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Dossier: Louis Althusser - Dialéktica

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Contrafarsa<br />

A propósito de El Pensadero, año I, núm. 1, junio 2005.<br />

RESEÑAS / CRÍTICAS<br />

En recientes discusiones entre compañeras y compañeros de la carrera de Filosofía,<br />

se ha manifestado con asiduidad la común opinión, a primera vista crítica, de<br />

que existe (los términos varían, pero el planteo conceptual es el mismo) cierta<br />

distancia entre «los conceptos filosóficos» y «las relaciones sociales», entre «el discurso<br />

académico» y «el contexto social», entre «la metafísica» y «la política», entre<br />

la theoría y la praxis. Habría así, según un posicionamiento que adopta esa común<br />

opinión, un discurso filosófico capaz de aislarse, relativa o absolutamente, de cualquier<br />

incidencia en las relaciones que gobiernan la sociedad en la que ese discurso<br />

filosófico (se) produce. Un ejemplo cabal de ese posicionamiento es el espacio<br />

creado por El Pensadero (EP), la nueva revista de la carrera de Filosofía.<br />

EP toma su nombre de una frase con la que el comediante Aristófanes alude<br />

burlonamente a los filósofos de su tiempo: «el pensadero de almas sabias». Así,<br />

afirma en su nota editorial, EP se deshace poco a poco de la presunción de «inocencia»<br />

que pudiera provocar el nombre en una primera lectura y asume la «ambigüedad<br />

propia del conocimiento filosófico». Esta «ambigüedad» es ilustrada con<br />

dos ejemplos, uno pictórico, la Escuela de Atenas de Rafael, en la que vemos «una<br />

mano que señala la tierra y otra que apunta al cielo», y uno anecdótico, que citamos<br />

completo: «De Tales se cuenta que hizo una fortuna especulando con el precio<br />

de las aceitunas, y que se cayó en un pozo por contemplar las estrellas». Acerca<br />

del ejemplo pictórico cabe aclarar que, si bien es cierto que la mano de Platón<br />

apunta al cielo, en rigor, la mano de Aristóteles no apunta a la tierra sino, horizontal<br />

e interpelativamente, al nivel de quien observa el cuadro (volveremos sobre<br />

esto). Pero qué podemos entender del ejemplo anecdótico, ¿que la «ambigüedad<br />

propia del conocimiento filosófico» puede ser ejemplificada con una combinación<br />

de especulación económica y torpeza individual? ¿Que el filósofo se debate entre<br />

la aplicación pecuniariamente codiciosa de su facultad especulativa y la contemplación<br />

peligrosamente abstrusa que pone en peligro la salud de su propio cuerpo?<br />

Claro que hasta aquí, tal vez, se trate simplemente de infelices ejemplos analizados<br />

por un desdeñoso lector, así que pasemos a la conceptualización de la «ambigüedad»<br />

que explícitamente asume EP.<br />

La nota editorial formula de este modo esa ambigüedad: «si uno va en<br />

busca de la sabiduría es porque no la posee» y pasa inmediatamente a enumerar<br />

tres «ventajas» que tiene «este tipo de crítica». «La primera y fundamental consiste<br />

en ofrecer una fuerte protección contra el dogmatismo, además de una sana<br />

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