Dossier: Louis Althusser - Dialéktica
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una plataforma para nuevos ejercicios de la política. Así, la política no<br />
puede desconocer, sin caer en la ingenuidad, que la gestión es un momento<br />
irreductible de lo social. Pero tampoco puede desconocer, sin caer en el<br />
posibilismo, que la lucha contra/y-más-allá de la gestión no se acaba nunca,<br />
que no hay telos que marque el agotamiento del conflicto ni de la gestión.<br />
10<br />
En este sentido, el edenismo que <strong>Althusser</strong> le imputa a la corriente<br />
hegeliana del marxismo (que nace con el mismo Marx de las apelaciones al<br />
«reino de la libertad», al fin del fetichismo, de la ideología y de la Historia)<br />
también está presente en las experiencias autónomas. Bajo el imperativo de<br />
trasladar la «utopía» al presente para construir, aquí y ahora, relaciones<br />
sociales alternativas al orden existente (operación contra la que no tenemos<br />
ninguna objeción) se trae al presente, también, toda la carga edénica que el<br />
hegelianismo postergaba para el Fin de la Historia. Así, se confía en la<br />
posibilidad de fundar en el presente «focos» de una sociedad trasparente:<br />
sin representación, sin conflicto, sin resistencia, sin espesor, sin opacidad,<br />
sin contradicciones, sin instituciones, en fin, sin la urgencia de mediación 11<br />
alguna. Pareciera, finalmente, que el «anarquismo romántico» es una adaptación<br />
«invertida» del hegelianismo: edenismo en el presente más que en el<br />
futuro, y sesgado acento en lo «social» más que en lo «político».<br />
ción. No existe así una gestión revolucionaria ‹en sí›. La gestión como conjunto de<br />
relaciones, leyes y diferentes elementos de la organización de una sociedad puede –en un<br />
momento dado– ser la bandera, el objetivo histórico y coyuntural de la política pero, a la<br />
vez, la gestión no debe aspirar a eliminar la política. Esto es cierto, a la vez, para toda<br />
tentación de una ‹saturación› política de la realidad social.» (19 y 20. Apuntes para el<br />
nuevo protagonismo social, De mano en mano, El Palomar, 2002, pp. 158-159.)<br />
10 En los últimos escritos de Jacques Derrida, que adoptaron un carácter mas éticopolítico<br />
que su obra anterior, encontramos una propuesta similar a la nuestra. El filósofo<br />
francés sostenía que siempre la «democracia está por venir». Esta afirmación que parece<br />
devolvernos a un terreno hegeliano es, más bien, todo lo contrario. Es la afirmación de que<br />
la «democracia» nunca se plasma en un conjunto de instituciones, nunca se hace acto,<br />
sino que opera como «promesa mesiánica», en los términos de Derrida, de que algo<br />
nuevo puede advenir en el «aquí y ahora».<br />
11 Nuestra rehabilitación, tal vez rayana en lo impune, de la categoría de «mediación»<br />
(tan obviamente cargada de su acepción hegeliana) merece una aclaración. Entendemos<br />
esta noción en su sentido político mínimo: puesto que en cualquier organización social no<br />
puede haber, permanentemente, inmediatez absoluta, es necesario trabar cierto tipo de<br />
instituciones que gestionen la vida social. No desconocemos que toda mediación constituye<br />
una enajenación de la soberanía y que toda institucionalidad supone una limitación<br />
y, por ende, un poder. En este sentido es que no somos anarquistas y no creemos en la<br />
abadía de los hombres libres. El problema político radica en que cualquier mecanismo de<br />
institucionalización y mediación –lo que llamamos «gestión»– pueda mantenerse lo más<br />
próximo posible a la fuente de la soberanía y, en su defecto, ser superado por la actividad<br />
instituyente de las masas, es decir, por la política.<br />
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