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2 agosto 2010
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PRESIDENTE CÁNTABRO
15 horas con Revilla, el mejor vendedor de Cantabria
Conversador infatigable, directo y cordial, Miguel Ángel Revilla dedica todo su esfuerzo a dar a conocer su región. Su premio: es el
presidente autonómico más valorado
01.08.10 - 03:01 - JULIÁN MÉNDEZ |
7.50 horas del jueves. Un Peugeot 306 azul enfila la calle Peña Herbosa, en el centro de Santander. El propio Miguel Ángel Revilla Roiz (Salceda, 23 de enero
de 1943) está al volante, como todos los días. El guarda nocturno levanta la valla y Revilla aparca en el sótano. Los funcionarios no entran hasta las 8.30: como
veremos a lo largo del día, el incesante ritmo del presidente de Cantabria precisa del esfuerzo y del horario de dos chóferes, de dos encargados de prensa, de
otros tantos fotógrafos...
-«¿Coche oficial? Nooo. Me daría vergüenza. Yo vivo en un piso en El Astillero, con gente obrera. Arriba tenía una cuadrilla de doce rumanos, de la
construcción, que se han ido con la crisis. Ahora viven dos paquistaníes...Y ningún problema», dice.
Gasta Revilla unos cómodos y usados zapatones negros y viste traje, camisa y corbata en tonos azules. Entra en la Cafetería Ángel y da los buenos días al
dueño, con esa familiaridad de las costumbres asentadas. Ángel pone en marcha el cortado con leche templada y sacarina de todos los días. «Lo revuelvo,
tardo tres segundos en tomarlo, dejo el euro diez en la barra y me voy para arriba», dice. Dicho y hecho. Como si llevara un cohete pegado al culo, Revilla sube
a su despacho.
Ángel, un ordenanza, tiene ya dispuesto el ascensor. A Revilla no le gusta esperar. Ni que le esperen. Es más, suele llegar antes de hora a los sitios, un hecho
que provoca ataques de pánico entre los encargados de protocolo. «Es que no saben qué hacer con él», explicará más tarde uno de sus colaboradores.
«Esto es un desastre total». Revilla critica sin miramientos su despacho, un espacio en desorden donde reina la confusión. En un rincón hay tres docenas de
bastones y palos labrados por paisanos «artistas de la navaja» y coronados por un tricornio y una montera picona. Sobre la mesa se amontona un caos de
periódicos, papeles y dibujos infantiles, folletos e informes, fotos y más fotos (con el Rey, con visitas, con deportistas y políticos...) y decenas de cartas.
«Recibo veinte al día. El sábado y el domingo vengo al despacho y dedico un par de horas a contestarlas todas», confía. En el suelo hay un par de albarcas
«como las que yo usé -dice- hasta que tuve once años. Era buen andarín».
En la pared, pegada a un tablero de corcho, vemos la agenda del presidente autonómico más valorado de España por sus conciudadanos, pese a no ser el
político más votado en Cantabria. El PP (con 143.000 votos) rebasa los 100.000 sufragios que el Partido Regionalista de Cantabria (PRC) de Revilla conquista,
en especial, en el ámbito rural.
Frente a un cuadro del director de orquesta castreño Ataúlfo Argenta firmado por Antonio López, hay un taco de fotos oficiales (como las que usan futbolistas y
estrellas de cine para poner dedicatoria y firma), una caja de Almax, un tresillo claro y un retrato con José Luis Rodríguez Zapatero. «Mira cómo desgasta el
poder», se sonríe señalando al (entonces) aún fragante político leonés.
Un cartel de Cantabria Infinita preside la sala de reuniones. Revilla señala la foto de San Vicente de la Barquera y coge carrerilla: habla de los dos puentes de
la villa, de que «a 2,8 kilómetros en línea recta del mar asoma el Naranjo de Bulnes, del azul del cielo, el blanco de la nieve y el gris de la caliza, del verde de
acebos, tejos, abedules, robles y castaños, de las ardillas y lobos que...». Revilla suelta un 'speech'. Salta a la vista que es el mejor vendedor de un producto
que conoce al dedillo. «He estado en todos los pueblos de Cantabria. E-N-T-O-D-O-S. Y no hay pueblo, aunque sólo viva un paisano cántabro, que no tenga su
carretera», presume de una tarea asfaltadora que comenzó, hace ya 16 años, como consejero de Obras Públicas en un gobierno de coalición con el PP.
La manía de los ascensores
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A las 9 hay Consejo de Gobierno en una dependencia aneja. «Soy el único que no trae papeles. No tengo capacidad para decidir nada». Coloca unas cuartillas
ante sí y garabatea con un rotulador azul de punta fina: Revilla toma notas e improvisa siempre, una costumbre adquirida, sin duda, en sus quince años como
profesor universitario. Es más, desconfía de quien lleva escritos sus discursos.
A las 11 recibe al alcalde de Reinosa, José Miguel Barrio. Revilla, griposo y con 39º de fiebre por el aire acondicionado, se muestra «chafado» por los recortes
decididos por Fomento y que han aguado la euforia del compromiso por el AVE, su gran sueño. «Es que en dos horas y media te pones en Madrid desde
Santander, ¿imaginas lo que es eso?».
-«Presidente, a ver si sacamos un hueco para que visites el mercado campurriano», le corteja el alcalde. «Siempre le convences», tercia Guillermo Blanco,
sombra, jefe de gabinete y guardia de corps de Revilla.
Graciela, ordenanza de Presidencia, tiene entre sus principales cometidos colocar adhesivos amarillos para bloquear los dos ascensores en la sexta planta,
donde trabaja Revilla. Siempre tiene que haber uno a punto. Revilla sale del despacho, retira el 'post it', pulsa el botón y parte como una bala, esta vez en
coche oficial, camino del Palacio de La Magdalena. Como de costumbre se sienta al lado de Indalecio, el chófer.
La limusina (como el coche privado) huele a humo de habano. Le preguntamos. Revilla se agacha y saca una caja para conservar Robustos de Partagas serie
D número 4. En su interior guarda cuatro de los mucho más modestos (menos de 3 euros) Delicias de Fonseca. «Mi padre, Ángel, guarda de Montes, fumaba
farias. Todos los días. Murió con 94, por la edad... Una Nochevieja, tenía yo 21 años, me regaló un Montecristo número 4 y me dijo: '¡hazte un hombre!'. Me lo
fumé y hasta ahora...».
Minutos antes de las doce llegamos a las puertas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Un ciclista con casco y gafas gesticula ante el presidente.
Nos tememos lo peor...
-«Me cagüen la leche, con ese equipo no te conocía... Aquí donde le veis este hombre, Eduardo Tricio, de Solórzano, vende 14 millones de litros de leche al
día en México y en el Sur de Estados Unidos. Leche Lala...», clama Revilla a grandes voces.
Está en su salsa. Le saludan hasta los críos del tren turístico. Un grupo de estudiantes cacereños hace corro para fotografiarse con él. «Que bote, que bote,
que bote el presidente». Pese al gripazo, 'Revilluca', como le llama la gente, pega unos saltitos. «Es el precio de la fama», sonríe. «Y de haber salido en
Buenafuente». Revilla es una fuerza de la naturalidad.
http://www.diariovasco.com/v/20100801/politica/mejor-vendedor-cantabria-2010080...
02/08/2010