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Dossier: Louis Althusser - Dialéktica

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Del Dios eterno en el Cielo al Dios mortal en la Tierra<br />

el dualismo ontológico de la cultura del antiguo régimen debía ser reemplazado por un<br />

dualismo funcional y la crisis de la modernidad debía resolverse con la aplicación de los<br />

mecanismos adecuados de mediación. Era fundamental evitar que se interpretara, según<br />

la visión de Spinoza, que el ser de la multitud estaba en relación directa, inmediata, con<br />

la divinidad y la Naturaleza, que se entendiera como el productor ético<br />

de la vida y el mundo<br />

ANTONIO NEGRI, MICHAEL HARDT.<br />

Como es sabido, los teólogos del medioevo –con Agustín de Hipona a la<br />

cabeza– nos legaron una interpretación de la doctrina platónica que configura<br />

un más acá corporal, sensible y perecedero, y un más allá espiritual,<br />

inteligible y perenne. Por este legado, la organización política temporal<br />

debía acomodarse al paradigma eidético que sólo el rey-filósofo (o, en su<br />

defecto, el sumo pontífice de turno) podía conocer.<br />

El primer objetor y refutador de esa concepción fue un estudiante. Un<br />

estudiante de la Academia que el mismo Platón dirigía: Aristóteles, el primer<br />

ejecutor de una «inversión del platonismo» 1 , convirtió la trascendencia<br />

de las Ideas (situadas «fuera» de las cosas) en inmanencia de las esencias<br />

(situadas «dentro» de las cosas). Pero, por esos avatares de la vida, el Corpus<br />

Aristotelicum se sustrajo a las lecturas de Occidente durante diez siglos,<br />

velado en los anaqueles de las bibliotecas orientales.<br />

Los textos de Aristóteles ingresan a Europa Central por tandas, recién<br />

en los siglos XII y XIII, provocando un tremendo revuelo intelectual y<br />

político. Por fuerza de esa inesperada irrupción, los doctores de la Iglesia se<br />

devanan los sesos en el intento de adecuar el inmanentismo aristotélico a la<br />

doctrina de la Iglesia. Hoy sabemos que Tomás de Aquino salió airoso de la<br />

gesta. Si «el hombre es un animal político», vivir en sociedad es un hecho<br />

natural, es decir, el destino comunitario de los hombres está dado por naturaleza.<br />

A partir de entonces, el organicismo jerárquico secular (la polis, la<br />

ciudad, el microcosmos, el ámbito sublunar y temporal) es la imagen móvil<br />

del inconmovible organicismo celestial (Dios, el universo, el macrocosmos,<br />

el ámbito supralunar y eterno). Las cosas en la Tierra tienen un lugar asignado<br />

y una función que cumplir a imagen y semejanza de las cosas en el<br />

Cielo. Y aunque esa naturalización del orden político pervive hoy con otro<br />

1 Cuando leemos, en los últimos Diálogos de Platón, reformulaciones críticas de su propia<br />

teoría, oímos el eco de las discusiones instaladas en el seno de la Academia (cuyo más<br />

destacado estudiante era, por supuesto, Aristóteles, «el Lector», como lo llamaba su<br />

maestro).<br />

dialéktica 54

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