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Dossier: Louis Althusser - Dialéktica

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mento de cultura (y el marxismo lo es) es también documento de barbarie y<br />

necesariamente finito, limitado y abierto. Sarmientinamente dicho: hay una<br />

necesaria conjunción –y no una contingente y salvable disyunción– entre<br />

civilización y barbarie ... Por ello, es obvio que en «lo real» las tendencias<br />

son contradictorias y el porvenir es apenas aleatorio. Ya lo dijimos, no podría<br />

ser de otra manera y no sólo para la TM sino para cualquier factum<br />

cultural.<br />

Y he aquí, antes de pasar al segundo punto, un pretendido y pretencioso<br />

cierre a debatir del primero: siempre es muy esclarecedor poder distinguir,<br />

analíticamente, entre una crítica a lo que «pensaron e hicieron otros» y<br />

el problema en sí mismo, planteado en su mayor radicalidad posible. El<br />

esfuerzo es por pasar de la crítica de teorías y prácticas «ajenas» (o propias<br />

anteriores) al planteo radical teórico-práctico del problema, sin dejar de<br />

observar que ese mismo planteo, por más radical que se pretenda, no será<br />

más que una otra mediación que, como cualquier praxis cultural, será obviamente<br />

finita, limitada y abierta ... aunque objetiva y no meramente subjetiva<br />

...<br />

El segundo punto que plantea en su escrito A es el de la necesaria y deseable<br />

«separación», que existe aún en el modo de producción capitalista, entre<br />

Estado y política para no adoptar acríticamente la distinción burguesa entre<br />

sociedad política (lo público, el Estado) y sociedad civil (lo privado, los<br />

sectores). Afirma A que la TM se ha entendido en general definiendo la<br />

política en relación con el Estado «conformándose» con lograr a lo sumo<br />

una buena universalidad no alienada, y plantea que tal modo de reducir la<br />

política a su relación con el Estado la identifica con las formas burguesas de<br />

la misma e impide sacarla de su estatuto jurídico burgués y de su forma<br />

partido-sindicato. A partir de la negación de la existencia de una esfera<br />

(autónoma) de lo político y de la consecuente afirmación «todo es político»,<br />

A sugiere una politización generalizada que se oponga tanto a las formas<br />

burguesas clásicas de hacer política como, y sobre todo, a la forma unívoca<br />

de organización del partido mismo. Por ello refuerza su apuesta por la<br />

autonomía del partido respecto del Estado –aunque no de la política– y le<br />

indica que tiene que hacer política allí donde se decide todo: en el movimiento<br />

real de las masas, y que debe apartarse de las trampas del Estado:<br />

colaboración de clase, gestión de la legalidad existente y, finalmente, que el<br />

partido se convierta en Estado. Como ya habrán leído en el propio texto,<br />

dice que si el partido se convierte en estado, tenemos la URSS, que el partido<br />

dialéktica 70

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