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Manuel Federico Ponce - Grupo América

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aún cuando era de un excelente casimir inglés, acusaba el efecto decolarante<br />

en el nacimiento de una de sus perneras. Tenía dentadura postiza,<br />

y una de las placas, la superior, estaba ya floja, y solía caérsele cuando<br />

estornudaba. Se cuenta que en una ocasión aterrizó en un plato de<br />

sopa, en medio de la sensación desagradable de los demás comensales,<br />

en el fonducho donde se alimentaba cotidianamente. Se cuidaba por<br />

ello de no estornudar, y acaso por ello tenía una voz ligeramente nasal.<br />

Le afectaba un tic. Esto consistía en un sacudimiento recurrente de<br />

hombros, como si dijera con ese movimiento que nada le importaba en<br />

el mundo.<br />

¿Por qué era solterón? Pues porque, en su ya lejana juventud, una<br />

dama en la cual había puesto sus ojos, lo había menospreciado. No tuvo<br />

el valor de insistir. Y su decepción fue grande cuando ella se casó con<br />

otro. Don Amador se sentía muy superior al novio en todo sentido. Y<br />

quedó resentido hondamente por el resto de sus días. Era quien más<br />

entendía de papeles fiduciarios, y había colocado su pequeño capital en<br />

un banco de Guayaquil. Vivía de los intereses. Y no pagaba casa porque<br />

su primo lejano, don Daniel que era un hombre muy rico, le había facilitado<br />

una habitación en una de sus numerosas casas de renta.<br />

Cuando le llegaba por correo el dividendo trimestral, cuyo cheque<br />

lo cambiaba a su primo en dinero efectivo, se daba un lujo: visitar a una<br />

conocida dama amiga de hacer favores, a quien había que remunerar en<br />

especie. Además del obsequio trimestral, don Amador Semblantes se<br />

las había arreglado para que recibiera cotidianamente dos litros de leche,<br />

que le obsequiaba a él su generoso primo, y que pasaba directamente<br />

a la cocina de la virtuosa dama. Pero él no la visitaba sino cuando<br />

había recibido el dividendo, aún cuando el suministro de leche fuera<br />

un obsequio de todos Jos días.<br />

Las malas lenguas del pueblo pequeño donde vivía el grupo sostenían<br />

que, cuando muy joven, tuvo una aventura sonada, y que la chica<br />

que cayó en sus brazos no le dio el hijo que él hubiera querido tener. Le<br />

consideraban, pues, un macho estéril. Acaso fue esa condición la que le<br />

hizo incorporarse al grupo. Otros decían que él no era machorro. Que<br />

lo había sido la señorita, pues, aun cuando después pasó a otro poder,<br />

nunca tuvo descendencia.<br />

AMERICA 18! Ángel F. Rojas<br />

Nunca pudo olvidar el escaso tiempo en el cual alcanzó el pináculo<br />

de su existencia de ciudadano: cuando le eligieron concejal. Consideraba<br />

haber tenido una actuación notable. Y especialmente, sus compañeros<br />

recordaban que en una ocasión tuvo la oportunidad de hablar en<br />

público, en una solemne ceremonia cívica. Demostró sobresalientes<br />

cualidades de orador. Y sobre todo, no se le ocurrió estornudar. Cuentan<br />

que otro de sus colegas, al escucharlo, exclamó: Qué bien habla.<br />

Qué lástima que no sea un hombre preparado: Esta última afirmación,<br />

que llegó a conocer don Amador, no la perdonó jamás. Y por ello aun<br />

cuando se reunían todos los días y se saludaban estrechándose la mano,<br />

eran rivales mutuamente agresivos. Sus opiniones, casi invariablemente,<br />

eran contrapuestas.<br />

Se bañaba muy poco. El cuarto que ocupaba carecía de baño, y tenía<br />

que aprovechar los días soleados para acudir al río, que entonces tenía<br />

sus aguas muy límpidas, para sumergir su cuerpo blancuzco, con<br />

algo de panza de batracio, en una especie de poza que él mismo ahondaba,<br />

sacando los cantos rodados del centro, y poniéndolos en fila, a<br />

modo de tajamar. Primero se jabonaba con la ayuda de un pañuelo y,<br />

por supuesto, se sumergía cubierto pudorosamente con uno de sus calzoncillos.<br />

Kl jabón le servía después para lavar la improvisada prenda<br />

de baño como el pañuelo. Un trabajo menos para la lavandera.<br />

Al salir del río tenía los pies amoratados por el frío del agua, y sus<br />

callos se habían remojado, lo cual le permitía rebanarlos cuidadosamente,<br />

cortándoles en finas láminas, que le libraban durante cierto<br />

tiempo, de la tortura que le significaban los que tenía en la planta de<br />

los pies. Su navaja, de la marca "Toro", fabricada en Alemania, había sido<br />

previamente muy bien afilada: tenía una excelente piedra de afilar<br />

debajo de su cama.<br />

Era flaco y velludo. Y los comentaristas del pequeño pueblo decían<br />

que después de esos baños, tan poco frecuentes, quedaba todavía más<br />

flaco: la capa de mugre que acumulaba en el cuerpo, según esta versión,<br />

engrosaba su piel y por ende, su figura.<br />

Había trabajado en su juventud como amanuense de escribanía,<br />

porque tenía muy buena letra, y en aquella época el protocolo de escrituras<br />

públicas tenía que copiarse forzosamente a mano. Ganaba a tanto<br />

la foja. El estipendio, llegado el fin de semana, lo reclamaba con una

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