Manuel Federico Ponce - Grupo América
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Renán Flores Jaramillo 232 REVISTA<br />
célebres predicadores de su tiempo. Como casi siempre, deja tambaleando<br />
a su oponente.<br />
Su audacia es castigada; la censuran, reprimen sus actitudes y la vida<br />
se vuelve más dura en e! convento. Sor luana había puesto el dedo en la<br />
llaga, había atacado a la institución que la cobijaba: no le sería perdonado.<br />
Desencantada por su libertad intelectual, cercenada y acusada, sor<br />
Juana decide renunciar a todo boato. No sale ya del convento. No estudia.<br />
No frecuenta las reuniones de la sociedad mexicana que la recibía<br />
y halagaba. Se recluye en la celda.<br />
Su gesto de desprendimiento llega a un límite inesperado: vende su<br />
biblioteca de cuatro mil volúmenes y todos sus instrumentos musicales<br />
y astronómicos para repartir el producto entre los pobres. Se entrega,<br />
desolada, a una flagelación inaudita. Su propio confesor le recomienda<br />
prudencia. Todo sacrifico le parece poco y se dedica al cuidado de los<br />
enfermos. Cuando la peste azota México, ella es la primera en atender<br />
a los cuarenta y tres años, el 17 de abril de 1695, "en una de las épocas<br />
más lúgubres de la Nueva España -según comenta el mexicano Alfonso<br />
Reyes-, entre heladas, tormentas, inundaciones, hambres, epidemias,<br />
sublevaciones e incursiones de piratas: cielo y tierra parecían conjurados<br />
para hacer deseable la muerte".<br />
Juan Antonio de Rivera Calderón, en su Diario de sucesos acaecidos<br />
en México entre 1676 y 1695, comenta así su entierro: "Domingo.<br />
Murió a las tres de la mañana, en San Jerónimo, la madre Juana de la<br />
Cruz, insigne mujer de todas materias y poeta, de una peste. Asistió<br />
todo el Cabildo de su iglesia y la enterró don Francisco de Aguilar y<br />
cantó misa fray Antonio de Santa Clara".<br />
Las honras fúnebres de ese entierro fueron dichas por Carlos de<br />
Sigüenza y Góngora (quizá el único amigo permanente de sor Juana y<br />
una de las grandes inteligencias de Hispanoamérica), con quien la<br />
poetisa intercambiaba, permanentemente, conocimientos y opiniones.<br />
Precursora del Modernismo<br />
"En la historia de la poesía hispanoamericana -dice Germán Posada<br />
AMERICA 233<br />
Renán Flores Jararnitio<br />
Mejía en Sor Juana de la Cruz y sus amigos del Nuevo Reino de<br />
Granada-, la lírica de sor Juana Inés de la Cruz tiene un lugar aparte.<br />
Por que la expresión lírica, que es la más universal creación artística de<br />
nuestra <strong>América</strong>, alcanza su máximo florecimiento sólo desde 1880 en<br />
adelante, a partir del Modernismo; y sor Juana viene a ser única, remota,<br />
genial precursora de este movimiento".<br />
Para mucho de los críticos y ensayistas de la obra de la poetiza, ésta<br />
se encuentra en el centro del nacimiento de la aparición de la literatura<br />
americana, con los escritos de Colón, hasta el surgimiento del<br />
Modernismo con la irrupción de José Asunción Silva, <strong>Manuel</strong><br />
Gutiérrez Najera y Rubén Darío.<br />
Lo cierto es que sor Juana es "el primero de nuestro clásicos que se<br />
formó y escribió en <strong>América</strong>", como apunta Posada Mejía.<br />
Anteriormente habían surgido otros clásicos geniales, como el inca<br />
Garcilaso y Ruiz de Alarcón, en la historia y el teatro, pero que escribieron<br />
en España y se incorporaron luego a la literatura americana. Sor<br />
Juana jamás salió de México. Y por haber permanecido allí recibió y<br />
reflejó en su obra algunos resabios del Barroco, aunque, como apuntó<br />
Karl Vossler, se siente en su obra "la frescura de la altiplanicie mexicana<br />
de Anáhuac".<br />
Cuando sor Juana comienza a escribir, boquea moribunda la Edad<br />
de Oro, el Barroco. La poetisa vive en su época de decadencia cultural,<br />
pero logra remontarla y "partiendo del Barroco -como asegura<br />
Vossler- se acerca a la poesía de la Ilustración y anticipa a Goethe y a<br />
Shelley". Para Menéndcz y Pelayo había algo de milagroso y sobrenatural<br />
en aquella fuerza lírica genial. Es que sor Juana rompió las estructuras<br />
y no repitió, como otros poetas, los moldes barrocos ya gastados<br />
permitidos.<br />
El barroco que reina en la colonia americana no es una herencia<br />
europea, sino más bien una reacción contra lo europeo. Y, como asegura<br />
M. Picón Salas, la literatura colonial del siglo XVIII fue híbrida,<br />
porque intentaba demostrar cómo el hombre de entonces "trataba de<br />
aprovechar la vida y de reaccionar, al mismo tiempo, frente a la elección<br />
que le dictaba el occidente".