Manuel Federico Ponce - Grupo América

ISRAEL
SUS CINCUENTA AÑOS DE
Alba Luz Mora
Hablar de un pueblo es referirse a la huella que dejó en la historia y
al espíritu que lo animó y singularizó entre otros conglomerados humanos.
Al pueblo de Israel lo han diferenciado dos características repetitivas.
La primera, ese afán de hallar y consolidar su patria, "la tierra prometida
de Moisés y los patriarcas". Y, la segunda, el estoicismo y tenacidad
frente al éxodo, la persecución y el exterminio.
Al llegar por primera vez a Israel el viajero quiere desentrañar los
réditos de esa búsqueda incesante, y cómo se muestran las generaciones
actuales tras la milenaria y fatigosa jornada.
Conocer el paisaje del país, la disposición y arquitectura de las ciudades,
los signos de un espíritu creyente, esa creatividad ancestral y la
calidad humana de su pueblo.
La naturaleza verde y sinuosa de Cafarnáum, Galilea, Jericó, Judea,
las márgenes desérticas del Mar Muerto, el Neguv y la Arava y las elevaciones
basálticas del Golán, hablan por sí mismas de contrastes en un
territorio de apenas 27.800 kilómetros,
Tres bellezas naturales rompen la continuidad del panorama físico:
el Mar Muerto, punto más bajo de la tierra, a 450 metros del nivel del
mar, sitio de la más alta densidad y salinidad de aguas del mundo, aprovechado
para los balnearios curativos y para industrializar productos
cosméticos. El lago Kinéret o mar de Galilea, al extremo sur del río Jordán,
y 212 metros bajo el nivel del mar, fuente hídrica más importante
del país, recuerda el relato bíblico de la caminata de Jesús sobre las
aguas, es centro de recreación y leyenda. En sus riberas está la ciudad