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Dossier: Louis Althusser - Dialéktica

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distintas posiciones teórico-políticas. Tanto en la escena internacional 7 como<br />

en el ámbito local, 8 se ha acentuado el carácter «ingenuo» o «místico», de<br />

esa línea de intervención militante. Pero estas críticas suelen reponer cierta<br />

forma del dualismo de corte hegeliano y/o gramsciano que analizamos<br />

antes, ya que, finalmente, postulan la necesidad de adoptar la forma-parti-<br />

7 Un buen ejemplo de estas críiticas lo representa Ernesto Laclau. En alguno de sus<br />

últimos escritos, Laclau ha manifestado que una politica de la inmanencia, de corte<br />

spinoziano/deleuziana, constituye la imposibilidad de toda política y, entre ella, de la<br />

política revolucionaria. En contraposición a esto, el filósofo anglo-argentino plantea la<br />

necesidad de constituir cierto tipo de «mediación» (que no necesariamente deba ser la<br />

mediación tradicional del partido leninista) que exprese la constitución de un terreno que<br />

no sea ni el de una inmanencia radical (al estilo deleuziano) ni el de una trascendencia<br />

plena (al estilo hegeliano), sino el de una trascendencia fallida, constituida por una lucha<br />

hegemónica en la cual un particular (una reivindicación específica de lo social) ocupa el<br />

terreno de lo universal (al ofrecer una cadena de equivalencias que representa al conjunto),<br />

constituyendo el espacio de lo político de manera contingente. Si bien la discusión con<br />

este planteo nos exigiría otro artículo, nos reduciremos a subrayar algunas cuestiones<br />

pertinentes para el cuerpo de nuestro trabajo. En esta concepción, se carga a lo ‹político›<br />

de un especial privilegio sobre lo social. Lo político participa de lo social «inventándolo».<br />

La lucha política es la lucha por constituir, bajo una determinada hegemonía, a la<br />

sociedad civil. En este esquema, la ‹representacion› (depurada de su acepcion modernoroussouneana)<br />

ocupa un papel central: ya no es la expresión trasparente de lo social (el<br />

representado ausente) sino que en el mismo proceso de representación constituye a sus<br />

representados. Aquí, el planteo se topa con su carácter ‹reformista›: el privilegio político<br />

a esta esfera imposibilita toda práctica anti-capitalista real. La mediación (aunque «de<br />

nuevo tipo») como clave de la política conserva el dualismo social/politico e impide<br />

toda constitución de lazos sociales alternativos dando pie a un estatismo ya no leninista/autoritario<br />

sino típicamente posibilista/liberal.<br />

En la misma línea, Slavoj Zizek suele achacarle un carácter «reformista» a toda<br />

política de la inmanencia. Según este autor, en tanto no se planteen la lucha por el poder<br />

político, los «nuevos movimientos sociales» no dejan de ocupar «inofensivamente» el<br />

lugar de la resistencia, sin capacidad alguna de alterar el orden vigente. En contrapartida,<br />

Zizek insinúa la necesidad de volver a alguna forma de «vanguardia externa» que<br />

«politice» a los movimientos sociales.<br />

8 El editorial del último número de El Rodaballo es un ejemplo de este tipo de críticas<br />

referidas, en particular, a la experiencia argentina. Si bien se construye una caracterización<br />

de las experiencias autónomas coincidente con nuestro planteo (ingenuidad y romanticismo<br />

tendientes a la automarginación) se proyecta la necesidad de dar un salto<br />

desde «el registro social», donde hasta ahora se habrían desarrollado las nuevas experiencias,<br />

hacia «el registro político» de gestión de lo social. Creemos entender esta propuesta<br />

como un reiteración matizada del esquema gramsciano de la sociedad civil y el<br />

estado como momentos que hay que articular en un nuevo bloque histórico (de hecho<br />

también se apela a la emergencia de un nuevo «Intelectual colectivo», forma grasmciana<br />

de nombrar y entender al Partido). Otro ejemplo de este tipo de crítica cosechado en<br />

viñedos autóctonos es Rubén Dri, quien insistentemente sostiene que toda política del<br />

micro-poder que no considere la necesidad de dar el salto dialéctico al macro-poder,<br />

conduce a una derrota inexorable.<br />

dialéktica 62

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