Dossier: Louis Althusser - Dialéktica

EDITORIAL: CLARO Y DISTINTO...
to, no dejan de ser una mera apostilla de la barbarie capitalista de mayor
alcance.
Una segunda obviedad: las supuestas resistencias desde el tercer mundo, y
en especial desde América Latina, son parte de la sustancia capitalista que
comanda el proceso y/o son muy rápidamente integradas en un sujeto compuesto,
nunca tácito. Ya sabemos en qué está el gobierno de Lula, cómo ha
comenzado el de Tabaré, en qué está Bolivia después de la renuncia de
Mesa, o el propio Ecuador en trance de transformarse en adherente sudamericano
del Tratado de Libre Comercio norteamericano. Sabemos también, a
pesar de sus declarados «contenidos socialistas», de las limitaciones del
proceso venezolano y del largo estancamiento del cubano. Y por supuesto
que no esperamos nada de la cumbre árabe-sudamericana, salvo una extraña
mezcla de populismo desarrollista teo-demo-crático de dudoso contenido
anticapitalista.
Una tercera obviedad: el gobierno de Kirchner es parte de aquél sujeto
compuesto y en octubre intentará cerrar el proceso abierto en diciembre de
2001, y este intento se hará en estricta y pulcra continuidad con el programa
que Duhalde y Lavagna pudieron delinear durante el segundo semestre
de 2002. Después de las elecciones, y con el resultado puesto, la burguesía
local podrá tener un marco regulatorio más preciso de su acumulación
para el mediano plazo, en relación con los capitales internacionales
más concentrados. Nada o casi nada habrá quedado de lo que significó
diciembre de 2001 en cuanto a esperanzas de cambio profundo en términos
económicos. A lo sumo se habrán recuperado los niveles salariales
previos al derrumbe institucional.
Como algunos decíamos en 2002, la acumulación de capital en Argentina
estuvo y está garantizada (no sin próximas crisis) sobre la base de
la feroz ofensiva del mismo sobre el trabajo y de la ahora posible y necesaria
recomposición de salarios y de la tasa de ocupación propias del movimiento
de las crisis capitalistas. Y la garantía de la acumulación se debe a
que dicho movimiento sigue en manos del capital y de su clase. No se
vislumbra ninguna crisis terminal de la legitimidad a pesar de las crecientes
(pero meramente defensivas) luchas salariales de muchos sectores, y
de la creciente politización de muchos otros. Si de algo estamos flacos
últimamente, es de alternativas políticas que puedan superar el desacreditado
sistema electoral.
Una cuarta obviedad: las elecciones generales que habrá hacia fin de año
en la UBA se encuentran condicionadas –como siempre y a pesar del relati-
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