lenin al respecto. (Arrancar el partido al estado para entregarlo a las masas<br />

fue el intento desesperado de Mao en la revolución cultural.) Sin esta autonomía<br />

del partido (y no de la política) con respecto al estado no saldremos<br />

jamás del estado burgués, por más «reformado» que sea éste.<br />

Es esta autonomía del partido con respecto al estado la que permite<br />

pensar la posibilidad (o la necesidad) de lo que formalmente se denomina<br />

«pluralismo». Que en la etapa de transición existan diversos partidos no es<br />

más que una ventaja: puede ser una de las formas de hegemonización de la<br />

clase obrera y sus aliados, pero con una condición, a saber, que el partido<br />

obrero no sea como los demás: sólo un fragmento ideológico-político de<br />

estado (régimen parlamentario), sino que permanezca fundamentalmente<br />

fuera del estado a través de su actividad entre las masas, o para empujar a las<br />

masas a la obra de destrucción-transformación de los aparatos del estado<br />

burgués y para favorecer, donde ya exista, la extinción del nuevo estado<br />

revolucionario. La trampa número uno es el estado: ya bajo las formas políticas<br />

de la colaboración de clase o de la gestión de la «legalidad» existente,<br />

ya bajo la forma mítica del «convertirse en estado» del partido. Digo mítica<br />

desde el punto de vista teórico ,ya que, desgraciadamente, es demasiado<br />

real en los «países socialistas».<br />

Sé que es en extremo difícil «sostener» una posición como esta,<br />

pero sin ella la autonomía del partido queda irremediablemente comprometida,<br />

y no existe ninguna posibilidad de escapar al riesgo de una colaboración<br />

de clase o del estado-partido, con sus consecuencias.<br />

Pero si uno se atreve a sostener esta posición, los problemas planteados<br />

por los socialistas italianos me parecen ubicados en su lugar justo.<br />

Es necesario, por cierto, que el estado de transición fije, respete y haga<br />

respetar una «regla del juego» jurídico, que proteja tanto a los individuos<br />

como a los opositores. Pero si el partido es autónomo y permanece como<br />

tal, respetará las «reglas del juego» en las que sus interlocutores consideran,<br />

según la ideología jurídica clásica, «la esfera de lo político» –haciendo<br />

simultáneamente política allí donde se decide todo: en el movimiento<br />

de las masas. La destrucción del estado burgués no significa la destrucción<br />

de «toda regla del juego», sino transformación profunda de sus aparatos,<br />

algunos suprimidos, otros creados, todos revolucionados. No es limitando<br />

«la regla del juego» –o suprimiéndola, como en la URSS– como se<br />

dialéktica 26


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

puede esperar que las masas se expresen, salvo en formas salvajes que pueden<br />

conducir incluso a resultados trágicos. El mismo Bobbio afirma que la<br />

regla del juego tal como la conciben los ideólogos clásicos, no es más que<br />

una parte de un juego distinto, mucho más importante que el del derecho. Si<br />

el partido mantiene su autonomía tiene todo por ganar y nada que perder al<br />

respetar y proponer la regla del juego. Y si ésta debe cambiar, no puede ser<br />

más que para responder a mayores libertades, en el sentido de agotamiento<br />

del estado. Pero si el partido pierde su autonomía de clase, de iniciativa y de<br />

acción, entonces la misma «regla del juego» servirá a intereses completamente<br />

distintos de los de las masas populares.<br />

Y puesto que se habla de la «regla del juego», después de haber<br />

hablado del comunismo como tendencia y realidad «intersticial», es necesario<br />

quizás decir una palabra sobre este futuro lejano que tal vez no se<br />

realizará jamás, pero que se perfila «como vacío» en nuestra sociedad.<br />

Suelen utilizarse algunas fórmulas idealistas, como aquella de Marx sobre<br />

el «reino de la libertad» que sucedería al «reino de la necesidad» (¡!),<br />

sobre el «libre desarrollo de los individuos» y su «libre asociación». Quiero<br />

admitir que el comunismo sea el advenimiento del individuo liberado<br />

por fin de la carga ideológica ética que quiere hacer de él «una persona».<br />

Pero no es enteramente cierto que Marx lo entendiera de este modo. Basta<br />

pensar en su constante vincular el libre desarrollo de los individuos a la<br />

«transparencia» de sus relaciones sociales extraídas finalmente de la opacidad<br />

del fetichismo. No es casual que el comunismo aparezca como lo<br />

contrario del fetichismo, lo contrario de todas las formas reales en que se<br />

presenta el fetichismo: en la figura del comunismo como inversa del fetichismo<br />

lo que aparece es la libre actividad del individuo, el fin de su<br />

«alienación», de todas las formas de su alienación: fin del estado, fin de la<br />

ideología, fin de la política misma. En el límite, una sociedad de individuos<br />

sin relaciones sociales.<br />

Aun cuando se trata solamente de una anticipación, que debe ser<br />

pensada como tal y con extrema prudencia, no podemos aceptar esta imagen<br />

edénica de la transparencia de los seres humanos, de sus cuerpos, de<br />

las condiciones de su vida y su libertad. Si ha de haber una sociedad comunista,<br />

ésta tendrá sus relaciones de producción –denominación que es<br />

necesario dar también a la «libre asociación de los productores»– y, en<br />

consecuencia, sus relaciones sociales, y, en consecuencia, sus relaciones<br />

ideológicas. Y si esta sociedad será finalmente liberada del estado, no es<br />

posible decir que ella verá el fin de la política: el fin de la política en sus<br />

últimas formas burguesas, seguramente, pero aquella política (la única<br />

que pudo ver Marx hasta el límite de su «punto ciego») será sustituida por<br />

una política distinta, por una política sin estado, que no es difícil de conce-<br />

27 dialéktica


ir una vez que se comprende que ni siquiera en nuestra sociedad estado y<br />

política se confunden.<br />

Puede parecer gratuito dejarse llevar por este pequeño juego teórico.<br />

Sin embargo, la experiencia demuestra que la representación incluso<br />

vaga que del comunismo se forman los hombres, y en especial los comunistas,<br />

no es ajena a su manera de concebir la sociedad actual y sus luchas<br />

inmediatas y próximas. La imagen del comunismo no es inocente: puede<br />

alimentar ilusiones mesiánicas que garantizan las formas y el porvenir de<br />

la acción presente, desviarlas del materialismo práctico del «análisis concreto<br />

de la situación concreta», alimentar la idea vacía de «universalidad»<br />

que se encuentra en algunos equívocos sucedáneos, como el «momento<br />

general», donde una cierta «comunidad» de intereses generales ha de ser<br />

satisfecha como esbozo lejano de aquella que un día podrá ser la universalidad<br />

del «pacto social» en una «sociedad regulada». Esta imagen alimenta,<br />

en fin, la vida (o la supervivencia) de conceptos dudosos en los<br />

cuales, sobre el modelo inmediato de la religión, de la cual no ha proporcionado<br />

ninguna teoría, Marx ha pensado el fetichismo y la alienación, conceptos<br />

que, después de haber ocupado todo el espacio de los Manuscritos de 1844,<br />

regresan con fuerza en los Grundrisse y dejan inclusive su marca en El<br />

capital. Para superar su enigma es necesario volver a la imagen que Marx<br />

tenía del comunismo: se puede comenzar a descifrarlo superponiendo a<br />

esta imagen problemática una crítica materialista. Es a través de esta crítica<br />

que se puede encaminar la individualización de lo que en Marx queda<br />

de inspiración idealista del Sentido de la historia. Teórica y políticamente<br />

vale la pena hacerlo.<br />

4) Me resulta bastante difícil entrar en la interesante discusión que se está<br />

desarrollando en Italia (Amato, Ingrao, De Giovanni), aunque no fuese<br />

mas que por razones de semántica política... estos compañeros piensan<br />

con una terminología muy elaborada y abstracta, a partir de algunas indicaciones<br />

conceptuales de Gramsci, cosa que nos plantea a nosotros, provincianos<br />

franceses, temibles problemas de comunicación.<br />

Diré, sin embargo que me siento muy próximo a Ingrao cuando<br />

subrayar la necesidad de tener en cuenta lo más posible los movimientos<br />

originales que se desarrollan fuera de los partidos, cuando muestra el cambio<br />

de actitud de los partidos (rechazando toda visión totalizante) y cuando<br />

declara que la cuestión del partido político es planteada en términos<br />

nuevos. Me convence menos (tal vez lo he entendido mal) cuando, por<br />

ejemplo, parece hablar del estado y de la esfera política como constitutivos,<br />

en cierto modo, de toda política; cuando habla de «socialización de la<br />

dialéktica 28


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

política», 1 como si no se tratara sobre todo (en otra parte lo dice) de<br />

«politización de lo social». Puesto que «socialización de la política» supone<br />

la preexistencia de una política que debe «socializarse», y esta política<br />

que va a «socializarse» corre el fuerte riesgo de ser la política en sus formas<br />

dominantes. Lo que me parece interesante en los ejemplos citados por Ingrao<br />

es que las cosas, de hecho, se desarrollan en el sentido opuesto: no de la<br />

política a las masas sino de las masas a la política y, lo que es fundamental,<br />

«a una práctica distinta de la política» (Balibar). Ingrao no me dice lo suficiente<br />

cuando declara que para la conflictualidad y la diversidad de los<br />

movimientos «asume aun mayor importancia el momento de la mediación<br />

política general». 2 Hablando en términos tan abstractos, puede dar la impresión<br />

de hacer énfasis en el estado en general, sino poner en primer plano su<br />

transformación. Es tal vez una desviación que le viene de Gramsci, que<br />

tenía la tendencia a confundir el aparato de estado con sus funciones, sin<br />

asumir suficientemente su materialidad.<br />

Aun planteando las mismas reservas respecto a fórmulas parecidas<br />

que encuentro en De Giovanni («socializar la política», «difusividad<br />

de la política» en lo «particular», «difusión molecular de la política», etcétera),<br />

y también sus tesis sobre la «difusión del estado», que puede constituir<br />

motivo de equívocos induciendo a confundir estado y política (como<br />

se decía antes), me siento más próximo a él cuando evoca «la crisis de la<br />

autonomía de la política». Y sobre todo cuando define esta política: «la<br />

forma teórica y práctica de organización del antiguo estado» 3 puesto que<br />

entonces la llama con su verdadero nombre: forma de hegemonía en acción.<br />

Y estoy de acuerdo con él cuando señala muy justamente que «la<br />

exaltación de la mediación política surge de los riesgos de debilidad implícitos<br />

en su simple difusión». Este es el punto decisivo: la política no se<br />

difunde (en el sentido: desde lo alto, a partir de las formas del estado e<br />

inclusive de los partidos) sin correr el riesgo de un tecnicismo o de una<br />

«participación» que choca con el «muro» del poder del estado (¡ya que<br />

puede ser el estado mismo el que lo organiza!). «No parece que sea suficiente<br />

responder a lo general del poder históricamente existente [también<br />

aquí De Giovanni llama a lo general con su verdadero nombre] con la<br />

autogestión de las autonomías. El punto decisivo es siempre la hegemonía,<br />

que está dada por la forma global en que se debe expresar la construcción<br />

1 P.Ingrao, «Parlamento, partiti e società cívile», entrevista a G. Amato en Mondoperario, XXXI,<br />

1, 1978, p. 65.<br />

2 Op.cit.., p. 63.<br />

3 B. De Giovanni, «Difusión de la política y crisis del estado» en La teoría marxista del estado,<br />

México, D.F., Folios, 1982. Ibid. las demás citas.<br />

29 dialéktica


del estado». No me agrada lo de «forma global». Pero hegemonía, construcción<br />

del estado (si es que construcción del estado revolucionario significa<br />

destrucción del estado burgués), he aquí palabras que nos hablan –a su<br />

modo, porque todo el artículo de De Giovanni está cifrado y es necesario<br />

decodificarlo– de cosas sabidas desde hace tiempo...<br />

dialéktica 30


Pre-tensiones<br />

DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

Entre la política y el estado<br />

<strong>Althusser</strong> reloaded<br />

PATRICIO MCCABE<br />

JUAN JOSÉ NARDI<br />

Muchos de quienes nos familiarizamos por primera vez con este texto de<br />

<strong>Althusser</strong> somos recorridos por la sorpresa que nos depara la fecha de su<br />

escritura. Escrito en 1977, lo cierto es que, la problemática que aborda y el<br />

enfoque que elige son de una actualidad tal que nos permiten pensar los<br />

procesos militantes en los que nos hayamos envueltos hoy. Algo de eso<br />

intentaremos, sin embargo, no va a ser en las líneas que siguen donde<br />

intentemos solucionar los enigmas que nos viene deparando la situación<br />

política. Nuestras pretensiones son más humildes. Sabemos que todo<br />

pensamiento emerge situado y sitiado por la situación que lo produce y lo<br />

que nos proponemos es hacer visibles algunas de las vigas conceptuales<br />

donde se asienta «el pequeño teatro teórico» que despliega <strong>Althusser</strong> en<br />

«El marxismo como teoría finita». 1<br />

Sigue vigente un modo de criticar que pretende demoler una teoría<br />

desde fuera de sus propios supuestos, basta repasar las polémicas en<br />

torno a Imperio para constatar que ninguno de sus detractores hace el<br />

esfuerzo de criticar la obra desde los propios postulados sobre los que<br />

esta se asienta. Es así que el marxismo ortodoxo comprueba que Imperio<br />

no respeta la letra de la ortodoxia marxista y los seguidores de Badiou<br />

1 La versión que utilizaremos de aquí en mas es la transcripta en eset número de la revista<br />

que a su vez fue extraída de <strong>Althusser</strong>, <strong>Louis</strong>, “El marxismo como teoría Finita” en AAVV,<br />

Discutir el Estado, posiciones frente una tesis de <strong>Louis</strong>, <strong>Althusser</strong>, Folios, Bs. As. 1983<br />

31 dialéktica


comprueban que Negri y Hardt son demasiado marxistas. En cualquier<br />

caso, ninguno de los intentos supera la mera clasificación, a la vez, que no<br />

pueden dar cuenta del obstáculo que estos autores se proponen superar.<br />

Adorno, decía que una teoría debe ser criticada desde su propio interior,<br />

y algunos otros suben la apuesta y agregan que debe serlo desde el interior<br />

de alguna práctica. Nuestro intento es tributario de estas intenciones.<br />

El mismo <strong>Althusser</strong> ha sido prolífico en indicaciones acerca de cómo<br />

debe leerse un texto. Sin proponernos ser mas althusserianos que <strong>Althusser</strong>,<br />

en esto, le vamos a hacer caso. Su libro La Revolución teórica de Marx 2 nos<br />

provee un modus operandi a la hora de analizar un escrito que consiste en<br />

atender a tres momentos en el despliegue de un análisis. Un momento<br />

histórico, uno politico y uno teorico, la idea es recorrer estas tres estaciones.<br />

Se trata en definitiva de volver sobre el propio texto althusseriano el propio<br />

aparato conceptual que el mismo creo.<br />

Hasta aquí un camino pretendidamente erudito, reponer el contexto<br />

de producción de un escrito, señalar sus supuestos teóricos o recrear el<br />

clima de ideas de una época. Sin embargo, no todo fue la tarea gris del<br />

bibliotecario. En el momento de la discusión del texto ocurrió un imprevisto<br />

político en la carrera de historia que nos interpelo y, de ningún modo, lo<br />

ibamos a dejar pasar así sin más. Contra toda previsión, tampoco estuvo<br />

exento de emociones el momento teórico, dado que en el camino nos<br />

chocamos con un obstáculo (epistemológico) que <strong>Althusser</strong> achaca a Marx<br />

pero que bien puede serle achacado al propio achacador. El punto ciego<br />

teórico que el primero atribuye al segundo podría ser resultado de su propio<br />

punto ciego al analizar la obra marxiana...<br />

Mundo dado y pensamientos vivos<br />

«Si ,es sin duda es necesario nacer un día, y en alguna parte, y comenzar a pensar y<br />

escribir en un mundo dado. Este mundo, para un pensador, es inmediatamente el<br />

mundo de los pensamientos vivos de su tiempo» afirma <strong>Althusser</strong> pensando en<br />

Marx. Y nosotros nos preguntamos cuales son los pensamientos vivos de<br />

los que se nutre el autor en el tiempo en que fue escrito «El marxismo como<br />

teoría finita», ¿cuál era «el mundo dado», el universo de referencia<br />

althusseriano?.<br />

Las coordenadas espacio temporales son de un gran ayuda en este<br />

caso, escrito en 1977 el texto polemiza con italianos lo cual nos va a proveer,<br />

2 <strong>Althusser</strong>, <strong>Louis</strong>, La revolución teórica de Marx, Siglo XXI editores, México, 1979<br />

dialéktica 32


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

indudablemente, de algunas pistas. Se dice que el mayo francés que fue tan<br />

radical como breve conoció una versión extendida de 10 años en Italia, 1977<br />

fue el punto álgido de este proceso que va a reconocer una represión<br />

extendida dos años después. Si el paisaje en el cual pensaba Marx era uno<br />

donde se advertía un capitalismo en pleno desarrollo con una clase obrera<br />

organizada, aquel en el cual le va a tocar pensar a nuestro investigado es<br />

ciertamente diferente. El mapa social, político y económico italiano aparece<br />

sacudido por algunos cambios en la relación capital-trabajo. Por aquel<br />

momento al capital le empieza a quedar chico el espacio fabril y comienza a<br />

utilizar la sociedad toda como un insumo de su valorización, por el lado del<br />

trabajo hacía rato que se venía advirtiendo un«efecto derrame» de las luchas<br />

fuera de su cauce sindical. 3<br />

La pelea capital trabajo no había cesado en intensidad sino por el<br />

contrario los contendientes proseguían su pelea fuera del ring, incluso fuera<br />

del estadio que proveía la fábrica fordista. El pensamiento consecuentemente<br />

venía experimentando violentas contorsiones desde el mayo francés, se<br />

procuraba pensar-actuar la política fuera del estrecho corset del estado. «La<br />

teorización política radical más significativa de este periodo tuvo que ver<br />

con la autonomía emergente de la clase trabajadora respecto al capital, el<br />

poder de esta clase para generar y sostener formas sociales y estructuras de<br />

valoración independientes de las relaciones de producción capitalista y,<br />

análogamente, la autonomía potencial de la fuerza social del dominio del<br />

Estado. El anticapitalismo de los grupos de trabajadores y estudiantes se<br />

traduce directamente en una oposición generalizada al Estado, a los partidos<br />

tradicionales y a los sindicatos institucionales». 4 Aquello de que el capital<br />

depende del trabajo pero no a la inversa empieza a desplegarse en acciones<br />

concretas y masivas en el paisaje italiano.<br />

El llamado «movimiento del 77» en Italia, es obrero, estudiantil,<br />

feminista y da la pelea tanto al interior de las relaciones de género como en<br />

el área de la comunicación, en la producción de conocimiento como en el<br />

área de la vivienda, recurre a la huelga pero recupera una versión del sabotaje<br />

que supone un conocimiento pleno de la producción. Ni siquiera las propias<br />

formas de organización y representación que se da el trabajo van a quedar<br />

sin examinar es así que los partidos y los sindicatos van a quedar<br />

3 Para profundizar en esto de la autonomía italiana ver: NEGRI,ANTONIO, Dominio y Sabotaje,<br />

Viejo Topo, Barcelona,1979; NEGRI,ANTONIO Del obrero masa al obrero social, Anagrama,<br />

Barcelona, 1980; VIRNO, PAOLO,«Do you remember counterrevolution» y ZACCARIA, ANGELO,<br />

«Italia: De la Autonomía Obrera a los Centros Sociales» en Contrapoder, nro.4-5, Invierno<br />

2001, año 3 editada en Madrid. HARDT, MICHAEL, El laboratorio italiano, pescado en internet<br />

4<br />

HARDT, MICHAEL, ob.cit.<br />

33 dialéktica


sospechados por sus profundas similitudes con la forma estado.<br />

Nada de esto pasa inadvertido a <strong>Althusser</strong> en su excursión italiana.<br />

«Italia se encuentra a la vanguardia. Yo tendería a interpretar las dificultades del<br />

PCI para integrar, o inclusive tomar contacto con algunos movimientos nuevos,<br />

como el signo de que se cuestiona la concepción clásica de la política y de los partidos,<br />

y las iniciativas de los sindicatos, que alguna vez toman desprevenidos a los partidos,<br />

como una señal de alarma: para que el partido salga de esta vieja concepción suya.<br />

Y, naturalmente, todo este movimiento termina por cuestionar la forma de<br />

organización del partido mismo, en el cual advertimos (un poco tarde!) que está<br />

construido exactamente sobre el modelo del aparato político burgués (con su<br />

‹parlamento› que discute, la base de los militantes, y una dirección ‹elegida› que,<br />

pase lo que pase, tiene la manera de mantenerse en el cargo y garantizar, a través del<br />

aparato de funcionarios y en nombre de la ideología de la unidad del partido que<br />

autoriza su consenso, el predominio de su ‹línea›». 5 Las otras «líneas» teóricas<br />

de este momento histórico convergen en algunos conceptos nodales que<br />

ofician de clave interpretativa para un período que anuncia muchos de los<br />

cambios que hoy actuamos. Uno de estos conceptos que hoy tiene una activa<br />

circulación es el de autonomía. El pensamiento centrado en la autonomía<br />

intenta dar cuenta de una clase trabajadora que se siente capaz de valorizarse<br />

por fuera de las relaciones capitalistas y que trata de experimentar la vida<br />

por fuera del dominio del estado. La advertencia althusseriana contra la<br />

reducción de la política a las formas estatales se nutre de experiencias<br />

concretas y de pensamientos vivos en la situación italiana.<br />

Otro concepto en boga es el del rechazo al trabajo, hoy diríamos el<br />

rechazo del empleo que del trabajo hace el capital. El trabajo se afirma en el<br />

centro de la escena y reclama para si la potestad de sus capacidades<br />

creativas, de la producción material pero también la inmaterial. El trabajo,<br />

entonces, empieza a saberse como productor y reproductor no sólo de la<br />

sociedad existente sino especialmente de una diferente. El trabajo, por último,<br />

se autovalora y esto tiene consecuencias directas en el capital que se<br />

desestructura. No hay síntesis posible entre ambos, la dialéctica gramsciana<br />

aparece impotente en este escenario anota <strong>Althusser</strong> a un costado del texto.<br />

El esquema gramsciano acerca al partido de la clase con el estado, sin embargo,<br />

la Italia de los 70 se entiende en términos de antagonismo. Se impone<br />

una lógica de la separación, el trabajo experimenta otra vida en las viviendas<br />

ocupadas, en la reapropiación de la comunicación, en la alteración de<br />

las relaciones de género.<br />

5 <strong>Althusser</strong>, <strong>Louis</strong>, «El marxismo como....»<br />

dialéktica 34


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

En el área de la autonomía se van a reunir las que <strong>Althusser</strong> identifica<br />

como «formas virtuales de comunismo (que son) aquellas formas de asociación<br />

que, guardando, las debidas proporciones logran evadirse de las relaciones<br />

de mercado» (el marxismo...). Estas «formas virtuales» no son dominantes<br />

sino que existen en las grietas de la sociedad capitalista de una<br />

manera no muy distinta a las relaciones de mercado que, con dificultad,<br />

respiraban en la sociedad feudal. Se trataba (y se trata) entonces de ensanchar<br />

los poros donde se respiran alternativas a lo existente.<br />

Pero ¿como van a impactar en el «hombre concreto» <strong>Althusser</strong> estos<br />

cambios? o en sus propias palabras : «¿cómo dar cuenta de la aparición de<br />

un pensamiento y sus mutaciones?». La lectura de Maquiavelo no le va a<br />

aportar ninguna revelación en los años 60, sin embargo, el Mayo Francés lo<br />

ingresa de un modo directo a la política y le cambia el punto de vista sobre<br />

el italiano durante los años 70. Aprecia en este la posición «que excluye la<br />

existencia de toda ley de la historia», la sociedad como originada en el azar<br />

y el motor de la lucha puesto en el enfrentamiento entre política y coyuntura,<br />

siendo la coyuntura una objetividad que no controlamos y la política el<br />

deseo. La «virtus» política contra la fortuna en una lucha sin desenlace<br />

predecible. Corresponde entonces que la teoría sea permeable a desenlaces<br />

inciertos, finita, abierta a imprevistos, un materialismo del encuentro con<br />

resultados aleatorios. 6<br />

«Sólo una teoría ‹finita› puede ser realmente ‹abierta› a las tendencias contradictorias<br />

que descubre en la sociedad capitalista, y abierta también a su porvenir<br />

aleatorio, a las impredecibles ‹sorpresas› que no han cesado de marcar la historia del<br />

movimiento obrero; abierta y por lo tanto atenta, capaz de tomar en serio y asumir a<br />

tiempo la incorregible imaginación de la historia.» 7 La historia no está concebida<br />

como el cumplimiento de leyes trascendentes sino como abierta a lo<br />

impredecible, con la imaginación activa. Una teoría cerrada que conduce a<br />

un final previsible desde sus propios principios se va a demostrar inapta<br />

para aprehender el brusco zigzagueo que muestra el dibujo del enfrentamiento<br />

clasista en el mayo italiano. Una teoría que puede abarcar todo lo<br />

que la realidad exterior a ella presenta es tributaria de una concepción idealista<br />

del conocimiento, el materialismo mas bien supone lo contrario, ninguna<br />

teoría puede abrazar la realidad en forma completa dado que siempre<br />

hay algo que se sustrae a ella. Ninguna realidad es susceptible de ser reducida<br />

a un saber o a una teoría, siempre algo va a escapar.<br />

6 Algunas de estas ideas son tomadas de Negri, Antonio, «Machiavelli según <strong>Althusser</strong>» en En<br />

Maquiavelo y nosotros. <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong>. Cuestiones de antagonismo º28. Editorial Akal.<br />

7 <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong>, ob.cit.<br />

35 dialéktica


<strong>Althusser</strong> se va a calzar los lentes de Maquiavelo para comprender las<br />

mutaciones de la situación. Elabora un método político a partir de las sugerencias<br />

del florentino. En primer lugar se trata de apreciar la coyuntura<br />

entendida como las circunstancias en las cuales nos toca pensar pero que<br />

no controlamos, la Alemania del siglo XIX incapaz de realizar su unidad<br />

nacional es la coyuntura del pensamiento marxiano. Aquello de que no<br />

elegimos las circunstancias en las que nos toca actuar. Una vez ubicada la<br />

coyuntura se tratará de examinar el vínculo que se establece entre ella y el<br />

deseo político y si logramos dominar este vínculo (y no que suceda lo<br />

inverso) se tratará de transformar el acontecimiento en duración. Ensanchar<br />

lo que aparece como posible, realizar lo virtual.<br />

La política como virtud o «preguntando caminamos»<br />

Un método de esta naturaleza requiere de un tipo de política distinta a la<br />

predominante en los partidos de izquierda de ese momento (y veremos<br />

que la cosa no vario demasiado). En «El marxismo como teoría finita» se va a<br />

desarrollar una polémica contra una concepción de la política vigente en<br />

los partidos comunistas que, en ese momento, eran apéndices de las razones<br />

de estado soviéticas. Los partidos marxistas «realmente existentes» van<br />

a tratar de aplicar la receta rusa y serán sordos a las novedades que trae la<br />

situación. <strong>Althusser</strong>, fiel al psicoanálisis, va a proponer una alternativa a<br />

la sordera partidaria: «Tampoco se trata aquí de «ampliar» a la política existente,<br />

sino de saber estar a la escucha de la política allí donde nace y se hace. En la<br />

actualidad se perfila una tendencia importante para hacer salir a la política de su<br />

estatuto jurídico burgués. La antigua distinción partido-sindicato es puesta a dura<br />

prueba, iniciativas políticas totalmente imprevistas nacen fuera de los partidos y<br />

del propio movimiento obrero (feminismo, formas del movimiento juvenil, corrientes<br />

ecologistas, etc), en una gran confusión, es cierto, pero que puede ser fecunda». 8<br />

Una política de la escucha, «preguntando caminamos» dirían hoy los<br />

zapatistas, dispuesta al imprevisto y que pueda pensar que una confusión<br />

«puede ser fecunda», todavía es chocante. La discusión que propone este<br />

tipo de política aun hoy dista de estar saldada.<br />

En ocasión del encuentro que la revista propuso para compartir el<br />

texto althusseriano comenzaba a desarrollarse un «imprevisto» en la carrera<br />

de Historia de Filosofía y Letras. La coyuntura desplegada mostraba una<br />

lucha entre facciones que impedía la elección del director de la junta de<br />

8 <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong>,ob.cit.<br />

dialéktica 36


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

carrera, se había abierto una brecha en la estructura y por ella se coló un<br />

actor «imprevisto» que provocó una «confusión». La aparición de los representados<br />

colapsó la maquinaria de los representantes que perdieron, momentáneamente,<br />

su razón de ser. Contra todo pronóstico, los<br />

estudiantes 9 acostumbrados a su rol de espectadores en estas intrigas palaciegas,<br />

saltaron de las gradas al escenario y se constituyeron en movimiento,<br />

suspendiendo la lucha entre representantes de la derecha y representantes<br />

de la izquierda.<br />

Los representantes de izquierda se erigieron en «partido del orden» y<br />

aportaron una solución al caos que implicaba una carrera carente de dirección.<br />

La solución era sencilla ellos dirigirían la carrera en estrecha consulta<br />

con la asamblea, lo que se dice una oportunidad histórica ilustrada con una<br />

metáfora ad hoc: «no perdamos el tren de la historia». Sin embargo, la<br />

historia se revelo más compleja de lo esperado y el tren, varias veces a punto<br />

de descarrillar, ahora se encuentra en un desvío. La intervención estudiantil<br />

fue un «palo en la rueda» de la maquinaria burocrática, una momentánea<br />

suspensión de las reglas de juego habituales que permitió repensar las reglas<br />

mismas de la partida.<br />

Una de las reglas del juego de la representación supone que la soberanía<br />

se separa de su origen. De hecho hay representación en la medida que<br />

existe una distancia entre quienes son sede de la soberanía y quienes son<br />

delegados para ejercerla: los representantes. El archicitado Artículo 22 de<br />

«nuestra» Constitución es explícito al respecto: «El pueblo no delibera ni<br />

gobierna sino a través de sus representantes». La democracia directa impugna<br />

las representaciones de cualquier tipo aunque estas aparezcan plagadas<br />

de buenas intenciones. Estas ocasiones son excepcionales, verdaderos<br />

«intersticios» en la estructura delegativa, pero su carácter episódico no<br />

deja de ser una buena oportunidad para experimentar modos de vida alternativos<br />

al dominante. Una política abierta debe estar a la escucha de estas<br />

situaciones, transformar el acontecimiento en duración garantizando las<br />

condiciones que permiten como diría Trotsky «la intervención de las masas<br />

en sus propios destinos».<br />

Obviamente quienes deciden intervenir activamente en sus propios<br />

destinos no ejecutan un plan preconcebido, este es, más bien, resultado de<br />

un ejercicio que se puede reconocer sólo en parte en ejercicios anteriores. La<br />

carrera de historia reconocía en su pasado inmediato intentos de gobernarse<br />

por si misma y con ese fin se había elegido un director en asamblea. Sin<br />

embargo, la experiencia mostró rápidamente sus límites, sin participación<br />

9 Entendemos estudiantes como aquellos que estudian y se preocupan por los problemas de<br />

su cotidiana formación y la de todos/as más allá del claustro al que pertenezcan.<br />

37 dialéktica


del conjunto de la carrera las consignas votadas y el director se revelaron<br />

como puramente formales. Sobre los hombros de aquella situación hoy una<br />

parte importante de la carrera de Historia se niega a volver a transitar ese<br />

camino e intenta la construcción de una fuerza capaz de gobernar los asuntos<br />

de la carrera.<br />

Como advierte <strong>Althusser</strong> la realidad que sigue «no puede ser prevista<br />

desde ahora en su forma positiva: es solamente en el curso de la lucha que<br />

las formas positivas pueden salir a la luz y al orden del día, descubrirse,<br />

hacerse realidad». 10 Los representantes de izquierda intentan prever la<br />

realidad en su forma positiva tratando de simplificarla para que entre en un<br />

programa y se ofrecen como dirección porque tienen una profunda desconfianza<br />

en el movimiento. No creen aquello de que «un paso adelante del<br />

movimiento vale mas que una docena de programas» ni tampoco aquello de<br />

que en el curso de la lucha pueden salir a la luz las formas positivas y<br />

hacerse realidad. Estas formas positivas de autogobierno no pueden<br />

direccionarse desde arriba blandiendo un programa. En realidad se trata de<br />

un trabajo infinitamente mas complejo que ningún golpe de mano puede<br />

ahorrarnos.<br />

Lenin sostenía que cuando entran en acción miles los planes que<br />

habían forjado unas decenas de militantes quedaban caducos. Guardando<br />

las debidas proporciones algo de esto sucede en historia. En tres meses se<br />

produjo un grado de participación que la carrera no conoció al menos en las<br />

últimas tres décadas. La gente que empieza a participar desconoce como<br />

esta organizada institucionalmente la carrera, como se reparte el presupuesto<br />

y la gran mayoría no vivió en las aulas el plan de estudios del cual,<br />

de todas maneras, sospechan. Sería altamente preocupante que un movimiento<br />

de esta naturaleza saliese corriendo a comprar el plan de estudios<br />

razonable y revolucionario que le ofrecen unos compañeros que probablemente<br />

ni conocen.<br />

Mas que un programa y una dirección se impone entonces una construcción.<br />

Algunos pasos se dieron en este sentido. Una parte considerable<br />

de los estudiantes han debatido en estos meses las formas de gobierno o la<br />

repartija del presupuesto, una vez desnaturalizadas las formas instituídas<br />

es posible elaborar y practicar alternativas. Alternativas que no pueden ser<br />

ensayadas en una asamblea sin correr el riesgo de separar nuevamente la<br />

soberanía de su origen. Es en los cursos donde los estudiantes experimentan<br />

el plan de estudios vigente y es ahí mismo donde se puede ejercer la<br />

crítica que se pueda y practicar la alternativa que se discuta. Estas alterna-<br />

10 <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong>, ob.cit.<br />

dialéktica 38


tivas pueden coordinarse en instancias mas amplias como jornadas y resolverse<br />

en instancias más ejecutivas como suelen ser las asambleas. Sin trabajo<br />

desde los cursos las asambleas devienen en torneos de retórica y las<br />

jornadas se parecen a los congresos académicos.<br />

Una vez más, no pretendemos que la realidad pueda ser asimilada por<br />

nuestra teoría, simplemente pensamos alternativas convencidos que el<br />

análisis crítico de la historia no puede ser confundido con la carrera de<br />

historia de la U.B.A. Así como la educación y la justicia no pueden ser<br />

reducidas a las formas, siempre provisorias, de la escuela y a la cárcel.<br />

Quizás lo que se vino a descubrir es que en los tiempos de paz la carrera<br />

se asentaba sobre los hombros de quienes a cambio de una acreditación o<br />

un salario aceptaban pasivamente un orden dado. Probablemente no tenga<br />

esta revuelta un saldo organizativo palpable que permita «verificar»<br />

un avance revolucionario como lo entienden los representantes de izquierda.<br />

Lo cierto es que hay un cambio en la subjetividad notorio que hoy por<br />

hoy se niega a sostener un orden que se verifica opresivo y que se siente<br />

con confianza para pararse sobre sus propias construcciones. <strong>Althusser</strong><br />

diría que se trata «de tomar en serio y asumir a tiempo la incorregible imaginación<br />

de la historia.»<br />

Lo que le achacamos al achacador:<br />

el punto ciego de <strong>Althusser</strong><br />

DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

Sin embargo no todas son flores, aquello de asumir a tiempo la incorregible<br />

imaginación de la historia no es algo que se pueda reconocer a simple<br />

vista en la propia producción althusseriana. Este mismo texto no esta exento<br />

de las críticas que <strong>Althusser</strong> propina al resto.<br />

Como ya mencionamos, una de las ideas centrales presentes en el<br />

texto de <strong>Althusser</strong> El marxismo como teoría finita, es que tanto Marx como los<br />

marxistas pensaron la política y la organización tomando como paradigma<br />

a la política burguesa.<br />

Nuestro planteo es que existe un texto en el cual Marx toma en consideración<br />

aquello que para <strong>Althusser</strong> éste no habría tenido en cuenta. Lo<br />

interesante es que este escrito se encuentra afuera del núcleo de escritos<br />

marxianos que <strong>Althusser</strong> considera marxistas, es decir, es anterior al corte<br />

epistemológico. Por lo cual, estaríamos habilitados a decir que la misma clasificación<br />

que propone este último, sería el impedimento central para dar<br />

una respuesta distinta a la que le imponen las premisas de las cuales parte.<br />

De todas formas, sostenemos que el problema no se encuentra sólo en la<br />

39 dialéktica


idea de corte epistemológico, sino también en un obstáculo del mismo tipo<br />

existente en la interpretación althusseriana.<br />

El concepto de corte epistemológico estaría definido por su<br />

irreversibilidad y su incompletitud. En otras palabras, la ruptura es un acontecimiento.<br />

Aproximémonos de a poco a este tema. En la Revolución teórica de<br />

Marx <strong>Althusser</strong> discute con la social-democracia sobre la interpretación del<br />

joven Marx. Para él se trata de criticar las lecturas sobre este último en futuro<br />

anterior, y, de rechazar, la idea de que la obra de un pensador es un camino<br />

cerrado hacia un resultado, afirmando la necesidad de buscar las contradicciones<br />

y tensiones que atraviesan al texto mismo. En este sentido, el concepto<br />

de ruptura epistemológica defiende muy bien este planteo. En efecto, este<br />

concepto no implica un cierre en el momento en que se instaura, sino que,<br />

por el contrario, abre un proceso, una tendencia –si utilizamos la terminología<br />

presentada en el texto analizado. Ahora bien, esta conceptualización<br />

llevada adelante por <strong>Althusser</strong>, no implica sentar posición sólo frente a los<br />

marxistas socialdemócratas, sino también, frente a Marx mismo, ya que<br />

implicaría poner en cuestión la intepretación que este último hace sobre su<br />

obra en el prólogo de 1859.<br />

Si <strong>Althusser</strong> le hubiera hecho caso a la continuidad que Marx propone<br />

sobre sus trabajos en el texto mencionado, la misma idea de corte<br />

epistemológico no tendría ningún sentido. Pero, inteligentemente, el filósofo<br />

francés hace suyas las palabras de Marx, sentenciando que no se puede<br />

juzgar la obra de un individuo por lo que él mismo piensa sobre ella. En<br />

otras palabras, donde Marx ve continuidad entre sus trabajos críticos sobre<br />

la filosofía del derecho de Hegel y sus textos económicos, <strong>Althusser</strong><br />

ve ruptura e instauración de un nuevo método de análisis científico sobre<br />

el desarrollo histórico del capitalismo. La idea de irreversibilidad, implica<br />

entonces, la creación y utilización de nuevos conceptos nunca antes<br />

utilizados –o presentados dentro de una problemática 11 que ya no es la<br />

misma, lo que implica también un corte 12 – que le permiten empezar a definir<br />

ciertos criterios sobre el funcionamiento y desarrollo del capital, inaugurando<br />

un proceso tendencial que nunca se verá acabado, al menos mientras<br />

11 <strong>Althusser</strong> utiliza el concepto de problemática en oposición al de totalidad, el cual implica<br />

teleología. No se trata, para el autor comentado, de ver cómo se despliega la verdad a partir<br />

de sus propias preguntas, sino de poder llevar adelante un análisis ideológico que permita<br />

contextualizar los problemas planteados por una época, en este caso, a Marx. Esta última,<br />

estructura una modalidad de reflexión sobre los mismos que define -en palabras de <strong>Althusser</strong>una<br />

problemática fundamental que impone las condiciones de reflexión.<br />

12 Este aspecto se encuentra muy bien explicado en Balibar, Étienne, «El concepto de “corte<br />

epistemológico” desde Gaston Bachelard hasta <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong>», en Escritos por <strong>Althusser</strong>, Nueva<br />

Visión, Buenos Aires, 2004, Pág 29.<br />

dialéktica 40


se esté dentro del modo de producción capitalista. Valdría la pena aclarar<br />

que para <strong>Althusser</strong> el corte como acontecimiento teórico no puede ser reducido<br />

a un proceso de evolución teórica, sea esta individual o colectiva; no es<br />

un simple avance en el conocimiento que cambiaría por sí solo el devenir<br />

del proceso histórico, ya que la incompletitud que carateriza al corte<br />

epistemológico hace que éste no empiece y termine en Marx, sino que lo<br />

sobrepasa abriendo una grieta en la estructura ideológica de la época. Ésta<br />

permitiría, al intentar habitarla, pensar y practicar la ciencia de acuerdo a<br />

nuevos criterios. En este sentido, es posible plantear que las grietas pueden<br />

ser profundizadas en diferentes grados, es decir, lo irreversible de la ruptura<br />

no tiene ningún tipo de injerencia sobre la profundización de la tendencia,<br />

de ahí que <strong>Althusser</strong> sostenga en el texto comentado que el comunismo<br />

es un posible que puede realizarse o no.<br />

Marx y el materialismo: La Cuestión Judía.<br />

DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

Vayamos ahora a un párrafo clave del texto de Marx que cuestionaría la<br />

tesis de <strong>Althusser</strong> presentada al principio, a partir del cual podamos ir<br />

mostrando de qué hablamos cuando nos referimos a la existencia de un<br />

obstáculo epistemológico en la interpretación althusseriana del primero.<br />

«Sólo cuando el hombre individual real recobra en sí al ciudadano abstracto<br />

y se convierte, como hombre individual en ser genérico, en su trabajo<br />

individual y en sus relaciones individuales, sólo cuando el hombre ha<br />

reconocido y organizado sus «forces propes» como fuerzas sociales y cuando<br />

por tanto, no desglosa ya de sí la fuerza social bajo la forma de fuerza<br />

política, sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana». 13 Ésta es la<br />

emancipación real o la emancipación práctica como gustaba decir al joven Marx<br />

que implica unir lo que el Estado separa, desacralizándolo e impugnando<br />

la idea de que este último puede ser un medio para alcanzar la emancipación.<br />

Ya que es éste el que desglosa fuerza social de fuerza política. En<br />

palabras de <strong>Althusser</strong>: el hecho de que la lucha de las clases (burguesas o<br />

proletarias) tenga por escenario al estado (hic et nunc) no significa en absoluto<br />

que la política deba definirse en relación con el estado. En este sentido,<br />

que la política no deba definirse en función del Estado significa que política<br />

y Estado son dos polos antagónicos.<br />

Creemos que en el párrafo citado hay una clara definición materialista<br />

de la política, lo que cuestiona frontalmente la idea althusseriana de que<br />

13 Marx, Karl, La Cuestión Judía. CS Ediciones, Buenos Aires, 1999, Pág. 49. Negritas agregadas<br />

41 dialéktica


el pensamiento marxista comienza en un lugar, es decir, después de su<br />

ruptura con el idealismo. Podemos decir, en este sentido, que en el lugar en<br />

que <strong>Althusser</strong> coloca la ruptura, hace visible su propio obstáculo<br />

epistemológico. Éste no le permite ver las tendencias claramente materialistas<br />

que existen en el «joven» Marx. Tal vez, y arriesgando así una hipótesis,<br />

es posible pensar que nuestro autor necesita deshacerse de esa etapa<br />

marxiana para no conceder un espacio de legitimidad a sus rivales políticos.<br />

Muy a pesar de <strong>Althusser</strong>, consideramos que en el párrafo citado se<br />

encuentran reunidos lo social y lo político, lo que explícitamente cuestiona<br />

la idea de la existencia de una sociedad civil y por lo tanto de la escisión que<br />

esta implica. No hace presente a un cielo de la política en el cual todos tendríamos<br />

los mismos derechos volviendo de esta forma inofensivo a lo social<br />

y vacío a lo político. Estamos ante la presencia de una definición de la<br />

política que no separa al cuerpo social de lo que éste puede, y es en este<br />

sentido que esta definición es claramente materialista.<br />

De todas formas, cuidado. No nos apresuremos echándole la culpa<br />

al corte epistemológico. Éste sigue siendo una herramienta más que potente<br />

para confrontar las lecturas teleológicas de la obra de Marx. Entonces,<br />

si la idea es cuestionar aquellas intepretaciones que ven en la obra de<br />

un pensador un camino cerrado hacia un resultado, las contradicciones,<br />

tensiones y rupturas pueden hallarse en cualquier lado. Por eso hay que<br />

ser cuidadoso en cómo se lo utiliza. En otras palabras, la sola existencia de<br />

una ruptura cuestiona ya cualquier lectura que desde una restitución exterior<br />

al texto mismo intente otorgarle un sentido que se encontraba ya<br />

implícito desde el comienzo. 14 Pero, esta posición epistemológica no puede<br />

pretender además descartar lo dicho en este período por considerarlo irrelevante<br />

dentro de los aportes del materialismo histórico. En otras palabras, el<br />

hecho de existir una posición materialista dentro del humanismo marxiano<br />

ya cuestiona cualquier lectura de este tipo, más allá de la problemática en la<br />

que el texto se halle inscripto. El problema althusseriano consiste en haber<br />

aceptado la lectura que ubicaba al autor de La Cuestión Judía dentro del<br />

idealismo y que desde cierto sector del marxismo se hacía sobre los textos<br />

tempranos del mismo. Sino, no se entiende por qué, para <strong>Althusser</strong>, esos<br />

14 De todas formas, es importante aclarar, que pueden encontrarse varias rupturas en la línea<br />

de una definición materialista de la política. Sin pensar que son las únicas, podemos mencionar<br />

tres. La primera, es la mencionada en La cuestión judía, la segunda es la analizada por<br />

Miguel Abensour en su libro La democracia contra el estado respecto a uno de los textos de<br />

Marx sobre la filosofía del derecho de Hegel, y la tercera, la ya archiconocida tesis XI, en<br />

donde Marx no separa pensamiento de praxis. Ver Abensour, Miguel, La democracia contra el<br />

estado, Colihue, Buenos Aires, 1998.<br />

dialéktica 42


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

textos carecen de importacia. En efecto, en La revolución teórica Marx podemos<br />

escuchar decir a <strong>Althusser</strong>: «…Así la antropología de Feuerbach puede<br />

llegar a ser la problemática no sólo de la religión (Esencia del Cristianismo),<br />

sino también de la política (La Cuestión Judía, el manuscrito del 43), más aun,<br />

de la historia y la economía (el Manuscrito del 44), sin cesar, en lo esencial, de<br />

permanecer en la problemática antropológica, aun cuando las ‹palabras› de<br />

Feuerbach hayan sido abandonadas y sobrepasadas. Se puede, es cierto,<br />

considerar que es políticamente importante pasar de una antropología religiosa<br />

a una antropología política y finalmente a una antropología económica,<br />

más aun, cuando en 1843, en Alemania, la antropología representaba<br />

una forma ideológica avanzada. Estoy totalmente de acuerdo con ello. Pero<br />

este mismo juicio supone que se conozca previamente la ideología considerada,<br />

es decir, que se haya definido su problemática efectiva…». 15 El problema<br />

que no tiene en cuenta <strong>Althusser</strong> reside en que la problemática ideológica<br />

define que necesariamente un pensador, en este caso Marx, se enfrente al<br />

grupo de ideas predominantes en su época, pero, lo que no puede determinar<br />

es cómo se va a enfrentar a esas ideas. En otras palabras, el encuentro<br />

con el otro supone aleatoriedad. La problemática de una época, no puede<br />

determinar totalmente el cómo de las relaciones. Es por eso que cuando<br />

<strong>Althusser</strong> ve en La Cuestión Judía un «momento» del pensamiento de Marx<br />

dentro de la problemática política de su época, se le escapa que en el texto<br />

antes citado Marx reúne lo social y lo político cuestionando de esta manera<br />

la tesis althusseriana.<br />

Como ya habíamos dicho, el problema no se encuentra en la ruptura,<br />

sino en como se la utiliza estableciendo un punto de no retorno, a partir del<br />

cual lo válido es lo que se abre hacia adelante y lo que queda por detrás debe<br />

ser descartado. A partir de aquí la existencia de un obstáculo epistemológico<br />

ya se expresa en todas sus dimensiones. <strong>Althusser</strong> convierte la ruptura en<br />

fundamento, transformando a la irreversibilidad en origen y a su tendencia<br />

en un callejón sin salida. Si la dialéctica materialista sólo bosquejada en<br />

Marx «debía ser buscada en la práctica revolucionaria del movimiento obrero<br />

(Lenin, Mao) donde figuraría en persona en el estado práctico» 16 nos encon-<br />

15 <strong>Althusser</strong>, <strong>Louis</strong>, La revolución teórica de Marx, Siglo XXI editores, México, 1999, Pág. 55.<br />

Negritas agregadas.<br />

16 Balibar, Étienne, Op. Cit., Pág. 34. Este comentario de Balibar sobre la obra de <strong>Althusser</strong><br />

puede encontrarse no sólo en las obras más clásicas de este último, como por ejemplo la<br />

revolución teórica de Marx o la filosofía como arma de la revolución, sino también en el texto<br />

aquí comentado. Al respecto ver <strong>Althusser</strong>, <strong>Louis</strong>, El marxismo como teoría finita, Op. Cit.,<br />

Pág. 17. Para los otros textos ver: <strong>Althusser</strong>, <strong>Louis</strong>, La revolución teórica de Marx, Op. Cit.<br />

Capítulo VI; y, <strong>Althusser</strong>, <strong>Louis</strong>, Práctica teórica y lucha ideológica, en, “La filosofía como arma<br />

de la revolución”, Cuadernos de pasado y presente, México, 1988.<br />

43 dialéktica


tramos con el problema de que los teóricos analizados por <strong>Althusser</strong>, son<br />

aquellos que definen la política en función del Estado. Y recordemos que<br />

definir la politica en función del estado era un pecado de juventud de Marx,<br />

una vez hecho el corte epistemológico no debería haber una recurrencia a<br />

asociar política y estado. Sin embargo algo de esto aparece en las ambigüedades<br />

en las que cae <strong>Althusser</strong> en su texto «El marxismo como teoría finita»,<br />

en donde se habla de la «desinstrumentalización de la idea de dictadura<br />

del proletariado». Siendo más específicos, <strong>Althusser</strong> sostiene que de la misma<br />

forma en que Tales abrió paso a la filosofía platónica y que Galileo fue<br />

necesario para la aparición de la filosofía cartesiana, Marx comenzó a trazar<br />

el camino de la filosofía marxista o materialismo dialéctico, que para<br />

<strong>Althusser</strong> debe ser continuado a partir de la obra de Lenin y Mao. Ahora<br />

bien, son justamente estos últimos quienes definen la política en función de<br />

la toma del poder del estado.<br />

Epílogo<br />

Si el objetivo inicial era mostrar las vigas conceptuales del pensamiento<br />

althusseriano en la etapa de escritura de «El marxismo como teoria finita»<br />

debemos admitir que una de las apuestas que nos proponía el texto era la<br />

de renunciar a la pretensión totalizante de la teoría. El «teatro teórico»<br />

althusseriano se reveló y aún se revela como absolutamente permeable a<br />

las exigencias de la práctica al punto que sugerimos que la propia lucha<br />

político-teórica de la época le impidió apreciar posibilidades materialistas<br />

en el joven Marx. Incluso el hecho de que no repare en reivindicar a<br />

Lenin y Mao al tiempo que abomina de la política ligada al estado sólo<br />

parece confirmar que un marxismo como teoría finita no puede resolver<br />

«en el cielo de la teoría» lo que permanece sin resolverse en las lides prácticas.<br />

Superar el estado de cosas actual en términos prácticos y no sujetar<br />

la realidad a un ideal parece seguir siendo una consigna vigente. De todas<br />

formas, y siguiendo nuevamente a Balibar, es necesario aclarar que de la<br />

misma manera que no existe una «teoría pura», es decir, una teoría ajena a<br />

toda ideología, tampoco es posible hablar de una «práctica pura» no afectada<br />

por la anterior. Aceptar que la práctica transforme a la ideología, no<br />

significa afirmar que la primera no se encuentre tamizada por la última, ya<br />

que de sostenerse lo contrario la misma idea de obstáculo epistemológico<br />

carecería de sentido en relación a la práctica política. En este sentido, el<br />

mismo acontecer del proceso en la carrera de historia es un claro ejemplo de<br />

que la distinción entre práctica e ideología no puede ser sostenida.<br />

dialéktica 44


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

¿Se marchitan acaso<br />

las flores de plástico?<br />

FLORENCIO NOCETI<br />

Lo que más detestaba yo era el hegelianismo...<br />

GILLES DELEUZE.<br />

Una pieza de otro rompecabezas<br />

Hoy hace seis años, Patricio Mc Cabe y yo estábamos escribiendo La Amenaza<br />

Fantasma para el número 11 de <strong>Dialéktica</strong>. Era una suerte de estudio<br />

sobre la actuación de los medios de comunicación masiva en nuestras luchas<br />

de entonces. Y sería el primero de muchos artículos en colaboración<br />

que con el tiempo iríamos publicando en ésta y otras revistas, para constituir<br />

una de las series más completa y justificadamente ignoradas de la<br />

historia de las ideas políticas.<br />

Por algún motivo que ya no recuerdo, pensábamos que era indispensable<br />

glosar en aquél trabajo cierta entrevista que Tony Negri le había<br />

hecho a Gilles Deleuze en la primavera de 1990 para el primer número de<br />

Futur antérieur. Lo más divertido de ese intercambio era cierto desacuerdo<br />

bastante violento en torno a la potencia revolucionaria de los propios medios<br />

masivos que tanto nos interesaban y de la comunicación en general.<br />

Se discutía -a partir del libro de Deleuze sobre Foucault- el posible<br />

tránsito de las sociedades “disciplinarias” (cuya técnica característica sería<br />

el encierro en cárceles, hospitales, escuelas, fábricas y afines) hacia<br />

sociedades de “control” (continuo e instantáneo de toda comunicación). Y<br />

el ex-convicto italiano decía una barbaridad del estilo de que si bien el<br />

45 dialéktica


dominio sobre la palabra y la imaginación eran cada vez más perfectos,<br />

nunca como en esos años las minorías y las singularidades habían sido hasta tal<br />

punto capaces de recuperar la palabra y, con ella, un grado superior de libertad.<br />

A lo que Deleuze contestaba de muy mala manera, asegurando que<br />

él no tenía ni idea de si las sociedades de control y comunicación podían<br />

suscitar formas de resistencia capaces de dar alguna oportunidad al comunismo<br />

como Negri pretendía, y encima que si así fuera, no lo sería jamás<br />

porque las minorías recuperaran la palabra. Al parecer bastante mosqueado,<br />

el uñoso francés sentenciaba que la palabra y la comunicación estaban ya<br />

podridas, y no accidentalmente sino por su propia naturaleza.<br />

La polémica era una pieza de otro rompecabezas, y si no me equivoco<br />

decidimos dejarla de lado poco elegantemente para terminar con el<br />

escrito. Creo que fue idea mía atribuirla a un supuesto “radicalismo del<br />

último Deleuze” que fue el hazmerreír de muchos camaradas de ruta (recuerdo<br />

en particular las burlas de Gabriel Livov).<br />

¿Pero por qué cuernos cuento todo esto que si no le interesaba a<br />

nadie entonces mucho menos le interesará a alguien ahora? Porque cuando<br />

el propio Mc Cabe apareció hace unos meses con el texto de <strong>Althusser</strong><br />

que abre esta sección, creí encontrar otras piezas de aquél rompecabezas.<br />

No todas, claro, pero unas cuantas. Digamos que las suficientes como para<br />

armar una de sus esquinas, y acaso para adivinar qué cuadro reproduce...<br />

dialéktica 46<br />

Otra del mismo<br />

<strong>Althusser</strong>, como sabe quien haya empezado a leer este dossier por el principio,<br />

acusa a Gramsci de haber oscurecido aún más los de por sí ya oscuros<br />

puntos ciegos de la teoría marxista al retomar la vieja distinción burguesa<br />

entre sociedad política y sociedad civil. Distinción tal vez no del<br />

todo vieja, pero sí burguesa, porque para el asesino nacido en Argel es<br />

sólo desde la perspectiva de la ideología burguesa que se puede desagregar<br />

lo social en político y civil.<br />

Digo que la distinción gramsciana, por muy burguesa que sea, tal<br />

vez no sea del todo vieja, porque el concepto de sociedad civil que este<br />

otro ex-convicto italiano produce no remite, como los producidos por sus<br />

predecesores, a la estructura social pre-política y pre-estatal, sino a una<br />

región privada no-pública y no-estatal de la superestructura.<br />

Por otra parte, se cree en general 1 , y más que nada porque Bobbio así<br />

1 Digo en general nomás. Néstor Kohan, y muchos otros atentos lectores de Gramsci no<br />

comparten la opinión de Bobbio, y no quisiera quedar en entredicho con ellos.


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

lo ha dicho, que la novedad de la distinción de marras consiste en cierta<br />

inversión de concepciones heredadas de Hegel, y no de Marx, como sería<br />

más lógico pensar.<br />

¿Y con qué nos deja todo esto? Pues con una tradición italiana, inaugurada<br />

por Gramsci que revaloriza (al redefinirlo) el concepto de sociedad<br />

civil, volviendo a las fuentes hegelianas del marxismo, y confía en su<br />

potencia revolucionaria, hasta el punto de concebir el límite ideal de la<br />

revolución como la reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil.<br />

Y con una tradición francesa con <strong>Althusser</strong> como iniciador, que desestima<br />

el concepto como perteneciente a la ideología burguesa, intentando<br />

redimir al marxismo de esa especie de pecado de juventud que sería su<br />

hegelianismo, y que insiste en el carácter indisolublemente político del<br />

todo de lo social.<br />

¿Quiere decir ésto que el desacuerdo entre Deleuze y Negri evidente<br />

ya en 1990 se debe a que el primero es un uñoso francés, y el segundo<br />

un ex-convicto italiano? O lo que es casi lo mismo: ¿Quiere decir que se<br />

debe a que el primero es althusseriano y el segundo gramsciano? O lo que<br />

es casi lo mismo, por segunda vez: ¿Quiere decir que se debe a que el<br />

primero es antihegeliano y el segundo hegeliano? No solamente, sin duda,<br />

pero en parte sí.<br />

La de la esquina<br />

La generación de Deleuze, que es también la de Foucault y la de Guattari,<br />

lee a Marx con los anteojos de <strong>Althusser</strong>. En su vasta obra filosófico-política<br />

el concepto de sociedad civil no aparece ni siquiera mencionado, ni en<br />

su acepción hegeliana, ni en su acepción gramsciana, ni en ninguna otra.<br />

Y esto es lo que Negri, y ya que estamos Hardt, no pueden ver. Este es el<br />

punto ciego en su lectura del post-estructuralismo francés.<br />

El segundo ex-convicto italiano, hereda del primero (y por su intermedio<br />

de Hegel, Bobbio dixit) su confianza en la pertinencia del concepto<br />

de sociedad civil. Y su esbirro americano no puede más que imitarlo. En<br />

Imperio no se cansan de escribir acerca de él, y hasta producen -bastante<br />

previsiblemente por cierto- un concepto de sociedad civil global: Un atajo<br />

de medios, iglesias, partidos y ONGs que baila con el Imperio el mismo<br />

baile superestructural que la sociedad civil gramsciana bailaba con el Estado.<br />

Lo más grave del caso, es que una y otra vez, haciendo gala de su<br />

parcial ceguera, amalgaman su concepto italianizante de sociedad civil,<br />

con el concepto francés de sociedad disciplinaria. El 15º capítulo del brulote<br />

47 dialéktica


ecién mencionado merece ser leído aunque más no sea como un logradísimo<br />

ejemplo de tergiversación conceptual.<br />

Se dice allí que las instituciones sociales que constituyen la sociedad disciplinaria<br />

son en gran parte las mismas que aquéllas entendidas como sociedad civil.<br />

Pero cuando se trata de enumerar las primeras se habla -como no podría ser<br />

de otro modo- de la escuela, la cárcel, el hospital, y la fábrica, y cuando se<br />

discuten las segundas la lista incluye -como no podría ser de otro modo- los<br />

sindicatos, las iglesias, los medios de comunicación masiva y los partidos.<br />

Para distinguirlo del de sociedad de control, se equipara allí el concepto<br />

de sociedad civil con el de sociedad disciplinaria. Pero se lo remite<br />

a un supuesto complejo de instituciones no-estatales, no-políticas que<br />

median entre las fuerzas sociales y económicas inmanentes y las fuerzas<br />

políticas y estatales que las trascienden y dominan. Olvidando al parecer<br />

que el concepto de sociedad disciplinaria denota un conjunto de aparatos,<br />

dispositivos o máquinas indisolublemente estatales y políticos que ejercen<br />

el dominio en el propio plano de inmanencia.<br />

Se confunden, en suma, en Imperio, dos conceptos referidos a conjuntos<br />

que no coinciden. No coinciden en extensión, ni coinciden en intensión<br />

(en el sentido de comprensión). Y no se confunden casualmente, sino<br />

en virtud de la incompatibilidad de las dos tradiciones de pensamiento<br />

político a las que pertenece cada uno.<br />

dialéktica 48<br />

Y otra más<br />

En el capítulo cuya lectura acabo de recomendar se sugiere que los componentes<br />

de la sociedad civil hoy se van marchitando progresivamente. Y esto<br />

da pie a un artículo firmado por Hardt en solitario (hasta los ex-convictos<br />

italianos tienen sus límites), intitulado El marchitamiento de la Sociedad Civil<br />

2 cuya lectura, en cambio, desaconsejo vehementemente.<br />

Es que ese textito no hace más que trasladar la operación perpetrada<br />

en Imperio contra Vigilar y Castigar y contra Capitalismo y Esquizofrenia,<br />

al breve Post Scriptum sobre las Sociedades de Control que cierra las Conversaciones<br />

de Gilles Deleuze. Pero con el agravante de que pone el acento en la<br />

concomitancia entre el paso de una sociedad disciplinaria a una sociedad<br />

de control, y el aparente debilitamiento de la sociedad civil en favor de la<br />

sociedad política.<br />

Si esta concomitancia se diera, cosa de lo más dudosa según se dis-<br />

2 El título original dice «The Withering...», y la única traducción española de la que tengo<br />

noticia elige traducirlo -erróneamente a mi entender- como «El Deprimiento...».


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

cutirá enseguida, se daría por mera coincidencia, ya que en términos prácticos<br />

el ejercicio de los aparatos, dispositivos y máquinas que hacen a las<br />

sociedades disciplinarias, no se confunde con el funcionamiento de las<br />

instituciones que integrarían la sociedad civil.<br />

Y en términos teóricos, los conceptos de sociedad civil y sociedad<br />

política, pertenecen a un nivel de análisis diferente de aquel al que pertenecen<br />

los conceptos de sociedad disciplinaria y sociedad de control. Los<br />

primeros pretenden remitir al principio del andamiaje del sistema, y los<br />

segundos apenas si se refieren a la forma de implementación del régimen.<br />

(Y esto sin contar que, si le concedemos el punto original a <strong>Althusser</strong>,<br />

pertenecen además a diferentes ideologías.)<br />

O sea que aún si Hardt, y ya que estamos Negri, estuvieran en lo<br />

cierto acerca del Marchitamiento de la Sociedad Civil, éste nada tendría que<br />

ver con el paso de una sociedad disciplinaria a una de control. Pero subrayo<br />

el “aún si” porque no creo que estén en lo cierto, e intentaré explicar<br />

por qué a modo de conclusión.<br />

¿Se alcanza a adivinar el cuadro?<br />

Si Gramsci había invertido la teorización hegeliana amenazando con el<br />

fin del Estado y de la sociedad política, y anunciando su reabsorción en la<br />

sociedad civil. Los autores de Imperio invierten la inversión (sin admitirlo,<br />

claro) y estiman que la sociedad civil podría quedar absorbida en el Estado. Y es<br />

este proceso de absorción el que califican de marchitamiento, debilitamiento<br />

o deprimiento.<br />

Pero -por segunda y última vez- el que haya empezado a leer este<br />

dossier por el principio sabe cual es la opinión predominante en Francia a<br />

este respecto: El estado ha penetrado siempre profundamente en la sociedad civil.<br />

O por utilizar las palabras de Deleuze en la entrevista de la que todo<br />

esto surgiera: Las instituciones de la sociedad civil ya están podridas, y<br />

no accidentalmente sino por su propia naturaleza. No hoy, como creen<br />

Negri y Hardt, sino siempre como dice <strong>Althusser</strong>.<br />

Recuperemos las palabras del argelino loco, para quienes leen el<br />

dossier en cuotas y ya las han olvidado: El estado siempre ha estado “ampliado”;<br />

y acerca de esto es necesario que nos entendamos bien, contra el equívoco de<br />

aquellos que consideran esta “ampliación” como un hecho reciente y que cambiaría<br />

los datos del problema. Son las formas de esta ampliación las que han cambiado<br />

(por cierto, ¿cómo no?) y no el principio de ampliación.<br />

O sea que lo social es por principio político. Que el carácter político<br />

de su sujeción es invariante, y que lo que varía en todo caso es la forma de<br />

49 dialéktica


esa sujeción: las cadenas de la soberanía pudieron haber sido reemplazadas<br />

por las de la disciplina, y acaso éstas estén siendo reemplazadas hoy<br />

por las del control.<br />

La sociedad civil, en tanto, no es más que un resabio de ideología<br />

burguesa, una flor ilusoria para disimular cadenas que son inevitablemente<br />

políticas. Y las flores ilusorias no se marchitan. No se debilitan. O nos<br />

engañan o nos dejan de engañar, pero no se deprimen.<br />

Todo esto ya lo sabía <strong>Althusser</strong> 3 , según él por su original lectura de<br />

Marx, lo ignoraba (acaso a propósito) Hegel, y por su culpa también lo<br />

ignoró y lo ignora el linaje de los ex-convictos italianos y lo descubrieron<br />

Foucault, Guattari y Deleuze en mayo del ’68. O al menos eso decía este<br />

último en la entrevista con la que hace seis años abrimos esta discusión...<br />

3 «Simplemente me parece que hasta hace algún tiempo se ha estado ciego frente a la<br />

efectiva ampliación del estado, que era ya visible en la monarquía absoluta (para no<br />

remontarme más atrás) y en el estado del capitalismo imperialista.»<br />

dialéktica 50


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

La aporía de Sansón<br />

MARIANO REPOSSI<br />

MARTÍN MOSQUERA<br />

Sansón se agarró a las dos columnas centrales que sostenían la casa; y haciendo fuerza<br />

sobre ellas, sobre la una con la mano derecha, sobre la otra con la mano izquierda, dijo:<br />

«¡Muera yo con los filisteos!» Tan fuertemente sacudió las columnas, que la casa se<br />

hundió sobre los príncipes de los filisteos y sobre todo el pueblo que allí estaba, siendo los<br />

muertos que hizo al morir más que los que había hecho en vida.<br />

JUECES, 16:29.<br />

y el resultado escueto [es] simplemente el cadáver que la tendencia deja tras sí.<br />

GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL.<br />

El Antiguo Testamento y una tipología de la militancia política<br />

El proceso de activación política que, al iniciarse el año académico 2005,<br />

sacudió al Departamento de Historia de esta Facultad no pareció contar<br />

con el rezagado (y ambiguo) auxilio divino brindado a Sansón, a pesar<br />

del sinónimo deseo de derrumbe y sepulcro. Quizá, porque mientras el<br />

cuerpo de Sansón compatibilizaba en sus brazos ese doble deseo, el cuerpo<br />

asambleario de aquel proceso de activación se diferenciaba en dos tendencias<br />

incompatibles: hacia un lado, una tendencia novedosa que intentaba<br />

socavar los cimientos institucionales, y, hacia el otro lado, una tendencia<br />

51 dialéktica


tradicional que intentaba sepultar toda iniciativa novedosa. Nos referimos<br />

a las dos tendencias políticas más visibles durante ese proceso: la que propiciaba<br />

prácticas y conceptos relativos a la autoorganización, y la que propugnaba<br />

prácticas y conceptos relativos al modelo del «partido».<br />

Es en virtud del accionar de esta segunda tendencia –accionar de<br />

carácter molar, de despliegue en bloque de sus operaciones–, que no aplicamos<br />

una excesiva violencia terminológica si la nombramos como «las agrupaciones<br />

partidarias». Pero aquella primera tendencia sí nos presenta problemas<br />

para definirla, ya que se trató de un movimiento difuso, pletórico de<br />

propensiones, heterogéneo de experiencias y heteróclito de perspectivas,<br />

constituido por colectivos descentralizados y estudiantes «sueltos», integrado<br />

incluso por algunas «agrupaciones partidarias», y por lo tanto indócil<br />

a cualquier significante duro. Arriesgando una definición genérica, definiremos<br />

a este movimiento como el de todas aquellas tendencias que alentaban<br />

un camino hacia el «autogobierno» de la carrera de Historia. Y, si bien<br />

nos ubicamos en una posición de interioridad política y subjetiva a este<br />

movimiento –o, mejor dicho, debido a esto–, intentaremos observar algunas<br />

de sus limitaciones o bloqueos en relación con la problemática que pretendemos<br />

investigar.<br />

No diremos que los extremos se tocan, pero sí diremos que, en los<br />

extremos de cada una de esas dos tendencias, localizamos una correspondencia<br />

veterotestamentaria en el ápice vertiginoso de los puntos de máxima<br />

aceleración. Hacia un lado, la orientación trotsko-leninista prescribe «el<br />

programa» y la ocupación de cargos en el Departamento como condiciones<br />

necesarias para el despliegue de la lucha. Este extremo del activismo «tradicional»,<br />

que relaciona los procesos de activación con la abundancia de<br />

recursos y la gestión de los mismos, se inscribiría bajo el modelo de Adán,<br />

según el cual la condición de toda activación reside en el Paraíso (de la<br />

gestión). Hacia el lado opuesto, prevalece cierta propensión al «anarquismo<br />

romántico» que pugna por la permanencia indecidible e indefinida del<br />

«vacío» como condición necesaria para el despliegue del movimiento. Este<br />

extremo del activismo «de nuevo tipo», que relaciona los procesos de activación<br />

con una suerte de «retorno» a un «grado cero» de institucionalidad, se<br />

inscribiría bajo el modelo de Moisés, según el cual tan sólo el Desierto puede<br />

preparar el levantamiento. Adán o Moisés. Toma del poder o desierto propicio,<br />

that’s the question.<br />

No obstante esta correspondencia antagónica puntual, ambos extremos<br />

de las dos tendencias mayoritarias parecieron montarse sobre una común<br />

opinión consistente en creer que la mera «forma asamblea» es una<br />

máquina de producir emancipación. Así, de una parte, la activación política<br />

se les aparece como una simple respuesta pasiva al estímulo del ambien-<br />

dialéktica 52


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

te: el medio asamblea activaría, pasivamente, al movimiento. De otra parte,<br />

la activación política (según coinciden ambos extremos) apunta sólo a aquellas<br />

relaciones políticas que se mueven en función de una carencia: faltarían<br />

recursos y esta contabilidad de stock incluiría sujetos ausentes. Dicho en<br />

pocas palabras, esta suerte de «fetichización de la instancia asamblearia»<br />

(que, felizmente, no encontró asidero firme en el horizonte general del movimiento<br />

por el autogobierno, pero que perdura como peligro latente en este y<br />

en otros espacios de militancia de nuestra facultad) conduce cualquier odisea<br />

política a un doble atolladero: la Escila del reflejo condicionado y la<br />

Caribdis de la rentabilidad.<br />

El impaciente (y, acaso, defraudado) lector se preguntará, tal vez, qué diablos<br />

tiene que ver todo esto con el texto de L. <strong>Althusser</strong> que inaugura el<br />

dossier de este número de <strong>Dialéktica</strong>. Pues bien, el conflicto acaecido en la<br />

carrera de Historia habilitó la emergencia de un antagonismo de tendencias<br />

que reposa –a nuestro entender–sobre la permanencia de una escisión fundamental.<br />

Tanto las agrupaciones partidarias y su espíritu de inmediata<br />

subsunción de los procesos de activación a lo institucional –como efecto de<br />

la supremacía de lo «superestructural»–, como el anarquismo romántico y<br />

su idealización del «éxodo» –como efecto del repudio a toda<br />

institucionalización alternativa–, son dos maneras de conservar la misma<br />

separación entre la sociedad política y la sociedad civil: Mientras la primera<br />

quiere las palancas estatales que gestionen «desde afuera» lo social, la segunda<br />

se unge marginal «al adentro» por considerar que la sustracción al<br />

anatema estatal es resultado de una mera determinación de la voluntad.<br />

Nuestro propósito es tomar este aspecto puntual de la problemática<br />

política manifiesta en un proceso cercano de activación universitario como<br />

ejemplo que nos permita pensar esa escisión fundamental y su posible superación:<br />

posibilidad que sólo es pensable en los mismos intersticios prácticos<br />

de todo proceso de activación.<br />

¿Y <strong>Althusser</strong>?<br />

Calma, que hay un tiempo de esparcir las piedras y un tiempo de amontonarlas<br />

(ECLESIASTÉS, 3:5). Abordaremos primero esa escisión metafísica –es<br />

decir, política– en una serie de trazos sumamente groseros mediante los<br />

cuales trataremos de determinar los rasgos genealógicos que constituyen la<br />

imagen moderna del dualismo entre lo social y lo político.<br />

53 dialéktica


Del Dios eterno en el Cielo al Dios mortal en la Tierra<br />

el dualismo ontológico de la cultura del antiguo régimen debía ser reemplazado por un<br />

dualismo funcional y la crisis de la modernidad debía resolverse con la aplicación de los<br />

mecanismos adecuados de mediación. Era fundamental evitar que se interpretara, según<br />

la visión de Spinoza, que el ser de la multitud estaba en relación directa, inmediata, con<br />

la divinidad y la Naturaleza, que se entendiera como el productor ético<br />

de la vida y el mundo<br />

ANTONIO NEGRI, MICHAEL HARDT.<br />

Como es sabido, los teólogos del medioevo –con Agustín de Hipona a la<br />

cabeza– nos legaron una interpretación de la doctrina platónica que configura<br />

un más acá corporal, sensible y perecedero, y un más allá espiritual,<br />

inteligible y perenne. Por este legado, la organización política temporal<br />

debía acomodarse al paradigma eidético que sólo el rey-filósofo (o, en su<br />

defecto, el sumo pontífice de turno) podía conocer.<br />

El primer objetor y refutador de esa concepción fue un estudiante. Un<br />

estudiante de la Academia que el mismo Platón dirigía: Aristóteles, el primer<br />

ejecutor de una «inversión del platonismo» 1 , convirtió la trascendencia<br />

de las Ideas (situadas «fuera» de las cosas) en inmanencia de las esencias<br />

(situadas «dentro» de las cosas). Pero, por esos avatares de la vida, el Corpus<br />

Aristotelicum se sustrajo a las lecturas de Occidente durante diez siglos,<br />

velado en los anaqueles de las bibliotecas orientales.<br />

Los textos de Aristóteles ingresan a Europa Central por tandas, recién<br />

en los siglos XII y XIII, provocando un tremendo revuelo intelectual y<br />

político. Por fuerza de esa inesperada irrupción, los doctores de la Iglesia se<br />

devanan los sesos en el intento de adecuar el inmanentismo aristotélico a la<br />

doctrina de la Iglesia. Hoy sabemos que Tomás de Aquino salió airoso de la<br />

gesta. Si «el hombre es un animal político», vivir en sociedad es un hecho<br />

natural, es decir, el destino comunitario de los hombres está dado por naturaleza.<br />

A partir de entonces, el organicismo jerárquico secular (la polis, la<br />

ciudad, el microcosmos, el ámbito sublunar y temporal) es la imagen móvil<br />

del inconmovible organicismo celestial (Dios, el universo, el macrocosmos,<br />

el ámbito supralunar y eterno). Las cosas en la Tierra tienen un lugar asignado<br />

y una función que cumplir a imagen y semejanza de las cosas en el<br />

Cielo. Y aunque esa naturalización del orden político pervive hoy con otro<br />

1 Cuando leemos, en los últimos Diálogos de Platón, reformulaciones críticas de su propia<br />

teoría, oímos el eco de las discusiones instaladas en el seno de la Academia (cuyo más<br />

destacado estudiante era, por supuesto, Aristóteles, «el Lector», como lo llamaba su<br />

maestro).<br />

dialéktica 54


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

ropaje, esa configuración histórica de prácticas y conceptos es la que conocemos<br />

como Antiguo Régimen.<br />

¿Qué pasó entonces? Pasó que las mujeres y los hombres de la Europa<br />

Central descubrieron el plano de inmanencia. Este descubrimiento funda<br />

la revolución renacentista (activada en los siglos XIV, XV y XVI), que desfonda el<br />

zócalo dualista del Antiguo Régimen instituyendo el monismo de la inmediación<br />

práctica, teorética y poiética. En muy pocas palabras: a) la concepción<br />

metafísica y sagrada de la ciencia (infalibilidad tanto del Corpus<br />

Aristotélicum como del Canon bíblico) muta en concepción experimental y<br />

profana de la ciencia (el Novum Organon de Francis Bacon, los experimentos<br />

de Galileo Galilei), b) la visión jerárquica de una sociedad invariable (preeminencia<br />

organicista del todo sobre las partes por reflejo terrenal del orden<br />

universal) muta en visión constituyente de la historia y las ciudades<br />

(Guillermo de Ockham, Marsilio de Padua), y c) la conciencia dualista del<br />

ser (con un pie en la Temporalidad y otro en la Eternidad) muta en subjetividad<br />

inmanente de conocimiento y acción (Dante Alighieri, Nicolás<br />

Maquiavelo).<br />

Pero toda revolución desencadena una contrarrevolución. No es difícil<br />

sospechar por qué razones el régimen de dominación vigente quería<br />

sostener el dualismo metafísico. «Rómpanse el lomo aquí en la Tierra, fieles<br />

mortales, y tendrán su recompense allá en el Cielo», o, para decirlo un poco<br />

más elegantemente: «No porque pena te sobre, / siendo pobre, es en mi ley / mejor<br />

papel el del rey / si hace bien el suyo el pobre» (responde el Autor a las quejas del<br />

Pobre por el papel que le ha tocado representar en El Gran Teatro del Mundo,<br />

de Calderón de la Barca), «Y la comedia acabada / ha de cenar a mi lado / el que<br />

haya representado, / sin haber errado en nada». 2 Pero ahora las masas populares<br />

no querían esperar a morirse para cenar con el «Autor» tras las<br />

bambalinas celestiales: querían cenar ya mismo, en el suelo polvoriento del<br />

escenario terrenal. ¿Cómo restituir el dualismo metafísico después del Renacimiento?<br />

¿Cómo restablecer el régimen de dominación sobre la producción<br />

después que la fe en los poderes creadores de un Dios puro y trascendente<br />

mutó en afirmación de la potencia creativa de la multitud sórdida y<br />

mundana?<br />

Era imposible. Los efectos de la revolución renacentista eran irreversibles.<br />

Pero entre las tendencias presentes en este período de la Modernidad<br />

prevaleció una, la que llamamos burguesía. Según esta tendencia, había que<br />

eliminar la trascendencia medieval, que sólo estorbaba la producción y el<br />

2 DE LA BARCA, CALDERÓN. El gran teatro del mundo, Porrúa, Máxico D. F., 1991, versos 419-422<br />

y 429-432, respectivamente. (Para un análisis ético y político de esta obra, ver SCAVINO, DAR-<br />

DO, La era de la desolación, Manatial, Bs. As., 1999, pp. 28-32.)<br />

55 dialéktica


consumo, pero había que conservar a la vez la efectividad disciplinadora de<br />

la trascendencia, adecuándola a los nuevos modos de asociación y producción.<br />

Y nada fue imposible.<br />

Theatrum Philosophicum<br />

La destreza en hacer y mantener los Estados descansa en ciertas normas, semejantes a<br />

las de la aritmética y la geometría, no (como en el juego de tennis) en la práctica solamente:<br />

estas reglas, ni los hombres pobres tienen tiempo ni quienes tienen ocio suficiente<br />

han tenido la curiosidad o el método de encontrarlas.<br />

THOMAS HOBBES.<br />

Dios cae de un hondazo asestado por las masas y su parasitaria burguesía<br />

en ascenso. Pero Dios no es otra cosa que expresión inmaterial de una<br />

modalidad de mando, terror y explotación. Así que la burguesía reorganizó<br />

las fuerzas en conflicto. Había que montar un comando sobre las<br />

nuevas composiciones de la producción social –tanto en Europa como en<br />

las colonias americanas– con el objeto de dominar y extraer ganancias de<br />

las nuevas fuerzas transformadoras. Entonces, una vez que el dios trascendente<br />

cuya morada era la eternidad cayó desparramado sobre la faz de la<br />

Tierra, la burguesía juntó los pedazos y forjó en la fragua de la ciencia<br />

nueva un nuevo dios trascendente, que ya no era eterno sino mortal: Leviatán,<br />

el Estado Moderno.<br />

De esta manera, el dualismo metafísico entre lo terrenal y lo divino,<br />

desterritorializado por la revolución renacentista, es reterritorializado –en<br />

función de las nuevas necesidades de explotación– en un nuevo dualismo,<br />

esta vez entre lo natural y lo político. Pero vayamos despacio.<br />

La Filosofía se esfuerza por tornar inteligibles las transformaciones<br />

del universo social. Entre comienzos del siglo XVII y finales del XVIII, ese<br />

heterogéneo racimo de orientaciones prácticas y perspectivas teóricas provoca<br />

la emergencia de un nuevo modo de pensar los problemas relacionados<br />

con el Derecho, la Ética, la Filosofía y la Política. Se trata del iusnaturalismo,<br />

la escuela del «derecho natural» moderno, corriente en la que inscribimos a<br />

pensadores ideológicamente tan adversos como Hobbes y Spinoza, Leibniz<br />

y Locke, Kant y Rousseau. ¿Cuáles son las notas comunes a estos pensadores?<br />

Esencialmente, y para lo que nos interesa, 1) el abordaje racional, metódico,<br />

de esos problemas, y 2) el dualismo fundacional en la base de sus<br />

teorías: el estado (o sociedad) de naturaleza y el estado (o sociedad) civil.<br />

Como si todo esto fuera poco, en el siglo XIX aparece Hegel, quien<br />

trastoca el legado conceptual del iusnaturalismo en dos movimientos. En<br />

dialéktica 56


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

primer lugar, desecha la «sociedad de naturaleza» como instancia originaria.<br />

Suprimido el concepto de sociedad de naturaleza, Hegel avanza sobre<br />

el de sociedad civil y afirma que ésta no es el Estado en su realidad profunda,<br />

sino que es sólo un momento en el desarrollo del espíritu objetivo. Este<br />

desarrollo del espíritu comienza en la familia (unidad indiferenciada), pasa<br />

a través de la sociedad civil (instauración de la diferencia, momento de la<br />

oposición) y llega al Estado (retorno al fundamento, disolución de la oposición,<br />

dinamismo totalizante que encierra dentro de sí y supera el particularismo<br />

de la sociedad civil). Con otras palabras, la sociedad civil es para<br />

Hegel la instancia mediadora entre la familia y el Estado, la fase del desarrollo<br />

histórico que está a medio camino entre la disgregación de la unidad<br />

familiar y la todavía inacabada reconstitución de la unidad sustancial y no<br />

sólo formal, orgánica y no sólo mecánica, ética y no sólo jurídica, del Estado.<br />

Pero, ¿qué es materialmente la sociedad civil para Hegel? Es la estructura<br />

económica y social delineada en los países más avanzados de Europa<br />

occidental, es decir, el mercado. De esta manera, el dualismo<br />

fundacional teorizado por el iusnaturalismo se conserva, pero cambia de<br />

términos. Ya no se trata del contraste entre sociedad de naturaleza y sociedad<br />

civil, sino entre sociedad civil y sociedad política (o Estado). O sea, lo<br />

que para los iusnaturalistas era el estado de naturaleza, para Hegel es el<br />

conjunto de las fluctuaciones egoístas de la sociedad civil, esto es, lo que<br />

Hegel llama el «sistema de las necesidades». Por decirlo de un modo brutal,<br />

Hegel emplaza en el lugar de la naturaleza al mercado. Y, en oposición al<br />

caos de las relaciones económicas, coloca el orden regulador del Estado. 3<br />

Este es el gran teatro del mundo que los filósofos de la modernidad instalaron.<br />

Según afirma Hobbes en nuestra cita, los Estados no descansan tanto<br />

en la práctica material como en el andamiaje conceptual que sólo los filósofos<br />

(ostentadores del «método») burgueses (ostentadores del «ocio») pueden<br />

ensamblar. Pero los filósofos no crean a partir de la nada. Crean a partir<br />

de la materialidad que las tendencias teóricas y prácticas producen<br />

3 Hasta aquí podemos permitirnos el siguiente mapeo: en la interpretación cristiana de Platón<br />

el cambio (entendido como corrupción) acontece en la Tierra, mientras que la perfección está<br />

en el Cielo. Luego, Tomás de Aquino se deshace de esa mutabilidad terrena y coloca en su<br />

lugar un orden político natural, dado, o sea, perfecto en tanto invariable. La escuela<br />

iusnaturalista tracciona ese orden natural hasta convertirlo en instancia pre-política, esto es,<br />

en momento cuya tensión se orienta a la resolución en la instancia política de la sociedad<br />

civil, momento de realización plena del ciudadano. Finalmente, Hegel suprime el estado<br />

natural e instala allí la sociedad civil, pero sólo como momento de despliegue parcial del<br />

Espíritu que necesariamente arribará a la superación estatal, instancia política eminente.<br />

57 dialéktica


transversalmente en los pliegues de la sociedad. Y si seguimos a <strong>Althusser</strong><br />

cuando afirma que la teoría marxiana «no designa más que las tendencias<br />

contradictorias que operan en el proceso actual» 4 , y extendemos esa afirmación<br />

a toda teoría, ¿podremos cartografiar linajes conceptuales soterrados<br />

que, al designar otras «tendencias», permitan despojarnos de la herencia<br />

dualista?<br />

Creemos que sí.<br />

La estirpe del búho y el linaje francés<br />

el hecho de que la lucha de las clases (burguesa o proletaria) tenga por escenario el<br />

estado (hic et nunc) no significa en absoluto que la política deba definirse en<br />

relación con el estado [...] Es desde el punto de vista de la burguesía que existe una<br />

distinción entre «sociedad política» y «sociedad civil» [...] Asimismo, puede decirse que<br />

es desde el punto de vista de la burguesía que el estado es representado como una «esfera»<br />

distinta del resto, distinta de la sociedad civil (tanto en el sentido de Hegel como en el<br />

de Gramsci), fuera de la sociedad civil.<br />

LOUIS ALTHUSSER.<br />

Un fantasma recorre el debate entre <strong>Althusser</strong> y los italianos. Es el fantasma<br />

de Gramsci. Antonio Gramsci fue quien sustentó con mayor vigor la<br />

distinción hegeliana entre sociedad civil y Estado, haciendo hincapié en<br />

la importancia de ese dualismo para cualquier teoría política. No obstante,<br />

Gramsci invierte la relación de la dupla conceptual, reponiendo esa<br />

misma relación sobre su base: el conjunto de los elementos estatales (lo<br />

que Gramsci nombra «Estado-coerción») sería una excrescencia suplementaria<br />

de la sociedad civil, una prótesis o un bastón de apoyo que la sociedad<br />

civil necesitaría para su desenvolvimiento y que, una vez desarrollada,<br />

subordinaría a su propia hegemonía. Textualmente:<br />

es preciso hacer constar que en la noción general de Estado entran<br />

elementos que deben ser referidos a la sociedad civil (se podría señalar<br />

al respecto que Estado = sociedad política + sociedad civil,<br />

vale decir, hegemonía revestida de coerción). En una doctrina del<br />

Estado que conciba esto como pasible de agotamiento parcial y de<br />

resolución en la sociedad regulada, el argumento es fundamental.<br />

El elemento Estado-coerción se puede considerar agotado a medida<br />

que se afirman elementos cada vez más significativos de sociedad<br />

regulada (o Estado ético o sociedad civil) 5<br />

4 Todas las citas de <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong> proceden del artículo que inaugura este dossier.<br />

5 GRAMSCI, ANTONIO. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Nueva<br />

Visión, Bs. As., 1998, pp. 157-158.<br />

dialéktica 58


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

Lo que Gramsci denomina «sociedad regulada» es la sociedad sin<br />

clases, autoorganizada, donde las funciones antes cumplidas por elementos<br />

estatales pasan a ser desempeñadas por diversas organizaciones del<br />

pueblo (la sociedad civil), preparando así la extinción del «Estado-coerción»<br />

(la sociedad política). En este sentido, Gramsci constituiría el momento<br />

más alto en la teorización de este dualismo al interior de la teoría revolucionaria.<br />

En palabras de M. Hardt, «Gramsci se ha limitado a tomar cuanto<br />

se encuentra de demócrata en la concepción hegeliana de la sociedad civil y<br />

ha privilegiado estos aspectos, volcando el sistema. Difundir y reforzar las<br />

potencialidades y los poderes de los varios segmentos y las muchas instituciones<br />

de la sociedad civil se convierte así la cuestión central en la estrategia<br />

gramsciana del progreso social, capaz de volcar el flujo del proceso hegeliano<br />

y llenar los espacios dictatoriales y coercitivos ahora ocupados por el Estado<br />

con fuerzas democráticas organizadas en términos de consentimiento<br />

social y hegemonía.» 6<br />

Aun cuando el esfuerzo de Gramsci pudiera leerse como el intento<br />

de descubrir las raíces sociales de las instituciones políticas y sus formas de<br />

articulación en bloques históricos, entendemos que esta revalorización, en<br />

clave emancipatoria, del concepto de sociedad civil, se corresponde con el<br />

reconocimiento de la sociedad política (el Estado) como instancia separada<br />

de la sociedad civil (definida a través de sus funciones de intermediación<br />

institucional: sindicatos, partidos, medios de comunicación, movimientos<br />

eclesiales, etc.).<br />

<strong>Althusser</strong> sostiene, en contrapunto, que «el estado ha penetrado siempre<br />

profundamente la sociedad civil, no sólo a través del dinero y del derecho,<br />

no sólo con la presencia e intervención de sus aparatos represivos, sino<br />

también a través de sus aparatos ideológicos». Y caracteriza a continuación<br />

la doble función de «integración» y «síntesis» que es esencial al aparato<br />

ideológico (poniendo especial atención al aparato en su modalidad jurídica)<br />

y su «relación orgánica con el estado». <strong>Althusser</strong> está pensando en un<br />

proceso «abierto», «contradictorio», de dominación cada vez más<br />

sofisticada. Un proceso por el que un tejido de prácticas sociales más o<br />

menos «espontáneo» es capturado, transformado y unificado estatalmente<br />

para ser devuelto a esa misma sociedad como regalo ideológicamente envenenado.<br />

El estado moderno estaría por definición «ampliado» de manera<br />

inmanente al conjunto de las relaciones sociales. Vemos, entonces, que el<br />

<strong>Althusser</strong> de «El marxismo como teoría finita» refina su propia teoría del<br />

Estado expuesta en el cuerpo canónico de su obra. No obstante este refina-<br />

6 HARDT, MICHAEL. «El deprimento de la sociedad civil», en formato electrónico en Internet.<br />

59 dialéktica


miento, perdura la ideología como un velo tras del cual el aparato de estado<br />

oculta sus fines de dominación ante los dominados.<br />

Es Michel Foucault quien se deshace de la ideología (al menos, como<br />

concepto). Foucault argumenta que, tanto los segmentos retraídos de lo que<br />

Gramsci denomina «sistemas privados de la sociedad civil», como las piezas<br />

explícitas de lo que <strong>Althusser</strong> denomina «aparatos ideológicos de Estado»,<br />

tienen a la vez un origen, unos métodos y unos ejercicios que el Estado,<br />

más que instituir, se limita a ratificar, controlar, garantizar. Es sabido que<br />

para Foucault un poder no procede por represión; tampoco procede por<br />

ideología: ni abstrae ni oculta, produce verdad. Las prácticas sociales de<br />

cada época –y esta es una concepción nietzscheana– generan dominios de<br />

saber. Cada dominio de saber histórico produce sus condiciones de visibilidad<br />

de un objeto, determina los contextos de formulabilidad de una enunciación,<br />

habilita las posibilidades de ejercicio de una fuerza, establece los<br />

campos de posicionamiento de un sujeto. Y, además, cada dominio de saber<br />

histórico es profundamente inestable, y es en esa inestabilidad profunda<br />

que constituye configuraciones mutantes de materias y de funciones.<br />

<strong>Althusser</strong> intuye esta concepción cuando habla de un «proceso que se concibe<br />

no como acabado sino como contradictorio», pero para Foucault la<br />

disciplina no se identifica con una institución ni con un aparato, precisamente<br />

porque es un tipo de poder, una tecnología, que atraviesa todo tipo de<br />

aparatos y de instituciones a fin de unirlos, prolongarlos, hacer que converjan,<br />

hacer que se manifiesten de una nueva manera. La sociedad disciplinaria<br />

es para Foucault un diagrama que se actualiza en los dispositivos de<br />

diseminación capilar del poder a través de los pliegues que conforman la<br />

sociedad.<br />

Hasta aquí podemos reconocer dos linajes filosófico-políticos. Por un lado,<br />

la estirpe del búho, integrada por los pensadores de tradición hegeliana,<br />

como Gramsci, que asumen el dualismo fundacional y le otorgan privilegio<br />

teórico al Estado como aparato de poder en tanto totalizador de la<br />

experiencia social (ya sea ésta el «sistema de las necesidades» o «el conjunto<br />

de instituciones que, vulgarmente, denominamos privadas»). Esta<br />

filosofía política proyecta estratégicamente, por decirlo sencillito, la concepción<br />

práctica de un partido dirigente (ostentador del método y del saber)<br />

y centralizador (acumulador y gestor de los recursos) que procede a la<br />

conquista del poder de Estado. Y recíprocamente, esa concepción organizativa<br />

del partido recibe su justificación de aquella misma teoría del poder.<br />

El otro linaje filosófico-político es el que integran pensadores como<br />

el último <strong>Althusser</strong> y Foucault –linaje cuyo punto de partida podríamos<br />

dialéktica 60


anclar en el Marx de La Cuestión Judía–, y en el que está en juego otra teoría,<br />

otra práctica de lucha y otra organización estratégica. Es esta otra concepción<br />

de la lucha y de la organización la que nos interesa. Y es la que intentaremos<br />

abordar y problematizar en los párrafos siguientes.<br />

Los dos reyes y los dos laberintos<br />

DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

la crítica de la religión es la premisa de toda crítica.<br />

KARL MARX.<br />

Al comienzo de este artículo planteamos, a propósito del conflicto en la<br />

carrera de Historia, que muchas de las experiencias que intentan recrear<br />

sobre nuevas bases las prácticas de lucha (lo que llamamos activismo «de<br />

nuevo tipo») reproducen de un modo alternativo la escisión fundamental<br />

entre lo social y lo político. Cautivas de una suerte de «infantilismo político»,<br />

cierta tendencia de las organizaciones autónomas suele idealizar ingenuamente<br />

el momento de la (en palabras de Paolo Virno) «defección<br />

del Estado» creyendo que es posible la regresión a un «grado cero» de<br />

institucionalidad. Así, nos proponen automarginarnos de los circuitos<br />

sociales hegemónicos para constituir, en paralelo, islotes de una nueva<br />

sociedad liberada de la representación, de las instituciones y de toda jerarquía.<br />

Esta mirada ingenua y purista de la trama social (que venimos llamando<br />

«anarquismo romántico») conduce, al mismo tiempo, al idealismo<br />

filo-religioso de la «imagen edénica» del comunismo que <strong>Althusser</strong> cuestiona:<br />

no podemos aceptar esta imagen edénica de la transparencia de los<br />

seres humanos, de sus cuerpos, de las condiciones de su vida y su<br />

libertad. Si ha de haber una sociedad comunista, esta tendrá sus<br />

relaciones de producción [...] y en consecuencia sus relaciones sociales<br />

y sus relaciones ideológicas. Y si esta sociedad será finalmente<br />

liberada del estado, no es posible decir que ella verá el fin de la<br />

política: el fin de la política en sus últimas formas burguesas, seguramente,<br />

pero aquella política [...] será sustituida por una política<br />

distinta, por una política sin estado, que no es difícil de concebir<br />

una vez que se comprende que ni siquiera en nuestra sociedad estado<br />

y política se confunden.<br />

Esta tendencia de los movimientos emancipatorios al rechazo a toda<br />

institucionalización es la que más insistentemente ha sido cuestionada desde<br />

61 dialéktica


distintas posiciones teórico-políticas. Tanto en la escena internacional 7 como<br />

en el ámbito local, 8 se ha acentuado el carácter «ingenuo» o «místico», de<br />

esa línea de intervención militante. Pero estas críticas suelen reponer cierta<br />

forma del dualismo de corte hegeliano y/o gramsciano que analizamos<br />

antes, ya que, finalmente, postulan la necesidad de adoptar la forma-parti-<br />

7 Un buen ejemplo de estas críiticas lo representa Ernesto Laclau. En alguno de sus<br />

últimos escritos, Laclau ha manifestado que una politica de la inmanencia, de corte<br />

spinoziano/deleuziana, constituye la imposibilidad de toda política y, entre ella, de la<br />

política revolucionaria. En contraposición a esto, el filósofo anglo-argentino plantea la<br />

necesidad de constituir cierto tipo de «mediación» (que no necesariamente deba ser la<br />

mediación tradicional del partido leninista) que exprese la constitución de un terreno que<br />

no sea ni el de una inmanencia radical (al estilo deleuziano) ni el de una trascendencia<br />

plena (al estilo hegeliano), sino el de una trascendencia fallida, constituida por una lucha<br />

hegemónica en la cual un particular (una reivindicación específica de lo social) ocupa el<br />

terreno de lo universal (al ofrecer una cadena de equivalencias que representa al conjunto),<br />

constituyendo el espacio de lo político de manera contingente. Si bien la discusión con<br />

este planteo nos exigiría otro artículo, nos reduciremos a subrayar algunas cuestiones<br />

pertinentes para el cuerpo de nuestro trabajo. En esta concepción, se carga a lo ‹político›<br />

de un especial privilegio sobre lo social. Lo político participa de lo social «inventándolo».<br />

La lucha política es la lucha por constituir, bajo una determinada hegemonía, a la<br />

sociedad civil. En este esquema, la ‹representacion› (depurada de su acepcion modernoroussouneana)<br />

ocupa un papel central: ya no es la expresión trasparente de lo social (el<br />

representado ausente) sino que en el mismo proceso de representación constituye a sus<br />

representados. Aquí, el planteo se topa con su carácter ‹reformista›: el privilegio político<br />

a esta esfera imposibilita toda práctica anti-capitalista real. La mediación (aunque «de<br />

nuevo tipo») como clave de la política conserva el dualismo social/politico e impide<br />

toda constitución de lazos sociales alternativos dando pie a un estatismo ya no leninista/autoritario<br />

sino típicamente posibilista/liberal.<br />

En la misma línea, Slavoj Zizek suele achacarle un carácter «reformista» a toda<br />

política de la inmanencia. Según este autor, en tanto no se planteen la lucha por el poder<br />

político, los «nuevos movimientos sociales» no dejan de ocupar «inofensivamente» el<br />

lugar de la resistencia, sin capacidad alguna de alterar el orden vigente. En contrapartida,<br />

Zizek insinúa la necesidad de volver a alguna forma de «vanguardia externa» que<br />

«politice» a los movimientos sociales.<br />

8 El editorial del último número de El Rodaballo es un ejemplo de este tipo de críticas<br />

referidas, en particular, a la experiencia argentina. Si bien se construye una caracterización<br />

de las experiencias autónomas coincidente con nuestro planteo (ingenuidad y romanticismo<br />

tendientes a la automarginación) se proyecta la necesidad de dar un salto<br />

desde «el registro social», donde hasta ahora se habrían desarrollado las nuevas experiencias,<br />

hacia «el registro político» de gestión de lo social. Creemos entender esta propuesta<br />

como un reiteración matizada del esquema gramsciano de la sociedad civil y el<br />

estado como momentos que hay que articular en un nuevo bloque histórico (de hecho<br />

también se apela a la emergencia de un nuevo «Intelectual colectivo», forma grasmciana<br />

de nombrar y entender al Partido). Otro ejemplo de este tipo de crítica cosechado en<br />

viñedos autóctonos es Rubén Dri, quien insistentemente sostiene que toda política del<br />

micro-poder que no considere la necesidad de dar el salto dialéctico al macro-poder,<br />

conduce a una derrota inexorable.<br />

dialéktica 62


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

do (separada del movimiento social) como operador funcional en el «nivel<br />

político» de las luchas. Según creemos, el desafío al que se enfrentan las<br />

experiencias de organización autónoma radica en pensar formas de<br />

institucionalidad que eviten esta escisión tan propia de las tradiciones de<br />

izquierda.<br />

En este sentido pareciera, a simple vista, que esta actitud de<br />

automarginación (sin lucha por el poder político) anti-jerárquica (sin constitución<br />

de nuevas instituciones representativas) fuese una superación del<br />

dualismo (social/político) que obtura la potencialidad emancipatoria de<br />

las experiencias de lucha. Dado que para esta línea de intervención militante<br />

es inconcebible una íntegra coincidencia –sin exceso ni defecto– de la<br />

sociedad con sus instituciones, ya no se trataría de «acumular» recursos<br />

sociales para dar el salto hacia el nivel político, sino que el mismo espacio<br />

social sería politizado (como diría <strong>Althusser</strong>: no se trata de «socializar la<br />

política» sino de «politizar lo social»).<br />

Sin embargo, aquellas críticas a las organizaciones autónomas que<br />

asumen una estrategia «romántica» o «ingenua» tienen, al menos, un «momento<br />

de verdad». Según nuestra lectura, en estas experiencias estamos<br />

frente a la reposición invertida de la escisión entre lo social y lo político:<br />

Mientras se rechaza toda mediación institucional de la fuerza material que<br />

se despliega en un proceso instituyente, se desconoce por completo que lo<br />

institucional es un pliegue más, aunque necesario, en la constitución de formas<br />

de sociabilidad alternativas. En este esquema, «lo político» sigue quedando<br />

«afuera», aunque ya no como el cielo superestructural al que hay que<br />

arribar, sino como el infierno tan temido del que hay que escapar.<br />

El propósito de una política así conceptualizada apunta, según entendemos,<br />

a la disolución de lo político mismo. Pero desde estas líneas<br />

postulamos que toda política es también sutura. El problema, en todos los<br />

casos, es cómo suturar y mantener a la vez la máxima permeabilidad posible<br />

al flujo de los procesos de activación.<br />

Alain Badiou (quien fuera discípulo de <strong>Althusser</strong>) propone para pensar<br />

esta problemática los conceptos de «política» y «gestión». Si la política es<br />

la actividad instituyente de creación, la gestión es el elemento, relativamente<br />

estático, de administración de lo existente. Si la política es, por definición,<br />

el elemento dinámico de todo proceso de subversión de lo existente, la gestión<br />

–aun en su variante de «auto-gestión»– opera como un residuo, un<br />

producto, un resto de la acción política. 9 Pero también como un insumo,<br />

9 Al respecto, el Colectivo Situaciones afirma que «cuando la política intenta suplir a la<br />

gestión se cae en un ‹idealismo elemental›. Cuando la gestión quiere suplir a la política se<br />

cae en un ‹materialismo vulgar› que acaba con el pensamiento y la práctica de la revolu-<br />

63 dialéktica


una plataforma para nuevos ejercicios de la política. Así, la política no<br />

puede desconocer, sin caer en la ingenuidad, que la gestión es un momento<br />

irreductible de lo social. Pero tampoco puede desconocer, sin caer en el<br />

posibilismo, que la lucha contra/y-más-allá de la gestión no se acaba nunca,<br />

que no hay telos que marque el agotamiento del conflicto ni de la gestión.<br />

10<br />

En este sentido, el edenismo que <strong>Althusser</strong> le imputa a la corriente<br />

hegeliana del marxismo (que nace con el mismo Marx de las apelaciones al<br />

«reino de la libertad», al fin del fetichismo, de la ideología y de la Historia)<br />

también está presente en las experiencias autónomas. Bajo el imperativo de<br />

trasladar la «utopía» al presente para construir, aquí y ahora, relaciones<br />

sociales alternativas al orden existente (operación contra la que no tenemos<br />

ninguna objeción) se trae al presente, también, toda la carga edénica que el<br />

hegelianismo postergaba para el Fin de la Historia. Así, se confía en la<br />

posibilidad de fundar en el presente «focos» de una sociedad trasparente:<br />

sin representación, sin conflicto, sin resistencia, sin espesor, sin opacidad,<br />

sin contradicciones, sin instituciones, en fin, sin la urgencia de mediación 11<br />

alguna. Pareciera, finalmente, que el «anarquismo romántico» es una adaptación<br />

«invertida» del hegelianismo: edenismo en el presente más que en el<br />

futuro, y sesgado acento en lo «social» más que en lo «político».<br />

ción. No existe así una gestión revolucionaria ‹en sí›. La gestión como conjunto de<br />

relaciones, leyes y diferentes elementos de la organización de una sociedad puede –en un<br />

momento dado– ser la bandera, el objetivo histórico y coyuntural de la política pero, a la<br />

vez, la gestión no debe aspirar a eliminar la política. Esto es cierto, a la vez, para toda<br />

tentación de una ‹saturación› política de la realidad social.» (19 y 20. Apuntes para el<br />

nuevo protagonismo social, De mano en mano, El Palomar, 2002, pp. 158-159.)<br />

10 En los últimos escritos de Jacques Derrida, que adoptaron un carácter mas éticopolítico<br />

que su obra anterior, encontramos una propuesta similar a la nuestra. El filósofo<br />

francés sostenía que siempre la «democracia está por venir». Esta afirmación que parece<br />

devolvernos a un terreno hegeliano es, más bien, todo lo contrario. Es la afirmación de que<br />

la «democracia» nunca se plasma en un conjunto de instituciones, nunca se hace acto,<br />

sino que opera como «promesa mesiánica», en los términos de Derrida, de que algo<br />

nuevo puede advenir en el «aquí y ahora».<br />

11 Nuestra rehabilitación, tal vez rayana en lo impune, de la categoría de «mediación»<br />

(tan obviamente cargada de su acepción hegeliana) merece una aclaración. Entendemos<br />

esta noción en su sentido político mínimo: puesto que en cualquier organización social no<br />

puede haber, permanentemente, inmediatez absoluta, es necesario trabar cierto tipo de<br />

instituciones que gestionen la vida social. No desconocemos que toda mediación constituye<br />

una enajenación de la soberanía y que toda institucionalidad supone una limitación<br />

y, por ende, un poder. En este sentido es que no somos anarquistas y no creemos en la<br />

abadía de los hombres libres. El problema político radica en que cualquier mecanismo de<br />

institucionalización y mediación –lo que llamamos «gestión»– pueda mantenerse lo más<br />

próximo posible a la fuente de la soberanía y, en su defecto, ser superado por la actividad<br />

instituyente de las masas, es decir, por la política.<br />

dialéktica 64


Si bien es posible y deseable luchar por construir, aquí y ahora, modos<br />

sociales de existencia que rivalicen con los que hoy son hegemónicos,<br />

estos nuevos modos de existencia no deberían desplegarse bajo el imperativo<br />

de implantar el Paraíso en la Tierra. El militante político, a diferencia del<br />

«alma bella», no puede más que (dicho sartreanamente) ensuciarse las manos<br />

en la lucha por otro mundo.<br />

El problema de la relación entre lo instituyente y lo instituido sigue siendo<br />

uno de los problemas fundamentales de toda política. Un problema que no<br />

puede soslayarse recurriendo al sarcófago molde partidario ni haciendo<br />

una apología festiva de lo instituyente. 12 Entonces, ¿cómo evitar el perplejo<br />

laberinto de la burocratización creciente sin caer el ascético laberinto del<br />

desierto propicio? ¿Cómo perpetrar el doble regicidio de Adán y Moisés?<br />

Final abierto: La teoría y el muro<br />

DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

Una teoría es exactamente como una caja de herramientas. Es preciso que sirva, que<br />

funcione. Y no para uno mismo. Si no hay personas para utilizarla, comenzando por el<br />

teórico mismo, que deja entonces de ser teórico, es que no vale nada, o que el momento<br />

no llegó aún. No se vuelve sobre una teoría, se hacen otras.<br />

GILLES DELEUZE.<br />

Pero esta realidad no puede ser prevista desde ahora en su forma positiva determinada:<br />

es solamente en el curso de la lucha que las formas positivas pueden salir a la luz y al<br />

orden del día, descubrirse, hacerse realidad.<br />

LOUIS ALTHUSSER.<br />

Una teoría debe ser como un aparato óptico dirigido hacia el afuera de sí.<br />

Un aparato óptico y un aparato de combate. Si ocurre que, como dice<br />

Deleuze, no hay personas para utilizarlo, el aparato resulta entonces obsoleto,<br />

hay que tirarlo y hacer (o buscar) otro. Con esto no estamos diciendo<br />

que la práctica sea ciega. Si lo fuera, ningún aparato óptico podría concederle<br />

la visión. Lo que la teoría permite es acceder a una perspectiva crítica<br />

12 «Habrá siempre distancia entre la sociedad instituyente y lo que está, en cada momento,<br />

instituido –y esta distancia no es un negativo o un déficit, es una de las experiencias de la<br />

creatividad de la historia, lo cual le impide cuajar para siempre en la ‹forma finalmente encontrada›<br />

de las relaciones sociales y de las actividades humanas, lo cual hace que una sociedad<br />

contenga siempre más de lo que representa. Querer abolir esta distancia, de una manera<br />

o de otra, no es saltar de la prehistoria a la historia o de la necesidad a la libertad, sino que es<br />

querer saltar en el absoluto inmediato, es decir en la nada.» CASTORIADIS, CORNELIUS. La institución<br />

imaginaria de la sociedad, Vol. 1, Tusquets, Bs. As., 1999, p. 195.<br />

65 dialéktica


que la práctica por sí sola no puede alcanzar. Esta perspectiva crítica abre a<br />

la práctica la posibilidad de salir del estancamiento en el que se encontrare.<br />

Y algo análogo ocurre en el sentido inverso: cuando una teoría detiene el<br />

impulso de su despliegue ante un muro, se precisa la práctica para agujerearlo.<br />

En este sentido creemos que la problemática que pretendemos<br />

visibilizar en la teoría sólo podrá ser desanudada en la praxis política misma.<br />

Las mejores líneas del conflicto en la carrera de Historia dibujan un<br />

trayecto práctico en el cual la separación fundamental (social/político) fue<br />

cuestionada en acto. En una experiencia inédita, se emplazó un interesantísimo<br />

laboratorio de ensayo de formas de autogestión de la carrera que, en<br />

alguna medida, y esquivando la opción tradicional de subsumir todo el<br />

proceso a lo superestructural, trazó caminos posibles para la superación de<br />

la escisión entre lo social y lo político. Así nacieron potentes novedades<br />

(interprácticos, comisiones de trabajo, circuitos de información alternativos,<br />

foro permanente de crítica al formalismo asambleario, desnaturalización<br />

de lo instituido en la destitución de los representantes, etc.) que amplían el<br />

horizonte de lo posible con relación a una superación del dualismo. Pero,<br />

por otro lado, el mismo movimiento abriga la tendencia a la sutura por lo<br />

viejo conocido con experiencias (la resignación al programa de la izquierda,<br />

la fetichización de la instancia asamblearia y el reflujo harto palpable<br />

que el período de exámenes produjo) que aplastan toda iniciativa<br />

emancipatoria con el peso inerte de la costumbre (o, a través de su extremo<br />

opuesto, por razón de la ingenuidad y el romanticismo de la propensión que<br />

aconseja el «éxodo» al Desierto). Esta convivencia de opuestos –el intento<br />

de superar el dualismo versus el dualismo en sus más variadas manifestaciones–<br />

es la tensión fundamental a encarar por este movimiento de estudiantes<br />

en particular, pero también por todo movimiento emancipatorio en<br />

general.<br />

Como afirma Jacques Rancière (otro discípulo de <strong>Althusser</strong>) la acción<br />

política es paradójica, su despliegue siempre participa en opuestos. En este<br />

sentido decimos que es la relación política la que hace posible concebir al<br />

sujeto político, no el sujeto quien determina la relación política. En lugar de<br />

preguntarnos ¿quiénes somos?, ¿qué identidad tenemos?, ¿cuál es el nombre<br />

de nuestra organización?, deberíamos pensar qué relaciones podemos<br />

establecer con otros y otras para romper la serialidad (dirigentes/dirigidos,<br />

representantes/representados, intelectuales/trabajadores, etc.) impuesta<br />

por el dualismo. En otras palabras, se trata de desplazar la pregunta por el<br />

qué hacer tras la primacía estratégica de la pregunta por el cómo hacerlo. La<br />

destrucción de las relaciones sociales del mundo capitalista es la destrucción<br />

de los modos de hacer propios del capitalismo y, por lo tanto, es también<br />

dialéktica 66


nuestra propia destrucción. Destruir la subjetividad capitalista es destruir<br />

nuestras propias subjetividades. Como alcanzó a comprender Sansón, tras<br />

haberse reconocido tan traidor como sus enemigos, la demolición del edificio<br />

que habitamos ha de ser llevada a cabo con nosotras y nosotros adentro.<br />

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67 dialéktica


Pequeñas notas<br />

sobre El marxismo como teoría finita<br />

dialéktica 68<br />

(o chocolate por la noticia)<br />

EDUARDO EMILIO GLAVICH<br />

El texto de <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong> (A) -que sirve de excusa en este dossier de<br />

<strong>Dialéktica</strong> para iniciar un debate sobre ciertos aspectos fundamentales<br />

acerca de la «teoría marxista» (TM)- concluye afirmando lo siguiente: «he<br />

aquí palabras que nos hablan ... de cosas sabidas desde hace tiempo ...». He<br />

aquí, entonces, un punto general de mi lectura del texto en cuestión (que se<br />

desarrollará en los dos puntos en los que he centrado estas notas): la intervención<br />

teórico-política de nuestro conocido filósofo argelino-francés parece<br />

estar hablando de su propio escrito.<br />

Sabemos –porque lo hemos sufrido y lo continuamos padeciendo–<br />

que lo que puede denominarse la «institucionalización del marxismo» desde<br />

1880 hasta hoy produjo una reducción del mismo que se puso de manifiesto<br />

en una monocorde noción teórica de partido y en su correspondiente<br />

puesta en acción unívoca, que en la línea de Liebknecht y Lenin se concentraba<br />

en tres conceptos-acciones a seguir y articular: conciencia, organización<br />

y propaganda. La mayoría de las veces dicha articulación derivó, hay<br />

que decirlo, en escatologías teóricas y políticas propias de lo que se llama<br />

una filosofía de la historia.<br />

Justamente, la intervención de A ataca en primer lugar este punto y lo


DOSSIER ALTHUSSER / ORGANIZACIÓN Y POLÍTICA.<br />

hace correctamente pero afirmando una obviedad: la TM es finita y limitada<br />

al modo de producción capitalista, por lo que se opone a cualquier atisbo<br />

escatológico (teleológico) que pretenda englobar todo el devenir de la humanidad<br />

y su punto de llegada: el comunismo. Frente a la idea de que la TM<br />

puede y debe, como filosofía de la historia, analizar, interpretar y predecir<br />

(teóricamente) y transformar (prácticamente) in toto aquél devenir, A afirma<br />

que la TM no es cerrada ni total sino abierta a las tendencias contradictorias<br />

y a un porvenir aleatorio. Aquello viejo conocido de que no se pueden pensar<br />

(ni resolver) problemas que no están en el orden del día ...<br />

No puedo detenerme a reflexionar críticamente sobre la «extraña»<br />

afirmación de A –con cierto aroma idealista y escatológico, justamente en<br />

este texto !– sobre que la TM es «abierta y por lo tanto atenta, capaz de tomar<br />

en serio y asumir a tiempo la incorregible imaginación de la historia» (las<br />

negritas son nuestras), pero sí quiero referirme al punto en cuestión. Toda<br />

teoría, no sólo la marxista, es finita, limitada y abierta a las tendencias<br />

contradictorias de «lo real». No podría ser de otra manera. De cualquier<br />

praxis puede y debe decirse lo mismo. Lo contrario es mesianismo teórico y<br />

práctico, sea del color que sea ...<br />

Teoría y praxis son como tales y en general mediaciones propias de la<br />

praxis cultural humana (que por supuesto incluye lo que se denomina lo<br />

teórico), praxis que no puede apartarse de sus necesarios y constitutivos<br />

momentos componentes: natural, deseante, ergológico, sociativo e histórico-concreto.<br />

Razón por la cual, teniendo presente los cinco momentos propios<br />

de cualquier acción humana, resulta una trivialidad manifiesta afirmar<br />

que una teoría y una praxis no son cerradas ni absolutas sino limitadas y<br />

abiertas, ya que por constitución estructural de lo humano no podría ser de<br />

otra manera ... ¿O acaso podemos hacer o encontrar una acción teóricopráctica<br />

que pueda prescindir de algún momento de aquella relación constitutiva<br />

de lo humano entre mediación-inmediación? ¿Podemos dejar de estar<br />

en el orden de lo natural? ¿Apartarnos de la inmediatez que nos impone ese<br />

orden? Pero, al mismo tiempo, ¿somos capaces de satisfacer, mediación mediante,<br />

plenamente nuestros deseos? ¿Podemos dejar de lado el momento<br />

de la mediación ergológica? ¿Es posible pensarnos como no sociativos? ¿O<br />

por fuera de lo histórico-concreto?<br />

A todas luces y sombras, no parece ser posible ninguna síntesis final:<br />

«Lo que es racional, eso es efectivamente real, y lo que es efectivamente real,<br />

eso es racional». Más que entender la afirmación de Hegel como fin de la<br />

historia, hay que pensar en la teoría y la praxis como simples pero esenciales<br />

mediaciones de todo lo que hace a lo humano, como igualmente originarias<br />

e igualmente determinantes –sin preeminencia alguna entre ambas a<br />

no ser la de la praxis entendida en sentido estricto–, por lo que todo docu-<br />

69 dialéktica


mento de cultura (y el marxismo lo es) es también documento de barbarie y<br />

necesariamente finito, limitado y abierto. Sarmientinamente dicho: hay una<br />

necesaria conjunción –y no una contingente y salvable disyunción– entre<br />

civilización y barbarie ... Por ello, es obvio que en «lo real» las tendencias<br />

son contradictorias y el porvenir es apenas aleatorio. Ya lo dijimos, no podría<br />

ser de otra manera y no sólo para la TM sino para cualquier factum<br />

cultural.<br />

Y he aquí, antes de pasar al segundo punto, un pretendido y pretencioso<br />

cierre a debatir del primero: siempre es muy esclarecedor poder distinguir,<br />

analíticamente, entre una crítica a lo que «pensaron e hicieron otros» y<br />

el problema en sí mismo, planteado en su mayor radicalidad posible. El<br />

esfuerzo es por pasar de la crítica de teorías y prácticas «ajenas» (o propias<br />

anteriores) al planteo radical teórico-práctico del problema, sin dejar de<br />

observar que ese mismo planteo, por más radical que se pretenda, no será<br />

más que una otra mediación que, como cualquier praxis cultural, será obviamente<br />

finita, limitada y abierta ... aunque objetiva y no meramente subjetiva<br />

...<br />

El segundo punto que plantea en su escrito A es el de la necesaria y deseable<br />

«separación», que existe aún en el modo de producción capitalista, entre<br />

Estado y política para no adoptar acríticamente la distinción burguesa entre<br />

sociedad política (lo público, el Estado) y sociedad civil (lo privado, los<br />

sectores). Afirma A que la TM se ha entendido en general definiendo la<br />

política en relación con el Estado «conformándose» con lograr a lo sumo<br />

una buena universalidad no alienada, y plantea que tal modo de reducir la<br />

política a su relación con el Estado la identifica con las formas burguesas de<br />

la misma e impide sacarla de su estatuto jurídico burgués y de su forma<br />

partido-sindicato. A partir de la negación de la existencia de una esfera<br />

(autónoma) de lo político y de la consecuente afirmación «todo es político»,<br />

A sugiere una politización generalizada que se oponga tanto a las formas<br />

burguesas clásicas de hacer política como, y sobre todo, a la forma unívoca<br />

de organización del partido mismo. Por ello refuerza su apuesta por la<br />

autonomía del partido respecto del Estado –aunque no de la política– y le<br />

indica que tiene que hacer política allí donde se decide todo: en el movimiento<br />

real de las masas, y que debe apartarse de las trampas del Estado:<br />

colaboración de clase, gestión de la legalidad existente y, finalmente, que el<br />

partido se convierta en Estado. Como ya habrán leído en el propio texto,<br />

dice que si el partido se convierte en estado, tenemos la URSS, que el partido<br />

dialéktica 70


DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.<br />

debe estar fuera del Estado y que, si bien se puede participar en el gobierno,<br />

el partido nunca debe considerarse partido de gobierno.<br />

No voy a hacer en este segundo punto ninguna «referencia concreta»<br />

en general ni mucho menos en particular al proceso vivido recientemente en<br />

la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad<br />

de Buenos Aires. El texto de A, sus tesis, interpela en sí y para sí sobre tales<br />

referencias concretas a quien pueda y quiera hacerlo ...<br />

Vamos al punto. Si bien A plantea en un momento que mediante la<br />

lucha política no se trata de lograr solamente una buena universalidad no<br />

alienada, en otra parte de su texto discute que la destrucción del Estado<br />

burgués no significa la destrucción de toda «regla de juego» sino la instalación<br />

de otra «regla de juego» que tienda a mayores libertades y que evite, por<br />

un lado, querer sólo gestionar mejor la legalidad ya existente y, por otro, la<br />

identificación con el Estado. Y agrega que no parece ser suficiente la<br />

autogestión de las autonomías para responder a lo general del poder históricamente<br />

existente, y que la idea de comunismo asociada a la libre actividad<br />

del individuo sugiere en el límite el fin del Estado, de la ideología y<br />

quizá de la política misma, lo que deriva en una idea difícilmente aceptable<br />

de «individuo sin relaciones sociales».<br />

Y aquí nuevamente tenemos que ir a «nuestros cinco momentos constitutivos».<br />

¿Es posible pensar, desde dicha composición estructural de lo<br />

humano, la política como pura inmediación, es decir, sin constituir una<br />

praxis cultural que como tal ponga de manifiesto mediatamente una efectiva<br />

(real) manera de relacionarnos con la inmediatez y con los otros sujetos?<br />

¿Podemos dejar de ser, políticamente hablando, objetos-sujetos-objetivados?<br />

¿El único camino que nos queda para no caer en la monocorde «forma<br />

partido» de pensar y hacer política es el espontaneísmo absoluto? ¿Es posible<br />

hacer política sin instituciones? Definitivamente no. Eso sería pretender<br />

que dejáramos de ser humanos, esto es, seres que vivimos necesariamente<br />

en una dialéctica irreductible entre inmediación-mediación que da lugar a<br />

una serie –en principio infinita e ilimitada– de praxis culturales finitas,<br />

limitadas y, por supuesto, abiertas. Eso es la historia humana. Pretender<br />

eliminar la mediación como componente fundamental de la misma no es<br />

dejar la (pre)historia sino pasar a la historia ... de otra especie ... y quizá<br />

enroscarse en una nueva filosofía de la historia que no queda exenta de una<br />

nueva escatología y que pretende la existencia de individuos sin relaciones<br />

sociales ...<br />

Por ello, entre la interpretación de la clásica afirmación de Marx en la<br />

Crítica del Programa de Gotha de que «cada paso de movimiento real vale más<br />

que una docena de programas» (en términos de la forma partido que interpreta<br />

dichos pasos como logros en función de la vanguardia que constituye<br />

71 dialéktica


el partido revolucionario) y la que lo hace en términos autonomistasespontaneístas<br />

según la adhesión a la mera inmediación de/en lo real, hay<br />

un punto en común: afanarse en lo imposible, es decir, lograr el fin sin los<br />

medios, ora desde la inmanencia, ora desde la trascendencia. Pero nunca<br />

desde «lo trascendental» entendido como las reales condiciones de posibilidad<br />

de una subjetividad humana (condiciones de posibilidad de la política)<br />

que no puede abstraerse de su carácter natural, de su deseo, de su<br />

ergología, de su sociatividad ni de su concreta historicidad, sin deambular<br />

en la noche donde todos los gatos son pardos ...<br />

Las presentes notas prefieren concluir aquí, afirmando de sí mismas «he<br />

aquí palabras que nos hablan ... de cosas sabidas desde hace tiempo ...».<br />

dialéktica 72


Artículos varios: Antropología<br />

Entre la geometría de lo propio<br />

y la brujería de lo ajeno<br />

En esta sección nos encontramos con dos intervenciones que proponen recorridos<br />

posibles a la hora de indagar y de pensar críticamente acerca de la práctica<br />

antropológica y de sus posibilidades de transformación política. Aquí el término<br />

«crítica» no sólo significa un explicitar los supuestos teóricos que la antropología<br />

científica adopta como premisas de sus producciones, sino también, y fundamentalmente,<br />

un reenviar sus productos a los contextos específicos de producción. De<br />

este modo, la práctica antropológica es pensada en su carácter eminentemente<br />

político, esto es, como una producción inserta en el seno de la producción social en<br />

su totalidad. Y como práctica social la antropología se ve atravesada por aquello<br />

que desde sus inicios puso sistemáticamente afuera: lo Otro. Poner afuera que<br />

trajo aparejado no sólo un abordaje del Otro a través de las lentes del Mismo, sino<br />

también un pensamiento de sí mismo como representación del Mismo al interior<br />

de sí: la identidad por sobre el movimiento fluyente de lo singular. Nos topamos,<br />

entonces, con dos operaciones representacionales que encuentran su fuente de<br />

acción en una misma voluntad de dominación política del conocimiento y de la<br />

vida. Esta homogénesis del Otro respecto del Mismo, como también la que se<br />

opera «silenciosamente» al interior de la construcción del Mismo, tiene su efecto<br />

político más visible en la distribución de trayectos sociales que se adecuan al campo<br />

social codificado por el Capital. O dicho con otros términos, en la creación de<br />

subjetividades tendientes a maximizar una economía de mercado. En este sentido,<br />

mientras la práctica antropológica se siga pensando a sí misma en términos<br />

identitarios, mientras aquellas/os que ponen en práctica la mirada antropológica<br />

no puedan revisar sus propias intervenciones en relación a las «situaciones de<br />

resistencia y de dominio presentes en toda sociedad», en fin, mientras la práctica<br />

antropológica siga haciendo caso omiso de su condición inherente de «estropeada»,<br />

cualquier tipo de transformación política desde la antropología quedará anulada.<br />

Así, en las páginas que siguen se podrán leer no sólo diferentes intentos de<br />

revisar críticamente los métodos de investigación de que se hizo la praxis<br />

antropológica en su devenir histórico (los diversos efectos políticos que ciertas<br />

corrientes antropológicas fueron desplegando a su manera en determinadas configuraciones<br />

históricas del campo social), sino también, y fundamentalmente, el<br />

esfuerzo compartido de habitar potentemente la antropología en tanto práctica<br />

social de transformación política.<br />

73 dialéktica


Entre las lentes propias y las ajenas<br />

El debate entre universalismo y particularismo<br />

dialéktica 74<br />

VERÓNICA LÍA ZALLOCCHI<br />

VANESA PRIETO<br />

En lugar de plantear la típica pregunta antropológica de porqué la gente de una cultura<br />

diferente responde como lo hace, debemos preguntar acerca de la realidad relacionada con<br />

nuestra sociedad. Porque es ésta la pregunta que nos imponen con sus reacciones fantásticas<br />

ante nuestra realidad nada fantástica, si es que tenemos el buen sentido de prestar<br />

atención. Al transformar de esta manera la pregunta, posibilitamos que los informantes<br />

de los antropólogos gocen del privilegio de explicar y divulgar sus propias críticas<br />

contra las fuerzas que están afectando a su sociedad –fuerzas que emanan de las nuestras.<br />

No tenemos otra salida que dejar de lado el velo de naturalidad que tendimos como un<br />

paño mortuorio sobre el proceso de desarrollo social, oscureciendo precisamente el rasgo<br />

que lo distingue del proceso de desarrollo natural: el compromiso de la conciencia humana.<br />

De esta forma nos vemos empujados a desafiar la normalidad dada a nuestra modelada<br />

sociedad en los dominios de la naturaleza. Ésa es nuestra práctica.<br />

Presentación:<br />

El diablo y el fetichismo de la mercancía en Sudamérica, MICHAEL TAUSSIG<br />

Si alguna situación constituye a la Antropología como práctica de indagación<br />

y problematización social, va a ser la mirada hacia Lo Otro, hacia lo<br />

diferente, lo diverso, lo alterno. Es a partir de esa mirada que se empiezan a<br />

elaborar, a fines del siglo XIX (e incluso antes), diversas prácticas discursivas


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

para abordar y dar cuenta de los contrastes culturales.<br />

En este camino, en un principio se recurrió a una postura universalista<br />

(más precisamente, a un etnocentrismo que echaba mano a este tipo de discursos<br />

como modo de legitimar la dominación y conquista de las nuevas<br />

tierras descubiertas), y luego, con el proceso de descolonización desde mediados<br />

de los años ´40 hasta fines de la década de 1960, comenzó a cobrar<br />

mayor fuerza una visión particularista (relativista) hacia el otro cultural, en<br />

un momento en el cual el capital empezó a montarse sobre estas “sociedades<br />

diferentes”, sin “juzgarlas” ya, sino “respetando” sus idiosincrasias e<br />

incorporándolas al mundo occidental, desde su lugar de Tercer Mundo,<br />

proceso éste que acompañó la profundización de la mundialización del<br />

capital.<br />

En este recorrido surgieron profundas problemáticas, tales como: ¿es<br />

posible emitir juicios acerca de otras culturas?, ¿existe una racionalidad<br />

universal que oriente las decisiones y conductas de los seres humanos en<br />

general? En relación a esto, ¿podemos hablar de una naturaleza humana?; es<br />

más ¿es posible comprender prácticas culturales diferentes, o cada sistema<br />

cultural es un todo coherente que no se deja aprehender desde afuera? ¿Cuáles<br />

son las consecuencias del contacto entre culturas?, ¿amenaza su integridad<br />

social?<br />

No es nuestra intención en este artículo contestar exhaustivamente<br />

estas preguntas, sino, antes bien, desarrollar algunas de éstas, vinculándolas<br />

a los contextos teórico-políticos en los cuales aparecen, con el afán de<br />

socializar problemáticamente algunos aspectos de este debate caro a la Antropología<br />

-aunque no privativo de esta disciplina-, e intentando bosquejar<br />

una postura al respecto. Asimismo, cabe señalar que esta dicotomía universal/particular<br />

es considerada también en el debate entre las posturas<br />

comprensivistas y de explicación en las Ciencias del Espíritu.<br />

Como afirma Clifford Geertz, uno de los teóricos involucrados en este<br />

debate, “unos y otros vemos las vidas de los demás a través de los cristales de<br />

nuestras propias lentes”. Explicitar cuáles son esos cristales, y qué consecuencias<br />

teórico-epistemológicas y, por supuesto, políticas, trae aparejadas el<br />

uso de estas lentes, resulta de singular importancia para posicionarse a la<br />

hora de comprender y transformar la realidad social.<br />

Etnocentrismo, o las lentes propias:<br />

La condición misma de los indios era objeto de discusión. Para algunos, no eran hombres;<br />

para otros, eran hombres, pero no cristianos, y para muchos no eran hombres porque<br />

no eran cristianos. El padre Quesada me hacía, de tanto en tanto, durante las leccio-<br />

75 dialéktica


dialéktica 76<br />

Fig. 1.: Lente cóncava, mirada convexa.


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

nes, preguntas que a veces me desconcertaban, pero cuyas respuestas él anotaba,<br />

haciéndomelas repetir para obtener detalles suplementarios. ¿Tenían gobierno? ¿Propiedades?<br />

¿Cómo defecaban? ¿Trocaban objetos que fabricaban ellos con otros fabricados<br />

por tribus vecinas? ¿Eran músicos? ¿Tenían religión? ¿Llevaban adornos en los brazos,<br />

en la nariz, en el cuello, en las orejas o en cualquier otra parte del cuerpo?<br />

¿Con qué mano comían?<br />

El Entenado, JUAN JOSÉ SAER<br />

La visión etnocéntrica parte de la idea de que es posible no sólo captar las<br />

complejidades inherentes a una cultura extraña, sino también emitir juicios<br />

de valor acerca de ellas, partiendo de los parámetros de la propia<br />

cultura. El etnocentrismo establece una relación entre los diferentes grupos<br />

culturales, en la cual se destaca una valoración positiva acerca de lo<br />

propio, y una mirada peyorativa con respecto a los Otros.<br />

El etnocentrismo occidental es producto de la situación colonial, y surge<br />

como respuesta frente a las diferencias, legitimando en un mismo movimiento<br />

la relación de dominación que se establece entre metrópoli y colonias.<br />

El presupuesto básico de esta postura consiste en sostener la unidad<br />

psico-biológica de la humanidad, junto con la existencia de un desarrollo<br />

unilineal de las culturas, signada por la noción de progreso. Si bien la cultura<br />

es conceptualizada desde un lugar de universalidad, pueden delimitarse<br />

diferentes estadios sucesivos de desarrollo, que van desde lo inferior a<br />

lo superior, de lo más simple a lo más complejo (partiendo del salvajismo,<br />

pasando por la barbarie, para culminar en la civilización 1 ). Desde esta óptica,<br />

las sociedades salvajes serían algo así como antepasadas remotas de nuestra<br />

sociedad, que se quedaron a mitad de camino, o que se encuentran en<br />

tránsito hacia la civilización. Merced a esta subyacente base psico-biológica,<br />

es que el salvaje puede devenir en civilizado, pero a costa de un gran esfuerzo:<br />

de aquí se desprende el deber civilizatorio de Occidente, que apunta a<br />

generar trabajadores y consumidores dóciles, bien educados y evangelizados<br />

en la tradición judeo-cristiana. En el marco de este paradigma, las diferencias<br />

tienden a ser borradas, diluyéndose, y es deseable lograr cierta<br />

homogeneización que trascienda las barreras culturales entre Occidente y<br />

el resto del mundo 2 .<br />

1 Civilización que debe caracterizarse, por supuesto, como occidental, industrial, blanca,<br />

cristiana y masculina.<br />

2 Fenómenos conocidos como procesos de aculturación, sincretismo cultural y religioso,<br />

entre otros.<br />

77 dialéktica


Dentro del conjunto de las teorías antropológicas, la que va a llevar<br />

este concepto a su máxima expresión, será la Evolucionista (que alcanzó su<br />

auge en las postrimerías del siglo XIX, y cuyos máximos exponentes fueron<br />

Morgan y Tylor). Estos antropólogos evolucionistas se valían, para realizar<br />

sus análisis, de fuentes de segunda mano, es decir, de crónicas, encuestas,<br />

censos y observaciones, realizados por burócratas coloniales, viajeros, comerciantes<br />

y/o funcionarios eclesiásticos. Esto implicaba que el acceso a la<br />

información y su posterior interpretación estuvieran fuertemente sesgados<br />

y no cumplieran con ningún criterio de rigurosidad científica. A partir de<br />

estos datos fragmentados, los así llamados antropólogos de gabinete se abocaban<br />

a la descripción de estas culturas, concebidas como meras sumatorias<br />

de elementos sueltos (conjuntos de costumbres, creencias, hábitos y tradiciones)<br />

carentes de una lógica propia.<br />

Era a partir de estas descripciones que, método comparativo y especulativo<br />

mediante, resultaba posible la reconstrucción de la historia evolutiva<br />

de la humanidad, historia ésta de carácter unilineal y en donde quedaban<br />

contenidas las pluralidades culturales, desembocando en la civilización<br />

occidental, el estadio superior de desarrollo que la humanidad sería<br />

capaz de alcanzar.<br />

Ya a comienzos del siglo XX 3 , y con la profundización de la situación<br />

colonial, comenzó a requerirse de un conocimiento más específico acerca de<br />

los modos de funcionamiento de las sociedades colonizadas. Acompañando<br />

este proceso es que se produce un corrimiento metodológico al interior de<br />

la disciplina antropológica, dando lugar a la llamada teoría Funcionalista y<br />

a su innovador método de observación participante. Dicho método implicaba<br />

no solamente la estadía del antropólogo en el lugar de investigación (campo)<br />

con una duración no menor a dos años, sino también una nueva mirada,<br />

producto de experimentar la cultura en funcionamiento. Es a partir de<br />

3 No sólo a comienzos del pasado siglo, sino en la actualidad también –especialmente en<br />

el ámbito del marketing-, esta necesidad de conocer los pormenores de los «colonizados»<br />

continúa vigente. Así se desprende de la siguiente demanda de antropólogos por parte<br />

de una multinacional: «Microsoft recurre a la antropología para conocer al cliente: Con<br />

miras a acercarse aún más a sus clientes, Microsoft ha contratado a una cantidad de<br />

antropólogos para que le ayuden a comprender a ‹los nativos›, que en este país casi<br />

significa los dueños de pequeñas empresas que usan su software. Aunque la investigación<br />

fue encargada especialmente para ayudar en el proceso de producción del software<br />

Office Small Business Accounting, seguramente será útil también para todo lo demás<br />

que vende la compañía. Microsoft cree que, cuanto más entiendan cómo trabaja la gente<br />

que compra sus productos, más fácil le faltará diseñar productos y servicios que le<br />

faciliten la tarea. Microsoft, ahora una empresa con ventas anuales de US$ 37.000 millones,<br />

necesita saber para dónde va el mercado, o sea, hacia dónde van las personas que<br />

compran sus productos. Junio 2005.» (www.mercadodigital.com)<br />

dialéktica<br />

78


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

este giro metodológico que se empieza a ver la cultura como un todo, con<br />

coherencia interna, con leyes propias, y conformada por un conjunto de<br />

instituciones que garantizaban la reproducción orgánica de la sociedad.<br />

Mientras que para los evolucionistas la unidad de análisis eran los<br />

elementos aislados de una cultura dada, para los funcionalistas serán las<br />

instituciones, no ya vistas como rudimentos salvajes o como supervivencias<br />

del pasado, sino como necesarias, cumpliendo funciones para satisfacer<br />

las necesidades humanas.<br />

Es importante aclarar que estos desarrollos teóricos eran producto de<br />

los diversos modos en que se materializaba la situación colonial, y que, por<br />

ende, no se hallaban exentos de las contradicciones inherentes a esta práctica<br />

de dominación. En este sentido, se registra una oscilación entre construir<br />

al Otro desde un proceso de homogeneización, o bien haciendo hincapié<br />

en la preservación de las diferencias, consagrándolas como absolutas y<br />

esenciales, oscilación ésta estrechamente ligada a las fluctuantes necesidades<br />

del capital.<br />

Siguiendo algunas ideas de Negri y Hardt, podemos decir, ilustrando<br />

este primer sentido en que se configura la mirada hacia el Otro, que una<br />

vez que se ha construido absolutamente como Otro al sujeto colonial, se lo puede<br />

incluir (anular y elevar) en una unidad superior (...) el colonialismo homogeneiza<br />

las diferencias sociales reales creando una proposición decisiva que lleva las diferencias<br />

a un extremo absoluto y luego subsume la oposición en la construcción<br />

de la civilización europea 4 . O bien, en un segundo sentido, que la construcción<br />

de identidades al interior de la situación colonial opera, en algunos<br />

casos, naturalizando y eternizando las diferencias culturales.<br />

Relativismo Cultural, o las lentes ajenas:<br />

…para los marineros, todos los indios eran iguales y no podían, como yo, diferenciar las<br />

tribus, los lugares, los nombres. Ellos ignoraban que en pocas leguas a la redonda, muchas<br />

tribus diferentes habitaban, yuxtapuestas, y que cada una de ellas era no un simple<br />

grupo humano o la prolongación numérica de un grupo vecino, sino un mundo autónomo<br />

con leyes propias, internas, y que cada una de las tribus, con su propio lenguaje, con<br />

sus costumbres, con sus creencias, vivía en una dimensión impenetrable para los extranjeros.<br />

No únicamente los hombres eran diferentes. Sino también el espacio, el tiempo,<br />

el agua, las plantas, el sol, la luna, las estrellas. Cada tribu vivía en un universo<br />

singular, infinito y único, que ni siquiera se rozaba con el de las tribus vecinas.<br />

4 Negri y Hardt, Imperio, Paidós, Buenos Aires, 2003, p. 120.<br />

El Entenado, JUAN JOSÉ SAER<br />

79 dialéktica


Si bien el modelo hegemónico era la visión etnocentrista, cuando la práctica<br />

antropológica de campo se extendió, la sola inmersión en medio de formas<br />

de vida tan contrastantes con las suyas, hizo que muchos/as antropólogos/<br />

as comenzaran a descentrarse de su propia cultura, y a descubrir y valorar<br />

algunos aspectos o formas de vida de otras 5 . Una de las principales corrientes<br />

de la teoría antropológica, el así llamado Particularismo Histórico, nace<br />

a la luz de esta crítica al etnocentrismo, a partir de fines de los años ´20 del<br />

siglo XX.<br />

Es así, como se empieza a conceptualizar la existencia de culturas<br />

distintas, pero particulares, es decir, no englobables bajo el gran paraguas<br />

de la Cultura Universal, a la usanza evolucionista. Las culturas se abordan<br />

no ya desde una visión universal, sino en tanto entes singulares, como<br />

unidades discretas, situadas en un tiempo y lugar determinados. El marco<br />

teórico que dará lugar a esta concepción parte de la consideración de la<br />

existencia de infinidad de desarrollos histórico-culturales posibles, y en<br />

donde no pueden hallarse regularidades que expliquen de manera<br />

comprehensiva la totalidad del desarrollo cultural humano. El método consistirá,<br />

entonces, en la reconstrucción inductiva de la historia de estas sociedades,<br />

basada en el trabajo etnográfico y apoyándose en datos arqueológicos.<br />

Desde este paradigma, se descarta la idea evolucionista que propugnaba<br />

la existencia de una secuencia evolutiva de las culturas, y se intenta<br />

aprehender cada cultura particular como un todo en sí misma.<br />

Es con el Particularismo Histórico que cobra fuerza el concepto de<br />

relativismo cultural. Cada cultura sólo puede ser comprendida desde adentro,<br />

es decir, de acuerdo a sus valores propios. Se vuelve imposible, entonces,<br />

establecer grados de evolución entre ellas. Toda práctica cultural resulta<br />

inteligible sólo a la luz de sus propios parámetros. En sintonía con el<br />

Funcionalismo, para esta corriente la cultura sigue siendo vista en términos<br />

de totalidad cerrada en sí misma, pero se torna, en algún punto, escurridiza<br />

para un sujeto ajeno que no forme parte de esa lógica. Llevada a su extremo,<br />

esta concepción implica la imposibilidad de captar o comprender una cultura<br />

ajena.<br />

Ya en los años ´40, y con el proceso de descolonización, esta visión<br />

relativista adquiere un predominio notorio. La diversidad deja de ser exterior<br />

a la sociedad occidental (es decir, conceptualizada en términos de situación<br />

colonial) para pasar a formar parte integrante del sistema capitalista<br />

mundial (en términos de Tercer Mundo, Países Subdesarrollados, etc.). Es en<br />

5 Como, por ejemplo, ciertas maneras de resolver cuestiones familiares, o la iniciación de<br />

los jóvenes en la vida sexual (véase, a modo de ilustración, Adolescencia y Cultura en<br />

Samoa, de Margaret Mead).<br />

dialéktica 80


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

este momento que se torna evidente, especialmente desde una mirada<br />

antropológica, que la diferencia, el Otro, existe en la propia sociedad y forma<br />

parte de ella. Se produce una mudanza espacial del objeto de estudio: ya<br />

en lugar del nativo exótico, habitante de islas remotas, se comienza a centrar<br />

la mirada en el campesinado, el proletariado, es decir, en los ex-nativos<br />

exóticos, ahora occidentalizados como fuerza de trabajo. Simultáneamente<br />

a esta incorporación 6 plena de los habitantes de las antiguas colonias al<br />

sistema de producción capitalista, desde la Antropología se plantea<br />

discursivamente la necesidad de preservar y respetar sus modos de vida<br />

tradicionales, lo cual constituye una contradicción en sí misma, ya que las<br />

pautas de reproducción culturales otrora relativamente independientes del<br />

desarrollo capitalista, se ven truncadas o subsumidas a la lógica del capital.<br />

El aprendizaje del idioma que hablaban, por ser rudimentario, me resultaba todavía más<br />

difícil. Un observador esporádico hubiese podido pensar que ese idioma iba construyéndose<br />

según el capricho del que lo hablaba. Más tarde comprendí que aun hasta al capricho<br />

nuestro entendimiento le inflige leyes que le dan la ilusión del conocer e incluso en<br />

eso la vida de los indios contrastaba con la de los otros hombres entre los que había vivido<br />

y viviría.<br />

El Entenado, JUAN JOSÉ SAER.<br />

Esta disputa entre el particularismo y el universalismo, repercute fuertemente<br />

al interior del debate entre las corrientes comprensivistas y de explicación<br />

en las Ciencias Sociales. En sintonía con una mirada relativista,<br />

el antropólogo wittgensteiniano Peter Winch 7 sostiene la imposibilidad de<br />

traducir una cultura a otra. Esto significa, lisa y llanamente, que el/la científico/a<br />

social es incapaz de comprender efectivamente las pautas culturales<br />

de los/as otros/as, por un lado, y que resulta éticamente óptima la preservación<br />

de los valores culturales extraños, con el consabido respeto hacia<br />

éstos. Por consiguiente, cualquier intento por convertir los conceptos de<br />

una cultura ajena a otros inteligibles para nosotros/as, será en vano, y<br />

juzgar sus valores, indeseable.<br />

6 Incorporación que cambia de signo: si en un primer momento primaba un tipo de<br />

subsunción formal , es en este momentoahora quecuando empieza a predominar una<br />

subsunción real (ver capíitulo 6VI del El Capital, de Kart Marx).<br />

7 Véase especialmente su Comentario, escrito a modo de respuesta al artículo de I. C.<br />

Jarvie, Comprensión y explicación en Sociología y en Antropología Social, ambos publicados<br />

en Borger, R. y F. Cioffi (comp.): La explicación en las Ciencias de la Conducta,<br />

Alianza Editorial, Madrid, 1974.<br />

81 dialéktica


Como reacción a este modo de ver la realidad, I. C. Jarvie afirma que<br />

no podemos más que intentar traducir las sociedades que nos son extrañas en<br />

términos de la nuestra. 8 Relacionado con esto, apela a cierta realidad objetiva,<br />

externa a los sujetos y a sus pautas culturales, que es en cierto punto independiente<br />

de ellos/as, vale decir, exterior a cualquier lenguaje o cultura.<br />

Asimismo, defiende la necesidad de establecer juicios de valor<br />

interculturales, aspecto rechazado de plano desde el relativismo, arguyendo<br />

que son estos juicios los que nos permiten examinar nuestras<br />

preconcepciones y, en última medida, transformarlas. Así, postula que tales<br />

juicios de valor interculturales, es decir, el uso de la propia sociedad como instrumento<br />

de medida o como tabla de corrección, son los modos principales por los que<br />

se alcanza la comprensión sociológica de una sociedad ajena. 9 Es más, ubicándose<br />

en las antípodas de la postura relativista y posicionándose al interior del<br />

paradigma de explicación en las Ciencias Sociales, sostiene que las ciencias<br />

sociológicas tratan también [además de comprender 10 ] de explicar y evaluar las<br />

sociedades, sus instituciones, sus conocimientos (…) utilizan el lenguaje en sus<br />

intentos por hacer enunciados universales verdaderos acerca del mundo, enunciados<br />

que expliquen el mundo. 11<br />

A contramano de esta postura, Peter Winch asegura que no podemos<br />

realmente sancionar la verdad o falsedad de un enunciado dado, puesto<br />

que esto depende intrínsecamente de los juegos lingüísticos culturales que<br />

varían de sociedad en sociedad. Por tanto, no existe ningún parámetro,<br />

ninguna realidad externa, que nos permita mensurar un universo de discurso,<br />

y (siguiendo la interpretación de Jarvie acerca de la postura de Winch)<br />

la realidad se construye dentro de un universo de discurso 12 . Esto no implica otra<br />

cosa más que postular la existencia de diversos criterios de racionalidad, o,<br />

más aún, de racionalidades diferentes, lo cual no puede más que desembocar<br />

en un callejón sin salida, en el que la misma comunicación entre sujetos<br />

provenientes de sociedades distintas se ve imposibilitada.<br />

Desde el paradigma universalista, y distanciándose significativamente<br />

de lo anterior, Jarvie sostiene que existe algo parecido a una comunidad<br />

de racionalidad, la cual sería compartida por todos los hombres, pero estaría recono-<br />

8 En Comprensión… (op.cit.), p.160. Véase, asimismo, su Réplica (ídem). Negritas en el<br />

original.<br />

9 Ibídem, p. 161.<br />

10 Como se desprende de los términos que recorren este debate, la polémica se halla<br />

enmarcada en la discusión entre dos paradigmas: por un lado el de la comprensión, y por<br />

otro el de la explicación en las ciencias del espíritu.<br />

11 Ibídem, pp. 163-164.<br />

12 Ibídem, p. 166.<br />

dialéktica 82


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

cida o nutrida en medida que variaría según las diferentes sociedades (no siendo<br />

ninguna perfecta) 13 . Y agrega, refiriéndose a las creencias de los azanda acerca<br />

de la existencia de las brujas, que estar equivocado no es lo mismo que ser<br />

estúpido, incapaz de pensar, primitivo, inmoral o alguna otra cosa 14 . Y que creer<br />

que existan las brujas es erróneo, ya que la brujería consiste, entre otras cosas, en<br />

ciertas creencias sobre el mundo y que la cuestión de si existen o no las brujas es un<br />

hecho exterior al lenguaje 15 .<br />

Así como Jarvie desde una visión anti-relativista critica al relativismo,<br />

el antropólogo C. Geertz se aboca a la critica del anti-relativismo desde una<br />

perspectiva anti-anti-relativista sosteniendo que relativismo y antirelativismo<br />

no tienen que ver con las profundas diferencias culturales en sí,<br />

sino con el modo en que podemos vivir con ellas 16 . Trae así a colación la cuestión<br />

de la moral como un elemento más para tener en cuenta en este debate,<br />

que tiene más que ver con cuestiones de tolerancia o intolerancia frente a lo<br />

distinto antes que con cuestiones de producción de conocimiento. Desde su<br />

punto de vista, aquellos que sostienen la existencia de valores universales o<br />

de una racionalidad humana que trasciende las diferencias culturales, sienten<br />

“temor” (...) de que, si no existe algo que esté firmemente arraigado en todas<br />

partes, no habrá nada que pueda arraigar en parte alguna. 17 En síntesis, prácticas<br />

tan desconcertantes como las cacerías de cabezas, la esclavitud, los sistemas de castas<br />

o el vendado de pies, hicieron que los antropólogos corrieran a reagruparse a la<br />

sombra protectora de la vieja bandera de la naturaleza humana. 18<br />

Ya avanzado el siglo XX, y especialmente con la caída de algunos muros y<br />

de las promesas de aldeas globales, comienzan a quedar en evidencia los<br />

conflictos interétnicos que complejizan los debates en torno a la diferencia,<br />

esbozados más arriba. Es así como aparecen con un nuevo vigor conceptos<br />

tales como etnicidad, multiculturalismo, derecho a la diferencia, interculturalismo,<br />

entre otros, conceptos que le imprimen nuevas características al viejo debate<br />

universal- particular.<br />

13 Ibídem, p. 168. Esta postura es cercana a la visión estructuralista de C. Lévi- Strauss,<br />

la cual sostiene la existencia de una estructura lógica, a priori, universal, cuyo contenido<br />

se expresa de manera particular (azarosa y arbitrariamente) en cada mundo cultural.<br />

14 Réplica, en: 1974, Borger, R. y F. Cioffi (comp.), op. cit. (p.200).<br />

15 Ídem, p. 201.<br />

16 Geertz, C. en Usos de la diversidad, Ed. Paidós, Barcelona, 1996. El anti-anti-relativismo,<br />

(p. 99).<br />

17 Ídem, pag. 100<br />

18 Ibídem, pág. 117.<br />

83 dialéktica


El multiculturalismo: la otra cara del racismo<br />

El concepto de Multiculturalismo es relativamente nuevo, y fue pensado<br />

para referir a un Estado-Nación democrático, que debía promover una actitud<br />

pluralista frente a las diferencias étnicas y culturales existentes,<br />

segmentando a la población en un conjunto de bloques que pasaban a conformar<br />

minorías, constituidas arbitrariamente a partir de sus orígenes étnicos,<br />

lingüísticos, nacionales, etc. Más precisamente, el término multiculturalismo<br />

aparece como la respuesta que el estado canadiense dio a la pretensión de<br />

Quebec de erigirse como nación independiente, a finales de los años ´60. 19<br />

Lo que se propone desde este paradigma es una convivencia, en un marco<br />

de respeto y tolerancia, de distintos grupos culturales que comparten el<br />

territorio de un mismo Estado-Nación.<br />

Esta tendencia multiculturalista se expresa, por ejemplo, en el terreno<br />

educativo, y tiene un gran desarrollo en los modelos curriculares, especialmente<br />

en Estados Unidos, a partir de los cuales se intenta superar el modelo<br />

asimilacionista dominante, y proponer otros alternativos que apunten a la<br />

comprensión, competencia y emancipación culturales. El primero de ellos<br />

intenta meramente fundar una relación “armoniosa” entre la sociedad dominante<br />

y los diferentes grupos minoritarios, sin proponer una interacción<br />

entre ellos, reproduciendo una postura claramente relativista. El modelo de<br />

competencia cultural, por su parte, posee como premisa principal que los valores<br />

del pluralismo cultural deben ocupar un lugar central en el curriculum de la<br />

escuela, 20 conservando así el idioma y la cultura de las minorías, teniendo un<br />

puente entre estas últimas y la sociedad dominante de manera tal que los<br />

estudiantes pertenecientes a minorías estén preparados para la negociación<br />

social y cultural con la sociedad blanca dominante. Por último, el enfoque<br />

emancipatorio plantea la necesidad de incorporar en los curriculums la<br />

cultura minoritaria, incentivando de esta manera el rendimiento académico<br />

y mejorando la inserción en la sociedad. Si bien, estos modelos intentan<br />

romper con la asimilación de la sociedad dominante, no hacen más que<br />

reforzar la relación de dominio que se establece entre los diferentes grupos<br />

19 En este sentido, el multiculturalismo en Canadá se refería, originalmente, a la convivencia<br />

“pacífica” y “tolerante” entre tres entidades sociales: la anglófona, la francófona<br />

y la de los aborígenes (indios, inuits y mestizos de once grupos lingüísticos y unos 35<br />

pueblos diferentes) que serían etnias compartiendo conjuntamente una única nación.<br />

Más adelante, comenzaron a desarrollarse encarnizadas luchas desde aquellas comunidades<br />

que pretendían el reconocimiento por parte del Estado canadiense de su carácter<br />

de minorías, con el objeto de acceder a subsidios diversossubsidios de minorías..... Estas<br />

negociaciones ilustran el carácter político y, en algún punto, arbitrario de las reivindicaciones<br />

ligadas a la identidad.<br />

20 Mc Carthy, C., en Racismo y Curriculum. Ed. Morata, Madrid: 1994.<br />

dialéktica 84


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

culturales y el Estado Nación.<br />

La no superación por parte de la teoría multiculturalista de los modelos<br />

culturales dominantes, no se debe tanto al fracaso de dicha teoría sino a<br />

sus propios límites, vinculados al contexto histórico, político y social en el<br />

cual surge esta propuesta. Este contexto se caracteriza por lo que Félix<br />

Guattari 21 denominan el capitalismo mundial integrado, caracterizado por la<br />

presencia masiva del sistema capitalista a nivel universal. Según este autor,<br />

el capitalismo ha colonizado todo el planeta y ya no se puede hablar de una<br />

división internacional del trabajo sino de una mundialización de la división<br />

del trabajo, de una captación general de todos los modos de actividad.<br />

Los modos de producción marginales o informales, el deporte, la cultura,<br />

las actividades domésticas, todo ha quedado bajo el mando del capital.<br />

Siguiendo a Slavoj Zizek: «(...) la forma ideal de la ideología de este capitalismo<br />

global es la del multiculturalismo, esa actitud que trata a cada cultura local como el<br />

colonizador trata al pueblo colonizado: como ‹nativos›, cuya mayoría debe ser estudiada<br />

y ‹respetada› cuidadosamente.», 22 lo cual convive, sólo en apariencia<br />

contradictoria, con el intento del capital de «globalizar» no sólo la economía<br />

sino también la subjetividades, creando un nuevo tipo de subjetividad<br />

«global», subsumiendo las diferencias y constituyendo la monotonía de lo<br />

idéntico como dispositivo de dominación.<br />

Sin embargo la alteridad también se manifiesta tanto en el discurso<br />

sobre las «minorías» como en las actuales luchas sociales enmarcadas en<br />

reivindicaciones específicas (en la lucha por los derechos de los homosexuales,<br />

en las reivindicaciones feministas, etc.), y es en este punto donde nos<br />

parece que surge la problemática del multiculturalismo: «Hoy la teoría crítica<br />

-bajo el atuendo de ‹crítica cultural›- está ofreciendo el último servicio al desarrollo<br />

irrestricto del capitalismo al participar activamente en el esfuerzo ideológico de<br />

hacer invisible la presencia de éste.». 23 La posición multiculturalista aparece<br />

como aquella que intenta respetar y tolerar (y, en el mejor de los casos,<br />

comprender) las culturas locales, haciendo hincapié en sus diferencias culturales.<br />

En otras palabras, «el multiculturalismo es una forma de racismo negada,<br />

invertida, autorreferencial, un racismo con distancia: respeta la identidad del<br />

Otro, concibiendo a éste como una comunidad ‹auténtica›, cerrada, hacia la cual él,<br />

el multiculturalista, mantiene una distancia que se hace posible gracias a su posición<br />

universal privilegiada». 24 La especificidad del Otro reafirma la propia<br />

21 En Cartografías del deseo, La Marca, Bs. As., 1995.<br />

22 JAMESON, F. Y ZIZEK, S., en Estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Ed.<br />

Paidós, Buenos Aires 1998. ZIZEC, S.: 1998, p.<br />

23 JAMESON, F. Y ZIZEK, S., op. cit. ZIZEC, S.: 1998, p.<br />

24 JAMESON, F. Y ZIZEK, S., op. cit. ZIZEC, S.: 1998, p.<br />

85 dialéktica


superioridad de la sociedad dominante. La crítica fundamental que puede<br />

realizarse a esta concepción multicultural se basa en su orientación ideológica,<br />

en donde existe una aceptación de las relaciones sociales capitalistas<br />

como marco incuestionable, negando las desigualdades sociales, silenciando<br />

las relaciones de poder y de dominación existentes.<br />

Sin embargo, existen otras críticas posibles a estas posturas<br />

multiculturalistas, principalmente basadas en el hecho de que, si se adopta<br />

esta mirada, se termina reivindicando la construcción de ghettos, la conformación<br />

de sociedades múltiples y escindidas. Al decir de Dolores Juliano:<br />

«la idea superadora sería una concepción interculturalista, es decir una elaboración<br />

que parta de la idea de que las distintas culturas todas tienen elementos que aportar<br />

(...) No manejarnos en términos de respeto por lo que ellos son, sino propiciar una<br />

actividad que sea capaz de aprender de ellos, intercambiar experiencias y enriquecernos<br />

mutuamente (...) En principio, implica un cambio de nuestra relación con los<br />

otros que no vea ‹al Otro› como ‹aparte›» .25 Siguiendo las recomendaciones de<br />

esta antropóloga, tenemos que el dilema entre lo universal y lo particular<br />

podría ser de alguna manera resuelto mediante una cuestión de voluntad,<br />

por el solo hecho de tomar conciencia y abrirse al diálogo, dejando de lado<br />

el contexto social y político en el cual está inmersa esta problemática. Vale<br />

decir que, una vez más, quedan soslayadas las relaciones de poder y el<br />

trasfondo capitalista de este tipo de propuestas.<br />

Algunas aproximaciones críticas:<br />

Estas “diferentes” miradas que fue construyendo la Antropología en su<br />

pretensión de explicar y/o comprender la diversidad cultural, son producto<br />

de las transformaciones sociopolíticas de Occidente, transformaciones<br />

que crearon conceptos, categorías y modelos teóricos acordes a las necesidades<br />

del capital y en conflicto permanente con los sujetos sociales.<br />

En el intento de superar la visión etnocentrista, el relativismo cultural<br />

naufraga. En palabras de Canclini, naufraga «por apoyarse en una concepción<br />

atomizada y cándida del poder: imagina a cada cultura existiendo sin saber<br />

nada de las otras, como si el mundo fuera un vasto museo de economías de subsistencia,<br />

cada una en su vitrina, imperturbable ante la proximidad de las demás, repitiendo<br />

invariablemente sus códigos, sus relaciones internas». 26 Entonces, para el<br />

25<br />

JULIANO, DOLORES: «Universal/Particular. Un falso dilema», en Globalización e identidad<br />

cultural, comp. R. Bayardo y M. Lacarrieu, Ciccus, Bs. As., 1997.<br />

26<br />

GARCÍA CANCLINI, N. Las culturas populares en el capitalismo, Nueva Imagen, México, 1982,<br />

p. 37.<br />

dialéktica 86


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

relativismo es imposible contemplar las transformaciones y las relaciones<br />

interculturales, perdiendo de vista los alcances de la expansión capitalista,<br />

así como el uso que hace el capital de la diversidad cultural. Es decir que<br />

tanto el relativismo como el multiculturalismo (y su variante<br />

interculturalista) –y, en menor medida, el etnocentrismo occidental 27 – no<br />

cuestionan ni consideran el estado actual del desarrollo capitalista. Es más,<br />

no sólo legitiman sus prácticas, sino que también influyen en la construcción<br />

de estereotipos culturales que resultan funcionales a las mismas.<br />

Siguiendo esta línea, Hardt y Negri relacionan el modo de funcionamiento<br />

de estas miradas relativistas y multiculturalistas con el paso de la<br />

sociedad moderna a la sociedad imperial, y la subsiguiente indistinción interior/exterior.<br />

Esta indistinción conduce a una reconfiguración del racismo,<br />

es decir, de una teoría racista basada en la biología a una basada en la cultura. 28 El<br />

antiguo modelo, propio de la modernidad, que concebía las diferencias culturales<br />

en términos biológicos (racismo tradicional), da paso a un<br />

antirracismo que codifica la diversidad como producto de una construcción<br />

social, no ontológica. Estos teóricos antirracistas modernos operan con la<br />

creencia de que el constructivismo social puede liberarnos del corsé del determinismo<br />

biológico: si nuestras diferencias están determinadas social y culturalmente, en<br />

principio todos los seres humanos somos iguales 29 , de un mismo orden ontológico,<br />

de una misma naturaleza. 30<br />

El racismo moderno, representado en algunas posturas etnocentristas,<br />

se basaba en la división exterior/interior, donde el Otro (exterior) quedaba<br />

excluido para luego ser incluido como fundamento negativo del sí mismo.<br />

Podría pensarse que el racismo imperial opera invirtiendo el modelo del<br />

racismo moderno. En primer término, se produce una inclusión (todos los<br />

seres humanos somos iguales; a todos se les da la bienvenida), para luego realizar<br />

una operación de exclusión basada en las diferencias culturales.<br />

Sin embargo, es erróneo decir que el racismo imperial simplemente<br />

invierte el racismo moderno, ya que esto significaría concebirlo en forma<br />

dialéctica. El racismo colonial, el racismo de la soberanía moderna, primero llevaba<br />

la diferencia al extremo y luego recuperaba al Otro como fundamento negativo<br />

del sí mismo. 31 Por el contrario, el orden imperial... no tiene nada que ver con esta<br />

dialéctica. El racismo imperial o el racismo diferencial integra a los otros en su<br />

27 Dado que el etnocentrismo es claramente pro colonialista y avala y justifica dichas<br />

prácticas de forma explícita.<br />

28 Negri y Hardt, Imperio, Paidós, Buenos Aires, 2003, p. 173.<br />

29 Idea que se condice con la postura levistraussiana.<br />

30 Negri y Hardt, Op.Cit., p.176.<br />

31 Ibidem.<br />

87dialéktica


orden y luego organiza aquellas diferencias dentro de un sistema de control. 32 Un<br />

ejemplo paradigmático que ilustra esto último, es el comportamiento del<br />

Estado canadiense en cuanto a la administración de la diferencia, a través<br />

de su encapsulamiento de las complejidades culturales bajo el rótulo de<br />

«minorías», poniendo en evidencia los alcances de este racismo imperial,<br />

categorizado teóricamente como multiculturalista.<br />

Estas políticas identitarias contribuyen, asimismo, a una redefinición<br />

del mercado mundial. El marketing, como expresión de este corrimiento, se<br />

constituye como ejemplo de ello. En términos de Hardt y Negri: el marketing<br />

mismo es una práctica basada en las diferencias y cuantas más diferencias existan,<br />

tanto más pueden desarrollarse las estrategias de marketing. Poblaciones cada vez<br />

más híbridas y diferenciadas presentan un número creciente de «mercados puntuales»<br />

a los que hay que dirigirse con estrategias de marketing específicas: una para<br />

varones gay latinos de entre dieciocho y veintidós años, otra para adolescentes<br />

chinas estadounidenses, etcétera. El marketing posmoderno reconoce la diferencia<br />

de cada mercancía y de cada segmento de la población y adapta sus estrategias de<br />

acuerdo con tales diferencias. Cada diferencia es una oportunidad. 33<br />

Por otra parte, otra de las críticas que podemos deslizar a estas miradas<br />

hacia lo Otro, que no dejan de estar vinculadas con lo anterior, tiene que<br />

ver con cierta idea homogeneizante y armoniosa respecto de los diferentes<br />

grupos culturales. Es decir que parten de una concepción de cultura como<br />

cerrada en sí misma, indiferenciada internamente, de una sociedad donde<br />

todos sus integrantes comparten iguales intereses y que, por lo tanto, se<br />

encuentra exenta de conflictos internos o relaciones de poder. Este desconocimiento<br />

del papel fuertemente ideológico de la cultura, termina erigiéndola<br />

como un fenómeno monolítico, desembocando en una mirada a partir de la<br />

cual todos los integrantes de una sociedad dada conciben, piensan y actúan<br />

sobre el mundo partiendo de una misma cosmovisión, sin fracturas,<br />

sin tensiones, y sin otredades al interior de cada cultura. 34<br />

Asimismo, y partiendo de este diagnóstico, se enarbola la neutralidad<br />

ética del/la antropólogo/a, especialmente postulada desde el<br />

relativismo, cayendo en un pseudo lugar de objetividad. Si partimos de la<br />

base de que no existe cosa tal como una sociedad homogénea, resulta insostenible<br />

el decreto de neutralidad valorativa impuesto a la investigadora<br />

32 Ibidem.<br />

33 Ibid., p. 141.<br />

34 Son las posturas relativistas y, particularmente, las multiculuralistas, las que llevan al<br />

extremo esta visión. Es nuevamente Jarvie, entre otros, quien critica esta visiónperspectiva:<br />

las sociedades están en interacción constante tanto con sus vecinas como, por así decir,<br />

con ellas mismas, con su historia, y que ningún sistema aislable de ideas o significados es<br />

nunca fijo o permanente” (1974: 173)<br />

dialéktica 88


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

social.<br />

Nuevamente nos encontramos en el punto de partida del presente<br />

artículo: el dilema universal/particular. Este dilema no nos plantea únicamente<br />

preguntas de cariz teórico-epistemológico o de raigambre filosófica,<br />

sino que, fundamentalmente, nos ubica frente a una serie de interrogantes<br />

de carácter eminentemente político, no solamente de cara al otro, sino también<br />

de cara a nuestra propia sociedad. Esto implica que, sin descuidar la<br />

cuestión de si estamos o no frente a diferentes manifestaciones de una naturaleza<br />

humana universal cuando nos topamos con la otredad, es necesario<br />

tomar algún tipo de posicionamiento frente a las situaciones de resistencia<br />

y de dominio presentes en toda sociedad. Significa pensar los diferentes<br />

grupos/comunidades culturales en términos dinámicos, insertos en el universo<br />

capitalista, atravesados por relaciones de poder conflictivas y móviles,<br />

y nos obliga a identificar las luchas, las resistencias, los antagonismos<br />

y, en definitiva, a tomar partido, a posicionarnos frente a las diferentes<br />

posturas en pugna. Vale decir que, si adoptamos esta óptica (óptica que no<br />

se presenta como superación sintética del paradigma universal/particular,<br />

sino como una politización de este debate que, a su vez, lo complejiza)<br />

resulta menester el reconocimiento de las relaciones de fuerza dadas en<br />

momentos históricos determinados, y no un posicionamiento teórico despegado<br />

de las efectivas relaciones de poder existentes.<br />

Por último, es importante señalar que esta indagación que pretende<br />

hacer la Antropología sobre los Otros, permite también problematizar las<br />

prácticas sociales y culturales naturalizadas en “nuestro” mundo cultural.<br />

Es más, junto con Jarvie podemos decir que «una familiaridad constante con<br />

conjuntos de conceptos y maneras de clasificar el mundo diferentes tiende a destrozar<br />

muchas de las propias preconcepciones. Lo raro deja de serlo, y se obtiene un<br />

grado de autoconciencia acerca de la cultura y sociedad propias que de otro modo<br />

sólo podría adquirirse mediante el mayor de los saltos imaginativos». 35<br />

Este saber antropológico, que comenzó construyéndose a partir del<br />

contacto con otras sociedades, fue variando, transformándose, y aporta al<br />

cuestionamiento y a la desnaturalización de la propia sociedad. Dejemos<br />

que sea el antropólogo Michael Taussig quien concluya: «Si hoy en día hay<br />

un objetivo fundamental (...) en la misión que es la antropología, ‹el estudio del<br />

hombre›, no es solamente que el estudio de otras sociedades revele en qué formas se<br />

ven influidas por la nuestra, sino que al mismo tiempo tales investigaciones nos<br />

proporcionen alguna facultad crítica con que evaluar y comprender las suposiciones<br />

sacrosantas e inconscientes que se construyen y surgen de nuestras formas sociales».<br />

35 Ibídem., pp. 164-165.<br />

89 dialéktica


La antropología en la mira<br />

Apuntes para una discusión sobre la praxis antropológica<br />

Introducción<br />

dialéktica 90<br />

KARLA CASTELLAZO<br />

GIMENA PERRET<br />

Hacia la segunda mitad del siglo XIX la antropología se constituye en<br />

disciplina científica -con un objeto y métodos propios- en un contexto socio-histórico<br />

en el que se torna necesario sistematizar el conocimiento sobre<br />

los «otros» de manera que los métodos de conocimiento se adecúen a las<br />

formas específicas y necesarias de dominación. Sin embargo, la antropología<br />

como ejercicio y como modo de acercamiento y de estudio de la «otredad»<br />

ha existido aún antes. La antropología es una práctica más amplia, que<br />

implica un intento de conocer a «otro» cuya cultura diverge de la propia.<br />

Podríamos decir entonces, que cuando Heródoto describe los usos y costumbres<br />

del pueblo egipcio estaba realizando el ejercicio/esfuerzo<br />

antropológico de relativizar lo propio para poder describir cómo son esos<br />

«otros» diferentes a él 1 .<br />

Si bien la antropología en tanto ciencia es hija de la expansión colonial,<br />

la antropología como práctica tiene al menos unos 25 siglos. Y extremando<br />

un poco más las posiciones podemos decir que antropología ha<br />

existido siempre porque siempre -debido a los constantes encuentros entre<br />

pueblos, culturas y épocas distintas- se ha planteado la pregunta<br />

antropológica acerca del por qué de la diversidad cultural.<br />

Entonces, la disciplina científica es sólo un modo particular de acercamiento<br />

que de ninguna manera agota la práctica antropológica. Por eso<br />

1 «Griego [que] profesó el amor del Egipto, ‹que es entre todas las regiones maravillosa›»”,<br />

decía Borges en su prólogo a Heródoto, Los nueve libros de la historia, Madrid,<br />

Hyspamérica, 1985.


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

preferimos referirnos a la antropología como una mirada, que puede emplear<br />

instrumentos científicos o no, pero cuya finalidad es conocer/comprender<br />

la diversidad cultural. En tanto mirada, la antropología puede no<br />

concebirse como una disciplina distinguida con su objeto y métodos propios<br />

sino como una práctica que puede utilizarse en diferentes tipos de<br />

aproximaciones y construcciones de conocimiento.<br />

En este artículo intentaremos recorrer esta afirmación a partir de la<br />

problematización de cómo la antropología pretende conocer y explicar la<br />

diversidad cultural, del para qué de la producción de conocimiento y de<br />

la práctica antropológica, para luego (re)plantear qué estudia y por qué lo<br />

hace.<br />

El cómo de la antropología<br />

Como decíamos más arriba, la antropología es un particular modo de acercamiento<br />

al estudio de la diversidad humana, un acercamiento a lo que<br />

en principio le es desconocido: lo «otro». Como tal –y siguiendo la propuesta<br />

geertziana– la antropología en tanto disciplina intenta explicar –interpretando–<br />

prácticas sociales. Y lo hace a través de una práctica específica,<br />

la etnografía.<br />

Hacer etnografía no equivale solamente –como muchas veces nos<br />

han dicho y enseñado– a las técnicas que se utilizan, a seleccionar informantes,<br />

a trazar mapas de la zona, a establecer genealogías, a realizar observaciones,<br />

a anotar en la libreta de campo, a poner en práctica la<br />

reflexividad... Hacer etnografía equivale, para Geertz, a un cierto esfuerzo<br />

intelectual: una especulación elaborada en términos de descripción densa. Lo<br />

que implica que el etnógrafo tiene que ‘atravesar’ la compleja trama de significación<br />

que los hombres han construido para captarla primero y para<br />

explicarla, interpretándola, después. En esta tarea entra en juego una cantidad<br />

tal de elementos que produce un hacer etnografía que se asemejs a intentar<br />

leer (interpretar) «un manuscrito extranjero, borroso, plagado de elipsis,<br />

de incoherencias, de sospechosas enmiendas...» (1987: 24). Es por esto que<br />

debemos concebir la práctica etnográfica no tanto como una actividad de<br />

mera observación (como si sólo se estuviera fotografiando), sino más bien<br />

como una actividad de interpretación, dado que lo que se intenta hacer es<br />

desentrañar la compleja trama de sistemas de símbolos que componen la<br />

cultura.<br />

Ahora bien, según el mismo autor, las descripciones que el<br />

antropólogo elabora no son el fiel reflejo de la cultura estudiada sino que<br />

son ellas mismas interpretaciones que se realizan a partir de las interpreta-<br />

91 dialéktica


ciones que los otros nos dan de su mundo. En este sentido, las descripciones<br />

antropológicas son interpretaciones de segundo y tercer orden, dado que<br />

sólo los sujetos con los que trabajamos hacen interpretaciones de primer<br />

orden. De esta manera las descripciones que la antropología/los<br />

antropólogos han hecho –desde Heródoto hasta la actualidad– son ficciones,<br />

«ficciones en el sentido de que son algo ‹hecho›, algo ‹formado›, ‹compuesto›<br />

–que es la definición de fictio–, no necesariamente falsas o<br />

inefectivas» (Ídem: 28).<br />

Hablar de la producción antropológica como producción de ficciones<br />

introduce una discusión en torno al status de verdad, de la que<br />

Nietszche nos ha dado algunos elementos. Para el filósofo alemán no había<br />

posibilidad de acceso a una realidad por excelencia verdadera, eterna<br />

e inmutable (el mundo de las Ideas platónico), sino que la producción de la<br />

razón estaría a un mismo nivel que la producción artística o del sentido<br />

común, en tanto todas son ficciones o interpretaciones. No existe para él<br />

una verdad objetiva sino sólo la posibilidad de dar una versión de los<br />

hechos, más o menos ajustada a los parámetros de una época. En este<br />

sentido, la invención del hombre como el centro de la racionalidad y productor<br />

de conocimiento verdadero ha sido una de las ficciones más duraderas<br />

que ha producido la Modernidad.<br />

En términos generales, desde su constitución en disciplina científica<br />

la antropología ha intentado lograr descripciones objetivas de la realidad<br />

estudiada. La etnografía tal y como fue planteada por los antropólogos<br />

tanto de corte funcionalista, estructural-funcionalista como particularistahistórico,<br />

pretendieron resolver el problema del estatus de verdad del<br />

conocimiento antropológico a partir de una permanencia prolongada en<br />

el terreno, la que les permitiría hacer familiar lo que en un principio les es<br />

extraño y con ello lograr una suerte de «comunión» con el universo simbólico<br />

de los nativos hasta conseguir reflejar dicho universo tal y como ellos<br />

mismos lo viven. Sin embargo –retomando los planteos geertzianos– esto<br />

no sería otra cosa que pretender convertirnos paulatinamente en una «bruja».<br />

Es decir, hacer la etnografía de la brujería como la haría una bruja. Este<br />

proyecto teórico-metodológico es, en términos del autor, pragmáticamente<br />

imposible.<br />

Pero, por otro lado, tampoco puede resolverse el problema realizando<br />

comparaciones interculturales a partir de la aplicación del método<br />

estadístico propio del modelo fisicalista de la ciencia 2 , método que nos permitiría<br />

hacer abstracción de las particularidades distintivas de la experien-<br />

2 Como lo hicieron los antropólogos evolucionistas del s. XIX y retomaron algunos<br />

antropólogos norteamericanos hacia la década del ’50.<br />

dialéktica 92


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

cia de nuestros sujetos de investigación, con el fin de lograr un análisis<br />

objetivo y neutral de su cultura. Esto sería pretender convertirnos paulatinamente<br />

en un ‘geómetra’. Este proyecto teórico-metodológico es, para Geertz,<br />

pragmáticamente un sin sentido 3 .<br />

Se requiere entonces, para superar el problema planteado, de un<br />

cierto esfuerzo de ‘imaginación científica’ por parte del investigador a fin<br />

de poder construir hipótesis interpretativas que permitan el acercamiento<br />

pragmático al universo simbólico en el cual viven nuestros sujetos de investigación.<br />

Es decir, acercarnos al mundo intersubjetivo de común comprensión<br />

para los individuos de un grupo particular. En esto consiste, para<br />

Geertz, el quid de la práctica antropológica: hacer inteligible de manera<br />

densa dicho mundo.<br />

Hacer etnografía es también un intento, por parte de los que la practicamos,<br />

de ponernos en el lugar del otro (sin por eso pretender convertirnos<br />

en el otro), un intento por desnaturalizar lo obvio/lo dado para poder dar<br />

cuenta de que las cosas no siempre han sido de la misma manera sino que<br />

son contingentes, que pueden cambiar, que pueden transformarse. A su<br />

vez, la práctica antropológica y el conocimiento que se produce a partir de<br />

dicha práctica, están condicionados tanto por el contexto socio histórico en<br />

el que nos encontremos haciendo etnografía, como por los objetivos y propósitos<br />

de la investigación que estemos llevando a cabo. Lo que se dice o se<br />

deja de decir de la cultura/sociedad estudiada está muy lejos de la pretendida<br />

neutralidad ideológica y valorativa con la que los antropólogos de la<br />

primera mitad del siglo XX legitimaban sus trabajos etnográficos.<br />

Por último, y retomando nuevamente a Geertz, la antropología en<br />

tanto mirada, mirada que hace a la practica antropológica inscribe discursos<br />

sociales, fija mediante la escritura etnográfica lo ‘dicho’ en el hablar,<br />

entendiendo a lo dicho en el hablar como aquella exteriorización intencional<br />

constitutiva de la finalidad del discurso en la que nos vemos envueltos<br />

durante la práctica etnográfica.<br />

En esto consistiría una parte importante de la tarea de la antropología<br />

como mirada. Heródoto, Sahagún 4 , Acosta, -por mencionar algunos<br />

3 La cita que transcribimos a continuación es bastante ilustrativa de lo que estamos<br />

queriendo remarcar aquí: «El problema real [de la antropología] consiste en producir una<br />

interpretación de la forma en que la gente vive que no esté aprisionada en sus horizontes<br />

mentales (una etnografía de la brujería escrita por una bruja) ni sea sistemáticamente ciega a las<br />

tonalidades distintivas de su existencia (una etnografía de la brujería como la describiría un<br />

geómetra)» (C. Geertz)<br />

4 Fray Bernardino de Sahagún nació en España entre 1499 y 1502. Investigador de la<br />

cultura nahua, dedicó gran parte de su vida a la recopilación y posterior escritura de las<br />

costumbres, modos, lugares, religión, lenguaje, ciencia, arte, organización social, etc, de<br />

93 dialéktica


antropólogos considerados por ciertos autores como ‘pre-cientificos’- dejaron<br />

un registro de lo hecho, de lo producido por el hombre, como también lo<br />

hicieron B. Malinowski y F. Boas. Ampliar el universo de lo dicho / hecho /<br />

producido por el hombre, para que quede como registro consultable de las<br />

respuestas que otros hombres han elaborado, en esto consistiría, según el<br />

autor, el fin de la práctica antropológica.<br />

El para qué de la antropología<br />

Cuando nos preguntamos sobre el para qué de la antropología, intentamos<br />

darnos respuestas que en un principio se opongan a la tarea fundante de<br />

los antropólogos clásicos. Esta tarea estaba ligada a entender las costumbres<br />

de los pueblos “descubiertos” en la avanzada colonialista, con el fin<br />

de establecer las formas más eficaces para su dominación.<br />

Renegando de su objetivo fundacional, la práctica antropológica<br />

no ha dejado de ser un tipo de traducción de los modos de vida de las<br />

sociedades no occidentales a las maneras de comprender de la sociedad<br />

occidental. Como ya dijimos, lejos de ser una traducción objetiva y neutral,<br />

con efectos solo en el volumen de acumulación de conocimientos sobre<br />

las distintas sociedades, las investigaciones antropológicas han sido<br />

utilizadas en situaciones políticas determinadas, en general en beneficio<br />

de los gobiernos para quienes trabajan los antropólogos 5 .<br />

Sin embargo, y a pesar de las determinaciones del contexto sociopolítico<br />

general, el trabajo de ciertos antropólogos puede darnos algunas<br />

puntas interesantes para trazar el para qué de la práctica antropológica.<br />

Una de ellas es la de la antropóloga Margaret Mead, quien -a pesar de su<br />

fuerte vínculo con las políticas del gobierno norteamericano- pudo realizar<br />

una crítica a su propia sociedad a partir del estudio de las costumbres<br />

y la cultura samoana. En su conocido libro “Adolescencia y cultura en<br />

Samoa”, compuesto por una serie de estudios etnográficos realizados entre<br />

1925 y 1933, nos muestra en detalle -después de un tiempo prolongado de<br />

trabajo de campo- las costumbres samoanas poniendo en consideración, en<br />

el capitulo 13, “nuestros problemas educativos considerados a la luz de la<br />

experiencia samoana” (1995: 185).<br />

A pesar también, de su enfoque cientificista -que considera a la sociedad<br />

samoana como una probeta social, útil para el conocimiento en tanto la<br />

los llamados «mexicas». Los resultados de sus investigaciones los podemos encontrar en<br />

su obra Historia general de las cosas de la Nueva España.<br />

5 Muy bien nos lo ha narrado Gledhill en su libro El poder y sus disfraces, S/R.<br />

dialéktica 94


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

postula como una sociedad simple, homogénea y de cambio lento- el ejercicio<br />

de crítica que realiza hacia la sociedad occidental (específicamente la<br />

norteamericana) es sumamente interesante. La comparación que realiza entre<br />

ambas sociedades supone un mismo proceso biológico de desarrollo de los<br />

sujetos sociales, sobre el que puede observarse un muy diferente proceso de<br />

desarrollo cultural. Describe a la sociedad samoana como una cultura en la<br />

que faltan los sentimientos profundos, en la que existe un oferta muy limitada<br />

de elecciones (lo que evita los conflictos) y en la que la ausencia de<br />

relaciones muy personalizadas de afecto especializado (sobre todo en el<br />

seno de una familia muy ampliada), sumada al contacto cotidiano con la<br />

muerte, el nacimiento y la sexualidad, permiten evitar infancias conflictivas<br />

y por lo tanto, la producción de individuos con problemas de personalidad<br />

y de socialización.<br />

A partir, entonces, del análisis de las prácticas culturales samoanas,<br />

se vuelve sobre la propia sociedad, sin idealizar a las primeras como el<br />

“buen salvaje” sino solo utilizando sus costumbres para “iluminar” las de<br />

la propia sociedad. Toma así una posición crítica explícita sobre muchas<br />

de las costumbres de la sociedad norteamericana y genera propuestas a<br />

partir de las samoanas -salvando las distancias que establece el hecho de<br />

ser dos sociedades completamente diferentes en tanto complejidad, composición<br />

social y disposición geográfico-climática. Se concentra sobre todo<br />

en una crítica a las relaciones familiares en las que el afecto se coagula en<br />

las figuras del padre y la madre; en la manera en como se aborda la sexualidad<br />

y los acontecimientos de nacimiento y muerte (como situaciones no<br />

naturales o anormales) produciendo personalidades traumatizadas; en la<br />

forma en que el sistema educativo trata a la disparidad de desarrollo en los<br />

niños, fortaleciendo al más apto sin esperar al más lento; y en la separación<br />

entre trabajo, juego y enseñanza que genera “actitudes extrañas” en los<br />

niños de la cultura occidental. Así, nos dice hacia el final, que «en todas estas<br />

comparaciones entre la cultura samoana y la norteamericana aparecen muchos puntos<br />

útiles solo en cuanto arrojan luz sobre nuestras propias soluciones, mientras que<br />

en otros es posible hallar sugestiones para realizar un cambio. Envidiemos o no una<br />

de sus soluciones a otros pueblos, la actitud hacia las nuestras debe ampliarse y<br />

ahondarse profundamente mediante una consideración de la forma en que otras<br />

culturas han enfocado los mismos problemas. Comprendiendo que nuestras formas<br />

no son humanamente inevitables ni decretadas por Dios, sino que son el fruto de una<br />

historia larga y tempestuosa, bien podemos examinar a la vez todas nuestras instituciones,<br />

puestas de relieve ante la historia de otras civilizaciones, y pesarlas en la<br />

balanza, sin temer encontrarlas defectuosas.» (Ídem: 215, 216)<br />

Lo que nos parece rescatable de esta actitud es la disposición a la<br />

producción de un conocimiento antropológico en función de hacer posible<br />

95 dialéktica


cambios significativos en las relaciones sociales, lo que, a su vez, encierra el<br />

cuestionamiento a una visión estática de las sociedades.<br />

La antropología, entonces, en tanto practica que posibilita la transformación<br />

no es una invención de los intelectuales revolucionarios de<br />

nuestro tiempo, sino que ya se puede rastrear en los clásicos como M.<br />

Mead –y a pesar de sus ambigüedades. Con esta afirmación no queremos<br />

decir que exista una esencia de la antropología que abriría la posibilidad<br />

del cambio sino que, como toda producción social, es múltiple y<br />

heterogénea, y que tiene una historia que no puede negarse, sino más bien<br />

abordarse críticamente, hacia la construcción de un presente, que incluya a<br />

su vez una perspectiva hacia el futuro.<br />

Si nos ponemos de esta forma, a pensar un para qué de la antropología,<br />

necesitamos de aquello que se hizo, de lo que se hace y de lo que se<br />

podría hacer.<br />

A partir de este breve rastreo podemos afirmar que el conocimiento<br />

antropológico, en tanto conocimiento de lo otro (ya sea en la propia<br />

sociedad o en otra) abre la posibilidad de un cuestionamiento radical y<br />

por tanto de una acción transformadora. Esta es nuestra apuesta cuando<br />

nos preguntamos para qué hacemos antropología.<br />

El qué de la antropología y el por qué<br />

El proceso de descolonización de África y Asia que se inicia a partir de los<br />

años 40 y que se extiende hasta los 80 provoca un fuerte debate hacia el<br />

interior de la ciencia antropológica no sólo porque ‘percibe’ la situación<br />

colonial previa y hasta el momento no problematizada 6 sino porque se<br />

explicita que los tradicionales objetos de estudio de la disciplina -las llamadas<br />

sociedades primitivas- estaban desapareciendo, cambiando, transformándose<br />

para parecerse cada vez más a la propia sociedad del antropólogo 7 .<br />

El resultado de dichos cambios sería la “perdida” del objeto de estudio de la<br />

disciplina. Por esta razón el debate planteado giró en torno a que si los<br />

“objetos” de estudio iban a ser de aquí en adelante cada vez más las propias<br />

6 En este contexto, lo que también se puso en tela de juicio fue la propia legitimidad y<br />

validez del conocimiento generado por la disciplina, ya que saltó a la luz una ‘terrible’<br />

paradoja: lo que los antropólogos habían hecho hasta ese momento había servido directa<br />

o potencialmente a intereses contrarios a los de los pueblos estudiados. Es por ello que se<br />

plantea una crisis de la práctica antropológica en su totalidad.<br />

7 Dada la occidentalización sufrida como consecuencia del extenso proceso colonizador<br />

que Europa -nuevamente- emprendió hacia mediados del siglo XIX.<br />

dialéktica 96


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

sociedades, entonces la antropología debía diferenciarse de otras disciplinas<br />

que estudien lo mismo aunque lo hagan desde perspectivas diferentes.<br />

Se establece así una suerte de nueva división del trabajo intelectual en la<br />

que la antropología se ocuparía de estudiar a los pequeños grupos o<br />

“subculturas” dentro de la sociedad occidental, mediante métodos y técnicas<br />

cualitativas, mientras que, por ejemplo, la sociología estudiaría a los<br />

grandes conjuntos poblacionales mediante métodos cuantitativos y estadísticos.<br />

Así, cada una de las disciplinas guardaría su “quintita” y su ámbito<br />

de influencia sin mayores problemas.<br />

Esta discusión supone varias cosas, que no desarrollaremos aquí<br />

pero que no obstante, es necesario enunciar. Por un lado, supone que cada<br />

disciplina que se asuma como científica debe poseer un objeto y un método<br />

particulares, separables de otros e identificables de forma clara y precisa.<br />

Es decir, que la propia constitución de una disciplina implica una fragmentación<br />

de la realidad -en este caso la realidad social- a partir de un fundamento<br />

a priori. En los términos de la separación entre la antropología y la<br />

sociología, las disciplinas se constituyen bajo un fundamento político: aquellas<br />

sociedades “civilizadas”, que partieron a la dominación imperialista<br />

serían estudiadas por la sociología, mientras que la antropología se ocuparía<br />

de los pueblos “extraños” y lejanos, que era necesario dominar. Esto nos<br />

esta diciendo algo sobre la relación entre ciencia y política, en tanto estan<br />

completamente imbricadas, anulando toda posibilidad de una producción<br />

neutral de conocimientos. Por otro lado, y en relación con lo anterior, se<br />

pone en un primer plano la necesidad de un replanteo en torno a la producción<br />

de conocimiento mediante la constitución de disciplinas, en relación a<br />

otro posicionamiento político que entienda a la realidad social de forma<br />

integral y no fragmentaria, en el camino de un conocimiento<br />

transdisciplinario (es decir, que atraviese a las disciplinas existentes hasta<br />

ahora).<br />

En este camino, nos parece que la discusión está mal planteada desde<br />

el vamos, pues el “objeto” de la antropología no puede reducirse a tal<br />

o cual tipo humano sino que está más bien relacionado con el conocimiento<br />

de la diversidad. En este sentido, es imposible que este estudio no cruce<br />

los campos de otras disciplinas sociales o humanísticas, pues la diversidad<br />

hace a las sociedades humanas, es constitutiva de ellas.<br />

Siguiendo el planteo que Lévi-Strauss realiza en “Raza e historia”<br />

podemos afirmar que “[la humanidad] no se desenvuelve bajo el régimen de<br />

una uniforme monotonía, sino a través de los modos extraordinariamente<br />

diversificados de sociedades y civilizaciones” (1952: 305) y que en las sociedades<br />

humanas “operan simultáneamente fuerzas que trabajan en direcciones<br />

opuestas: unas tienden a mantener, e inclusive a acentuar,<br />

97 dialéktica


particularismos; otras actúan en el sentido de la convergencia y de la afinidad”<br />

(Ídem: 307).<br />

En este sentido, todas las teorías que aparecen en el marco de los<br />

procesos de globalización, que hablan de lo local y lo global, de la<br />

heterogeneización y la homogeneización como procesos que se dan en<br />

simultáneo, no hacen más que corroborar a una escala mayor la forma de<br />

existencia de las sociedades desde un principio. No es una novedad la<br />

convivencia de la diversidad en un mismo mundo ni en una misma sociedad<br />

(en su interior). Lo que sí tal vez sea una novedad es la utilización<br />

consciente y explícita de esta diversidad en función de un sistema económico<br />

capitalista completamente mundializado.<br />

Sin embargo, la idea de la diversidad no es sólo concebida desde<br />

nuestra sociedad. Lévi Strauss nos dice que toda sociedad tiene contacto<br />

con otras y que siempre se evalúa desde las propias concepciones a las<br />

sociedades que no son la propia. Estas formas de abordaje de la diversidad,<br />

por lo general, la ordenan de forma tal que la propia sociedad está en la<br />

cumbre de la perfección o es la meta a alcanzar.<br />

Así, la forma predominante se basa en ordenar las diferentes sociedades<br />

en una línea evolutiva que conduce desde lo más simple a lo más complejo,<br />

en función de un criterio predeterminado. En el caso de la sociedad<br />

occidental, ésta ha establecido una línea de progreso en la cual ella misma<br />

es su punto final, dado que el criterio de ordenamiento se basa en “la<br />

disposición del hombre de medios mecánicos cada vez más poderosos” o<br />

el acrecentamiento continuo de “la cantidad de energía disponible por<br />

cabeza”.<br />

Sin embargo, dice Lévi Strauss, que la sociedad occidental “más<br />

desarrollada” sea la medida de todas las cosas, no es solamente una disposición<br />

ideológica sin base material sino que, de hecho, esta sociedad se<br />

asume -y es asumida por las otras sociedades- como la superior en amplios<br />

sentidos. En sus palabras: “Todas las civilizaciones reconocen, una<br />

tras otra, la superioridad de una de ellas, que es la civilización occidental.<br />

¿No vemos al mundo entero tomar de ella progresivamente sus técnicas,<br />

su género de vida, sus distracciones y hasta sus ropas? (...) Lo que los<br />

países “insuficientemente desarrollados” reprochan a los otros en las asambleas<br />

internacionales no es que los occidentalicen, sino que no les den<br />

suficientemente aprisa los medios para occidentalizarse.” ¿Por qué sucede<br />

esto?<br />

La explicación que nos da Lévi Strauss es sumamente interesante y<br />

nos conduce al punto que queremos abordar. Primero retoma -y descarta<br />

como única explicación- la idea de que la sociedad occidental se ha impuesto<br />

por la fuerza. Si, dice, es cierto, pero eso no me explica por qué ha<br />

dialéktica 98


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

podido hacerlo. Si ha podido hacerlo más que otras sociedades esto puede<br />

seguir siendo la referencia de su “superioridad”. Todo intento de explicación<br />

de la dominación de la sociedad occidental parece caer en un<br />

círculo vicioso: si lo ha hecho por la fuerza es porque ha podido hacerlo, si<br />

ha podido mantenerse en un lugar dominante es por su capacidad de<br />

mantenerse de esa manera, etc.<br />

Sin embargo, Lévi Strauss, nos da una explicación que tal vez nos<br />

ayude a resolver esta circularidad. Él aborda la historia de la humanidad<br />

como una historia acumulativa, no lineal sino diversificada, no continua<br />

sino a saltos, llegando a la conclusión de que “dos veces en la historia ... y<br />

con un intervalo de diez mil años, la humanidad supo acumular una multiplicidad<br />

de invenciones orientadas en un mismo sentido, y este número<br />

por una parte, esta continuidad, por otra, se han concentrado en una lapso<br />

suficientemente corto para que operen altas síntesis técnicas; síntesis que<br />

han acarreado cambios significativos en las relaciones del hombre con la<br />

naturaleza y que hicieron, a su vez, posibles otros cambios. La imagen de la<br />

reacción en cadena, desatada por cuerpos catalizadores, permite ilustrar<br />

este proceso que, hasta el presente, se ha repetido dos veces, y sólo dos, en la<br />

historia de la humanidad” (Ídem: 329). Sin embargo, esto no se ha dado por<br />

azar sino por probabilidad. La probabilidad de la que habla Lévi Strauss está<br />

relacionada con la colaboración entre las culturas. No hay posibilidad de<br />

progreso sin la existencia de una diversidad de culturas que combinen “voluntaria<br />

o involuntariamente sus juegos respectivos” (Ídem: 332). En este<br />

sentido, estos dos momentos, que Lévi Strauss apunta como revolución<br />

neolítica y revolución industrial, fueron posibles sólo por una coalición de<br />

juegos culturales que dieron la posibilidad a las invenciones humanas,<br />

abriendo paso a saltos cualitativos. Al mismo tiempo, la acumulación<br />

totalizante en una sola cultura del conjunto complejo de invenciones de la<br />

civilización no es más que una apariencia, pues esta acumulación no hubiera<br />

sido posible en el seno de una sola cultura sino que sólo puede producirse<br />

en la coalición de culturas diferentes.<br />

“No hay pues sociedad acumulativa en sí y por sí. La historia<br />

acumulativa no es propiedad de ciertas razas o de determinadas culturas<br />

que se distinguirían con ello de las demás. Resulta de su conducta más que<br />

de su naturaleza. Expresa cierta modalidad de existencia de las culturas<br />

que no es otra que su manera de estar juntos. En este sentido puede decirse<br />

que la historia acumulativa es la forma de historia característica de esos<br />

superorganismos sociales que constituyen los grupos de sociedades, en<br />

tanto que la historia estacionaria -de existir realmente- sería la señal de ese<br />

género de vida inferior que es el de las sociedades solitarias”. “La verdadera<br />

contribución de las culturas no consiste en la lista de sus invenciones<br />

99 dialéktica


particulares sino en la separación diferencial que exhiben entre ellas” (Ídem:<br />

334 y 336)<br />

A partir de estos postulados Lévi Strauss enuncia su concepción<br />

del progreso. El progreso es, para él, en función de esta coalición entre<br />

culturas, “(…) en hacer comunes (consciente o inconscientemente, voluntaria<br />

o involuntariamente, intencional o accidentalmente, a propósito o<br />

por la fuerza) probabilidades que cada cultura encuentra en su desenvolvimiento<br />

histórico” (Ídem: 337) y la producción es más fecunda en tanto<br />

exista mayor diversificación.<br />

Hasta aquí, entonces, podemos explicarnos como se ha dado el progreso,<br />

sin sostener una noción que nos conduzca a la afirmación de la superioridad<br />

de una cultura sobre otra, y sin poner como parámetro del progreso<br />

a los valores de la propia sociedad. Sin embargo, la afirmación de Lévi<br />

Strauss sobre la acumulación de las invenciones en una sola cultura en<br />

tanto “apariencia”, nos parece por lo menos problematizable. Que la sociedad<br />

occidental posea un alto desarrollo de las fuerzas productivas, no juega<br />

un rol aparente sino que encuentra su correlato material en relaciones de<br />

poder, dominio y explotación tanto al interior de la propia sociedad occidental<br />

como en relación a otras culturas. En este sentido, acordamos con el<br />

postulado de que el intercambio entre culturas es lo que ha dado como<br />

resultado estos desarrollos pero creemos que la sociedad occidental ha tenido<br />

la capacidad de expropiar esta producción colectiva para si misma, transformándola<br />

en el propio sustento que le permite mantener su dominio. Así,<br />

con el desarrollo del sistema capitalista se ha acentuado la expropiación<br />

del conocimiento colectivo humano -al que Marx llamo general intellect- por<br />

occidente y, específicamente, por una clase social que hoy comanda la producción<br />

social.<br />

Sin embargo, nos dice Lévi Strauss, que este tipo de desarrollo<br />

asentado en la diversidad tiene su paradoja. Esta consiste en que a medida<br />

que se incluyen sociedades en este juego conjunto de probabilidades<br />

se produce una homogeneización que generaría una eliminación de las<br />

condiciones de diversidad necesarias para el progreso de las sociedades.<br />

En este sentido, el propio movimiento de las culturas estaría provocando<br />

su estancamiento. Pero existen a su vez dos maneras de contrarrestar estos<br />

efectos: una es generando una diversificación hacia adentro del conjunto<br />

aparentemente homogéneo, y la otra es involucrando -por la fuerza o<br />

voluntariamente- a más sociedades “externas”. La primera forma es la que<br />

da lugar, por ejemplo, a la desigualdad de clases o a la proliferación de<br />

cantidad de micro culturas y grupos identitarios, de consumo, etc, en el<br />

capitalismo; y la segunda puede conocerse históricamente como “imperialismo”.<br />

Aunque inevitablemente ambas “soluciones” llevarán nuevamente<br />

dialéktica 100


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

a procesos de homogeneización. Tal vez, dice el autor, una tercera solución<br />

sea instaurar en la sociedad occidental regímenes políticos alternativos al<br />

capitalismo, abriendo la puerta a la posibilidad (o necesidad) de una revolución<br />

social -aunque no lo dice de esta manera- que involucre una mayor<br />

diversidad al interior de las sociedades (nada que ver con el comunismo de<br />

estado homogeneizante que se produjo en la ex URSS). En resumen, dice<br />

Lévi Strauss que “la humanidad se las ve constantemente con dos procesos<br />

contradictorios, uno de los cuales tiende a instaurar la unificación, en tanto<br />

que el otro se endereza a mantener o restablecer la diversificación” (Ídem:<br />

339) y es así como se desarrollan y se transforman las pautas sociales de la<br />

humanidad.<br />

En esta línea de pensamiento que nos propone podemos afirmar que<br />

el objeto de la antropología es la diversidad y que la antropología como<br />

disciplina científica y como mirada es a su vez parte de esta diversidad y<br />

como tal interviene en estos procesos de diversificación y unificación. Y esto<br />

nos lleva a la reflexión sobre el por qué de una antropología que haga pie en<br />

la diversidad. Pensamos entonces que estos procesos sustentan la posibilidad<br />

de que las sociedades puedan transformarse mediante la apertura a la<br />

interacción entre prácticas y pensamientos diversos, y la antropología como<br />

práctica y ejercicio de reflexión no implica simplemente observar y sacar<br />

conclusiones, desde un lugar alejado y neutral sobre estos procesos sino<br />

que interviene directamente en la producción de diversidad y por lo tanto<br />

en la generación de un campo de posibilidades para la transformación.<br />

La antropología como máquina que produce rompiéndose<br />

En este sentido, podemos pensar que la antropología como parte de esta<br />

diversidad, produce transformación del mundo y de sí misma como parte<br />

del mundo. Entender a la antropología de esta manera implica considerarla<br />

como una producción más entre las producciones sociales del pensamiento<br />

occidental, como una producción específica caracterizada por la<br />

producción de diversidad/mutación, y que puede de esta manera hacer<br />

máquina 8 con aquellas corrientes sociales de producción que se presentan<br />

como posibles de transformación.<br />

Puede decirse entonces que al interior de la praxis antropológica sucede<br />

algo parecido al comportamiento de las sociedades pues esta praxis<br />

8 Con este término nos referimos a la posibilidad de establecer una relación productiva,<br />

de combinarse para producir algo en común. Al utilizar este término nos estamos remitiendo<br />

a las explicaciones sobre el funcionamiento de las máquinas, que brindamos en el<br />

texto más adelante.<br />

101 dialéktica


está completamente vinculada a la praxis social en general. Así, las prácticas<br />

–de campo o teóricas– que se han nombrado como antropológicas comprendieron<br />

y comprenden una diversidad permanentemente mutable. Esta<br />

mutabilidad y diversificación crecientes son una característica constituyente<br />

de la práctica antropológica, en tanto la hacen, la componen como tal,<br />

le atribuyen sentido. Pero al ser este sentido la mutación y la diversificación<br />

permanente, no permite asir esta práctica de forma unificada; cada relato<br />

sobre la antropología ve a ésta desde un lugar distinto, con anteojos diferentes.<br />

Los acuerdos o las totalizaciones no parecen ser posibles en la práctica<br />

antropológica.<br />

Creemos que acordar y fijar una práctica antropológica de una vez<br />

por todas no es posible por la propia constitución de esta práctica. Y esta<br />

constitución mutable y diversa es al mismo tiempo producida por la especificidad<br />

de dicha práctica, es decir, la mirada sobre lo otro, sobre la diversidad<br />

desde la diversidad. La misma acción de producir conocimiento sobre lo<br />

distinto a lo uno, es decir, dar cuenta de la multiplicidad, transforma a su<br />

vez a la producción de conocimiento sobre lo otro/lo múltiple. Es un conocimiento<br />

que en su acción de conocer se va transformando a sí mismo, constituyéndose<br />

sin parar en esto o aquello e irrumpiendo en la producción de<br />

subjetividad de las sociedades, grupos, culturas, que intervienen en esa<br />

producción cognitiva social, mutando a su vez la antropología, en las direcciones<br />

propuestas por las sociedades en/desde/sobre las que estudia.<br />

Por todo ello es que podemos ver la crisis actual de la antropología 9<br />

no como un momento pasajero sino como un elemento constitutivo. La antropología<br />

se mueve en crisis. Es una máquina que funciona rompiéndose.<br />

La mirada antropológica, al encontrarse con el otro, se transforma a sí misma<br />

y no puede nunca fijarse por completo. Fuga siempre hacia delante<br />

desarrollando nuevas miradas que son a su vez transformadas en el seguir<br />

conociendo/transformando.<br />

La idea de máquina que funciona rompiéndose es desarrollada por Gilles<br />

Deleuze y Félix Guattari para referirse a la producción deseante. Para estos<br />

autores no hay más que producción, y entre producción deseante y<br />

producción social no hay sino sólo una diferencia de régimen. La producción<br />

deseante es flujo permanente de producción y antiproducción al cual<br />

van acopladas máquinas, que funcionan codificando y descodificando,<br />

territorializando y desterritorializando. Según operen estas máquinas darán<br />

posibilidad a la producción de determinadas condiciones de sociedad.<br />

En este sentido, las máquinas pueden entenderse como maneras de impri-<br />

9 De la que hablábamos en el punto anterior.<br />

dialéktica 102


Fig. 2.: Máquina antropo(óptico)lógica.<br />

ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

103 dialéktica


mir características específicas a un flujo de producción, que es cortado,<br />

reconducido, vuelto a producir por una cadena enrevesada de máquinas.<br />

Dicen los autores en El Anti Edipo: “El problema del socius siempre ha sido<br />

éste: codificar los flujos del deseo, inscribirlos, registrarlos, lograr que ningún<br />

flujo fluya si no está canalizado, taponado, regulado.” (1974: 39)<br />

Las máquinas funcionan efectuando cortes en los flujos productivos.<br />

Estos cortes no son separaciones sino que son cortes productivos en el sentido<br />

de que reconducen el flujo hacia algún tipo de producción. Al mismo<br />

tiempo, las máquinas nunca funcionan solas sino que son máquinas de<br />

máquinas, acopladas entre sí. Mientras una máquina efectúa un corte con<br />

respecto a aquella que promovía el flujo productivo, a su vez produce un<br />

flujo productivo con respecto a aquella que se le acopla. “En una palabra,<br />

toda máquina es corte de flujo con respecto a aquélla a la que está conectada,<br />

pero ella misma es flujo o producción de flujo con respecto a la que se le<br />

conecta. Esta es la ley de la producción de producción.” (Ídem: 42)<br />

El hablar de “producción de producción” implica la asunción de<br />

una posición teórico-política que sostiene que el motor del desenvolvimiento,<br />

tanto del individuo como de la humanidad y las sociedades, no<br />

son las necesidades a cubrir en tanto carencia de alguna cosa sino que en<br />

la base de la constitución subjetiva y material hay un flujo productivo<br />

permanentemente afirmativo. “La producción deseante es multiplicidad<br />

pura, es decir, afirmación irreductible a la unidad.” (Ídem: 47) Esto implica<br />

tanto producción de vida como producción de muerte, producción de<br />

producción y de antiproducción, producción de invenciones y producción<br />

de carencias. Lo que permite este posicionamiento teórico es poner la<br />

potencia del hacer y del transformar como fundante e inmanente y no<br />

como un resultado de una condición humana a la que siempre le falta<br />

algo; sin negar, sin embargo, que exista la falta ni la negación de la vida y<br />

de la producción (como en el capital) pero en tanto producción. Si la carencia<br />

es producida, entonces podemos pensar en producir otra cosa, no<br />

así si es fundante y constitutiva. Lo mismo sucede si nos referimos a la<br />

desigualdad, a la explotación, etc.<br />

Una de las características de esta “producción de producción” es<br />

que las máquinas también participan enteramente de la producción, no<br />

sólo como productoras sino como insumos de la producción, por lo que se<br />

consumen en el mismo producir, siendo el producir parte del producto. Así,<br />

“las máquinas deseantes al funcionar no cesan de estropearse, no funcionan<br />

más que estropeadas: el producir siempre se injerta en el producto, y las<br />

piezas de la máquina también son el combustible” (Ídem: 38)<br />

Volviendo a la antropología, entonces, entenderla como máquina producti-<br />

dialéktica 104


va que involucra a su vez otras máquinas, nos lleva a pensarla como parte<br />

de la producción social que es a su vez producción social y cuyo producto<br />

(la práctica antropológica en tanto mirada, que interviene en -y reflexiona<br />

sobre- la praxis social cultural) involucra el mismo producir. Así, si la antropología<br />

produce en la diversidad, en tanto diversa, y sus prácticas son parte<br />

misma de la producción de esta diversidad, aquello que suceda en el “objeto”<br />

de la antropología -la diversidad- en tanto no este separado de ella,<br />

sucede a un mismo tiempo en la práctica antropológica, en tanto producción<br />

y producto son inseparables. Su propia producción entonces involucra<br />

su transformación/mutación permanente, que es vista como crisis, desde<br />

un punto de vista estático.<br />

Crisis implica no poder fijar de una vez y por siempre un objeto, un<br />

método y una forma de llegar a determinados resultados totalizantes, en<br />

una disciplina que se pretende científica. Lo que tratamos de afirmar aquí,<br />

con la intención de abrir una discusión a este respecto, es que la antropología<br />

no puede ser de otra manera, dado que no está fuera de su “objeto” y<br />

que al intervenir en éste y transformarlo se transforma a su vez a sí misma.<br />

Si, entonces, la crisis es un modo de ser constitutivo de la antropología,<br />

la discusión no pasa por como “resolver” esta crisis (que es<br />

“irresoluble”) sino por cómo habitarla para que sea cada vez más productiva,<br />

y para que esta producción sea transformación en un sentido antagonista.<br />

Bibliografía utilizada y consultada<br />

DELEUZE, G. Y GUATTARI, F., El antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia, Barral, Barcelona, 1974.<br />

GEERTZ, C., “Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura”, en La<br />

interpretación de las culturas, Gedisa, México, 1987.<br />

GELDHILL, El poder y sus disfraces, S/R.<br />

HERÓDOTO, Los nueve libros de la historia, Madrid, Hyspamerica, 1985.<br />

LÉVI-STRAUSS, C., “Raza e historia”, en La question raciale devant la science moderne, UNESCO,<br />

Paris, 1952.<br />

MEAD, M., Adolescencia y Cultura en Samoa, Barcelona, Paidós, 1995.<br />

NIETSZCHE, F., Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Madrid, Tecnos.<br />

PALERM, A., “Introducción. Sobre el papel de la historia de la etnología en la formación de los<br />

etnólogos”, en Historia de la etnología, México, Alambra Universidad, 1976.<br />

105 dialéktica


dialéktica 106


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

Universidad: La Anomalía Salvaje<br />

1. ESTRUCTURA<br />

Quienes trabajamos y militamos en la Universidad intentando realizar una continua<br />

reflexión sobre nuestra intervención teórica y política, no podemos soslayar<br />

que en el último año y medio se profundizó el debate en torno a la totalidad de los<br />

aspectos que encierra la problemática universitaria. Son manifestación de ello tanto<br />

los numerosos escritos «académicos» y «no académicos» publicados como así también<br />

los muchos foros de debate y las continuas y crecientes luchas gremiales estudiantiles,<br />

docentes, no-docentes y de conjunto. Temas-problemas como<br />

financiamiento, gobierno, planes de estudio, autonomía/autarquía, relación con<br />

el Estado, con la sociedad y con el sector productivo, evaluación y acreditación,<br />

ingreso y egreso, regularidad, perfil de los graduados, alcance de los títulos,<br />

posgrados, becas, docencia e investigación, etc., se suceden uno a otro tanto en<br />

sesudos papers como en las consignas de volantes coreadas en las marchas; pero<br />

no siempre con la jerarquización metodológica que les corresponde ni con el tratamiento<br />

histórico-conceptual adecuado para llegar a diagnósticos que tengan la<br />

mayor precisión posible, esto es, que permitan realizar acciones de conjunto<br />

superadoras, objetiva y subjetivamente, del estado de cosas existente.<br />

Desde el ámbito europeo nos ha llegado que en abril de 2005 se realizó una<br />

especie de encierro contra la Convergencia Europea en la Universidad Complutense<br />

de Madrid. Los/as estudiantes de dicha universidad se encerraron la noche del 22<br />

en la Facultad de Filosofía, con vistas a organizar la resistencia frente a la «revolución<br />

educativa» que supone el actual proceso de Convergencia Europea en Educación<br />

Superior. Con iguales propósitos, un colectivo llamado «Profesores por el<br />

Conocimiento» convocó al profesorado de la misma universidad a una reunión en<br />

la que se confeccionó un manifiesto firmado ya por casi mil profesores españoles<br />

y europeos. Los objetivos que se destacan en la reforma son el aumento de movilidad<br />

de profesores y estudiantes en el marco europeo, la homologación de las<br />

titulaciones en la UE y la puesta de la universidad al servicio de la sociedad, en<br />

función de adaptar la enseñanza universitaria al mercado de trabajo y de aumentar<br />

las posibilidades laborales de los egresados. Se trata de la privatización del último<br />

reducto que, junto con la sanidad pública, queda en el Estado social europeo.<br />

Por su parte, en el ámbito latinoamericano, se realizó en junio el Encuentro<br />

Internacional de Educación Superior. En México, unos 30 rectores de las universidades<br />

más grandes de América Latina aprobaron la primera declaratoria de<br />

«gobernabilidad mundial de la educación superior». En la misma establecen (según<br />

comenta Karina Aviles en La Jornada de México) que los organismos de comercio<br />

(OMC-GATS) no deben regular la enseñanza y, por esa razón, exigen a los<br />

Estados-Nación tener una acción protagónica para supervisar y controlar la<br />

107 dialéktica


mercantilización de la educación transnacional y para que la educación sin fronteras<br />

no esté regulada por el mercado. Sin embargo, el sociólogo de la educación<br />

chileno José Joaquín Brunner afirmó, en una reciente entrevista en La Nación, que<br />

las universidades latinoamericanas van ineludiblemente hacia el arancelamiento<br />

como forma de enfrentar los efectos de la masificación de la matrícula –270 mil<br />

estudiantes en 1950; 9,5 millones hoy– con estructuras académicas antiguas y Estados<br />

poco interesados en invertir más recursos.<br />

En nuestro país, se abrió recientemente el debate entre funcionarios, rectores,<br />

docentes y estudiantes en busca de una nueva ley para la educación superior.<br />

A diez años de la sanción de la Ley de Educación Superior (LES), no sólo dentro de<br />

la universidad pública ha crecido el consenso sobre la necesidad de derogar o<br />

modificar la LES (comenta Javier Lorca en Página/12) sino que hasta el Ministerio<br />

de Educación ha avalado el reclamo, aunque aclarando que la cuestión está en<br />

manos de los legisladores nacionales. Las discusiones giran principalmente en torno<br />

a la gratuidad (en confrontación con el artículo 59, inciso C de la LES), el<br />

financiamiento asociado al tema de la autonomía/autarquía, la inclusión masiva<br />

sin perder calidad, la evaluación –más bien la acreditación– (en confrontación con<br />

la CONEAU), el Cogobierno (en téminos de claustro único docente). En este marco,<br />

se desarrolló en mayo el encuentro convocado por el Foro de Debate por la<br />

Derogación de la LES y de la Ley Federal de Educación constituido por legisladores<br />

nacionales, asociaciones de docentes, organizaciones de trabajadores no docentes<br />

y estudiantiles de universidades nacionales. También en mayo, se realizó el<br />

2do. congreso de estudiantes universitarios contra la LES, y los estudiantes de las<br />

federaciones de Bs. As., Patagonia y Comahue resolvieron un plan de lucha que<br />

incluyó clases públicas, cortes de calles, apoyo a paros docentes, tomas de facultades,<br />

la convocatoria a una marcha nacional universitaria (aniversario de la noche<br />

de los lápices) con posible toma del Ministerio de Educación, y la realización en<br />

septiembre del 3er. congreso nacional en contra de la LES.<br />

En este marco, finalmente, la Universidad de Buenos Aires amenazó con<br />

cerrar sus puertas el 1º de octubre (cualquier relación con las elecciones nacionales<br />

–o con las amenazas de Schuberöf al comenzar el año académico de 1999, en<br />

vísperas del triunfo electoral de la Alianza– es pura coincidencia) por falta de fondos<br />

para seguir funcionando (dice Alejandra Toronchik en Clarín). La advertencia<br />

figura en los considerandos del texto del Presupuesto 2005 aprobado en julio. Por<br />

su parte, la CONADU Histórica, expresando el descontento de los docentes universitarios<br />

ante la propuesta de las autoridades educativas, anunció que la hipótesis<br />

de inversión que maneja el gobierno nacional está muy lejos de lo reclamado<br />

en la Comisión de Negociación Salarial, por lo que ha planteado la continuidad y<br />

profundización de las medidas de fuerza en la dirección de un paro total de actividades<br />

en todas las universidades nacionales desde el 16 de agosto.<br />

Todos estos movimientos, sin embargo, revisten un carácter epidérmico dado que<br />

se discute este o aquel aspecto de la educación superior eludiendo con esmero<br />

toda cuestión de fondo. Nuestra hipótesis es que la educación superior tal cual la<br />

dialéktica 108


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

109 dialéktica


conocemos ya terminó. Hace rato sostenemos que las tendencias con más (aunque<br />

entre sí desiguales) posibilidades de triunfar son las que pugnan por derribar los<br />

muros entre educación y mercado tal cual sucede en Estados Unidos –y viene<br />

siendo intentado en la Unión Europea–, o aquellas otras de las que nos sentimos<br />

parte activa y que intentan promover la autogestión del conocimiento en todos los<br />

niveles procurando arrebatarlo del mando del Capital. La opción intermedia que<br />

añora volver a la universidad de excelencia de mediados de los ‘50 es pura ilusión<br />

en los marcos actuales. Buena parte de las acciones político-teóricas en el terreno<br />

de la educación superior que se vienen desarrollando en las aulas y en las calles<br />

están teñidas de esta añoranza por aquella universidad previa a los bastones largos.<br />

dialéktica 110<br />

2. LÍNEA DE FUGA<br />

Sin embargo, no todo está teñido del nostálgico color cepia de los daguerrotipos.<br />

Esta vez, en la sección «Universidad», ofrecemos cuatro textos elaborados a partir<br />

de intervenciones que, nos parece adivinar, traen en su vientre nuevas apropiaciones<br />

del espacio universitario.<br />

El primer texto fue escrito por compañeros en el fragor de una lucha situada<br />

en el corazón de la carrera de Historia. Lucha que seguramente no llegará a las<br />

primeras planas de los diarios pero que, sostenemos, tendrá efectos perdurables<br />

en la academia y aledaños. Pues Filosofía y Letras ha sido escenario en el pasado<br />

de intervenciones políticas que en su momento oficiaron de ensayo experimental<br />

y más tarde sirvieron de referencia en confrontaciones mayores. Cualquier activista<br />

que haya tenido participación en las lides estudiantiles del ‘99 tuvo la ocasión<br />

de vivir experiencias de autoorganización que dos años después se generalizaron<br />

en las calles de Buenos Aires. Algunos debates que hoy se hacen presentes<br />

en la carrera de Historia se paran sobre un suelo de discusiones cuyos cimientos se<br />

fraguaron en aquella época.<br />

El segundo texto pertenece a los compañeros de la carrera de Filosofía.<br />

Desde finales de 2001 existe un espacio de encuentro e intervención política de<br />

estudiantes. Este espacio ha pasado de autodenominarse «Comisión de Filosofía» a<br />

perder una identificación nominal en la convicción política de que lo importante<br />

es aquello que efectiviza en prácticas y en conceptos –es decir, la actualización<br />

política de su despliegue concreto, el tipo de relaciones que es capaz de establecer<br />

ahora– y no por aquello que podría hacer pero no hace en la tranquilidad de una<br />

identidad nominal –o sea, el posicionamiento ideológico, meramente formal, de<br />

autoatribución de «bellas» cualidades. En términos filosóficos, se trata, según nuestros<br />

compañeros, de concebir y de plasmar que todo colectivo de intervención<br />

militante se define por su potencia (no en sentido aristotélico sino spinoziano) y no<br />

por su esencia.<br />

Fruto no de una lucha, sino de varias, es el discurso que una estudiante de<br />

la Universidad del Comahue pronunció en la muy académica situación de graduación.<br />

Lo que va a poner de relieve la graduada es que buena parte del aprendi-


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

zaje universitario ocurre fuera de las aulas, en ocasión de periódicas crisis y en el<br />

transcurso de las luchas que el movimiento asume. Todas las intervenciones presentes<br />

en esta sección son tributarias de esa idea.<br />

La cuarta de estas intervenciones ocurre al interior de una práctica que tiene<br />

lugar en la Facultad de Medicina de la UBA. Desde hace casi ya dos años estudiantes<br />

de Sociología, Antropología, Comunicación, Filosofía y Medicina nos encontramos<br />

para discutir nuestras respectivas (de)formaciones profesionales. Originalmente<br />

algunos estudiantes de Medicina insastifechos con su formación nos convocaron<br />

a pensar algunos de los obstáculos que enfrentan en su formación. Pero no<br />

sólo en el terreno del aprendizaje sino también en el de la enseñanza, dado que<br />

muchos de ellos son ayudantes, e incluso en el de la práctica médica, dado que<br />

algunos de ellos ejercen la profesión en carácter de residentes. En un principio<br />

realizamos en forma conjunta una serie de charlas donde se problematizaron<br />

aspectos de la práctica médica; fue así que desfilaron temas como la relación médico-paciente,<br />

la polémica distinción entre lo normal y lo patológico, e inclusive el<br />

talante aparentemente «neutral» de la Ciencia. De estas charlas derivó la necesidad<br />

de profundizar conceptualmente algunos temas. Este movimiento no era ocioso,<br />

sino que pretendía volcar luego estas conclusiones, siempre provisorias, en la<br />

propia carrera con el objetivo inocultable de provocar un debate más amplio.<br />

Estos encuentros no están exentos de dificultades, no es fácil poner en<br />

discusión nuestras propias formaciones. Lo cierto es que varios descubrimientos<br />

fueron hechos en este trayecto conjunto. Uno de éstos fue especialmente iluminador,<br />

puesto que alumbró deficiencias comunes tanto en el bando de las ciencias «duras»<br />

como en el de las «blandas»: Habría un modo de operar que proviene de la<br />

ciencia misma que intenta detener la realidad para poder examinarla. El problema,<br />

claro, no radica en esta operación, que resulta poco menos que inevitable, sino<br />

en el hecho de confundir esta necesidad analítica con la realidad misma. Es así que<br />

cuando investigamos un movimiento social nos colocamos en una relación de exterioridad,<br />

con respecto a él, que guarda un aire de familia con la actitud que el<br />

científico adopta en su trato con una bacteria. Resulta entonces que mediante encuestas<br />

y técnicas elaboradas en los laboratorios de la academia hacemos de un<br />

movimiento vivo un objeto de investigación. En las prácticas médicas esto ni siquiera<br />

aparece oculto sino que incluso se explicita como algo deseable; es así que<br />

el cuerpo viviente de un paciente es separado de su psiquis, de su entorno más<br />

cercano y de su cultura, para ser examinado, despojado de estas relaciones, como<br />

un cuerpo muerto. Esto, claro, no está exento de las consecuencias que cualquiera<br />

de los lectores habrá experimentado en una visita al médico. Se trataba entonces<br />

de explorar otras concepciones del cuerpo que estuviesen disponibles, en la esperanza<br />

de obtener consecuencias distintas (anque nuevos problemas también).<br />

Abordemos entonces estos cuatro textos que registran hendiduras en la ergástula<br />

universitaria. Cuatro líneas que abren fugas en la trama de incesante hierro. Cuatro<br />

acciones. Pueden ser más. A escrutar las rendijas de la jaula...<br />

111 dialéktica


Hemos Hecho Historia<br />

Balance del movimiento en su propio despliegue<br />

dialéktica 112<br />

Colectivo MÁS QUE UN NOMBRE<br />

No es fácil hacer un balance de un proceso cuando este está en pleno despliegue<br />

-al menos al momento de escribir estas líneas, en el receso invernal-<br />

y cuando se es parte activa en dicho movimiento. Este texto pretende<br />

recorrer, desde el punto de vista no neutral de quienes se involucraron y<br />

participaron, el proceso de movilización y debate que desde hace varios<br />

meses conmueve a la Carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y<br />

Letras de la Universidad de Buenos Aires.<br />

Lo interesante del conflicto abierto en Historia radica en que es el<br />

primer gran proceso de movilización en la facultad luego del estallido de<br />

diciembre de 2001, momento en el que aparecieron múltiples nuevas formas<br />

de expresión de la movilización, descontento y organización popular,<br />

pero que paradójicamente no tuvieron su correlato al interior del movimiento<br />

estudiantil. Además, por las características del mismo, por la<br />

cantidad de estudiantes, graduados y docentes involucrados, por el avance<br />

en los debates y por la duración, es sin dudas el proceso más importante<br />

abierto en al carrera al menos en los últimos diez años.<br />

Historia en su hora (o de cómo empezó<br />

el proceso de movilización en la Carrera)<br />

Todo empezó a principios de 2005. La carrera se encontraba «acéfala» lue-


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

go de las elecciones del año pasado y la imposibilidad de la actual Junta<br />

Departamental de elegir un Director y un Secretario Académico. La mayoría<br />

de Profesores y la mayoría de Graduados, con cinco votos, impulsaban la<br />

candidatura de Cattaruzza, del sector que gobernó la carrera hasta 2002, y<br />

presionaban a la Junta para que se reuniera y diera quorum. Por otra parte,<br />

estaban los cinco votos de la oposición al llamado «romerismo», constituidos<br />

por la minoría de profesores, la minoría de graduados y la mayoría y<br />

minoría estudiantil, que, de distinta manera, estaban de acuerdo en impedir<br />

que el sector romerista retomara el control de la carrera. En este marco de<br />

«empate hegemónico» y de no acuerdo entre los cinco miembros de la Junta<br />

«opositores», se abrió un conflicto, en principio institucional. Para marzo,<br />

todas las otras carreras de Filosofía y Letras ya tenían a sus nuevas Juntas<br />

Departamentales en funciones. En ese momento hubo una primera reunión<br />

entre las distintas agrupaciones estudiantiles de la carrera para plantear<br />

que se abriera el debate al resto de las/los compañeras/os docentes, estudiantes<br />

y graduados. Ya en esta primera reunión aparecieron algunos matices<br />

en cuanto a cómo debía resolverse la situación. Para algunos, había<br />

que acordar solamente la fecha para una asamblea interclaustros y que allí<br />

se votara un programa y un director y luego se exigiría a la Junta que respetara<br />

lo decidido en la asamblea. Otros, en cambio, señalábamos que debíamos<br />

aprender de las experiencias fallidas de los últimos años, que debíamos<br />

construir el proceso asambleario y que debíamos invitar a todos los<br />

sectores, incluidos quienes no suelen participar en este tipo de instancias –<br />

bien por su escepticismo, bien porque políticamente son contrarios a la<br />

democracia directa-. Señalábamos, además, que la asamblea no tenía que<br />

ser un mero ámbito donde se plebiscitaran las consignas o los acuerdos de<br />

nombres ya negociados previamente, sino que debían discutirse (y resolverse)<br />

allí todas las cuestiones. Mucho más no se avanzó en ese encuentro, pero<br />

sí acordamos realizar dos reuniones abiertas preparatorias de la asamblea,<br />

que se realizaría en la segunda semana de clases. En esas dos reuniones, el<br />

15 y el 30 de marzo, se acercaron nuevos compañeros, aunque la mayoría de<br />

ellos eran del sector más activo de la carrera, los que usualmente participan<br />

de este tipo de discusiones. En esos días de marzo se habló con distintos<br />

sectores de graduados y profesores para que participaran del proceso de<br />

discusión y decisión colectiva. Lo mismo se hizo pasando por cursos y a<br />

través de numerosos volantes. Durante esos días, una serie de compañeras/os<br />

de la carrera intentamos que la discusión trascendiera el marco de la<br />

«rosca« habitual, de la negociación entre los posibles historiadores<br />

«papables» -que la hubo- y propusimos, cuando nos reunimos con compañeros<br />

de otras corrientes y grupos de la facultad, que la discusión y resolución<br />

del conflicto fuera lo más colectiva, abierta y transparente posible. En<br />

113 dialéktica


este sentido se decidió no convocar a una única asamblea donde se resolviera<br />

todo de una vez (en realidad, donde se plebiscitara lo decidido en ámbitos<br />

de negociación alternativos donde el «toma y daca» es la moneda corriente).<br />

Pensamos que esta vez, para evitar repetir experiencias fallidas del<br />

pasado, había que CONSTRUIR el proceso asambleario.<br />

El martes 5 de abril se llevó a cabo la primera asamblea, la más<br />

masiva de los últimos años -entre 350 y 400 personas-, y la más representativa<br />

en términos de corrientes políticas, participación de estudiantes independientes<br />

y participación de profesores y graduados. Más allá de la<br />

sorpresa de muchos, lo cierto es que no fue algo «mágico», sino el resultado<br />

de un proceso de construcción colectiva que se inició varias semanas antes<br />

(y que, para muchos compañeros, era el resultado del balance de procesos<br />

de construcción política horizontal que se vienen desarrollando hace años<br />

dentro y fuera del movimiento universitario).<br />

Un sector planteó la necesidad de elegir ahí mismo un director y un<br />

programa que fueran una garantía para detener la «reconquista del<br />

romerismo» y que ejecutaran lo que decidiéramos entre todos. Otros pensamos<br />

que eso quizás cerraría el proceso y que no era conveniente decidir todo<br />

en una asamblea antes de que el conjunto de la carrera se informara y pudiera<br />

discutir sobre las distintas alternativas. Allí empezamos a plantear algunos<br />

puntos sobre los cambios que deseábamos y deseamos impulsar en la<br />

carrera. En primer lugar, que debíamos tener en cuenta tanto la deseabilidad<br />

como la factibilidad de los cambios que proponemos -ni pensar y discutir<br />

cosas irrealizables, ni limitarnos a lo posible dentro del statu quo. Esto era<br />

necesario, decíamos, frente a la tendencia a vaciar de contenido real las<br />

consignas -votar infinidad de cosas sin posibilidad de llevarlas realmente a<br />

la práctica. Por eso planteamos que todo lo que se proponía debía tener<br />

vinculación real con las necesidades de la carrera y debía explicarse, al<br />

momento de proponerse para la consideración colectiva, cómo se llevaría<br />

adelante.<br />

En segundo lugar, proponíamos que todos los cambios debían tender<br />

a ser debatidos y resueltos en asambleas u otras instancias de participación<br />

abierta y colectiva, como las comisiones abiertas o los grupos de<br />

trabajo.<br />

Además, en nuestro proceso de discusión sobre la salida de la actual<br />

situación compleja respecto del gobierno de la carrera debíamos establecer<br />

una relación clara aunque en tensión entre «respeto» y «violación»<br />

de la normativa vigente. Si participábamos en la instancia de la Junta -<br />

aunque supeditándola a la discusión y decisiones colectivas- debíamos<br />

respetar las normas que rigen ese ámbito o más bien hacer converger lo<br />

mejor posible lo decidido en asambleas y lo que podía ser aceptado en jun-<br />

dialéktica 114


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

tas y consejo directivo.<br />

Por otra parte, creíamos necesario rechazar la pura negatividad y el<br />

revanchismo. No construimos una Historia contra nadie, no hacemos política<br />

contra ninguna persona ni agrupación. Era y es preciso la superación<br />

de las perspectivas vigentes, no su eliminación.<br />

En el proceso de discusión, planteamos también que no íbamos a<br />

anteponer los nombres a los principios anteriores. No buscábamos trabajo<br />

ni posiciones de influencia. Era preciso evitar los personalismos y los<br />

«vedetismos», esos que tanta división y desconfianza generaron y generan<br />

a la hora de construir horizontal y colectivamente.<br />

Por último, entendimos que en el proceso de discusión asamblearia<br />

no debían forzarse las votaciones. No estábamos obligados a votar, podíamos<br />

y debíamos trabajar por consenso.<br />

Estos puntos, demás está decirlo, intentaban sintetizar nuestra experiencia<br />

en procesos anteriores, muchos de ellos empantanados en algunos<br />

de los obstáculos que intentamos evitar con nuestro planteo.<br />

Habemus asamblea (o de cómo a veces el movimiento<br />

va más allá del Director)<br />

Muchos de estos puntos fueron tomados, en la práctica, por la primera<br />

asamblea general. En los aspectos generales logramos trabajar por consenso,<br />

pese a las actitudes «personalistas» y sectarias, y pese al intento de<br />

forzar votaciones cuando en lo esencial se había arribado a acuerdos generales.<br />

Entre todos dimos los primeros pasos de un largo proceso de construcción<br />

colectiva. Planteamos que era fundamental que ampliemos lo más<br />

posible la discusión de la asamblea con nuestros más de 2.500 compañeros<br />

de la carrera. Se decidió darnos unos días para debatir en cada práctico<br />

-incluso con delegados por curso- y luego volver a reunirnos, en una<br />

nueva asamblea general, el jueves 14 de abril. Esto fue fundamental para<br />

incluir a cientos de compañeros que, si bien expresan sus diferencias con<br />

el actual estado de cosas en la carrera, son renuentes a involucrarse en<br />

este tipo de procesos colectivos.<br />

Desde el primer momento, decidimos tomar en nuestras manos<br />

algunos de los problemas más importantes y urgentes de la carrera. Resolvimos<br />

trabajar por comisiones: una sobre reforma del plan de estudios<br />

y otra sobre docentes ad-honorem.<br />

En relación con la elección de autoridades del departamento, se llegó<br />

a dos decisiones importantes. Primero, que los cinco «representantes» en<br />

115 dialéktica


Junta de los sectores que participaron en la asamblea no dieran quórum<br />

hasta que no se llegara a una resolución colectiva del conflicto y, lo más<br />

importante, que la futura dirección del departamento debía ser COLECTI-<br />

VA. Esta propuesta nos pareció claramente superadora de otras que estaban<br />

dando vueltas, más afines a los intereses de algún grupo particular de<br />

colocar a uno de sus militantes en una posición de poder. Pensamos que si<br />

estábamos intentando discutir y resolver colectivamente nuestros problemas,<br />

era hora de buscar alternativas superadoras que expresaran el espíritu<br />

de construcción colectiva.<br />

La discusión y las resoluciones en la asamblea mostraron, hasta<br />

ahora, que podemos (y debemos) hacer las cosas de otra manera. Esta vez,<br />

pese a la presión de algunos grupos por resolver todo de una vez (dada la<br />

supuesta mayoría numérica con la que esperaban «ganar» la votación de<br />

director), se impuso una lógica con nuevos mecanismos de construcción.<br />

Fue un paso importantísimo. Algunos querían que hubiera humo blanco<br />

para proclamar enseguida el «habemus Director». Otros entendimos que<br />

era más importante generar un proceso de movilización como el que se dio<br />

de ahí en más. Por supuesto, se enfrentaron dos lógicas. Una, la que planteaba<br />

que había que dar un golpe y forzar la elección de un director y un<br />

programa. Otra que planteaba que más que un programa y un director lo<br />

que había que buscar era otra forma de construcción política, que incluyera<br />

la real participación de la mayoría de los involucrados, que rechazara la<br />

lógica de la delegación, que apostara a caminar por caminos no explorados,<br />

aunque eso llevara más tiempo y mayor incertidumbre…<br />

Histeria en Historia (o de cómo no se acepta<br />

el real gobierno colectivo)<br />

Cuando el proceso tomó este, para algunos, inesperado curso, quienes<br />

querían resolver todo de una vez se pusieron muy nerviosos. Que la queríamos<br />

dilatar, que no queríamos resolver nada, que queríamos discutir<br />

pavadas en vez del poder real de la carrera, que éramos funcionales a la<br />

gestión, que éramos anarquistas, que éramos autonomistas, que éramos<br />

macartistas, que éramos hiperdemocráticos, que no los dejábamos tomar<br />

el poder. En fin, lo que se dio, por parte de ciertos sectores, es una lógica<br />

de aparatos que los llevó a distanciarse cada vez más de los cientos de<br />

estudiantes y docentes que participaron del proceso. No aceptaron las reglas<br />

del movimiento, no podían creer que una asamblea masiva los repudiara.<br />

Como no les gustó esto, sacaron infinidad de volantes insultando a<br />

quienes no pensábamos como ellos, haciendo caracterizaciones por lo<br />

dialéktica 116


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

menos sesgadas, mintiendo sobre cosas que supuestamente se habían resuelto.<br />

Intentaban catalogar a todas las personas y agrupaciones que no<br />

pensaban como ellos como el «Bloque no resolutivo» (Socialismo Libertario,<br />

La Mariátegui, Liga Socialista Revolucionaria, Partido Comunista Revolucionario,<br />

Mas Que un Nombre, Interprácticos, etc.). No entendían, parece,<br />

que muchos planteaban, desde una gran diversidad, que hay otras formas<br />

de construir y de resolver.<br />

Lo interesante es que esos espasmos se tornaron completamente<br />

inocuos porque la mayoría de los que participaron en el proceso<br />

asambleario, en las comisiones de trabajo y en las instancias de discusión<br />

en los prácticos, ya estaban experimentando cuáles eran las posiciones de<br />

cada grupo, planteando sus propias interpretaciones y construyendo su<br />

propia agenda de problemas y prioridades. La histeria de quienes veían<br />

cómo se perdía la oportunidad de llegar al «gobierno» de la carrera generó<br />

malestar, pero no impidió al resto generar los «anticuerpos» para seguir<br />

avanzando. Una vez más, se avanzaba respecto a anteriores procesos como<br />

la movilización universitaria en 1999 o el proceso asambleario que se inició<br />

en 2001.<br />

Hijos de nuestras propias experiencias (o de cómo<br />

vamos aprendiendo en el andar)<br />

Lo interesante del proceso es que el propio movimiento fue aprendiendo<br />

a medida que dio sus primeros pasos. La primera asamblea fue algo caótica<br />

y el micrófono y la coordinación estuvo a cargo de quienes parecía<br />

que tenían muy claro cómo debía direccionarse el proceso. Ya en la segunda<br />

asamblea, y a propuesta de un curso, la coordinación pasó a estar a<br />

cargo de independientes, aunque estos fueron acosados por algunos militantes<br />

y terminaron «renunciando» antes de que la asamblea finalizase.<br />

Incluso hubo una larga pelea, hasta pasada la medianoche, en cuanto a la<br />

redacción sobre lo que supuestamente se había votado en la asamblea.<br />

Lejos de cansarse por lo dificultoso de esta forma de construcción, en varios<br />

prácticos se avanzó acerca de cómo organizar mejor la tercera asamblea<br />

para evitar las «aparateadas». Así, en la siguiente asamblea hubo seis<br />

estudiantes independientes coordinando el uso del micrófono, armando la<br />

lista de oradores (que incluía un tiempo para que se informara de la discusión<br />

y resoluciones de cada curso, luego un tiempo para los oradores -con<br />

limitación de tres por agrupación- y luego un tiempo para ordenar las mociones<br />

y votar), escribiendo las mociones e impidiendo que nadie se acercara<br />

a «acosar» a los moderadores, como había ocurrido en la asamblea ante-<br />

117 dialéktica


ior. Esta tercera asamblea fue la más prolija. También fue la más tensa,<br />

dado que quienes querían elegir en ese mismo momento la dirección de la<br />

carrera -que en la primera asamblea ya se había decidido colectiva- lograron<br />

por fin «forzar» la votación -hasta ahí habíamos trabajado por consenso<br />

en los temas más importantes: formas de gobierno, comisión de plan de<br />

estudios, comisión de docentes ad-honorem-. Se votó -148 a 124- no decidir<br />

en ese momento sobre la dirección de la carrera, sino bajar a los cursos para<br />

ampliar el debate. Por supuesto, quienes perdieron la votación se enardecieron<br />

con la asamblea, chicanearon, gritaron. Pero todo siguió funcionando<br />

en relativa calma.<br />

Esa semana volvieron a arreciar los volantes contra los que supuestamente<br />

no queríamos decidir nada (recordemos el mote de “bloque no<br />

resolutivo” que nos habían intentado colgar). Sin embargo, estábamos decidiendo<br />

muchas cosas: informamos al conjunto de los estudiantes, graduados<br />

y docentes acerca de la situación político-académica de la carrera<br />

y la facultad –socializando información que muchas veces queda en manos<br />

de unos pocos profesionales de la política-; rompimos la lógica que indica<br />

que la asamblea es una mera instancia para plebiscitar lo decidido en<br />

otros ámbitos; implementamos un ida y vuelta entre la asamblea y los<br />

cursos, pocas veces vistos; constituimos una comisión de discusión del<br />

plan de estudios y otra de los docentes ad-honorem, que luego se extendió<br />

a toda la facultad y llegó a coordinar con otras comisiones de la UBA,<br />

logrando resultados concretos (hasta el momento se consiguió rentar a<br />

más de 80 docentes de Filo, la mayoría de historia, y se está en camino de<br />

rentar a 50 o 60 más).<br />

Al mismo tiempo, esa semana se inauguró un nuevo espacio: el<br />

Interprácticos. En este espacio se dio una dinámica de trabajo distinta a la<br />

de la asamblea. Es un espacio de discusión donde todos pueden hablar,<br />

donde participan decenas de compañeros que quieren discutir pero que<br />

quizás no se animan a hablar en la asamblea, donde se forman grupos de<br />

trabajo y donde no se está corrido por los tiempos de la asamblea.<br />

El 16 de mayo fue la cuarta asamblea general, con casi la misma<br />

masividad que las anteriores. Esta vez volvieron a reproducirse las tensiones<br />

anteriores. Al no votarse una moción que pedía votar la dirección<br />

de la carrera en esa asamblea -se pretendía hacerlo al inicio de la asamblea<br />

y no al final, como cualquier moción de orden- un sector decidió<br />

romper la asamblea e irse, alegando haber sido agredidos por militantes de<br />

una agrupación socialista pacifista. Esto puso al desnudo la contraposición<br />

de dos lógicas de construcción. Quienes nos quedamos en la asamblea<br />

decidimos que el proceso debía continuar y convocamos a una nueva asamblea,<br />

invitando además a quienes se habían ido para que concurrieran.<br />

dialéktica 118


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

Durante los días siguientes volvieron a publicarse muchos volantes intentando<br />

explicar que la asamblea tenía que ser como ellos la concebían y<br />

suponiendo que quienes teníamos otra concepción éramos funcionales al<br />

decano y a la gestión, dado que mientras no votábamos su director, el Consejo<br />

Directivo seguía gobernando. En la siguiente reunión de Interprácticos,<br />

con entre 80 y 90 presentes, se trabajó en cuatro grupos, discutiendo distintos<br />

ejes (formas de gobierno de la carrera, plan de estudios, cursadas, asamblea,<br />

Interprácticos, etc.). Al final de la reunión se conformaron grupos de<br />

trabajo para avanzar sobre los distintos problemas.<br />

En la quinta asamblea, el 1 de julio, la masividad se mantuvo a pesar<br />

de que el llamado a la misma fue boicoteado por quienes se habían ido de la<br />

asamblea anterior. Sin ninguna autocrítica y porque «no les dio el cuero»<br />

(sic) para armar otra asamblea paralela, tuvieron que volver a esta asamblea<br />

y una vez más intentaron que la lógica de la misma girara en torno a lo que<br />

consideran lo fundamental: elegir una dirección (colectiva). Sí ocurrió algo<br />

nuevo. Los «papables», que habían venido a las asambleas anteriores, esta<br />

vez no se presentaron, quizás ahora concientes del desprestigio que habían<br />

logrado producto de sus propias intervenciones nerviosas y de tono autoritario.<br />

En la sexta asamblea, con algo menos de gente, Razón y Revolución –<br />

«mayoría estudiantil» en la Junta- decidió retirarse cuando la asamblea<br />

votó -117 a 109- que no debía forzarse la elección de la dirección antes de<br />

dar la discusión. Consideraron que esto era inaceptable, que la asamblea<br />

así no iba a ningún lado, y que cuando se decidiera a actuar en serio ellos<br />

volverían. Esta vez el PO y el PTS se quedaron en la asamblea, por lo cual<br />

ésta pudo seguir funcionando «normalmente». Lo que le dio un giro fue<br />

cuando, al final, se volvió a plantear la votación sobre si elegir o no la<br />

dirección de la carrera. En esta oportunidad, varios compañeros que habían<br />

votado antes en contra de resolver sobre la dirección, entendieron que era la<br />

oportunidad, dada la supuesta mayoría de votos, para «ganarle» a los otros<br />

y resolver el «autogobierno». El problema fue que era tardísimo y estaba<br />

claro que no se podía resolver en esa instancia y a esa hora algo tan crucial,<br />

por lo cual se resolvió pasar a un cuarto intermedio y continuar la asamblea<br />

unos días después, la última semana de clases antes del receso, para que se<br />

resolviera esta cuestión.<br />

En la siguiente reunión de Interprácticos, la tercera, se discutió, además<br />

de avanzar con cinco grupos de trabajo (Jornadas de Plan de Estudios,<br />

Inter-escuelas de Historia, comisión de discusión sobre las materias y las<br />

cátedras, comisión sobre el Cefyl y comisión sobre Historia del movimiento<br />

estudiantil), sobre la encrucijada en que nos había colocado la actitud –<br />

para algunos «oportunista»– de haber querido ganar la votación. Algunos<br />

119 dialéktica


planteamos que eso era entrar en la lógica que criticamos. Nosotros no vamos<br />

a una asamblea para «ganarla», para que se vote «nuestro programa».<br />

Nosotros entendemos que la construcción colectiva es posible. Por eso hay<br />

que intentar evitar el oportunismo. Somos concientes, además, de que la<br />

fuerza está en el movimiento. No fetichizamos la asamblea. Sabemos que lo<br />

que se resuelve en una votación dividida, seguramente –como se vio varias<br />

veces a lo largo de este proceso– no puede ser llevado adelante por falta de<br />

impulso. Pero el haber votado lo que se votó en la última asamblea nos<br />

ponía de cara a un problema que no sabíamos cómo resolver.<br />

La séptima y última asamblea del cuatrimestre, segunda parte de la<br />

sexta cuarto intermedio mediante, fue muy distinta a las anteriores. Hubo<br />

poco más de 100 personas, lo cual predispuso mal a la mayoría de los que<br />

participaron. Era la hora, parece, de echar culpas. Los que suelen hablar<br />

con certezas, con el dedo índice levantado, nos explicaban que la culpa<br />

había sido del «bloque no resolutivo», que la gente se había cansado de<br />

venir a asambleas en las que no se decide nada (que no se elige director,<br />

traducido a su lenguaje y a su política). Parecía que se daba por fin, después<br />

de mucho tiempo, el escenario que ellos planteaban: la gente en algún momento<br />

se cansa, por eso es necesario elegir una dirección que se haga cargo<br />

del gobierno cuando se calme la ola movimientista.<br />

Creemos que hacer ese balance es, al menos, apresurado. Era la<br />

última semana de clases, fecha de parciales, momento en que muchos llegan<br />

como pueden a terminar sus obligaciones. También, es cierto, había<br />

mucho desconcierto en cómo salir del pantano en que nos había puesto la<br />

votación final de la asamblea anterior. Y a eso se sumaba la posición de un<br />

grupo de compañeros independientes que realmente creían que si no se<br />

votaba una dirección la cosa se iba a diluir. Lo cierto es que la mayoría nos<br />

sentimos impotentes y no supimos cómo actuar. Así, en la asamblea más<br />

chica y menos participativa, se resolvió, con poco más de 40 votos a favor,<br />

constituir una comisión abierta que tomara las resoluciones, que luego<br />

serían refrendadas por la primera asamblea, al inicio del segundo<br />

cuatrimestre.<br />

Hubo algunos días de desconcierto, pero el movimiento de decenas<br />

de estudiantes, graduados y docentes nucleados en Interprácticos no se<br />

detuvo. En la cuarta reunión se avanzó en la discusión por grupos y se<br />

presentaron pre-proyectos para realizar una serie de actividades (Pre-Jornadas<br />

Interescuelas, Jornadas de discusión del plan de estudios, boletines,<br />

etc.). Una vez más, el propio movimiento demostró que nada va a definirse<br />

en una votación, de un momento para otro.<br />

dialéktica 120


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

Hoy tenemos la posibilidad de cambiar la Historia<br />

(o de cómo el final está por escribirse)<br />

Hoy, a casi cinco meses de iniciado el movimiento, mucho hay para decir,<br />

pero no puede anticiparse cuál va a ser el destino final del proceso iniciado<br />

en la carrera de Historia. Avanzamos con muchas dudas, con inseguridad,<br />

pero ya sin tanto miedo a quienes portan las verdades reveladas. En<br />

tan poco tiempo empezamos a romper muchas lógicas: la de delegar, la<br />

de resolver individualmente los problemas, la de resignarnos frente a lo<br />

existente, la del poder de lo instituido.<br />

Con todas las dificultades que tiene caminar sin mapa y por terrenos<br />

desconocidos, muchos pensamos que, dada la dinámica que tuvo y<br />

tiene el proceso en Historia, era fundamental que las propuestas sean debatidas<br />

en casa curso, por todas y todos. Cuanto más abiertas, cuanto más<br />

participativas, cuanto más transparentes, las asambleas van a tener mayor<br />

capacidad de ser realmente resolutivas –no porque lo declamemos, sí<br />

por su poder real-. Esta, creemos, es la única forma de construir un<br />

(auto)gobierno colectivo, cualquiera sea la forma que tome. Este es el desafío<br />

que nos planteamos quienes creemos en la discusión y resolución<br />

colectiva de nuestros problemas. Apostamos a crecer entre todos, a equivocarnos<br />

y acertar entre todos –por eso es fundamental la autocrítica–, no<br />

queremos ocupar espacios de poder, no queremos puestos ni cargos para<br />

nuestros militantes o nuestros amigos.<br />

Por eso, más allá del apuro de algunos, nos parece que hasta ahora<br />

nos dimos los tiempos necesarios para ampliar la participación y desarrollar<br />

todas las potencialidades del movimiento. No estamos preocupados<br />

por llegar a las elecciones, por potenciar candidatos, por imponer consignas.<br />

Sí por avanzar en nuestra forma de construcción, que implica que<br />

tomemos los problemas en nuestras manos y avancemos en conjunto para<br />

resolverlos. Así estamos haciendo los docentes ad-honorem, no sin pocos<br />

resultados satisfactorios. Así estamos haciendo en la organización del<br />

Interprácticos, en las Jornadas del Plan de Estudios planteadas para octubre,<br />

en la organización colectiva del viaje a las Interescuelas de Historia y<br />

de un pre-encuentro, en la discusión sobre el Cefyl, entre otros.<br />

Hasta ahora, la «derecha» no tomó el poder de la carrera –aunque, es<br />

verdad, no superamos la situación existente del «empate» de la Junta–, no<br />

nos cansamos sino que por primera vez logramos sostener en el tiempo un<br />

proceso de auto-organización (incluso mucho más allá de lo que pronosticaban<br />

hasta los más optimistas). Salimos del escenario inicial de votar UN<br />

director salvador y ya tenemos más en claro que la resolución debe ser<br />

colectiva (aunque haya diversidad de criterios sobre qué significa esto). El<br />

121 dialéktica


final no está escrito. Mientras se vuelcan en papel estas líneas, se prepara<br />

una quinta reunión de Interprácticos, una nueva asamblea para agosto, se<br />

construye una mayor coordinación docente con otras facultades (la comisión<br />

de Filo trabaja ahora junto a la de Sociales y Económicas y docentes de<br />

Medicina y el CBC), se discute durante la relativa calma del receso, se reflexiona,<br />

se sale de lo acostumbrado. Nadie sabe hasta dónde podemos<br />

llegar con este proceso. Lo cierto es que esta experiencia ya es nuestra. Todo<br />

lo avanzado hasta acá, para algunos poco, para otros mucho, no lo podemos<br />

perder. Es nuestra experiencia acumulada. Es lo que ya ganamos. No<br />

tenemos un nuevo Director del Departamento, no votamos un Programa<br />

para imponerle al resto, pero estamos aprendiendo una nueva forma de<br />

construcción política.<br />

acontecimiento<br />

dialéktica 122<br />

número 28 2004<br />

7 de agosto de 2005<br />

revista<br />

para pensar<br />

la política<br />

Alain Badiou<br />

La idea de justicia<br />

Susana Bercovich<br />

Cuerpo erótico<br />

Cuerpo político<br />

Raúl J. Cerdeiras<br />

Necesidad y política<br />

Andrés Pezzola<br />

La subjetividad<br />

¿Qué es la<br />

«Organización<br />

Política»?<br />

Sobre la identidad<br />

y lo universal<br />

Sobre la<br />

Universidad


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

Germinal<br />

Una genealogía del movimiento en la carrera de Filosofía<br />

ROMINA SIMÓN, JUAN PABLO PARRA, CECILIA HEMMING, GASTÓN FALCONI,<br />

MARIANO REPOSSI, MAXIMILIANO GARCÍA, FLORENCIO NOCETI.<br />

La épica de la coyuntura<br />

es una metafísica del oportunismo.<br />

REVISTA LITERAL<br />

La literatura griega clásica conserva en su haber una metáfora, extraída<br />

de los avatares de la experiencia naval: el «recurso a segunda navegación».<br />

Tal expresión indica que cuando las condiciones climáticas no favorecen<br />

el buen rumbo del navío, esto es, cuando el viento no sopla, o<br />

sopla turbulento, o en direcciones adversas, hay que abandonar la propulsión<br />

a vela, tomar los remos y tripular con la sola ayuda de las propias<br />

fuerzas.<br />

Aquí resaltamos: Especialmente cuando el viento no sopla. Pues<br />

cuando el clima es de una calma basada en la semejanza, en la predecible<br />

reiteración de la indiferencia, significa que un olvido, una desaparición,<br />

un sacrifico, un crimen, ha clausurado la posibilidad de producir lo inesperado<br />

con el fin de constituir ese «normal» clima de calma: si la<br />

excepcionalidad es el síntoma de la descomposición, la normalidad es la<br />

descomposición misma puesta a trabajar. En esta convicción suspicaz y en<br />

aquella metáfora griega fundamos, por decirlo fugazmente, nuestra praxis.<br />

Desde que existe la carrera de Filosofía hay estudiantes que no sólo se resisten<br />

a aceptar así nomás el modo hegemónico de habitarla, sino que activan<br />

procesos de alteración y militancia. No hay un origen de esas activaciones.<br />

123 dialéktica


Lo que hay es una madeja de líneas que se cruzan y se alejan, según lentitudes<br />

y celeridades variables, según afectos e intensidades de índole muy<br />

diversa. Nosotras y nosotros (un «nosotras y nosotros» del que damos cuenta<br />

desde una experiencia inseparable de nuestra composición subjetiva con<br />

experiencias colectivas de activismo, alteración y militancia) nos reconocemos<br />

en algunas de esas líneas.<br />

Durante el segundo cuatrimestre de 2001 (al calor del conflicto salarial por<br />

el recorte del 13% que el gobierno de De La Rúa había implementado) compañeras<br />

y compañeros que cursábamos primer año nos organizamos en la<br />

Comisión de Filosofía. Publicamos un boletín en el que muchas y muchos<br />

escribíamos por primera vez sobre temas que nos interesaban. A finales de<br />

ese año (cuando el reflujo del conflicto era palpable), junto a docentes de las<br />

comisiones de prácticos de Historia de la Filosofía Medieval, organizamos<br />

una charla-debate sobre el nacimiento y la actualidad crítica de la institución<br />

universitaria (actividad que realizamos en el patio de la Facultad y en<br />

la que participamos unas ciento cincuenta personas).<br />

Luego ocurrió el 20 de diciembre y nos lanzamos a lo inesperado en<br />

las asambleas barriales, en los piquetes, y en otras tantas experiencias de<br />

acción política, teórica y práctica.<br />

Al comenzar las clases en 2002, la Facultad permanecía impávida al<br />

ruido de las cacerolas, al humo de los gases, a la masacre del Puente<br />

Avellaneda, al vallado de los edificios públicos. Entonces orientamos nuestra<br />

formación filosófica al análisis crítico de la secuencia abierta el 20 de<br />

diciembre y publicamos el cuadernillo «Filosofía práctica, cuatro ensayos<br />

de estudiantes de Filosofía», uno de cuyos ensayos fue propuesto en<br />

teóricos como bibliografía optativa por la entonces Profesora Adjunta de<br />

Metafísica. Esta iniciativa docente nos exigió transformar el modo de distribución<br />

de los materiales: si hasta entonces los centralizábamos en la mesa<br />

de <strong>Dialéktica</strong> y sólo circulaban de mano en mano en los pasillos, ahora<br />

teníamos que entrar a un curso y presentarlos ante una multitud de desconocidos.<br />

De alguna manera, el aula se nos manifestaba como un laboratorio<br />

de posibles experiencias junto a compañeras y compañeros que<br />

no conocíamos, y se nos manifestaba también como horizonte hacia el<br />

cual dirigir todo proyecto de publicación.<br />

Aquella iniciativa docente nos había empujado a transformar el<br />

modo de circulación de los materiales. Ahora nuestra propia iniciativa<br />

práctica nos exigía transformar el dispositivo de producción. Al aula como<br />

espacio clave de circulación de las publicaciones y laboratorio de experiencias,<br />

se sumaban entonces i) la discusión y la escritura colectivas a<br />

dialéktica 124


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

partir de algún problema que nos interpelaba de manera clara y confusa, y<br />

ii) el diálogo/vínculo concreto (no anónimo, como lo era para las primeras<br />

publicaciones) con nuestras compañeras y compañeros.<br />

Buscando alianzas que potenciaran nuestra actividad, nos reunimos<br />

con varios docentes y las coincidencias nos sorprendieron tanto como<br />

las disidencias, así que publicamos las conversaciones de uno de esos encuentros<br />

bajo el título «Diálogo sobre la carrera». Buscando la médula de<br />

la organización académica nos topamos con el «examen» –artefacto destinado<br />

a sostener el orden todo– como forma de evaluación imperante y<br />

operamos su desmontaje teórico en el cuadernillo «Deconstrucción de la<br />

máquina examen». Aquí dimos un golpe de timón en relación al despliegue<br />

precedente de nuestro dispositivo de producción, registro y circulación,<br />

ya que el nuevo cuadernillo convocaba a una reunión pública y<br />

abierta para discutir la problemática expuesta en él. La experiencia resultó<br />

más que alentadora, pues asistieron compañeras y compañeros de otras<br />

carreras (Historia, Letras, Antropología) que se sentían atravesados por el<br />

examen como rector de los tiempos y espacios académicos. Así salimos de<br />

la disciplina específica, pero también salimos de la facultad específica y<br />

de nuestra condición subjetiva específica: este cuadernillo y los materiales<br />

que siguieron a él fueron distribuidos, discutidos y utilizados por estudiantes<br />

de otras facultades y de otras universidades, y por vecinas y<br />

vecinos de diferentes espacios de militancia, desde la carrera de Periodismo<br />

de la Universidad de La Plata hasta el «Enero Autónomo» de 2003, pasando<br />

por las y los okupas santafesinos de «Las Puertas son de Adorno» y la<br />

Asamblea de Floresta (con la que hoy estamos intentando realizar alguna<br />

actividad de continuidad prolongada).<br />

Un nuevo material, «Alteraciones/01», funcionó como pontífice teórico,<br />

pues nos permitía tender un vínculo crítico desde las alteraciones que<br />

tuvieron sede en plena normalidad institucional (impavidez de principios<br />

de 2002) hacia aquellas otras alteraciones, acaecidas durante la<br />

excepcionalidad institucional (conflicto salarial a fines de 2001), poniendo<br />

de manifiesto la inconmovible estructura de relaciones que organiza la realidad<br />

académica. Al respecto, decíamos: «Porque los mecanismos de gestión de<br />

la universidad, órganos de la máquina estatal, no son neutros. Las formas de la ley<br />

no son el principio de una institución, son el fin, el resultado, lo constituido: lo<br />

Stato. Ni recipientes ni instrumentos, los dispositivos estatales son relaciones<br />

sociales. Y las relaciones sociales no ‹se llenan› ni ‹se arrebatan›, se transforman».<br />

Durante 2003, y merced a sucesivas crisis, la Nao Comisión de Filosofía<br />

era apenas un chinchorro. La tripulación era escasa, pero aventurera.<br />

Con una embarcación menoscabada, navegamos asediados por terrores de<br />

todo tipo: Metafísica, Filosofía Política, Filosofía del Derecho, Filosofía del Len-<br />

125 dialéktica


guaje, Filosofía de la Historia. Y naufragamos. El relato de esas aventuras y<br />

desventuras, y el de las batallas que libramos con cada uno de esos terrores,<br />

fue coreado en verde agua en el cuadernillo «Bitácora de viaje».<br />

Con los diezmados restos de nuestra embarcación hicimos una fogata<br />

para templarnos los cuerpos sobrevivientes, y el humo atrajo a algunos<br />

docentes y graduados. Aprovechamos las brasas y pusimos toda la carne<br />

en el asador: «Quebrar la triple ilusión. Sobre rentas, concursos y excelencia»<br />

fue el panfleto con el que convocamos a una reunión durante el segundo<br />

cuatrimestre de 2004 (ver las revistas <strong>Dialéktica</strong> n° 16 y Acontecimiento<br />

n° 28). En esa reunión, diversas líneas de teoría práctica y de práctica teórica<br />

nos arremolinamos afectiva y efectivamente, y de esos remolinos nació<br />

un conjunto de escritos que publicamos a comienzos del año siguiente.<br />

Al comenzar el 2005 distribuimos en los cursos aquél conjunto de<br />

escritos bajo el título «Parcial Domiciliario de la Carrera de Filosofía:<br />

Sobre la propiedad privada del conocimiento común», donde, una vez<br />

más, tomábamos una serie de episodios cotidianos de la normalidad académica<br />

para dar cuenta de la estructura que organiza la aparición de esos<br />

episodios. Esta vez, poníamos la sintomatología de las cursadas en connivencia<br />

con la máquina institucional destinada a la selección y apropiación,<br />

tanto de los productos sociales como de los productores «más aptos»,<br />

para la constitución de una elite orgánica y repugnante. Dicho material<br />

fue, nuevamente, oportunidad para convocar a una reunión.<br />

A partir de esa reunión, y de algunas subsiguientes, elaboramos<br />

otro cuadernillo, «La carrera de Filosofía y sus tareas de legitimación».<br />

En este cuadernillo pusimos de relieve que la operación mediática del<br />

affair Cullen/Verbitsky (ver Editorial de este número) en particular, y el<br />

prolongado conflicto Cullen/Guariglia en general, integraban el panorama<br />

más amplio del enfrentamiento entre clanes políticos al interior de la<br />

carrera de Filosofía, donde los nombres propios no eran –ni son– más que<br />

la expresión visible, obscena, de las relaciones de fuerza al interior del<br />

Departamento de Filosofía en un año de elecciones. Al interior, sí, pero<br />

también al exterior, pues, como decíamos en ese mismo cuadernillo, la carrera<br />

de Filosofía «combina el aislamiento profiláctico de las historias de la filosofía<br />

respecto de cualquier problemática política, con la estigmatización de toda<br />

praxis filosófica que no adhiera a una excelencia académica signada por la neutralidad<br />

y la indiferencia ante las relaciones sociales de explotación capitalista».<br />

A partir de entonces, asistimos al incremento colectivo de las potencias<br />

dispersas en una carrera que se caracteriza por el aislamiento solipsista y la<br />

competencia animal. El espacio se masificó y mutó merced a una heteroge-<br />

dialéktica 126


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

neidad de experiencias que sólo es composible por una dinámica que desplaza<br />

la constitución molar a priori de un sujeto tras la actualización práctica<br />

de las relaciones que somos capaces de establecer. Dicho con otras palabras,<br />

para nosotras y nosotros lo importante no es qué somos o cómo nos<br />

llamamos, sino qué hacemos y cómo lo hacemos.<br />

Hasta el momento en que confeccionamos estas líneas, este espacio<br />

masivo y mutante derivó en tres cursos de acción: a) la organización de<br />

tres Jornadas de Filosofía, b) la producción de una revista específica de la<br />

carrera y c) el laboratorio de una materia alternativa tanto en su modalidad<br />

(crítica a la forma cátedra, al régimen de evaluación, acreditación y<br />

cursada, etc.) como en sus contenidos (puesto que en la carrera de Filosofía<br />

no estudiamos a Marx, ni a Freud, y casi no estudiamos a Hegel ni a<br />

Nietzsche, por citar un par de ejemplos groseros).<br />

No podemos prever los devenires de este espacio. Tampoco podemos<br />

prever cómo se resolverá el actual conflicto por el salario docente ni<br />

qué ocurrirá después. Pero afirmamos que un conflicto no es una anomalía.<br />

Porque en un conflicto el espacio político ya está doblemente<br />

predefinido: por un lado, conserva las condiciones de existencia previas<br />

al conflicto, esto es, un campo fijo de problemas, en el que las intervenciones,<br />

las movidas, las esgrimas, ya están predeterminadas. Por otro lado,<br />

conserva los roles pre-existentes, los reparte y sólo resta asumirlos. El<br />

movimiento, aquí, es como un navío que, absorbido en la urgencia de<br />

recorrer los rumbos marcados, va en busca de un puerto. En cambio, la<br />

anomalía es un quiebre en el campo de lo pre-existente, es decir, redefine<br />

el campo de problemas donde se localiza la lucha política, disolviendo<br />

aquellos roles precedentes al conflicto y permitiendo la emergencia de<br />

nuevos actores. El movimiento, aquí, es como un navío que, asumiendo la<br />

urgencia de «nombrar lo que no existe», avanza sobre lo desconocido.<br />

Por ello afirmamos que la anomalía no es sólo espontaneidad. La<br />

anomalía es también espontaneidad, pero la ocasión para la emergencia de<br />

la anomalía se construye, se prepara, se organiza, aun cuando esa construcción,<br />

esa preparación y esa organización sean propensas a salirse de<br />

sus goznes. Porque si consideramos que la anomalía es exclusivamente<br />

espontaneidad, corremos el riesgo de confundirla con el conflicto. Éste se<br />

genera por una demanda particular que, al prevalecer, le imprime al movimiento<br />

su carácter fragmentario, desvinculándolo del proceso histórico.<br />

Y dado que las intervenciones situadas y sitiadas por el conflicto se<br />

impregnan del mismo carácter fragmentario, el actuar empieza y termina<br />

siendo mera reacción provocada por una inconstancia de la pasión o el<br />

apasionamiento.<br />

Muy por el contrario, cuando decimos que las condiciones de posi-<br />

127 dialéktica


ilidad de una anomalía se construyen, se preparan, se organizan, estamos<br />

afirmando que la anomalía presupone la constancia en el trabajo militante<br />

durante los prolongados períodos de calma. Es decir que no sólo<br />

cuando el viento sopla turbulento, o en direcciones adversas, sino –y especialmente–<br />

cuando el viento no sopla es que tenemos que, como los antiguos<br />

navegantes griegos, practicar el «recurso a segunda navegación».<br />

dialéktica 128<br />

Jueves 25 de agosto de 2005


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

Mensaje leído por la abanderada de la<br />

Universidad Nacional del Comahue<br />

en la 93ª Promoción<br />

A las Autoridades Académicas, Profesores, Personal de la Universidad<br />

Nacional del Comahue, Invitados en general y Amigos y Colegas de la<br />

nonagésimo tercera Promoción.<br />

Estoy muy honrada de haber sido elegida para dirigirles unas palabras en<br />

esta ceremonia. Un honor, un gran compromiso y un reconocimiento que<br />

acepto con suma humildad. Intentaré aprovechar este espacio para expresar<br />

mi más sincera opinión y contarles parte de mi experiencia en mi tránsito<br />

por la Universidad.<br />

Dice el lingüista estadounidense Noam Chomsky, en un artículo<br />

poco difundido, que «en los últimos 25 años, ha habido un ataque generalizado<br />

a la solidaridad, al derecho social o cualquier cosa que interfiera<br />

con el poder privado. Son muchos los objetivos, uno de ellos es indudablemente<br />

la educación». Quienes hoy egresamos debemos agradecer a<br />

nuestra Universidad Pública, autónoma y gratuita los aprendizajes que<br />

nos llevamos. No me refiero sólo a los contenidos curriculares, que cualquier<br />

brillante autodidacta podría alcanzar en su casa, sino a la adquisición<br />

de conductas relacionadas con los valores éticos y con los democráticos.<br />

129 dialéktica


Para que se entienda mejor; años más, años menos, quienes hoy recibimos<br />

nuestro título hemos pasado alguna o algunas de las ‘crisis’ de nuestra<br />

casa de estudios. En mi caso, ingresé en el 2001, año neurálgico para las<br />

Universidades, la Argentina y el mundo. Ese año, en los tres meses de paro,<br />

recibí innumerables enseñanzas: en las asambleas, aprendí el funcionamiento<br />

político y económico de las Universidades. En los pasillos, aprendí<br />

que desde cada disciplina la realidad se analiza de formas diferentes y que<br />

el intercambio de esos análisis permite un mosaico mucho más rico que da<br />

lugar a las lecturas entre y detrás de las líneas de los medios de comunicación.<br />

En los piquetes en el Puente, aprendí que entre la Universidad y la<br />

sociedad en que se inserta hay un abismo no muy difícil de saltar, basta con<br />

marchar junto a los integrantes de un barrio marginal para comprender el<br />

concepto de variedad subestándar o acercarse a Zanón para entender los<br />

movimientos obreros de principios del siglo XXI o marchar con los docentes<br />

para comprender que nuestro futuro como tales será siempre de lucha contra<br />

un sistema injusto. También, aprendí la historia de los movimientos de<br />

la Universidad. Recuerdo en particular una asamblea en la que mi profesora<br />

de Griego intervino para comentar cómo en los sesenta, cuando ella había<br />

estudiado, habían sorteado problemas similares; inmediatamente habló<br />

mi profesora de Literatura hispanoamericana y nos contó su experiencia en<br />

los setenta y luego, en el mismo sentido, la ayudante de Hispanoamericana,<br />

sus vivencias en los ochenta. Entonces comprendí que las crisis son parte<br />

de la construcción de la Universidad que cada uno de nosotros queremos.<br />

En el 2002, la Asamblea Universitaria me mostró la otra cara del<br />

mundo académico: la de las negociaciones y la corrupción de un sistema<br />

viciado.<br />

En el 2004, una nueva crisis vino a enseñarnos lo que nos faltaba<br />

aprender. Permítanme presentarme, yo soy una de los 120 que en noviembre<br />

pasado decidió tomar las instalaciones de la nuestra Casa de Estudios.<br />

Quizás a algunos de los aquí presentes, informados sólo por la versión<br />

oficial de los medios de prensa local, les sorprenda que alguien con<br />

buen rendimiento académico haya participado de tales acciones. Pues les<br />

tengo noticias, aunque a las autoridades académicas y a otros les pese, la<br />

Toma fue enteramente ideada, efectivizada y conducida por estudiantes.<br />

Dice el escritor cubano José Martí: «un hombre que obedece a un<br />

mal gobierno sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre<br />

honrado. Un hombre que se conforma con obedecer leyes injustas no<br />

es un hombre honrado». No voy a detenerme ahora a hablar de la Ley<br />

Federal de Educación, ni de la Ley de Educación Superior. Quienes hoy<br />

nos graduamos de profesores hemos estudiado el modelo nefasto que la<br />

sostiene, los valores pobres que promulga, las innumerables contradiccio-<br />

dialéktica 130


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

nes que posee y las desventajas que acarrea su aplicación. Y quienes no lo<br />

han estudiado como contenido curricular habrán escuchado a docentes de<br />

las diversas provincias y al propio Ministro de Educación, el Dr. Filmus<br />

referirse a los graves perjuicios que esta Ley ha engendrado y la necesidad<br />

de derogarla o modificarla.<br />

¿Qué hicimos en la Toma? Estudiamos. Cada uno repasaba lo que<br />

tenía que rendir en los parciales y finales, pero todos estudiamos la Ley,<br />

sus implicancias, reglamentaciones complementarias, etc. A diferencia del<br />

2001, cuando el problema era eminentemente financiero, el año pasado lo<br />

que estaba en crisis era no sólo la aplicación de la Ley sino qué modelo de<br />

Universidad queríamos. Permítanme tomar las palabras del Dr. Doeswijk,<br />

en un artículo que ningún medio quiso publicarle: en el conflicto de noviembre<br />

estaban en oposición dos proyectos, «un proyecto de y para privilegiados<br />

de una Universidad con ingreso restricto, dócil a las políticas<br />

oficiales y dictámenes de jueces, con posgrados arancelados, con docentes<br />

divididos por una nada pulcra política de incentivos y categorizaciones<br />

desiguales. El otro proyecto es una utopía, pero las utopías existen para<br />

ser realizadas. Es una Universidad participativa, gratuita, pública y solidaria<br />

con los trabajadores y los sectores sociales postergados».<br />

Después de que Comahue el 26 de noviembre de 2004 democráticamente<br />

decidiera optar por trabajar en este segundo modelo, era necesario<br />

que se diera el debate sobre el ingreso en nuestras carreras. Y aquí está<br />

otra de las enseñanzas de la Universidad pública: como ciudadanos debemos<br />

velar por nuestros derechos constantemente, puesto que la vorágine<br />

‘contra la solidaridad’ acecha en todo momento. Resultó que tres gobiernos<br />

universitarios pudieron violar nuestro estatuto durante diez años, y<br />

lo que es peor aún, intentan mantenerse en ese estado de ilegalidad. Miles<br />

de ciudadanos de Río Negro y Neuquén han quedado excluidos del sistema<br />

universitario por un examen ilegal, pregunto ¿cómo nuestra Universidad<br />

les ha negado el derecho constitucional a estudiar? ¿cómo se los ha<br />

privado de aprender todo lo que yo aprendí siquiera en mis primeros<br />

meses de carrera? ¿cómo algunos de mis compañeros pueden defender<br />

un modelo de exclusión?<br />

En una Argentina en la que desde la década del noventa el tránsito<br />

hacia una participación plena en la sociedad del conocimiento se está transformando<br />

en uno de los principales factores de marginación social, está<br />

claro que los intereses detrás de esta postura no son una cuestión de meras<br />

políticas universitarias, de ser así no se habría llamado a una Asamblea<br />

y no se hubiera recurrido a un órgano ajeno a nuestra Institución<br />

después de que un Consejo Superior decidiera enmendar la falta cometida<br />

los últimos diez años.<br />

131 dialéktica


Creo que los tiempos de crisis han visto nacer algunas de las obras de<br />

pensamiento más importantes, tanto en el campo de las ciencias como el de<br />

la teoría política, la filosofía, y, en general, el estudio de la sociedad. Gracias<br />

a ellos, los egresados de hoy hemos madurado científica, política y socialmente.<br />

En fin, si mi paso por la universidad estuviese escrito en un cuento<br />

o en una novela, como analista literaria lo primero que haría sería suponer<br />

que el autor ha elegido el paro del 2001 y la Toma -seguida del conflicto<br />

en Medicina- como hechos que han de darle una unidad a toda la carrera,<br />

desde el inicio hasta el fin. Ahora bien, no existe tal autor, ¿cómo leo<br />

estos años de aprendizajes? Déjenme compartir con ustedes algunas reflexiones<br />

sobre la misión de la Universidad, que me gustaría ver reflejada<br />

en todos los graduados de Comahue.<br />

Aunque nos pese, hoy la Academia sigue cumpliendo las mismas<br />

funciones que antes de 1918, en palabras del antropólogo brasileño Ribeiro:<br />

«lucir pequeñas hazañas científicas o culturales; ennoblecer con diplomas<br />

e ilustrar superficialmente a las capas medias; glorificar la erudición académica<br />

a través de programas demagógicos de difusión cultural; y sobre<br />

todo, satisfacer las necesidades de repuesto de cuadros sumisos para las<br />

funciones técnico profesionales de nivel superior requeridos para regir la<br />

burocracia estatal, operar las empresas productivas y conducir los servicios».<br />

La Universidad se distingue en su quehacer científico porque debe<br />

ser capaz de fundamentar la validez de los conocimientos. Una Universidad<br />

degradada es aquella que se autoreproduce, que se torna<br />

profesionalista, en términos de Risieri Fondizi. Hay que observar a la Institución<br />

con sus dos caras: la de sus fines esenciales y la de sus compromisos<br />

sociales. Es excelente una Academia que proporciona a sus egresados<br />

una preparación conforme a los estándares internacionales de competencia<br />

académica, científica y tecnológica, pero lo es sobre todo si incorpora y<br />

forma jóvenes en condiciones de inferioridad por su entorno económico y<br />

social, les proporciona un conjunto de ideas que no hubieran podido adquirir<br />

en su medio y los convierte en promotores de la mejora de su comunidad.<br />

Las relaciones Universidad-sociedad, si bien deben ser ágiles y a la<br />

vez más reflexivas que en épocas anteriores, no deben moverse hacia el<br />

otro extremo y responder únicamente al cortoplacismo de las demandas<br />

del mercado. Nuestras obligaciones como graduados de una Universidad<br />

Pública son con la SOCIEDAD, con el pueblo, no con el mercado.<br />

A modo de conclusión, creo que la Universidad existe para la búsqueda<br />

y transmisión del conocimiento, para el afianzamiento de los valores<br />

dialéktica 132


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

trascendentales del hombre y nada de ello debe ser considerado sólo en<br />

términos de mera rentabilidad, ganancias y pérdidas o de producción de<br />

recursos humanos para el mercado del trabajo. Es una institución que responde<br />

a los valores constitucionales y no a políticas contingentes. Esta es la<br />

filosofía de la Universidad Pública, esta es la filosofía que hoy quería recordar<br />

y defender.<br />

En lo referente a los desafíos que representa el futuro y al rol que en<br />

ese escenario nos cabe a los graduados de esta Universidad, el punto de<br />

partida se sustenta en la concepción de los compromisos éticos, culturales,<br />

sociales y políticos que están en la base de nuestra formación. Ahora<br />

bien, no desconozco que el futuro en nuestra adolorida patria es incierto.<br />

La realidad de la nación ha tocado con fuerza a muchos de nosotros, pero<br />

creemos que eso en vez de debilitar el optimismo, debe llevarnos a fortalecer<br />

las intenciones y el empuje por sacar a la Argentina adelante, manteniéndonos<br />

conscientes de las dificultades reales y de que la solución, independientemente<br />

de cuál sea o de quién la de, no es a corto plazo. Esta<br />

ha de ser nuestra forma de devolverle a la Universidad Pública, esa gran<br />

Universidad, a la cual queremos profundamente y de la cual nos sentimos<br />

partícipes, todo lo que nos ha dado.<br />

He aquí las reflexiones que deseaba compartir con Uds. en un día tan<br />

especial. Mucha suerte.<br />

133 dialéktica


dialéktica 134<br />

Apuntes encontrados<br />

en un aula de Medicina<br />

MARIELA SINGER<br />

«La intención significativa que ha puesto en movimiento la palabra del otro no es un<br />

pensamiento explícito, sino una cierta esencia que busca colmarse. Igualmente, la<br />

reasunción, hecha por mí, de esta intención, no es una operación en mi pensamiento,<br />

sino una modulación sincrónica de mi propia existencia»<br />

MERLEAU-PONTY.<br />

Podemos explicar lo que sigue, simplemente, como una lectura de dos<br />

textos. Pero sólo si se comprende que lo que pretendemos, con ello, no<br />

es atenuar lo significativo de una tarea. Que lo que deseamos es lo contrario,<br />

rescatar su significancia: recomponer un sentido de la lectura.<br />

Hay una potencia, creemos, que podría habilitarse si nos sustrajéramos<br />

a la temporalidad institucional, a la lectura no-lectora, a la que nos permite<br />

rendir y avanzar en la carrera. La discusión, allí, suele ser eliminada.<br />

Aquí se intentó fortalecerla, «aquí»; en la reflexión colectiva. Fue el<br />

intercambio lo que fomentó el interés, lo que actualizó la intención de<br />

leer al leer, lo que posibilitó un tipo de acercamiento difícil de sostener<br />

en la facultad, constantemente obstaculizado en ella.<br />

Afortunadamente, estos espacios (afortunadamente: para no perder<br />

las ganas).<br />

I. Apuntes sobre el Preámbulo y El cuerpo como objeto y la<br />

fisiología mecanicista.<br />

«Nuestra percepción remata en unos objetos, y el objeto, una vez constituido, se


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

revela como razón de todas las experiencias que del mismo hemos tenido o podríamos<br />

tener. Por ejemplo, veo la casa vecina desde cierto ángulo, otro individuo, desde<br />

la orilla opuesta del Sena, la vería de forma diferente, de una tercera forma desde el<br />

interior, y todavía de una cuarta diferente desde un avión; la casa de sí no es ninguna<br />

de estas apariciones, es, como decía Leibniz, el geometral de estas perspectivas, el<br />

término sin perspectiva desde el que pueden derivarse todas, es la casa vista desde<br />

ninguna parte».<br />

«Lo que quiero expresar con ello es una cierta manera de acceder al objeto, la ‹mirada›,<br />

tan indubitable como mi propio pensamiento, tan directamente conocido por<br />

mí. Nos hace falta comprender cómo la visión puede hacerse desde alguna parte sin<br />

encerrarse en su perspectiva».<br />

Lo que plantea Merleau-Ponty es que la percepción es activa. Por eso<br />

comienza diferenciando la cosa de sí del objeto. Al percibir no «recibimos»,<br />

mera, pasivamente, datos -ya instituidos- de unos objetos exteriores; la<br />

percepción es acción, que instituye, instituye sentido: lo que permite que<br />

una cosa sea (sea para nosotrxs). La cosa, de sí, no es el objeto, la cosa de sí<br />

es lo que no es, lo que no es para -el sujeto-, es lo que existe sin la mediación<br />

de la mirada. Lo inaccesible para el sujeto, lo accesible sin el sentido que<br />

éste no puede dejar de conferirle al (no) acceder a ella. No accedemos a la<br />

cosa, accedemos a la cosa investida de sentido, invistiéndolo.<br />

La diferenciación entre la cosa y el objeto se orienta a dar cuenta de<br />

la percepción como acto de institución. Lo que implica un acceso a objetos es<br />

un sujeto que no «recibe» sino realizando al mismo tiempo una acción en<br />

aquello con lo que se enfrenta y por la que lo -nunca meramente- «recibido»<br />

es.<br />

El objeto es, justamente, porque el cuerpo no es un objeto. El acceso a objetos<br />

rechaza la noción de cuerpo pasivo-receptor, de cuerpo-instrumento, canal,<br />

que meramente colecta informaciones a disposición de una conciencia. El<br />

cuerpo no puede concebirse como una sumatoria de partes, como una máquina:<br />

no puede pensarse como una masa de órganos aislables que, según<br />

sus funciones, registran cualidades objetivas específicas, para luego reunirlas<br />

y descifrar el sentido. El cuerpo, en Merleau-Ponty, es sujeto, y ello supone<br />

una potencia instituyente y una totalidad indivisible. El sentido se instituye<br />

porque la percepción es institución, y esa institución se realiza desde una<br />

totalidad. El cuerpo es totalidad instituyente.<br />

(* Nuestra medicina: opera sobre el supuesto de un acceso a las cosas. El<br />

cuerpo-objeto que concibe, topográfica y puntualmente recorrible, es un cuer-<br />

135 dialéktica


po-cosa. En sus partes discriminadas su recorrido se vuelve cada vez más<br />

exhaustivo. La enfermedad-cosa ofrece acceso directo: es localizable, se ubica,<br />

se origina siempre, en alguna de las partes. El intento de delimitar la localización<br />

-cada vez más- exacta, el punto específico preciso, en que radica su<br />

origen, caracteriza tanto a la investigación como a la práctica de «la consulta».<br />

En la visita médica, la indagación profundiza en un cuerpo de papel;<br />

las fórmulas develan en su acceso directo la verdad del cuerpo, por cumplimiento<br />

o desvío estadístico. El recorrido no finaliza, la enfermedad no es,<br />

hasta no encontrar el punto que al localizarla le da existencia. En esa búsqueda,<br />

las prescripciones, los análisis, se multiplican: se debe encontrar el<br />

origen del origen, intervenir allí.<br />

La práctica especializada se sostiene en el cuerpo y la enfermedad cosa.<br />

En las partes extra partes la delimitación progresa, en la profundización<br />

sobre la parte se asume la profundidad de la mirada. Se debe circunscribir<br />

al máximo lo aislable, lograr la mayor eficacia encontrando la mayor<br />

especificidad.<br />

Y sin embargo, la especialización no implica la institución de saberes y<br />

haceres que no intervengan más allá de los respectivos campos circunscriptos.<br />

No es tanto un accionar, sus implicancias, lo que resulta delimitado; lo<br />

que se define, más bien, es el alcance de la mirada. Mientras la especialización<br />

progresiva supone la delimitación rigurosa de un marco de acción,<br />

lo que avanza con ella es uno de visibilidad. La práctica especializada –aun<br />

cuando no se lo proponga, aun cuando no sea ello lo que visualice– no deja<br />

de actuar sobre una totalidad: el cuerpo.)<br />

(* Incluso cuando las especialidades consideran las consecuencias de su<br />

accionar específico sobre lo que excede a su campo, no asumen, sin embargo,<br />

la totalidad del cuerpo; lo que contemplan es una combinatoria. La<br />

relación de su «parte» con las otras sólo es considerada en base a un vínculo<br />

de exterioridad: el efecto que el accionar sobre una pudiera tener sobre<br />

otra no supone una transformación, en ese momento, de la totalidad que es el<br />

cuerpo, sino una respuesta posterior, aislable, de causalidad lineal.)<br />

La noción de cuerpo «partes extra partes» no puede sostenerse en el modo<br />

en que Merleau-Ponty explica la percepción, que actúa desde una doble<br />

estructura de horizonte, desde «todos los tiempos» y «todos los lugares».<br />

El objeto no puede devenir tal sin que los objetos circundantes devengan<br />

horizonte: necesito la mirada de todos los objetos posándose sobre él, para<br />

que mi mirada no sea plana. Para poder delimitarlo e instituirlo como<br />

objeto, como unidad, necesito de los otros. Cuando veo la mesa no obten-<br />

dialéktica 136


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

go sólo lo que alcanza mi retina desde su lugar, su perspectiva, sino que le<br />

atribuyo lo que la cama, la lámpara, los objetos que la rodean, pueden ver de<br />

ella. Sólo puedo ver un objeto desde mi lugar porque todos los lugares se<br />

hacen presentes por él.<br />

El presente de la percepción no es el presente «de hecho», retiene un pasado<br />

y proyecta un futuro. Todos los tiempos están, son presentes en la percepción.<br />

Si la mirada se limitara al presente de hecho, o a la perspectiva<br />

que desde el lugar de hecho disponemos, lo que obtendríamos sería una<br />

sucesión de planos que resultarían borrados subsiguientemente, por el presente<br />

de hecho inmediatamente posterior, o por el cambio de lugar, de<br />

perspectiva. En tanto objeto, no se ve de manera plana: se ve como totalidad,<br />

desde todos los tiempos y todos los lugares, que se hacen presentes en<br />

el presente de la percepción 1 .<br />

La mirada no se encierra en la perspectiva espacio-temporal que de hecho<br />

ofrecen nuestros órganos visuales. No es plana y no se borra consecutivamente<br />

porque no se corresponde unívocamente con lo ofrecido por la retina:<br />

porque lo que ve no es desde el lugar ni desde el presente de ella.<br />

Lo percibido no responde a lo obtenido en la funcionalidad específica<br />

de diferentes partes, si todos los tiempos y lugares pueden hacerse presentes<br />

en la percepción es porque ella obra desde una totalidad; la del sujeto percipiente,<br />

la del cuerpo. 2<br />

No se puede estudiar la percepción de manera distante, como si fuera un<br />

1 Cuando miramos una mesa, no vemos sólo lo que habilita nuestra perspectiva espaciotemporal<br />

factual; la percibimos en su unidad, no como «plano-de-la-mesa». No nos<br />

limitamos al plano exclusivo del que disponemos efectivamente. Para percibirla como<br />

«(totalidad-)mesa», atribuimos las perspectivas que desde «todas partes», desde los<br />

objetos que la rodean, se pueden ver de ella. Lo mismo ocurre con la perspectiva temporal.<br />

El objeto se ve desde todos los tiempos, aun cuando lo veamos desde un determinado<br />

punto de nuestra duración. Al girar la mesa, nuestra percepción presente no se<br />

corresponde unívocamente con el nuevo plano, la percepción retiene el pasado inmediato<br />

y a la vez proyecta un futuro, que permite percibir, en el presente, aun «los planos» no<br />

vistos. Si en la percepción no se hicieran presentes todos los tiempos y todos los lugares,<br />

necesitaríamos recorrer cada vez todos los planos para percibir un objeto como tal. Y sin<br />

embargo, ello mismo no sería posible, sin un sujeto que retuviera -suprimiera- «los<br />

planos», y sin el cual el «todos» pudiera adquirir alguna referencia.<br />

2 Merleau-Ponty ofrece ejemplos de cómo la lesión o disfunción de un órgano no redunda<br />

en la pérdida de un dato específico; en tanto el cuerpo es una totalidad, cualquier lesión<br />

en él transforma la totalidad, el daño en un punto no hace perder la cualidad específica<br />

con la que se correspondería, justamente, porque las cualidades no son en sí.<br />

137 dialéktica


objeto. Si la percepción es activa, si actúa desde una totalidad, no puede<br />

estudiarse «como si estuviera ahí», como un objeto ya constituido y puntualmente<br />

localizable -en un cuerpo también objeto, discernible en partes.<br />

La percepción es siempre actual, no se la puede objetivar, no puede estudiarse<br />

de esa forma. Para estudiarla se debe abandonar el «cuerpo-objeto»<br />

-órganos de sí, cuya percepción se explica únicamente por su composición<br />

física- y referirse -en términos del autor- «al cuerpo cuya experiencia<br />

actual poseo». Si la percepción es activa, actual, no puede estudiarse en un<br />

cuerpo muerto, objetivado.<br />

(* Pensemos la relación entre ciencia y repetición; si la ciencia no necesita<br />

postular estable lo que desea explicar. Si lo previsible, lo inalterable, lo<br />

repetitivo, no resulta mucho más sencillo de estudiar que lo que se transforma.<br />

Lo vuelto-objeto, lo que comparte el modo de ser de lo muerto, se<br />

puede controlar. Lo que no presenta alteraciones -o lo que permite preverlas-<br />

resulta pasible de asirse científicamente. No lo impredecible, no lo<br />

que presenta cambios. Es la ausencia de alteraciones, o su predicción, lo<br />

que posibilita construir leyes.<br />

Control y repetición no son escindibles.<br />

Si ello lo analizáramos, además, en términos de qué tipo de vida le convendría<br />

promover a la medicina para facilitar el estudio y control de la vida,<br />

podríamos pensar que un modo de vida que mantuviera el modo de ser de lo<br />

muerto -repetitiva, rutinaria, sin alteraciones- probablemente sería el más<br />

apropiado. En su intento por resguardar y prolongar cuantitativamente la<br />

vida, la medicina pareciera no advertir el tipo de vida que sus recomendaciones<br />

-y su propio quehacer- conllevan.)<br />

Lo que Merleau-Ponty opone al cuerpo-muerto -objetivado-, no es el cuerpovivo<br />

sino el cuerpo vivido: no supone meramente un «organismo con vida»;<br />

el cuerpo vivido es extático, cuerpo-en-su-experiencia con el mundo, su totalidad<br />

es por y en su movimiento, el cuerpo es su movimiento.<br />

Por eso no puede estudiarse en un cuerpo-objeto; porque lo que lo<br />

diferencia del cuerpo vivido no se reduce a la vida orgánica, ni «movimiento»<br />

refiere a un vano «desplazamiento» -inerte, inocuo-; lo que hace<br />

al cuerpo vivido, y lo que el movimiento supone, es transformación: el cuerpo<br />

no es sino en su constante trans-formarse.<br />

Merleau-Ponty propone la perspectiva del «ser en el mundo», la «dependencia<br />

ontológica al mundo». La percepción no es del orden de la<br />

dialéktica 138


ARTÍCULOS VARIOS / ANTROPOLOGÍA.<br />

causalidad lineal estímulo-respuesta. No hay un estímulo externo objetivo,<br />

de sí, y un cuerpo objetivo, de sí, que luego se relacionan de manera exterior<br />

- lo que supondría que ambos son anteriores a esa relación; esa relación no<br />

los implica, sólo los conecta. Lo que imposibilita llegar a la cosa de sí es lo<br />

que posibilita el acceso a objetos: el objeto no es sino por lo que es el sujeto. La<br />

relación del cuerpo con el mundo es tal que el mundo es por lo que el cuerpo<br />

es.<br />

A la vez, rechazar la «exterioridad» -la separación- del cuerpo con el mundo,<br />

supone, también, que el cuerpo es por lo que el mundo es. «Toda<br />

percepción es percepción de algo»: desde la perspectiva del ser en el mundo,<br />

si somos seres percipientes es porque hay un mundo que percibir. No<br />

podríamos ser seres «videntes» si no hubiese nada para ver. Lo que somos<br />

depende de -nuestro diálogo con- el mundo. (Los astronautas, por ejemplo,<br />

no pueden contraer los músculos por ausencia de gravedad.) Si somos<br />

seres «musculosos» es porque hay un mundo que nos hace ser eso y<br />

no otra cosa.<br />

(* Qué ocurre cuando desde la perspectiva del ser en el mundo pensamos la<br />

enfermedad, teniendo en cuenta, además, que el mundo no es sólo «el medio<br />

ambiente» -una materialidad escindida-; involucra el tipo de vida, materialafectiva,<br />

que es sustentado y transformado en ese medio ambiente, éste sustentado<br />

y transformado, a la vez, en ese tipo de vida.<br />

La ciencia, al concebir un cuerpo cerrado y una cosa de sí, al concebirlos<br />

separados, se mantiene en un esencialismo que deja de lado la experiencia<br />

que relaciona al ser con el mundo. Y al dejar de lado el ser en el<br />

mundo -en tanto en Merleau-Ponty, ser = ser en el mundo-, lo que está<br />

dejando de lado es al ser. Para Merleau-Ponty, la ciencia, el objetivismo,<br />

no habla del ser, «no llega» al ser. No llega al cuerpo, tal como él lo concibe,<br />

el cuerpo vivido. Si estudia un cuerpo objetivado, muerto, es justamente<br />

por dejar de lado la experiencia: por dejar de lado el mundo. Un cuerpo<br />

concebido como objeto –cerrado, acabado, intransformable en y por su propio<br />

hacer–, es un cuerpo desligado del mundo.<br />

Qué nos permite plantear, a partir de ello, Merleau-Ponty; que esa<br />

des-ligazón exime al mundo de lo que al cuerpo pueda sucederle, a la vez<br />

que justifica la intervención exterior de la medicina sobre ese cuerpo, que<br />

es intransformable en su propio movimiento.<br />

Pero además, la medicina está dentro de «lo eximido», en tanto sistema<br />

que, para sostenerse, reclama ese tipo de mundo. No es sino ese mundo<br />

-ese tipo de organización social, su lógica, el tipo de vida que implica-<br />

139 dialéktica


el que posibilita su sustento, y no es sino ese cuerpo –el que redunda del<br />

«diálogo» con tal mundo– lo que reclama su práctica.<br />

Es exactamente lo que le permite a la medicina ser -el grado de especialización<br />

y tecnificación, que excede al campo de la ciencia, que nos atraviesa<br />

en nuestra vida cotidiana, sin lo cual esta medicina no podría sostenerse-<br />

lo mismo que justifica su hacer -el cuerpo que deriva de ese tipo de<br />

relación con el mundo, necesita de esta medicina, no puede prescindir de su<br />

intervención.<br />

Una medicina mecanizada sólo se sostiene en un tipo de vida mecanizada,<br />

un cuerpo mecanizado que requiere, a la vez, de esa medicina.<br />

El cuerpo mecanizado es tanto una exigencia para que esta medicina pueda<br />

constituirse como para que pueda accionar. Es un antes y un después -<br />

lógico- necesario.<br />

Que la medicina deje de lado el diálogo con el mundo no es una<br />

mera «falta», una falencia a superar: es constitutivo de su modo de hacer, es<br />

una exigencia para ser lo que esta medicina es.)<br />

La perspectiva del ser en el mundo rechaza la escisión entre «lo psíquico»<br />

y «lo físico»; los integra en la totalidad del cuerpo a partir de la experiencia.<br />

Merleau-Ponty ofrece, entre otros, el ejemplo del «miembro fantasma»,<br />

miembro amputado que el sujeto no deja de percibir, y donde su moverse<br />

se desarrolla como si aún dispusiera de él, como si ignorara su falta –incluso<br />

teniendo conciencia de ella.<br />

Caso que suele ser explicado como una estimulación física que produce<br />

un efecto psíquico, o como un estímulo psíquico que produce un<br />

efecto físico («presencia efectiva de una representación» o «representación<br />

de una presencia efectiva»). Contra ambas explicaciones, desde la<br />

perspectiva del ser en el mundo el miembro fantasma no consiste en una<br />

representación del miembro amputado, sino en su «presencia<br />

ambivalente». El miembro amputado está presente en la percepción, justamente<br />

porque ella no responde a una causalidad física, porque su presente<br />

no es el presente de hecho.<br />

En el presente de la percepción se hace presente un pasado; pero no<br />

como «representación», el pasado no es evocado a modo de «recuerdo».<br />

La percepción recupera un pasado y lo actualiza haciéndolo efectivo: el<br />

pasado está presente en el presente de la percepción, el pasado es presente<br />

en la percepción.<br />

Lo que se hace presente es un moverse en el mundo, un modo de relación del<br />

ser con él, que la experiencia ha ido sedimentando: un ser (en el mundo)<br />

dialéktica 140


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

anterior, la experiencia sedimentada a partir de la cual se mueve en su experiencia<br />

actual. El sujeto con el miembro amputado actúa desde la totalidad<br />

de un cuerpo anterior porque se mueve desde un ser, si bien pasado, presente<br />

en la percepción. La intencionalidad del cuerpo no es la de la conciencia, no<br />

es una voluntad consciente sino un «ir-hacia» que se despliega desde la<br />

experiencia sedimentada y que se mantiene en tanto la misma experiencia<br />

no lo transforme. 3 El nuevo límite del ser no lo da a conocer la conciencia, lo<br />

va a mostrar la experiencia. No es sino el mundo, el diálogo con él, lo que<br />

permitirá conocer ese nuevo cuerpo, lo que sedimentará un nuevo tipo de<br />

relación, un nuevo ser en el mundo.<br />

(* En nuestra medicina, lo que une -separa- «lo físico» y «lo psíquico» -al<br />

igual que a las partes extra partes- es también una relación de exterioridad.<br />

Incluso cuando «ambos» son contemplados, cuando se admite el efecto<br />

de «uno» sobre «otro», uno y otro no pueden vincularse sino con posterioridad.<br />

La acción sobre lo físico no actúa en el mismo momento sobre lo psíquico;<br />

ella conforma un estímulo –aislable–, que eventualmente provocará una<br />

respuesta. De ahí que la atención de esa respuesta, también aislable, sea<br />

aislada: delegada a la especialidad a su cargo. Si concebimos al cuerpo en<br />

su totalidad, sin embargo, si «la emoción se vive directamente en el cuerpo»,<br />

no podemos dejar de considerar lo que el «efecto psíquico» de un<br />

modo de accionar puede estar implicando, ya, en ese cuerpo. La recomendación<br />

médica orientada a curar el cuerpo-cosa, desentendida del movimiento,<br />

desatiende también el que ella misma auspicia en la totalidad del cuerpo<br />

en el mismo momento en que desarrolla su práctica.<br />

La obcecación por conservar «la vida» –«biológica»–, lo que descuida es al<br />

ser humano en su totalidad. La exterioridad entre lo físico y lo psíquico deja<br />

de lado la experiencia que los integra y desde la cual el ser en su totalidad se<br />

3 Alguien con una pierna recién amputada se mueve desde la experiencia de un sujeto<br />

con ambas piernas, aun cuando «racionalmente» esté al tanto de la amputación; porque<br />

el cuerpo no sabe moverse desde este nuevo ser: es el cuerpo el que no sabe su falta. Su<br />

intencionalidad, su ir-hacia, es el de un cuerpo anterior. Aunque la conciencia sepa de la<br />

amputación, el cuerpo -el ser, en Merleau-Ponty- la ignora, actúa desde una experiencia<br />

para la que la pierna está presente. Es sólo al caerse cuando realmente sabe su caducidad.<br />

Conocemos nuestro cuerpo por el mundo; sólo en el moverse mismo desde la<br />

presencia de un ser anterior -desde un sujeto que disponía del miembro del que ahora<br />

carece-, se revelará su ausencia, en tanto el cuerpo, sin ese miembro, ya no puede relacionarse<br />

con el mundo de la misma forma. El «cuerpo habitual» -la experiencia sedimentada-<br />

sustenta el «cuerpo actual» -la experiencia presente-, a la vez que el cuerpo actual va<br />

transformando el cuerpo habitual.<br />

141 dialéktica


(trans)forma en lo que es. Separar lo corporal de lo anímico, lo biológico de<br />

lo social, deriva en una noción de lo biológico y lo corporal que deja de lado<br />

las condiciones sociales que lo atraviesan, la sociedad que lo hace y que<br />

hace. 4 Es la práctica del ser –con los demás seres, con el mundo– lo que afecta<br />

«directa», integralmente al cuerpo, y es la misma práctica lo que le permitirá<br />

transformarse. 5 )<br />

En Merleau-Ponty, no «tenemos un cuerpo»; «somos un cuerpo». El cuerpo<br />

no es concebido como lo otro de una «mente»; no hay una separación, el<br />

cuerpo es todo, un todo. Cuando señala el obrar del cuerpo no está sugiriendo<br />

que un componente exclusivamente orgánico mágicamente obre<br />

por sí; lo que está señalando es un modo distinto de pensar y obrar, que no se<br />

reduce al pensar de la conciencia. Está definiendo un sujeto como totalidad<br />

pensante que excede lo racional y consciente.<br />

Por eso no hay estímulos físicos que causen efectos psíquicos ni viceversa.<br />

No hay un cuerpo que «somatice» lo que afecta a una mente. La<br />

emoción se vive corporalmente, directamente en el cuerpo, en él mismo<br />

está la emoción. Justamente porque con «cuerpo» no se refiere a una composición<br />

física, que se tenga, sino a una totalidad que se es; al ser en su<br />

totalidad.<br />

«Lo físico» y «lo psíquico» quedan integrados en la totalidad del cuerpo<br />

por el mismo movimiento que integra el cuerpo al mundo; la experiencia.<br />

El cuerpo se transforma en su totalidad en la experiencia con el mundo.<br />

En la lógica de la causalidad lineal, desde la que la medicina opera, sus<br />

progresos resultan irrefutables. Pero qué ocurre si el cuerpo no consiste<br />

en una mera combinatoria de estímulos-respuestas, si su experiencia total y<br />

particular no es subsumible a una recomendación médica universal. Si el<br />

cuerpo es totalidad, que obra, y si es transformable en su propio hacer,<br />

quizá «la enfermedad» esté diciendo algo más acerca de ese cuerpo de lo que<br />

4 Pero además, recomendando, para resguardar este biológico -que es más controlable<br />

cuanto su hacer más rutinario, cuanto más elimine la alteración-, un modo de vida<br />

repetitivo, lo que promueve es un tipo de vida reproductivo de ese «social» que descuida.<br />

5 El ejemplo que se presentó en los encuentros fue el de la depresión. Desde Merleau-<br />

Ponty, ella no sería explicada «física» ni «psíquicamente», y por eso, no se curaría ni con<br />

una pastilla ni a partir de un trabajo de introyección individual, sino a través de otra<br />

práctica, modificando las relaciones con lxs otrxs, con el mundo. Es la práctica la que<br />

permite la transformación del ser, la que puede habilitar un nuevo ser-en-el-mundo.<br />

dialéktica 142


UNIVERSIDAD / LA ANOMALÍA SALVAJE.<br />

la medicina está habilitada a ver con su tipo de mirada.<br />

Quizá deberíamos atender a costa de qué otro tipo de mirada se construye<br />

la médica. De qué hablan las enfermedades, y si hablan sólo en el<br />

lenguaje que la medicina sabe escuchar. 6<br />

Textos trabajados:<br />

MERLEAU-PONTY, MAURICE, «Preámbulo», «I. El cuerpo como objeto y la fisiología<br />

mecanicista» y «II. La experiencia del cuerpo y la psicología clásica»,<br />

en Primera parte: El cuerpo, Fenomenología de la percepción, Barcelona, Planeta-Agostini,<br />

1984.<br />

Novela referida:<br />

HOUELLEBECQ, MICHEL, Las partículas elementales, Barcelona, Anagrama, 1999.<br />

6 En el libro Las partículas elementales, su autor, Houellebecq, sugiere este “decir” -de la<br />

enfermedad-, cuando se mofa cínicamente a partir de la arbitrariedad que su personaje<br />

Anabelle confiere a la irrupción de su cáncer :»La vida era así, pensaba. Se había producido<br />

un cortocircuito imprevisible e injustificado en su cuerpo». Desde el comienzo, el<br />

autor invita todo el tiempo a augurar una irrupción de algo, y luego a interpretarla tan -<br />

poco- «injustificada» como lo que destroza el cuerpo de Christianne -también personaje<br />

de la novela. La pregunta que Houellebecq parece formular es si el daño, el dolor, que<br />

conlleva el modo de vida de sus personajes, podría disponer, acaso, de un -otro- paraje<br />

propio para manifestarse. Otro que no sea el propio cuerpo -en Merleau-Ponty, el propio<br />

ser<br />

143 dialéktica


El El Rodaballo<br />

Rodaballo<br />

dialéktica 144<br />

Revista de política y cultura<br />

A dos años de sucedido:<br />

¿Qué trajo y qué se llevó el ‘argentinazo’?<br />

Maristella Svampa, Alejandro Grimson, Ezequiel Adamovsky, Blas<br />

de Santos, Bruno Fornillo, Horacio Tarcus.<br />

Encrucijadas de la autonomía y la organización<br />

en el movimiento feminista<br />

Jules Falque, Jo Freeman, Martha Rosenberg, Alejandra Ciriza.<br />

Teoría, sujeto, historia y política<br />

Roberto Pittaluga, Blas de Santos.


Contrafarsa<br />

A propósito de El Pensadero, año I, núm. 1, junio 2005.<br />

RESEÑAS / CRÍTICAS<br />

En recientes discusiones entre compañeras y compañeros de la carrera de Filosofía,<br />

se ha manifestado con asiduidad la común opinión, a primera vista crítica, de<br />

que existe (los términos varían, pero el planteo conceptual es el mismo) cierta<br />

distancia entre «los conceptos filosóficos» y «las relaciones sociales», entre «el discurso<br />

académico» y «el contexto social», entre «la metafísica» y «la política», entre<br />

la theoría y la praxis. Habría así, según un posicionamiento que adopta esa común<br />

opinión, un discurso filosófico capaz de aislarse, relativa o absolutamente, de cualquier<br />

incidencia en las relaciones que gobiernan la sociedad en la que ese discurso<br />

filosófico (se) produce. Un ejemplo cabal de ese posicionamiento es el espacio<br />

creado por El Pensadero (EP), la nueva revista de la carrera de Filosofía.<br />

EP toma su nombre de una frase con la que el comediante Aristófanes alude<br />

burlonamente a los filósofos de su tiempo: «el pensadero de almas sabias». Así,<br />

afirma en su nota editorial, EP se deshace poco a poco de la presunción de «inocencia»<br />

que pudiera provocar el nombre en una primera lectura y asume la «ambigüedad<br />

propia del conocimiento filosófico». Esta «ambigüedad» es ilustrada con<br />

dos ejemplos, uno pictórico, la Escuela de Atenas de Rafael, en la que vemos «una<br />

mano que señala la tierra y otra que apunta al cielo», y uno anecdótico, que citamos<br />

completo: «De Tales se cuenta que hizo una fortuna especulando con el precio<br />

de las aceitunas, y que se cayó en un pozo por contemplar las estrellas». Acerca<br />

del ejemplo pictórico cabe aclarar que, si bien es cierto que la mano de Platón<br />

apunta al cielo, en rigor, la mano de Aristóteles no apunta a la tierra sino, horizontal<br />

e interpelativamente, al nivel de quien observa el cuadro (volveremos sobre<br />

esto). Pero qué podemos entender del ejemplo anecdótico, ¿que la «ambigüedad<br />

propia del conocimiento filosófico» puede ser ejemplificada con una combinación<br />

de especulación económica y torpeza individual? ¿Que el filósofo se debate entre<br />

la aplicación pecuniariamente codiciosa de su facultad especulativa y la contemplación<br />

peligrosamente abstrusa que pone en peligro la salud de su propio cuerpo?<br />

Claro que hasta aquí, tal vez, se trate simplemente de infelices ejemplos analizados<br />

por un desdeñoso lector, así que pasemos a la conceptualización de la «ambigüedad»<br />

que explícitamente asume EP.<br />

La nota editorial formula de este modo esa ambigüedad: «si uno va en<br />

busca de la sabiduría es porque no la posee» y pasa inmediatamente a enumerar<br />

tres «ventajas» que tiene «este tipo de crítica». «La primera y fundamental consiste<br />

en ofrecer una fuerte protección contra el dogmatismo, además de una sana<br />

145 dialéktica


desconfianza hacia la institucionalización<br />

forzada del conocimiento» [el resaltado<br />

en negrita es nuestro en todas<br />

las citas]. Suspendamos por un momento<br />

la interpretación de esta «ventaja» y<br />

pasemos a las otras dos: «La segunda,<br />

para Aristófanes, implica mirar hacia<br />

atrás, hacia la época en la que no era<br />

necesario buscar la sabiduría, porque<br />

ella misma estaba presente en los hombres»<br />

y «la tercera, no menos importante,<br />

implica mirar hacia el futuro: si<br />

la época de los sabios quedó en el pasado,<br />

la sabiduría queda entonces por<br />

delante». Mirar hacia el pasado (como<br />

busca anhelante de la sabiduría perdida)<br />

y mirar hacia el futuro (como sede<br />

posible de la reconstrucción de esa sabiduría),<br />

el presente se manifiesta mero<br />

sitio de la mirada filosófica, pero la ausencia<br />

del presente como propósito de<br />

esa mirada es harto evidente. O, tal vez,<br />

aquí juega su rol la primera ventaja,<br />

aquella de la «fuerte protección» y la<br />

«sana desconfianza», como si el acto de<br />

filosofar, ese «seguirle el rastro» a una<br />

sabiduría presumiblemente localizada<br />

en el futuro, tuviera que proceder con<br />

guantes profilácticos. Y, tal vez, esto explique<br />

por qué aquella interpelación pictórica<br />

de la mano de Aristóteles pasó<br />

inadvertida para EP.<br />

Pero la justificación del nombre<br />

adoptado por EP no termina ahí.<br />

Citamos: «La palabra phrontistérion<br />

(pensadero) se utilizó para designar<br />

ciertas tribunas de discusión. Algo así<br />

se propone como meta este pensadero:<br />

llegar a ser un lugar abierto que favorezca<br />

el intercambio de ideas y la confrontación<br />

de puntos de vista, que revalorice<br />

el ejercicio filosófico del diálogo<br />

y permita, además, disfrutar del placer<br />

del trabajo en conjunto». Nos preguntamos,<br />

¿qué es «un lugar abierto<br />

dialéktica 146<br />

que favorezca el intercambio» y «la<br />

confrontación», que «revalorice» el trabajo<br />

(en este caso, filosófico) y que permita,<br />

luego, «disfrutar del placer» de un<br />

tipo de colaboración cuya finalidad es<br />

el «intercambio» y la «confrontación»<br />

de sus productos? Hagamos caso omiso<br />

a esta pregunta, motivada sin dudas<br />

por un materialismo rancio y obtuso, y<br />

veamos cómo concluye la nota editorial<br />

sin mutilaciones: «Todo eso, entonces,<br />

parece encerrar el nombre aparentemente<br />

inocente de ‹El Pensadero›:<br />

una mirada crítica y creativa sobre la<br />

propia actividad filosófica, un reconocimiento<br />

del nexo fundamental y sumamente<br />

enriquecedor entre el pensamiento<br />

académico y el pensamiento de<br />

los márgenes y la esperanza de crear un<br />

espacio de debate que evite que las nubes<br />

impidan ver el cielo».<br />

¿Por qué nos ensañamos con<br />

la nota editorial siendo ésta sólo una de<br />

las casi cuarenta páginas de texto que<br />

porta la revista? Porque si en la nota<br />

editorial se agitan los brazos (platónicos)<br />

para que las nubes no impidan ver<br />

el cielo, el resto de los contenidos parece<br />

una morada de arcángeles (o un criadero<br />

de avestruces). Despejémosle el<br />

cielo a las suspicacias higiénicas: esto<br />

no es ningún llamado ‹a cumplir con los<br />

deberes de la Causa Revolucionaria›.<br />

Esto es una puesta en crisis de la aparente<br />

contradicción entre asumir como<br />

tema central del número 1 de EP «La<br />

cuestión del otro», y hacer que ‹el otro›<br />

aparezca mera y estrictamente como un<br />

concepto a ser rastreado en algún autor<br />

canónico (el otro en Spinoza, el otro<br />

en Descartes, el otro en Rousseau...). 1<br />

Y una puesta en crisis, además, de esa<br />

no menos aparente coherencia que elude<br />

en su fundamento la dimensión práctica<br />

(la acción política) ocultándola tras


la dimensión poiética (el trabajo), toda<br />

vez que EP asevera que el «nexo fundamental<br />

y sumamente enriquecedor»<br />

se da «entre el pensamiento académico<br />

y el pensamiento de los márgenes», 2<br />

es decir, entre pensamiento y pensamiento<br />

en el cielo de los conceptos (de<br />

vez en cuando lamentablemente nublado<br />

por las protestas de la experiencia<br />

material).<br />

Decimos «aparente contradicción»<br />

y «aparente coherencia» porque<br />

plantear –como pretende aquella común<br />

opinión, a primera vista crítica,<br />

mencionada al comienzo de esta reseña–<br />

la necesidad de un «acercamiento»<br />

entre Filosofía y Sociedad es, también,<br />

asumir una escisión que, aunque<br />

perviviera forzadamente en lo formal, sería<br />

forzosamente inexistente en lo real.<br />

Toda actividad filosófica presupone un<br />

posicionamiento político y, por ende,<br />

proyecta efectos concretos que afectan<br />

el universo social produciéndolo<br />

ontológicamente. No es este el lugar<br />

para desarrollar semejante problemática,<br />

pero sostenemos que toda práctica<br />

filosófica produce sociedad. Y si bien<br />

es rara y encomiable la aparición de un<br />

espacio de producción en la carrera de<br />

Filosofía que no esté limitado a sumar<br />

un par de líneas al CV o a sostener un<br />

RESEÑAS / CRÍTICAS<br />

cargo en la planta docente, no es raro ni<br />

encomiable el dispositivo de (a) producción,<br />

(b) registro y (c) circulación que<br />

ensambla EP, dispositivo que hallamos<br />

en el corazón de un tipo de subjetividad<br />

universitaria del que EP es tan sólo<br />

una muestra: a) un espacio de edición,<br />

de copy and paste, rejunte de escritos producidos<br />

individualmente, según las ganas<br />

(o las becas); b) un modo de leer a<br />

los autores investigados, y, por ende,<br />

un modo de habitar el presente (de la<br />

investigación), signados por la elucidación<br />

abstracta de los textos, aparentemente<br />

ajena a sus condiciones de producción<br />

y recepción; y c) una distribución<br />

que, por encima de los espacios<br />

públicos de la universidad, privilegia los<br />

centros de comercialización de productos<br />

intelectuales (acaso del mismo modo<br />

en que se distribuían las aceitunas en<br />

los almacenes barriales de Mileto). En<br />

suma, un dispositivo de producción, registro<br />

y circulación absolutamente tributario<br />

de los modos de hacer filosofía<br />

en la carrera de Filosofía.<br />

Finalmente, y para hacerle justicia<br />

a EP en su reivindicación de la carcajada<br />

como acto filosófico –reivindicación<br />

a la que suscribimos ardorosamente–,<br />

le deseamos larga vida a este<br />

emprendimiento liberal.<br />

Mariano Repossi<br />

1 Salvedad hecha de un «ensayo», que es el único texto que hace algunas referencias al<br />

presente: «La ilusión de ser», texto que podría hacerse pasar fácilmente por desgrabación<br />

de una sesión psicoanalítica cuyo verborrágico y depresivo paciente fuera un joven<br />

burgués asediado por la inconfortable insistencia de la materialidad mundana (de la<br />

materialidad mundana que no fuera un habano, una copa de vino, un cómodo sillón y algo de<br />

jazz).<br />

2 Esta separación entre lo «académico» y lo «marginal» se refleja en la clasificación que<br />

EP realiza entre «artículos», como conjunto de piezas de carácter ponencial, y «ensayos»,<br />

como conjunto de piezas que no serían aceptadas en un congreso (de Filosofía, al menos).<br />

147 dialéktica


dialéktica 148<br />

Slavoj Zizek<br />

A propósito de La revolución blanda, Atuel/Parusía, 2005.<br />

Slavoj Zizek ha devenido, meteóricamente, en un extraño fenómeno de consumo<br />

para estudiantes de ciencias humanas (alguien lo denominó alguna vez «la estrella<br />

de rock de la academia norteamericana»). Si bien su obra tiene méritos indudables,<br />

éstos se conjugan con cierta autoconstrucción de la figura de «niño terrible<br />

de la filosofía» desembocando en una versión «pop» del intelectual comprometido.<br />

1<br />

Su proyecto intelectual (concebido junto a la llamada Escuela de Eslovenia<br />

de la que forma parte desde los ´70) consiste en una especie de «retorno a Hegel»<br />

a partir de reinterpretarlo (contra su imagen actual de idealista-monista) como un<br />

autor de la diferencia y la contingencia más radical; valiéndose para esta relectura<br />

del psicoanálisis lacaniano (al que también lo interpreta a contracorriente: ya no<br />

como perteneciente al campo postestructuralista sino, por el contrario, como ofreciendo<br />

una ruptura radical con él). Así, intenta reponer los núcleos básicos de la<br />

ilustración (la Verdad Universal, el Sujeto Político, etc.) luego de la herida radical<br />

que le suministró a ésta la tradición que se remonta a Nietzche y Heidegger y que<br />

llega hasta las producciones contemporáneas de Foucault, Deleuze y Derrida entre<br />

otros. Para, de este modo, reconstruir cierto tipo de marxismo «sofisticado»<br />

que pueda volver a las «simples y duras» verdades del pasado: la vanguardia «externa»,<br />

la toma jacobina del poder, la centralidad de la clase obrera, etc.<br />

En La revolución blanda Zizek extiende las líneas abiertas en su obra anterior<br />

(A propósito de Lenin. Política y subjetividad en el capitalismo tardío) en lo que<br />

podría entenderse como una única intervención político-intelectual contra las consecuencias<br />

del postestructuralismo sobre el terreno de la política radical. De este<br />

modo, el filósofo esloveno revisa críticamente lo que él llama las «falsas resistencias»<br />

al capitalismo que abrevan, fundamentalmente, en el deleuzeanismo.<br />

El núcleo duro del argumento de Zizek queda planteado en el primer capítulo<br />

(«Un yuppie leyendo a Deleuze») donde sostiene la tesis de que la propuesta<br />

1 No abundaremos en estos méritos de la obra de Zizek porque no son los que abundan<br />

en el texto que estamos reseñando. Para quienes les interese puede verse, por ejemplo, el<br />

tratamiento que hace de la noción de ideología en discusión con aquellos que consideran<br />

que vivimos en un mundo “posideologico” a partir de considerar que “aun cuando no<br />

nos tomemos las cosas en serio, seguimos haciéndolas” (idea que toma de Sloterdijk).<br />

Ver El sublime objeto de la ideología, Siglo XXI, Bs. As., 2005


deleuzeana de la existencia nómade, la<br />

multiplicidad, la ausencia de identidades<br />

estables, etc., más que expresar actitudes<br />

subversivas o revolucionarias,<br />

constituyen la ideología dominante en<br />

tiempos en el que el poder ya no defiende<br />

valores conservadores. Hoy, por<br />

ejemplo, son las instituciones oficiales<br />

de arte –y no las vanguardias– las que<br />

se dedican a provocar a la gente, son<br />

los valores dominantes los que suministran<br />

la ideología de la búsqueda del<br />

placer en la vida, de la libertad sexual,<br />

etc. El punto, según el esloveno, es que<br />

este discurso dominante representa una<br />

ideología en el sentido clásico, en la<br />

medida en que constituye, podríamos<br />

decir en términos de Foucault, un poder<br />

productor de verdad y, por tanto,<br />

de control social: este mandamiento de<br />

«sé libre, ¡goza!» genera una fuerza<br />

superyoica culpabilizadora y limitativa<br />

de la libertad.<br />

Así, todos aquellos movimientos<br />

sociales que pretenden resistir al capitalismo<br />

basados en la multiplicidad y<br />

la existencia nómade constituyen, contra<br />

sus intenciones, un componente necesario<br />

para el desarrollo de la lógica<br />

actual del capitalismo. De este modo, lo<br />

que este autor llama el «campo popular<br />

del deleuzeanismo» –donde ubica, un<br />

tanto desprolijamente, al zapatismo,<br />

Naomi Klein y los movimientos<br />

ecologistas o feministas europeos– incurre<br />

en una actitud de «alma bella»<br />

que se niega a superar el lugar de la<br />

resistencia al establecer una oposición<br />

maniquea entre una resistencia «buena»<br />

y un poder «malo». Así, los «nuevos<br />

movimientos sociales» se ocupan<br />

de cuestiones específicas y no de la universalidad,<br />

de la totalidad social –y, por<br />

ende, no son movimientos políticos en<br />

sentido estricto–, lo que los establece<br />

RESEÑAS / CRÍTICAS<br />

como internos al sistema (o incluso,<br />

como funcionales al sistema) dado que<br />

el capitalismo puede satisfacer sus demandas<br />

sin alterar su lógica fundamental.<br />

Finalmente, frente a las «falsas<br />

resistencias» al capitalismo, este autor,<br />

en lugar de proponernos otro tipo de<br />

intervención crítica, nos sugiere un retraimiento,<br />

adorneano, a la pasividad.<br />

Dado que toda actividad que previamente<br />

no haya constituido un espacio<br />

ideológico nuevo, «no se realizará en<br />

un espacio vacío- [sino que] será dentro<br />

de las coordenadas ideológicas<br />

hegemónicas» y, en consecuencia,<br />

reproductoras del orden vigente. Lo<br />

único que nos queda es «analizar rigurosamente<br />

lo que hay» (dice Adorno<br />

citado por Zizek) puesto que «muchas<br />

veces los mismos trabajos que persiguieron<br />

metas estrictamente teóricas<br />

transformaron la conciencia, y por este<br />

medio la realidad social».<br />

La descripción de los mecanismos ideológicos<br />

contemporáneos realizada en<br />

este libro tiene el mérito de captar la<br />

fluidez y sutileza de una ideología dominante<br />

dispuesta a incorporar tópicos<br />

del más amplio progresismo cultural. Sin<br />

embargo, la identificación como<br />

«deleuzeana» de las formas de dominación<br />

del capitalismo contemporáneo<br />

no puede ser más que una gran confusión.<br />

Como afirma Zizek en otros escritos,<br />

el multiculturalismo tolerante progre<br />

es el recubrimiento ideológico de la<br />

unidad subterránea del dispositivo económico<br />

del neoliberalismo. Pero este<br />

multiculturalismo no es, ni mucho menos,<br />

sinónimo de multiplicidad. Por el<br />

contrario, el multiculturalismo es la falsa<br />

multiplicidad que opera la cooptación<br />

en clave capitalista de la actividad<br />

149 dialéktica


nómade de las multitudes. Como sabemos,<br />

este es un mecanismo típico del<br />

poder en su pretensión de contener las<br />

luchas antisistémicas: cooptar en clave<br />

capitalista los anhelos subversivos de la<br />

multitud. La emergencia durante la posguerra<br />

del estado de bienestar responde<br />

al mismo mecanismo: el trípode sindicato-partido-estado<br />

que garantizaba<br />

los salarios «altos» y la «participación»<br />

de los trabajadores en el gobierno contuvo<br />

el impulso de las luchas obreras<br />

contra la explotación. Hoy día, cuando<br />

el rumbo de la economía parece inalterable,<br />

la dominación se vuelve más cultural.<br />

Esta demarcación entre el impulso<br />

de la multitud y su pretensión de captura<br />

por el sistema está ausente dentro<br />

de la caracterización de Zizek y, por lo<br />

tanto, se confunden los tantos.<br />

En el mismo sentido, la actitud<br />

de resistencia «minoritaria» no se corresponde<br />

con la resignación frente a<br />

los poderes constituidos. Más bien, responde<br />

a una política afirmativa que considera<br />

que, como sostenía Deleuze, «resistir<br />

es crear», aquí y ahora, relaciones,<br />

valores, prácticas nuevas y no resignarse<br />

frente al poder existente en la promesa<br />

de un «mañana mejor». Este des-<br />

dialéktica 150<br />

conocimiento es el que funda, en Zizek,<br />

la idea de que los «nuevos movimientos<br />

sociales» se ocupan, simplemente,<br />

de una especificidad de lo social (y no<br />

de la política). Los movimientos, más<br />

bien, se ocupan, como diría Badiou, del<br />

«todo que está en la parte», del capitalismo<br />

que vive en las situaciones concretas<br />

y que puede, y debe, combatirse<br />

allí mismo.<br />

El capitulo con que se cierra el libro permite<br />

resignificar sus tesis al ofrecernos<br />

una aplicación práctica de sus posiciones.<br />

Allí Zizek se define, finalmente, a<br />

decirnos qué sería para él una política<br />

radical a propósito del conflicto en Medio<br />

Oriente, haciendo una propuesta<br />

que es recurrente en su producción teórica:<br />

la intervención del estado o, incluso,<br />

de algún tipo de estado global 2 . Así,<br />

considera que frente al conflicto religioso<br />

por la posesión de Jerusalem (entre<br />

árabes y judíos) sería deseable que «alguna<br />

fuerza internacional neutra» (el<br />

subrayado es nuestro) se haga cargo de<br />

la gestión de esta zona garantizándolo<br />

como un territorio exclusivamente religioso,<br />

alejado de los «juegos de la política».<br />

2 Esta apelación a la intervención estatal lo condujo a apoyar la intervención norteamericana<br />

en Bosnia. En una entrevista Zizek declaró que “siempre he estado a favor de la<br />

intervención militar de Occidente”. Y en la misma entrevista de La Nación amplió:<br />

“cuando la Organización del Tratado del Atlántico Norte bombardeó Serbia (...) yo<br />

apoyé esa acción, porque Milosevic era una catástrofe para Serbia. -¿Y los bombardeos<br />

no fueron otra catástrofe, acaso? -No, allí los norteamericanos hicieron el trabajo relativamente<br />

bien; las famosas bombas de precisión funcionaron aceptablemente. Los propios<br />

serbios lo han admitido. Y Serbia, aun con todos sus problemas, es un país mejor sin<br />

Milosevic. Ahora hay paz en los Balcanes.” Del mismo modo, Zizek participa del partido<br />

de gobierno en Eslovenia, el partido democrático liberal (que no tiene nada de progresista),<br />

escribiéndole los discursos al presidente y ocupando un lugar en su país equivalente<br />

a nuestro “Coti” Nosiglia: dice Zizek: “Se me considera un manipulador político oscuro,<br />

ominoso y maquinador, un papel que me encanta y con el que disfruto enormemente”.<br />

Estas entrevistas sin desperdicio se encuentran en formato digital en http://alepharts.org/pens/zizek.html<br />

y http://www.lacan.com/zizeklanac.htm.


Esta propuesta –casi la única que<br />

puede encontrarse en sus textos– es representativa<br />

de la política que sugiere<br />

el autor: contra la globalización de los<br />

mercados se deben vigorizar los estados<br />

nacionales e, incluso, intentar crear<br />

algún tipo de estado internacional o global.<br />

En el fondo, detrás del «nihilismo<br />

político» adorneano y de la verborragia<br />

ultraizquierdista pervive una apelación<br />

neo-stalinista al estado (que explica la<br />

evaluación que hace del nomadismo<br />

deleuzeano). En una entrevista reciente<br />

(publicada en La Nación), Zizek afirmó<br />

que el problema de los Estados Unidos<br />

Salió...<br />

RESEÑAS / CRÍTICAS<br />

es que actúan como una potencia global<br />

pero sin pensar como una potencia global,<br />

sino en términos de sus propios intereses.<br />

La solución sería, entonces, que<br />

pensaran y actuaran como potencia global,<br />

que asumieran, completamente, su<br />

rol de gendarmes mundiales. Como dice<br />

Laclau, «afirmar esto, para alguien como<br />

Zizek que viene de la tradición<br />

hegeliana, significa que los Estados Unidos<br />

tendrían que ser la clase universal»<br />

(lugar que en Hegel ocupaba el estado,<br />

en Marx el proletariado, y en Zizek,<br />

como vimos, el imperialismo norteamericano).<br />

Martín Mosquera<br />

... buscanos, los viernes, de 21 a 23,<br />

en el aula 300 de M. T. de Alvear 2200.<br />

151 dialéktica


TALLER DE TEORÍA SOCIAL:<br />

Luego de 8 años de actividad ininterrumpida el taller ha definido un cambio<br />

de rumbo y está en la elaboración de un cuadernillo que pretende desarrollar un<br />

modelo de investigación. Este texto además pretende provocar una discusión acerca<br />

de la co-investigación con quienes se encuentren en rumbos parecidos. Si querés<br />

contactarnos, date una vuelta por la mesa de <strong>Dialéktica</strong> y si querés participar<br />

comunicate a mecabes_2@hotmail.com.<br />

TALLER DE PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO:<br />

El grupo tiene carácter abierto pero es de buen tino comunicarse previamente<br />

con mecabes_2@hotmail.com para la «entrevista de admisión». Un domingo<br />

cada tres semanas alrededor de las 17 hs. nos juramentamos descubrir las raíces<br />

de mucho pensamiento que hoy tiene efectos palpables en muchas prácticas y<br />

discursos que habitan nuestra ancha geografía. Nuestro último encuentro indagó<br />

sobre la técnica junto a nombres ilustres como Heidegger o Sloterdiskj y próximamente<br />

nos proponemos un fructífero diálogo con Habermas y Marcuse.<br />

GRUPOS DE LECTURA DE EL CAPITAL:<br />

Desde 1998 se vienen desarrollando Grupos de Lectura de El Capital. Todos<br />

los años se comienza con la lectura del Tomo I y se continúa hasta terminar la obra<br />

luego de algo más de tres años. Se trabaja en reuniones cada dos semanas en las<br />

que se expone lo planificado durante una hora y cuarto y se debate otra hora y<br />

cuarto, con la idea de hacer una lectura lo más fiel y ‘pelada’ posible del texto en<br />

cuestión evitando los ‘hits’ y las lecturas superficiales e instrumentalistas que adelantan<br />

supuestos saberes obtenidos por medio de bibliografías secundarias. Se<br />

desarrolla de marzo a diciembre con un receso durante el mes de julio. Información:<br />

eglavich@filo.uba.ar.<br />

RONDA DE PENSAMIENTO AUTÓNOMO:<br />

Los primeros sábados de cada mes en distintos lugares, el último encuentro<br />

fue en el galpón del MTD de Guernica, nos reunimos en las denominadas «rondas<br />

del pensamiento autónomo». Integrantes de asambleas populares, colectivos de<br />

dialéktica 152<br />

Agenda y actividades


AGENDA Y ACTIVIDADES<br />

intervención en distintos terrenos urbanos y algunos integrantes de los MTDs de<br />

impronta autonomista nos reunimos cada vez a pensar algunos tópicos del movimiento,<br />

autonomía, horizontalidad nunca faltan pero también los obstáculos que<br />

para desarrollarse enfrentan las diversas prácticas que se dan cita una vez al mes<br />

en la zona sur. Recientemente elaboramos una declaración que pretende oficiar de<br />

conexión con aquellas experiencias de autoorganización a distancia del estado que<br />

no necesariamente se reconozcan en el ideario autónomo. Para saber de la próxima<br />

ronda envia un mail a mecabes_2@hotmail.com.<br />

GRUPO DE LECTURA UNIVERSAL:<br />

Es el pretencioso nombre que nos damos quienes un domingo al mes, nos<br />

dimos la chiquita tarea de pretender abordar el pensamiento a través de todas las<br />

épocas. En sus comienzos nos nutrimos con una buena cantidad de celebridades<br />

chinas como Confucio, Lao Tse y algunos de sus discípulos, no nos privamos de el<br />

pensamiento budista y no le hicimos asco al zoroastrismo. Tiempo después, se nos<br />

solía ver portando el Antiguo Testamento y no era ciertamente por nuestras convicciones<br />

sino porque tocaba diseccionarlo en el grupo. Tambien tuvimos un devenir<br />

griego analizando la «Teogonía» y «Los trabajos y los días» de Hesíodo. Y<br />

varios domingos fueron compartidos con Parménides, Jenófanes y Herodoto entre<br />

otros presocráticos. Tucidides, Protágoras y Gorgias, tampoco faltaron a la cita.<br />

Y por supuesto, nos deleitamos con algunas tragedias griegas. Ahora preocupados<br />

por ubicar historicamente estas experiencias del pensamiento recurrimos a<br />

algunos gruesos tomos de historia universal.Para subirse a esta monumental empresa<br />

basta enviar un mail a mecabes@hotmail.com.<br />

GRUPO DE LECTURA «KANT-HEGEL»:<br />

Se va a iniciar un grupo de trabajo a largo plazo (cuatro años como mínimo)<br />

sobre algunas obras de dichos pensadores, a saber: CrPu, CrPr y CJu de Kant;<br />

LSHF, FE, ECF y FD de Hegel. Información: eglavich@filo.uba.ar<br />

GRUPO DE LECTURA/INVESTIGACIÓN ACERCA DEL SURGIMIENTO Y DESARROLLO DE LA<br />

«(AUTO)CONCIENCIA HISTÓRICA DE LA HUMANIDAD»:<br />

Información: eglavich@filo.uba.ar<br />

SEMINARIO «FREUD Y LAS CONDICIONES DEL LAZO SOCIAL PARA UN SUJETO AUTÓNOMO»:<br />

Atravesando diversas carreras de la Facultad de Filosofía y Letras de la<br />

UBA (Historia, Artes, Antropología), se dicta el presente seminario de grado a lo<br />

largo del segundo cuatrimestre de 2005. Los días de reunión son los viernes de 17<br />

a 21hs en el aula 144 de la misma facultad, con la coordinación a cargo del Licenciado<br />

Blas de Santos. El eje del seminario pasa por el rastreo y registro de los efectos,<br />

en la teoría y en la conducta humana, que la hipótesis freudiana de una dimensión<br />

inconciente del psiquismo tiene para con los fundamentos y desarrollos de las<br />

llamadas “ciencias sociales” (historia, antropología, sociología, psicología, política,<br />

comunicación, etc.). La elucidación de esa dimensión apunta a establecer las condi-<br />

153 dialéktica


ciones de reconocimiento del sentido que las “experiencias sociales” tiene para sus<br />

agentes y las consecuencias que el mismo guarda con la constitución de su status<br />

de “sujeto”. Definida la existencia del mismo en el atributo esencial de su tendencia<br />

hacia el logro de crecientes grados de “autonomía”. El encuentro entre los aportes<br />

del psicoanálisis y de las ciencias sociales se autoriza en una premisa que forma<br />

cuerpo con las concepciones de sujeto del primero: la singularidad, privativa de lo<br />

humano, por el que su “naturaleza” pulsional precisa de lo social (el semejante, el<br />

otro) para realizarse. Contacto: blas@abaconet.com.ar<br />

REVISTA DE LA CARRERA DE FILOSOFÍA:<br />

A partir de un amplio espacio de acción y discusión en la carrera de Filosofía<br />

de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, surge la iniciativa de producir una<br />

revista específica de la carrera (ver sección «Universidad» en la presente edición),<br />

que pueda servir como instancia de intervención y producción de manera noinstitucional.<br />

A partir de la creación de textos –de forma individual o colectiva– se<br />

propone trabajarlos en reuniones periódicas, a fin de enriquecer el debate y la<br />

crítica de los textos a incluir, donde la apuesta sea mostrar eminentemente un<br />

modo colectivo y horizontal de realizar la publicación. Sin ser los contenidos<br />

exclusivamente temáticos, se abordarán ejes diversos, que van desde la relación de<br />

la Filosofía y la Educación hasta la problematización del Dominio y el Poder, pasando<br />

por la producción filosófica a partir de películas. Contacto:<br />

amartillazos2500@yahoo.com.ar<br />

PRE-MATERIA «FILOSOFÍA DEL SXIX»:<br />

En el mismo contexto de acción política en que surge la iniciativa por producir<br />

una revista de la carrera de Filosofía, comienza la realización colectiva de una<br />

materia de grado (o seminario) en la carrera. Pensada como intervención política<br />

que ponga en crisis, desde el interior de una práctica alternativa, el modelo<br />

catedrático, la materia se propone como aporte a la transformación de la actual<br />

currícula académica (que ignora, entre otros, los recorridos trazados por la Filosofía<br />

durante el sXIX). La presente propuesta se lleva a cabo a partir de reuniones<br />

periódicas, en donde se abordan colectivamente textos y problemáticas que se van<br />

considerando a lo largo del proceso de gestación. Idealismo y Materialismo,<br />

Maestros de la Sospecha (Marx, Nietzsche, Freud), Evolucionismo, Romanticismo,<br />

Revolución, entre otros ejes, integran hasta ahora el recorrido teórico –siempre<br />

abierto y modificable– a trabajar como lecturas y producción de textos. Contacto:<br />

amartillazos2500@yahoo.com.ar<br />

INSTITUTO DEL PENSAMIENTO SOCIALISTA «KARL MARX»:<br />

Curso: Una introducción a la Historia Social de la Ciencia y de la Técnica.<br />

Una perspectiva marxista. Duración: Cuatro reuniones de 2 hs. Martes 6, 13, 20 y<br />

27 de septiembre de 19 a 21 hs. Docente: Eduardo Glavich (eglavich@filo.uba.ar).<br />

Modalidad de Trabajo: Exposición/discusión (a partir de la lectura previa de los<br />

materiales propuestos) Contenidos/Ejes mínimos: Dado el carácter introductorio<br />

y las (‘escasas’) ocho horas que dura el mismo, el curso pretenderá realizar una<br />

dialéktica 154


AGENDA Y ACTIVIDADES<br />

introducción a la HSCT, desde una perspectiva marxista, según los siguientes contenidos/ejes:<br />

se analizará la naturaleza y función de la ciencia y de la técnica a partir<br />

del determinismo (o no) de la C&T y de la objetividad, neutralidad y autonomía (o<br />

no) de las mismas, para que posteriormente, y desde dichas discusiones, profundicemos<br />

el debate sobre el carácter potencialmente emancipador (o no) de la C&T.<br />

Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx”, Riobamba 144 Capital Federal,<br />

Bs. As., Argentina, Tel.: (54-11) 4951-5445 e-mail: ipskarlmarx@fibertel.com.a o<br />

www.ips.org.ar<br />

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES - FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS - ENCUENTRO DE ESTU-<br />

DIANTES DE LETRAS 2005:<br />

Los días 25 y 26 de noviembre de 2005 se llevará a cabo en la Facultad de<br />

Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires el Primer Encuentro de estudiantes<br />

de letras. El objetivo de este encuentro es fomentar la reflexión, la discusión<br />

y el intercambio sobre los fenómenos culturales enmarcados frecuentemente<br />

bajo la denominación de “las letras”, incorporando trabajos provenientes tanto<br />

del marco institucional como los que se inscriban por fuera de éste, que se hayan<br />

producido individual o colectivamente, así como trabajos que provengan de otras<br />

disciplinas.<br />

Los trabajos completos deberán enviarse exclusivamente a través del correo<br />

electrónico a la siguiente dirección: encuentroel2005@yahoo.com.ar hasta el<br />

20 de septiembre de 2005. Los mismos no deberán superar las 10 páginas A4, letra<br />

Times New Roman, cuerpo 12, a espacio y medio, sin contar notas ni bibliografía,<br />

con un tiempo de lectura estimado de veinte minutos. La fecha y lugar de entrega<br />

de la versión impresa de los trabajos se acordará con los expositores. Aquellos que<br />

no hayan enviado resumen hasta el momento podrán enviar su trabajo completo<br />

hasta la fecha indicada. El costo de participación tanto para asistentes como para<br />

expositores será de $5, que incluye la entrega de un CD con las actas del encuentro.<br />

Para consultas o sugerencias dirigirse a: encuentroel2005@yahoo.com.ar<br />

«ESKALERA CARACOL», REVISTA DE SOCIOLOGÍA:<br />

Esta revista es parte de un colectivo de estudiantes y egresadas de Sociología<br />

que, luego de sacar tres ediciones de un boletín llamado «Sociología Amarilla»,<br />

se embarca en la difícil tarea de escribir una revista sociológica de forma<br />

colectiva y sin ninguna institución que la respalde. La metodología de trabajo<br />

siguió dos caminos: por un lado, se basó en la relectura de algunos textos realizados<br />

para la facultad que fueron reescritos de acuerdo a la discusión conjunta de<br />

los mismos. Por otro lado, algunos artículos son parte de charlas que se vienen<br />

dando hace unos años al interior del grupo. Pensamos la revista como la expresión<br />

de lo que cada unx solx jamás podría haber escrito o pensado. En el número<br />

uno: Sociología, Educación, Estado. Nos solemos reunir los viernes en sociales, versión<br />

Marcelo T., para programar encuentros. Esta dirección de mail es un punto<br />

de encuentro: ededalus@gmail.com<br />

155 dialéktica


dialéktica 156<br />

Números anteriores<br />

NÚMERO 1 – JUNIO DE 1992<br />

<strong>Dossier</strong> sobre Violencia: Gustavo Fondevila / Michel Foucault / Néstor Kohan.<br />

Varios: Apuntes para una crítica a la cátedra de Ética del prof. Guariglia, Logoiarn /<br />

Libertad y ontología social, Néstor Kohan / “La ontología política de M. Heidegger”<br />

de Pierre Bordieu, Jorge Casas<br />

NÚMERO 2 – OCTUBRE DE 1992<br />

<strong>Dossier</strong>: Las prácticas científicas y sus condicionamiento sociales: Entrevistas a<br />

Klimovsky, Marí y Samaja / <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong> / Darío Daniel Díaz / Néstor Kohan<br />

/ Daniel Feirstein / Gustavo Fondevila / Michel Foucault Varios: Analíticos y<br />

Pluralistas: La lucha de las ideas filosóficas en los EEUU, R. Ryan / Sobre “Violencia y<br />

Razón”, Patricio McCabe y Hernán Gutiérrez / Sobre “La crisis de la economía soviética<br />

y el debate mercado-planificación de Mandel”, Nove y Elson, Néstor Kohan / Lucha<br />

de Clases e Instituciones, Alberto Bonnet / Antropología y dialéctica, Juan Manuel<br />

Obarrio / V Centenario: 500 años de lucha y resistencia, Blas Poncho Rojas<br />

NÚMERO 3/4 – OCTUBRE DE 1993<br />

<strong>Dossier</strong>: Los intelectuales y el poder: la filosofía argentina y sus tareas de legitimación /<br />

Discurso de Clausura al III Congreso de Filosofía y nómina de sus participantes / La<br />

condena a los ex comandantes y la ley de extinción de las causas: un punto de vista ético,<br />

Osvaldo Guariglia / León Rozitchner y el CONICET / La filosofía y el poder, Rubén<br />

Dri. Suplemento: “La política en América Latina”: Entrevista con Guillermo Lora<br />

/ Entrevista con Fernando Martínez Heredia / Mariátegui por Michel Löwy. Varios:<br />

Balance del neoliberalismo, Ernest Mandel / Teoría y praxis: ¿eficacia o representación?,<br />

Cecilia Macon / Aportes para una crítica dialéctica de la epistemología<br />

popperiana, P. Corvalan y P. McCabe y V. Zallochi / Pierre Menard: Hermenéutica y<br />

postestructuralismo, Edgardo Gutiérrez / Entrevista con Pierre Bordieu / Correspondencia<br />

de Tony Negri a Felix Guattari / De violencias y razones: una disputa<br />

ornamental, Gustavo Fondevila. Reseñas: Marx y la teoría subjetiva del valor (de F.<br />

Azcurra) / El Che y el socialismo (de F. Martínez Heredia) – Estudio introductorio a la<br />

nueva traducción de la Fenomenología del Espíritu de Hegel (A. Llanos)


NÚMEROS ANTERIORES<br />

NÚMERO 5/6 – SETIEMBRE DE 1994<br />

<strong>Dossier</strong>: Los intelectuales y el poder/2: Apostilla acerca de “La filosofía argentina y<br />

sus tareas de legitimación” / Polémica Osvaldo Bayer-Ernesto Sábato / Rodolfo<br />

Walsh y los intelectuales de la resistencia / Debatir la Dictadura: la situación del<br />

proletariado argentino, Pablo Pozzi y Alejandro Schneider / Los juristas argentinos<br />

frente al poder, Eduardo Barcesat / Los estudiantes secuestrados-desaparecidos, Trabajo<br />

colectivo de alumnos de Ciencias Sociales / Los intelectuales y el estado, Alberto J.<br />

Pla. Suplemento: “La política en América Latina”: La insurrección en Chiapas, Luis<br />

Vitale / Chiapas: El programa de la rebelión, Comunicado del Ejército Zapatista /<br />

Entrevista al subcomandante Marcos (Diario El País, 4 de marzo de 1994). Varios:<br />

Contrarreforma y poder estudiantil, Patricio McCabe / La cuestión de la desigualdad en<br />

Rousseau y Hegel, Silvia Ziblat / DDHH y la teoría de la operatividad y programaticidad<br />

de las normas jurídicas, Marcelo Raffin / David Peña: entre la facultad y el teatro, David<br />

Viñas.<br />

NÚMERO 7 – SETIEMBRE DE 1995<br />

<strong>Dossier</strong>: Figuras de la dominación de clase en la Argentina. Rolando Astarita /<br />

Eduardo Lucita / Adriana Puiggros / Guerra, subversión y Derechos Humanos, Roberto<br />

Morgan / Universidad y formas democráticas de dominación, Patricio McCabe /<br />

La “Subversión”: el poder se representa a su enemigo, Francisco Drake. Varios: “La<br />

cientificidad del marxismo es, justamente, la crítica”, entrevista con John Holloway /<br />

Nota acerca de Las Tesis sobre Feuerbach, <strong>Louis</strong> <strong>Althusser</strong> / El concepto de Estado,<br />

Clara B. Bravin / Del estado a la Comuna, Pablo D. Gilabert / Ficciones Argentinas,<br />

Ariel Burmani. Univeridad: Proyecto colectivo de investigación sobre Universidad, Lirio<br />

Bañuelos, Luis Íñigo, Verónica Zallocchi y otros / Entrevista con Beba Balvé /<br />

Documento colectivo del PICASO. Fichas de introducción temática: Marxismo e<br />

innovación, Eduardo E. Glavich. Reseñas: John Holloway: Marxismo, estado y capital<br />

/ E. L. Duhalde y E. Dratman: Chiapas: la nueva insurgencia / Editorial del Serbal<br />

(comp.): Chiapas, La palabra de los armados de verdad y de fuero / O. Martínez (comp.):<br />

Pensando la reconversión<br />

NÚMERO 8 – OCTUBRE DE 1996<br />

<strong>Dossier</strong>: Neoliberalismo: la ofensiva del capital y el poder del trabajo: 1° Declaración<br />

de la Realidad. Contra el Neoliberalismo y por la Humanidad / La Jornada del 6 de<br />

abril, por Marcos / Anwar Shaik y Ernest Mandel / Werner Bonnefeld / Alberto<br />

Bonnet / John Holloway / Javier Patrulla. Varios: El caso EZLN, Alejandro Raiter<br />

/ Notas sobre críticas de Hegel a Marx, Pablo Gilabert / Clifford Geertz observado, José<br />

O. Acha / La invención de la recepción, Alejandro Grimson / Hegel y Marx ante la<br />

historia, Juan Hernández / Sobre la organización autónoma y la izquierda partidaria,<br />

Patricio McCabe / Notas sobre Auschwitz e Hiroshima, Michel Löwy / Conocimiento<br />

y sujeto de cambio, Fernando Gargano / Llanos, Astrada y el Dragón de la Dialéctica,<br />

Néstor Kohan<br />

NÚMERO 9 – OCTUBRE DE 1997<br />

<strong>Dossier</strong>: La reconversión capitalista en la Universidad, la Educación y la Investi-<br />

157 dialéktica


gación científica y tecnológica: Eduardo Glavich / Patricio Mc Cabe / Colectivo<br />

AU.LA. Inés Izaguirre / León Rozitchner / Tony Negri. Varios: Fetichismo y publicidad,<br />

Ricardo Donaire / Giovanni Gentile y el fascismo, Pablo Cambeiro / Algunas<br />

reflexiones en torno a los Movimientos Sociales, Verónica Zallochi / Sobre el joven Marx,<br />

Pablo D. Gilabert / La ley del Desarrollo Desigual y Combinado, Michel Löwy. Reseñas:<br />

H. Tarcus: El marxismo olvidado en la Argentina, Silvio Frondizi y Milcíades<br />

Peña / F. Nero: Argentina, Raíces históricas del presente / J. C. Marín: Conversaciones<br />

sobre el poder / A. Gilly, Subcte. Marcos y C. Ginzburg: Discusión sobre la<br />

historia / L. Rozitchner: La cosa y la cruz / A. Fanjul: Interrogantes y desafíos a<br />

finales del siglo XX.<br />

NÚMERO 10 – JULIO DE 1998<br />

En torno a Marx, Engels y algunas efemérides: El Antidri o vigencia del Marxismo,<br />

Ricardo Donaire / “Ética” de la Empresa, Roxana Kreimer / Para leer El Manifiesto,<br />

Néstor Kohan / La “continuidad revolucionaria” de la Burguesía y la “defensa de la<br />

Ilustración”. Notas a propósito (y más allá) de El Manifiesto, Eduardo Glavich / <strong>Dossier</strong><br />

dedicado a Milcíades Peña: 5.2 El legado del bonapartismo: conservadorismo<br />

y quietismo en la clase obrera argentina Gustavo Polit (Milcíades Peña). Hernán<br />

Camarero / Facundo Bianchini y Carlos Salomone / Pablo Bonavena / María Celia<br />

Cotarelo y Fabián Fernández / Juan Luis Hernández / Eduardo Sartelli / Pablo A.<br />

Pozzi. Reseñas: Cuaderno Tecnológico-Histórico (Extractos de la lectura: B56, Londres<br />

1851), Progreso Tecnológico y Desarrollo Capitalista (Manuscritos 1861-1863)<br />

de Karl Marx, Eduardo Glavich.<br />

NÚMERO 11 – NOVIEMBRE DE 1999<br />

<strong>Dossier</strong>: 100 Años de Ciencias Sociales en Argentina: Ciencia o Ensayo: Un debate<br />

Histórico, Gabriela Rofinelli; La constitución de una cultura politizada en los orígenes<br />

de la carrera de Sociología, Ricardo Spaltenberg; El CICSO: aporte a la ciencia social,<br />

Luis Mariana Íñigo y Agustín Santella/ Algunas (pobres) ideas –sobre metodología en<br />

historia de las ideas políticas, Néstro Kohan/ Marx y Weber, críticos del capitalismo/<br />

La amenza fantasma, Florencio Noceti y Patricio Mc Cabe/ Rememorando El<br />

Gran Gatsby, Ariel Solito/ Etica vs. Pollítica: una falacia útil/ Marx y Rousseau:<br />

una aporía moderna entre igualdad y mérito, Roxana Kreimer/ La “continuidad<br />

revolucionaria de la burguesía y la “defensa de la Ilustración”. Notas a propósito<br />

y (más allá) de El Mannifiesto/ (II Trabajo y alienación)/ Reseñas: A vencer o<br />

morir. PRT-ERP (Documentos de Daaniel De Santis, Agustín Santella.<br />

NÚMERO 12- PRIMAVERA 2000<br />

<strong>Dossier</strong> latinoamericano: Tesis sobre latinoamérica, Mc. Cabe/ Latinoamérica: una<br />

mirada distinta, Hernández/ El zapatismo y las ciencias sociales en América latina,<br />

Holloway/ De rebus abquinoccialis (o, nadie entiende al Ecuador), Noceti y Albornoz/<br />

UNAM: entre la miseria de lo existente y la riqueza de lo posible, Mc Cabe. Artículos<br />

varios: Reificación y consumo ostentoso en el Gran Gatsby, Löwy y Sayre/ UBATEC-<br />

UBACYT- UBAnet: UBA sociedad anónima. Algunas notas críticas acerca de las tendencias<br />

en la Universidad de Bs. As., Glavich/ Límites y alcances de la autoorganización<br />

estudiantil, Zallocchi y Dimentstein/ Marx 2000: claves de la teoría crítica, Izaguirre.<br />

dialéktica 158


NÚMEROS ANTERIORES<br />

Reseñas: Pampa libre, Jorge Etchenique; Esos claroscuros del alma. Los obreros<br />

navales en la década del 70, Rubén Diaz; La patria en el riel. Un siglo de luchas de<br />

los trabajadores ferroviarios, Lucita; El villazo, Rodriguez y Videla; Astilleros Río<br />

Santiago su historia y su lucha, J. Montes; El otro occidente. Siete ensayos sobre la<br />

realidad de la filosofía de la liberación, A. Infranca.<br />

NÚMERO 13- INVIERNO 2001<br />

Movimientos campesinos: A. Eidelman, J. Hernández. El género como intervención<br />

política: D. D’Antonio y P. Halperin. C. Katz: Materialismo y dialéctica revisitados. La<br />

adolescencia de la dialéctica, J. Vazeilles. Memorias sobre la subjetividad: P. Mc Cabe y F.<br />

Noceti. Algunas reflexiones sobre el internacionalismo anticapitalista, J. Hernández.<br />

Reseñas: J. F. Bayart: El estado en Africa –la política del vientre-; P. Sloterdijk:<br />

Normas para el parque humano. Una respuesta a la carta sobre el humanismo de<br />

Heidegger. Ficciones. Nuevo cine africano.<br />

NÙMERO 14- PRIMAVERA 2002<br />

A dos meses del 19 de diciembre del 2001. Una lectura crónica: J. Gómez. También de<br />

día parece que todos los gatos son pardos (o de cómo el movimiento social actual no es<br />

todavía una superación) por E. Glavich. <strong>Dialéktica</strong> debate. Sobre las asambleas barriales:<br />

F. Ingrassia/ H. Ouviña/ Yuli. Sobre el Movimiento de Trabajadores Desocupados:<br />

V. Prieto, G. Martín y V. Zallocchi. La teoría y la práctica: F. Noceti. Reseñas<br />

de revistas. Correo de EEUU.<br />

NUMERO 15- PRIMAVERA 2003<br />

Diez años de Dialektica: La Saga continúa. I- Representación, la proyección política de<br />

la guerra: K. Castellazzo, P. Mc Cabe, A. Chiaraviglio, M. Repossi, G. Martín, V.<br />

Prieto, V. Zallocchi. II- Representación, la proyección bélica de la política: E. Glavich. P.<br />

Mc Cabe. F. Noceti, J. Iacobson. Antropología: M. Dimentstein. Polémicas: Pasión<br />

de Multitudes. M. Repossi, E Glavich y F. Noceti. Reseñas: Flores, Iñigo Carrera,<br />

Lvovich y Vazeilles.<br />

NÚMERO 16 – PRIMAVERA DE 2004<br />

De cazadores de utopías, destinos trágicos e intelectuales orgánicos. <strong>Dossier</strong> I<br />

«Universidad: una mirada sobre las condiciones de (re)producción de la mirada.»: E.<br />

Glavich, P. McCabe, S. Ortiz, K. Castellazzo, L. Morgenfeld. Documentos: «Más<br />

que un nombre», «Quebrar la triple ilusión». <strong>Dossier</strong> II «Filosofía y política en el imaginario<br />

de la Modernidad»: M. Repossi, M. Paolucci, J. Solé, M. Escobar Viré. Polémicas:<br />

Dussel contra Holloway. Reseñas: D. Arcand, W. Becker, M. Hardt, A. Negri,<br />

D. Tatián.<br />

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