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Pensar la Dictadura - Igualdadycalidadcba.gov.ar

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debate y <strong>la</strong> apertura de nuevas memorias en cada punto del país, metas que se fueron<br />

consolidando a través de <strong>la</strong> distribución de los materiales, <strong>la</strong> producción de otros nuevos<br />

y <strong>la</strong> concreción de cantidad de encuentros con docentes y estudiantes, realizados<br />

de norte a sur y de este a oeste.<br />

Desde aquel entonces hasta el presente, <strong>la</strong> propia experiencia del Programa fue<br />

dictando <strong>la</strong> necesidad de edit<strong>ar</strong> un material como el que hoy presentamos. Además, <strong>la</strong>s<br />

investigaciones sobre <strong>la</strong> enseñanza de <strong>la</strong> historia <strong>ar</strong>gentina reciente en el ámbito educativo<br />

seña<strong>la</strong>n que <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> es re<strong>la</strong>tivamente eficaz a <strong>la</strong> hora de transmitir una condena<br />

moral sobre lo sucedido durante <strong>la</strong> última dictadura pero que tiene serias falencias a <strong>la</strong><br />

hora de construir explicaciones. Este libro, entonces, ofrece un m<strong>ar</strong>co histórico y conceptual<br />

p<strong>ar</strong>a entender <strong>la</strong> experiencia del terrorismo de Estado: se propone como una<br />

herramienta p<strong>ar</strong>a explic<strong>ar</strong> por qué pasó y cómo fue posible que sucediera.<br />

La construcción de políticas de <strong>la</strong> memoria desde el Estado<br />

La verdad tiene mucho de conquista histórica. P<strong>ar</strong>a <strong>ar</strong>rib<strong>ar</strong> a el<strong>la</strong> hay que libr<strong>ar</strong> una y mil<br />

batal<strong>la</strong>s, a través de <strong>la</strong>s leyes y de <strong>la</strong>s instituciones y también en <strong>la</strong> calle y en <strong>la</strong>s au<strong>la</strong>s.<br />

En el caso <strong>ar</strong>gentino estas batal<strong>la</strong>s han tenido un <strong>la</strong>rgo recorrido, donde el Estado ha<br />

jugado un rol decisivo.<br />

El Estado terrorista negó <strong>la</strong> existencia de los desap<strong>ar</strong>ecidos a través de <strong>la</strong> voz del<br />

presidente de facto Jorge Rafael Vide<strong>la</strong> y, aún hoy, sus responsables niegan <strong>la</strong> información<br />

que permitiría identific<strong>ar</strong> el destino final de miles de <strong>ar</strong>gentinos. Esa misma<br />

dictadura estableció en un Informe Final (1983) que «únicamente el juicio histórico podrá<br />

determin<strong>ar</strong> con exactitud a quién corresponde <strong>la</strong> responsabilidad directa de métodos<br />

o muertes inocentes». Fue un modo de no dej<strong>ar</strong> resquicios p<strong>ar</strong>a <strong>la</strong> presentación de<br />

denuncias y eventuales procesos penales contra quienes habían p<strong>ar</strong>ticipado en <strong>la</strong> represión<br />

y, también, de dej<strong>ar</strong> sentado que <strong>la</strong>s Fuerzas Armadas habían actuado en respuesta<br />

a una agresión que provenía de <strong>la</strong> «subversión». Es decir, se buscaba g<strong>ar</strong>antiz<strong>ar</strong><br />

<strong>la</strong> impunidad y <strong>la</strong> no revisión de los crímenes cometidos.<br />

Desde <strong>la</strong> restauración democrática, el Estado nacional ha dado importantes pasos<br />

p<strong>ar</strong>a que los ciudadanos dispongan de elementos p<strong>ar</strong>a conocer qué sucedió en <strong>la</strong><br />

Argentina entre 1976 y 1983. El informe de <strong>la</strong> CONADEP (1984) y el Juicio a <strong>la</strong>s Juntas<br />

(1985) constituyen hitos en <strong>la</strong> aproximación a <strong>la</strong> verdad histórica y <strong>la</strong> construcción de <strong>la</strong><br />

memoria. Este último probó que el terrorismo de Estado había sido una política sistemática,<br />

que en <strong>la</strong> Argentina habían funcionado campos de concentración, que miles de<br />

<strong>ar</strong>gentinos habían sido secuestrados, asesinados, enc<strong>ar</strong>ce<strong>la</strong>dos u obligados a exili<strong>ar</strong>se,<br />

dej<strong>ar</strong> sus trabajos y sus casas. No se trataba de <strong>la</strong> «opinión de <strong>la</strong>s víctimas» o «de los<br />

defensores de <strong>la</strong> guerril<strong>la</strong>», como aún hoy repiten algunos pocos, sino que los poderes<br />

de <strong>la</strong> nación entregaban a sus ciudadanos <strong>la</strong> posibilidad de conocer lo que efectivamente<br />

había acontecido en aquellos años de horror.<br />

A mediados de <strong>la</strong> década del ochenta, estos avances sufrieron un duro golpe cuando<br />

<strong>la</strong> presión de <strong>la</strong> corporación milit<strong>ar</strong> llevó a sancion<strong>ar</strong> <strong>la</strong>s leyes de Punto Final y Obediencia<br />

Debida, cuyo objetivo era poner límites a los juicios. Durante <strong>la</strong> década del<br />

noventa, estos cierres institucionales se vieron fortalecidos por una «política de reconciliación»<br />

que creyó posible consolid<strong>ar</strong> <strong>la</strong> democracia a p<strong>ar</strong>tir del olvido de los crímenes<br />

de lesa humanidad cometidos desde el propio Estado. El Poder Ejecutivo estableció<br />

por decreto una serie de indultos que reforz<strong>ar</strong>on <strong>la</strong> impunidad y <strong>la</strong> imposibilidad de<br />

juzgamiento.<br />

Sin emb<strong>ar</strong>go, <strong>la</strong> acción incansable de <strong>la</strong>s organizaciones de Derechos Humanos y<br />

otros actores sociales y políticos encontró siempre <strong>la</strong> posibilidad de mantener viva <strong>la</strong><br />

memoria y seguir ade<strong>la</strong>nte con el pedido de justicia.<br />

Con posterioridad a <strong>la</strong>s leyes de impunidad de <strong>la</strong> segunda mitad de los años ochenta<br />

y noventa, el Estado retomó aquellos gestos fundacionales del primer gobierno democrático.<br />

En el año 2004, el entonces presidente Néstor Kirchner pidió perdón, en<br />

nombre del Estado <strong>ar</strong>gentino, en un acto realizado en el predio de <strong>la</strong> ESMA, donde<br />

había existido uno de los mayores campos de exterminio y actualmente funciona el<br />

Espacio p<strong>ar</strong>a <strong>la</strong> Memoria. En aquel acto Kirchner dijo: «Las cosas hay que l<strong>la</strong>m<strong>ar</strong><strong>la</strong>s por<br />

su nombre (…) Vengo a pedir perdón de p<strong>ar</strong>te del Estado nacional por <strong>la</strong> vergüenza<br />

de haber cal<strong>la</strong>do durante veinte años de democracia tantas atrocidades (...) Hablemos<br />

c<strong>la</strong>ro: no es rencor ni odio lo que nos guía. Me guía <strong>la</strong> justicia y <strong>la</strong> lucha contra <strong>la</strong> impunidad.<br />

Los que hicieron este hecho macabro y tenebroso como fue <strong>la</strong> ESMA tienen un<br />

solo nombre: son asesinos».<br />

Estas pa<strong>la</strong>bras profundiz<strong>ar</strong>on el trabajo simbólico que había iniciado Raúl Alfonsín,

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