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Manuel Federico Ponce - Grupo América

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abonada, sorbió todas las sorprendentes visiones del futuro, de ese futuro<br />

suyo que también quisieron aniquilar cuando lo mataron de<br />

muerte natural y él no se murió.<br />

Las nebulosas se retiraron al paso de los soles y él, Enrique, estaba,<br />

al fin, vivo completamente.<br />

Entonces se sembró con multitud de semillas nuevas, preparó el terreno<br />

afanosamente, regó, cuidó, podó brotes para darles forma, una<br />

vigorosa y armoniosa forma y se extasió ante el crecimiento del ser<br />

nuevo que tenía dentro. De un ser que tenía la inquietud fervorosa del<br />

que quiere usar el pensamiento de un modo fecundo. Se sentía un luchador.<br />

No iba a subordinarse a sus verdugos y prestarles servidumbre.<br />

No iba a rendir al mundo la pleitesía que le rinden los carenciados. Sus<br />

puños no darían los golpes algodonados del vencido. No, él no. Estaba<br />

dispuesto a comerciar su rebeldía. No permitiría que le hagan un lugar<br />

en medio de las cosas por piedad, no que sus pasos se tambaleen con el<br />

estupor de los moribundos. No sería un sol que hace un ocaso en el desierto.<br />

No se quedaría inmóvil llorando abrazado a su propia vitalidad<br />

desvanecida. No, él no... Tendría más bien la prestancia del hombre que<br />

no quiere disociar la vida y dejarla fuera. Al contrario, le había abrillantado<br />

para deslumhrar con su mucha presencia al mundo entero.<br />

Llegado a ese punto y sintiéndose iluminado, consideró necesario<br />

escudriñar en las tinieblas y revisar lo que no había llevado, como una<br />

oveja al redil, al filo de una agonía. El asunto había tenido un proceso<br />

insidioso, atravesado en su camino como un obstáculo invisible, cuando<br />

empezó a percatarse del peligro, su sagacidad creció a medida de sus<br />

temores: cada gesto, cada frase, cada actitud, era sometida a su escrutinio:<br />

_ señor Enrique, cuántos años que le tenemos aquí! Yo creo que son<br />

más de treinta, no es cierto?<br />

__ pasa el tiempo señor Enrique y uno no se da cuenta sino cuando<br />

se hace viejo y los huesos le empiezan a crujir, no, señor Enrique?<br />

_ por qué será que se demoran sus expedientes... antes parece que<br />

usted era más ligerito... los años no pasan en vano.<br />

_ los años no pasan en vano... los años no pasan en vano...<br />

AMERICA 169 Fabiola Solís de Kiug<br />

_ Está pidiendo licencia a cada rato, parece que la salud ya no es<br />

tan buena, a su edad el reposo es necesario, señor Enrique... a su<br />

edad...-a su edad...<br />

__ ahora el mundo es de los jóvenes, ellos tienen el derecho a los<br />

ascensos, no hay que estancarlos, señor Enrique, usted ya tuvo su hora...<br />

su hora...<br />

__ señor Enrique, usted tiene que avivarse en esta era de las máquinas,<br />

lo antiguo no funciona... lo antiguo no funciona...<br />

_ se lo ve cansado, señor Enrique, por eso es mejor que Martínez<br />

tenga a su cargo el proyecto de los nuevos distributivos. Ese es un trabajo<br />

para la gente joven y al día... usted señor Enrique... huele a naftalina...<br />

_ se lo ve cansado... se lo ve cansado...<br />

_ para que usted no se agite, López irá a Loja, es un viaje pesado y<br />

se requiere del aguante de los años jóvenes, señor Enrique... los años<br />

jóvenes...<br />

_ un trabajo tan pesado ya no es recomendable a cierta edad, puede<br />

ser algo peligroso, el corazón, el desgaste...<br />

_ a cierta edad... a cierta edad... el desgaste... el desgaste...<br />

_ se fue al examen médico, señor Enrique? creo que tiene miedo<br />

que le manden al asilo... que le manden al asilo...<br />

Así fue como Enrique empezó a colmarse de carencias insinuadas y<br />

sintió que él, su cuerpo, su alma, su cerebro, que latía en la angustia del<br />

desposeimiento, estaban quedando vacantes. Se dio cuenta que las palabras:<br />

juventud, joven, frescura, tiempos modernos, su significado, su<br />

sonido, forman una trama con la que trataban de interrumpir su historia.<br />

Una historia que había tenido sustancia y cadencia. Una historia<br />

vigorosa por la vocación profunda hacia los sentimientos, las palpitaciones,<br />

los crecimientos. No se había concedido descanso hasta no agotar<br />

el último capítulo. Y ahora, de pronto, todo corría tan ligero y él, jadeante,<br />

temía quedarse inmóvil en medio de un camino desconocido.

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