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Manuel Federico Ponce - Grupo América

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Renán Flores Ja ramilla 228 REVISTA<br />

de saber se ve colmada: la música, el verso, la prosa, la política, la<br />

filosofía, la teología, todo es de su incumbencia. El mismo virrey promueve<br />

una especie de tribunal con cuarenta eruditos para que pongan<br />

a prueba la sabiduría de la muchacha. Y sales airosa. "Se defendía<br />

-apunta el mismo virrey- como una galera real en medio de un tropel<br />

de chalupas".<br />

Y, como era lógico por entonces, surgen las habladurías. Se comenta<br />

y rumorea en palacio que aquella sabiduría suya surge de la magia,<br />

quizá del mismo demonio. Pero Juana Inés también sale airosa de aquellos<br />

cotilleos.<br />

Juana Inés se desenvuelve en el lujo de la corte. Allí abundan los<br />

amoríos, los galanteos, pero ella desarrolla su sensibilidad.<br />

Carlos López Narváez, en su trabajo "De lo profano a lo divino en<br />

la lírica amorosa de sor Juana Inés de la Cruz," comenta el paso de la<br />

muchacha entre los amoríos de palacio: "Galanes y caballeros tormábanle<br />

ruedo o hacíanle cortejo; unos la celebraban, otros la<br />

perseguían. Ella pagaba en sonrosados madrigales o en urticantes epigramas,<br />

según la gallardía o la bajeza del acero concitado por sus<br />

esplendores. De todo esto dan cuenta sus versos, y es por ello por lo<br />

que, según noble consejo, hay que usar grande reserva en la interpretación<br />

de su vida a través de sus poemas".<br />

Más adelante, el mismo López Narváez asegura: "Dicen que de<br />

quienes la adoraron casi todos fueron desdeñados. Sin embargo, cuéntase<br />

que hubo uno, único favorecido, pero que murió durante los<br />

amores; y que tras esto y con esto, la desesperanza mundanal se transformó<br />

en sobrenatural esperanza. Y dio espalda a las pompas<br />

mezquinas para buscarlas infinitas en el asilo de su alma, así vencida<br />

para la victoria de Dios".<br />

Por su parte, Eduardo Mendoza Várela, en su ensayo "Época y<br />

paisaje en sor Juana Inés de la Cruz", hace otra interpretación del desprecio<br />

de lo mundanal que ella tenía: "El ingreso de sor Juana al claustro<br />

es uno de aquellos momentos -dice Mendoza Várela- cruciales de<br />

su vida, no descifrados del todo. Hay quienes ponen en ello un desengaño<br />

amoroso con todos los aderezos de lo cursi y lo romántico. Hay<br />

quienes aseguran que, más de una predestinación monástica, nació en<br />

AMERICA 229<br />

Renán Flores faramillo<br />

un anhelo de seguridad. La vida erótica de sor Juana tiene, por lo<br />

demás, ciertas características un poco psícosexuales".<br />

Profundizando aún más, Mendoza Várela agrega: "No olvidemos su<br />

temor y su orgullo, su resentimiento social que se hace patente en sus<br />

reacciones y ese pensar -palabras suyas- que "pared blanca donde<br />

lodos quieren echar borrón". El disfraz masculino que pretendía para<br />

entrar en la universidad, su costumbre de cortarse el cabello, el rictus<br />

un poco voluntarioso no obstante su belleza, y ese estoy negada para el<br />

matrimonio" de que nos habla en una página no superada, son síntomas<br />

entre otros muchos de un extraño temperamento que acaso no<br />

se ha estudiado suficientemente. Sor Juana experimenta una rara aversión<br />

por el hombre; no obstante, en su obra poética considera el amor<br />

como la fuerza esencial del alma. Hay en ella, en este terreno, algo de<br />

ascético y conventual, algo que si es verdaderamente sincero en una<br />

hermosa muchacha que los dieciséis años ingresa en un convento sin<br />

una explicable vocación religiosa".<br />

Tercera etapa: el convento<br />

El ingreso de Juana Inés al convento no sirvió para sumergirla solamente<br />

en la oración. El convento de San Jerónimo era centro de<br />

reuniones, pláticas y discusiones intelectuales. El locutorio del convento<br />

también presenció ensayos dramáticos y musicales que, por lógica,<br />

no fueron bien vistos por el confesor de sor Juana. La misma sor Juana<br />

describe sus tareas en el convento con absoluta claridad: "Volví, mal<br />

dije, pues nunca cesé, proseguí la estudiosa tarea (que para mí era descanso<br />

en todos los ratos que sobraban a mi obligación) de leer y más<br />

leer, de estudiar y más estudiar, sin más maestro que los mismos libros.<br />

Ya se ve cuan duro es estudiar en aquellos caracteres sin alma, careciendo<br />

de la voz viva y la explicación del maestro: pues todo este trabajo<br />

sufría yo muy gustosa, por amor de las letras: ¡oh, si hubiese sido<br />

por amor de Dios, que era lo acertado, cuanto hubiera merecido!".<br />

Surge claramente de estas palabras la ausencia de una vocación religiosa<br />

en sor Juana. "Estudiar y más estudiar" era su tarea en este refugio<br />

para su inteligencia.

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