Dossier: Louis Althusser - Dialéktica

deleuzeana de la existencia nómade, la
multiplicidad, la ausencia de identidades
estables, etc., más que expresar actitudes
subversivas o revolucionarias,
constituyen la ideología dominante en
tiempos en el que el poder ya no defiende
valores conservadores. Hoy, por
ejemplo, son las instituciones oficiales
de arte –y no las vanguardias– las que
se dedican a provocar a la gente, son
los valores dominantes los que suministran
la ideología de la búsqueda del
placer en la vida, de la libertad sexual,
etc. El punto, según el esloveno, es que
este discurso dominante representa una
ideología en el sentido clásico, en la
medida en que constituye, podríamos
decir en términos de Foucault, un poder
productor de verdad y, por tanto,
de control social: este mandamiento de
«sé libre, ¡goza!» genera una fuerza
superyoica culpabilizadora y limitativa
de la libertad.
Así, todos aquellos movimientos
sociales que pretenden resistir al capitalismo
basados en la multiplicidad y
la existencia nómade constituyen, contra
sus intenciones, un componente necesario
para el desarrollo de la lógica
actual del capitalismo. De este modo, lo
que este autor llama el «campo popular
del deleuzeanismo» –donde ubica, un
tanto desprolijamente, al zapatismo,
Naomi Klein y los movimientos
ecologistas o feministas europeos– incurre
en una actitud de «alma bella»
que se niega a superar el lugar de la
resistencia al establecer una oposición
maniquea entre una resistencia «buena»
y un poder «malo». Así, los «nuevos
movimientos sociales» se ocupan
de cuestiones específicas y no de la universalidad,
de la totalidad social –y, por
ende, no son movimientos políticos en
sentido estricto–, lo que los establece
RESEÑAS / CRÍTICAS
como internos al sistema (o incluso,
como funcionales al sistema) dado que
el capitalismo puede satisfacer sus demandas
sin alterar su lógica fundamental.
Finalmente, frente a las «falsas
resistencias» al capitalismo, este autor,
en lugar de proponernos otro tipo de
intervención crítica, nos sugiere un retraimiento,
adorneano, a la pasividad.
Dado que toda actividad que previamente
no haya constituido un espacio
ideológico nuevo, «no se realizará en
un espacio vacío- [sino que] será dentro
de las coordenadas ideológicas
hegemónicas» y, en consecuencia,
reproductoras del orden vigente. Lo
único que nos queda es «analizar rigurosamente
lo que hay» (dice Adorno
citado por Zizek) puesto que «muchas
veces los mismos trabajos que persiguieron
metas estrictamente teóricas
transformaron la conciencia, y por este
medio la realidad social».
La descripción de los mecanismos ideológicos
contemporáneos realizada en
este libro tiene el mérito de captar la
fluidez y sutileza de una ideología dominante
dispuesta a incorporar tópicos
del más amplio progresismo cultural. Sin
embargo, la identificación como
«deleuzeana» de las formas de dominación
del capitalismo contemporáneo
no puede ser más que una gran confusión.
Como afirma Zizek en otros escritos,
el multiculturalismo tolerante progre
es el recubrimiento ideológico de la
unidad subterránea del dispositivo económico
del neoliberalismo. Pero este
multiculturalismo no es, ni mucho menos,
sinónimo de multiplicidad. Por el
contrario, el multiculturalismo es la falsa
multiplicidad que opera la cooptación
en clave capitalista de la actividad
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