Dossier: Louis Althusser - Dialéktica

DOSSIER ALTHUSSER / POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN.
lo ha dicho, que la novedad de la distinción de marras consiste en cierta
inversión de concepciones heredadas de Hegel, y no de Marx, como sería
más lógico pensar.
¿Y con qué nos deja todo esto? Pues con una tradición italiana, inaugurada
por Gramsci que revaloriza (al redefinirlo) el concepto de sociedad
civil, volviendo a las fuentes hegelianas del marxismo, y confía en su
potencia revolucionaria, hasta el punto de concebir el límite ideal de la
revolución como la reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil.
Y con una tradición francesa con Althusser como iniciador, que desestima
el concepto como perteneciente a la ideología burguesa, intentando
redimir al marxismo de esa especie de pecado de juventud que sería su
hegelianismo, y que insiste en el carácter indisolublemente político del
todo de lo social.
¿Quiere decir ésto que el desacuerdo entre Deleuze y Negri evidente
ya en 1990 se debe a que el primero es un uñoso francés, y el segundo
un ex-convicto italiano? O lo que es casi lo mismo: ¿Quiere decir que se
debe a que el primero es althusseriano y el segundo gramsciano? O lo que
es casi lo mismo, por segunda vez: ¿Quiere decir que se debe a que el
primero es antihegeliano y el segundo hegeliano? No solamente, sin duda,
pero en parte sí.
La de la esquina
La generación de Deleuze, que es también la de Foucault y la de Guattari,
lee a Marx con los anteojos de Althusser. En su vasta obra filosófico-política
el concepto de sociedad civil no aparece ni siquiera mencionado, ni en
su acepción hegeliana, ni en su acepción gramsciana, ni en ninguna otra.
Y esto es lo que Negri, y ya que estamos Hardt, no pueden ver. Este es el
punto ciego en su lectura del post-estructuralismo francés.
El segundo ex-convicto italiano, hereda del primero (y por su intermedio
de Hegel, Bobbio dixit) su confianza en la pertinencia del concepto
de sociedad civil. Y su esbirro americano no puede más que imitarlo. En
Imperio no se cansan de escribir acerca de él, y hasta producen -bastante
previsiblemente por cierto- un concepto de sociedad civil global: Un atajo
de medios, iglesias, partidos y ONGs que baila con el Imperio el mismo
baile superestructural que la sociedad civil gramsciana bailaba con el Estado.
Lo más grave del caso, es que una y otra vez, haciendo gala de su
parcial ceguera, amalgaman su concepto italianizante de sociedad civil,
con el concepto francés de sociedad disciplinaria. El 15º capítulo del brulote
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