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José Martí - Nuestra América - Fundación Infocentro

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ción, que es tácita y continua como si por ahí fuese la idea nacional, y se tuviera<br />

a pecado ponerle vallas. En nada se ve más esta disposición pública que en<br />

el temor que los demás bancos muestran de ir contra ella, por más que dé el<br />

proyecto tal poder al panamericano, que con su mínimo de diez millones y<br />

máximo de veinticinco, y sus cinco sucursales en la Unión y sus ramas favorecidas<br />

en México, las Antillas, Centro y Sud <strong>América</strong>, y su facultad singular<br />

de emprestar, a más de las de girar, agenciar, representar, garantizar por contratos<br />

y tomar en depósito, que los bancos nacionales tachan de monopolio a<br />

este rival que podrá más que ellos, en los veinte años de su concesión, y va a<br />

ser a la vez, con la nación a la espalda, banco de descuentos y garantías, y casa<br />

de colocaciones y caja fiduciaria. Emitir, no podrá; ni comprar raíces por<br />

más del veinte por ciento de capital pago; ni servir de agente a gobierno, corporación<br />

o funcionario alguno, aunque esta última cláusula es de burladero,<br />

puesto que el banco puede negociar en rentas públicas. Las acciones serán de<br />

a cien pesos; y habrá veinticinco directores, que han de tener cada uno doscientas<br />

cincuenta. Y en la comisión hizo mucho pie este argumento: “En caso<br />

de guerra con el inglés, por quien pasa hoy todo el valor del caucho que<br />

entra en los Estados Unidos, ¿qué hacemos, si no tenemos banco propio, para<br />

que no padezcan los cincuenta mil que nos trabajan acá el caucho?”.<br />

En eso se estaba, “de las cosas latinas”. El senador Hale pedía sesenta<br />

y cinco mil pesos para la comisión del norte que debe ir, de seguida, a lo de<br />

los ferrocarriles, y treinta y seis mil para “los primeros gastos de la unión<br />

aduanera”, y 250.000 que es lo que recomiendan el secretario de Estado y<br />

el Presidente, para levantar en Washington el edificio de los papeles americanos.<br />

La golosina de la Unión iba ya hasta el proyecto de Frye, el senador<br />

del Estado de Blaine, que quiere que los Estados Unidos se liguen con<br />

Hispanoamérica “para suprimir el tráfico del licor”.<br />

Cuando de repente, la prensa sacudida da, una tras otra, las noticias<br />

inesperadas: Un telegrama de Blaine. Una carta de Blaine. Un mensaje conjunto<br />

de Blaine y de Harrison al Congreso. Un discurso, y un sombrerazo,<br />

de Blaine en la comisión de presupuestos del Senado. Blaine, el que levantó<br />

la campaña electoral con el grito de protección extrema, se vuelve de frente,<br />

con Harrison que huele derrota, contra el proyecto de McKinley, que pone<br />

en la tarifa, uno a uno, los dogmas de la protección extrema. “¿Qué proyec-<br />

NUESTRA AMÉRICA<br />

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