Manuel Federico Ponce - Grupo América
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<strong>Manuel</strong> <strong>Federico</strong> <strong>Ponce</strong> 156 REVISTA<br />
estupor de negrura y mancha; y el viento olvidóse descuidará tu senda,<br />
y te llevará a parajes extraños, adormilado en el huracán nocturno,<br />
incosciente de la faena sagrada.<br />
Id ya, finura de nido cándido^y hechizad a tus ramas, con el oráculo<br />
de que allá, en la avenida herida de aires de sol, dormita una fuente<br />
sonámbula su devenir de oleaje.<br />
El espíritu de la Garza niña<br />
que convirtió su esperanza en figura de cisne,<br />
remonta cual querube su elegía de cuento,<br />
y repite en el sueño su hazaña de verso.<br />
del "poemario de Atardecer":<br />
Te haces malva, apenas, horizonte turbio, perdida tu luz en la sombra<br />
del invierno gris; como el rebuzno del asno a la distancia, que<br />
desde algún rincón inmenso se alarga y se desangra, dejando en cada<br />
eco algo de su voz y de sí mismo.<br />
Ese alarido de nostalgia que entrega al vallecito en calma, lodo<br />
su corazón de querencia y soledad.<br />
11<br />
de la Violación de la bestia"<br />
El potro negro, estirándose, puso de pie sus cuatro patas; y quedando<br />
abierto tfe ancas, evocaba relumbres de yeguas. Mientras retozaba<br />
su hocico en la hierva enojante, el sexo obscuro empezó a remcmorizar<br />
ansiedades de piel. Iba descendiendo y acresccntándose en<br />
media figura entera, De pronto comenzó a pendular. El potro levantó<br />
la cabeza desde el hambre, dejando de rastrear. Y así se acomodó patiabierto<br />
a puntear el sexo, cada vez con más acierto; la punta sensible,<br />
envuelta aún, comenzó a rozarse, a cada golpe, del pecho firme que el<br />
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animal plasmaba en la soledad del potreraje. Tiempo largo de excitación<br />
mantuvo la asolada figura, descubriendo locamente sus secretos<br />
de intimidad.<br />
Era el roce del eros; el que mantiene latente d universo.<br />
de "páginAdolescente y otros versos<br />
El patio tiemblas su memoria,<br />
Memorial de infancia en sueño;<br />
Días que no supimos, y que fueron.<br />
Días tan lejanos y de mujer tan alma.<br />
Carbón incauto que humea su silencio<br />
¡Torvo el negror del humo<br />
en la torva obscuridad sin fondo!<br />
La viejecita detiene sus días de dulce<br />
alegría de azúcar en las yemas maternas<br />
de la mano virgen que no cerró un labio ardiente<br />
cuando un amante de trigo, cedazo y harina<br />
se esfumó de hora en hora en la yerta ausencia.<br />
^ Cuicocha<br />
a Lucila Cevallos<br />
En el corte límpido de la roca fría, un oleaje virgen golpea sobre el<br />
descanso lúgubre del Inca que cayó en la herida, perturbando en cada<br />
golpe el sueño guerrero, esperando la noche desierta que los indios<br />
vencidos escalen el perfil obscurofy hagan surgir sus rostros de sangre<br />
desde aquel corazón inmenso y profundo que va latiendo sordamente<br />
sus -¿fe-- pesares.<br />
La noche en vela los cubrirá de sombra; almas desnudas que acechan