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Dossier: Louis Althusser - Dialéktica

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desconfianza hacia la institucionalización<br />

forzada del conocimiento» [el resaltado<br />

en negrita es nuestro en todas<br />

las citas]. Suspendamos por un momento<br />

la interpretación de esta «ventaja» y<br />

pasemos a las otras dos: «La segunda,<br />

para Aristófanes, implica mirar hacia<br />

atrás, hacia la época en la que no era<br />

necesario buscar la sabiduría, porque<br />

ella misma estaba presente en los hombres»<br />

y «la tercera, no menos importante,<br />

implica mirar hacia el futuro: si<br />

la época de los sabios quedó en el pasado,<br />

la sabiduría queda entonces por<br />

delante». Mirar hacia el pasado (como<br />

busca anhelante de la sabiduría perdida)<br />

y mirar hacia el futuro (como sede<br />

posible de la reconstrucción de esa sabiduría),<br />

el presente se manifiesta mero<br />

sitio de la mirada filosófica, pero la ausencia<br />

del presente como propósito de<br />

esa mirada es harto evidente. O, tal vez,<br />

aquí juega su rol la primera ventaja,<br />

aquella de la «fuerte protección» y la<br />

«sana desconfianza», como si el acto de<br />

filosofar, ese «seguirle el rastro» a una<br />

sabiduría presumiblemente localizada<br />

en el futuro, tuviera que proceder con<br />

guantes profilácticos. Y, tal vez, esto explique<br />

por qué aquella interpelación pictórica<br />

de la mano de Aristóteles pasó<br />

inadvertida para EP.<br />

Pero la justificación del nombre<br />

adoptado por EP no termina ahí.<br />

Citamos: «La palabra phrontistérion<br />

(pensadero) se utilizó para designar<br />

ciertas tribunas de discusión. Algo así<br />

se propone como meta este pensadero:<br />

llegar a ser un lugar abierto que favorezca<br />

el intercambio de ideas y la confrontación<br />

de puntos de vista, que revalorice<br />

el ejercicio filosófico del diálogo<br />

y permita, además, disfrutar del placer<br />

del trabajo en conjunto». Nos preguntamos,<br />

¿qué es «un lugar abierto<br />

dialéktica 146<br />

que favorezca el intercambio» y «la<br />

confrontación», que «revalorice» el trabajo<br />

(en este caso, filosófico) y que permita,<br />

luego, «disfrutar del placer» de un<br />

tipo de colaboración cuya finalidad es<br />

el «intercambio» y la «confrontación»<br />

de sus productos? Hagamos caso omiso<br />

a esta pregunta, motivada sin dudas<br />

por un materialismo rancio y obtuso, y<br />

veamos cómo concluye la nota editorial<br />

sin mutilaciones: «Todo eso, entonces,<br />

parece encerrar el nombre aparentemente<br />

inocente de ‹El Pensadero›:<br />

una mirada crítica y creativa sobre la<br />

propia actividad filosófica, un reconocimiento<br />

del nexo fundamental y sumamente<br />

enriquecedor entre el pensamiento<br />

académico y el pensamiento de<br />

los márgenes y la esperanza de crear un<br />

espacio de debate que evite que las nubes<br />

impidan ver el cielo».<br />

¿Por qué nos ensañamos con<br />

la nota editorial siendo ésta sólo una de<br />

las casi cuarenta páginas de texto que<br />

porta la revista? Porque si en la nota<br />

editorial se agitan los brazos (platónicos)<br />

para que las nubes no impidan ver<br />

el cielo, el resto de los contenidos parece<br />

una morada de arcángeles (o un criadero<br />

de avestruces). Despejémosle el<br />

cielo a las suspicacias higiénicas: esto<br />

no es ningún llamado ‹a cumplir con los<br />

deberes de la Causa Revolucionaria›.<br />

Esto es una puesta en crisis de la aparente<br />

contradicción entre asumir como<br />

tema central del número 1 de EP «La<br />

cuestión del otro», y hacer que ‹el otro›<br />

aparezca mera y estrictamente como un<br />

concepto a ser rastreado en algún autor<br />

canónico (el otro en Spinoza, el otro<br />

en Descartes, el otro en Rousseau...). 1<br />

Y una puesta en crisis, además, de esa<br />

no menos aparente coherencia que elude<br />

en su fundamento la dimensión práctica<br />

(la acción política) ocultándola tras

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