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José Martí - Nuestra América - Fundación Infocentro

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habrá motivo de temor: es precisamente porque se han consagrado, confusa<br />

y aisladamente, a las grandes ideas del próximo siglo, que no saben cómo<br />

vivir en el presente. Todo en ellos es prematuro y precoz –tanto los<br />

frutos como los hombres. Los ideales más generosos, los sueños más puros<br />

ocupan en ellos sus largas noches de estudiante, sus días de hombre maduro.<br />

Criados como parisienses, se ahogan en su país: no sabrían vivir bien<br />

más que en París. Son plantas exóticas en su propio suelo: lo cual es una<br />

desgracia. No es preciso haber comido la ensalada negra de los espartanos<br />

para admirar a Leónidas. Cuando el pueblo en que se ha nacido no está al<br />

nivel de la época en que vive, es preciso ser a la vez el hombre de su época<br />

y el de su pueblo, pero hay que ser ante todo el hombre de su pueblo.<br />

Hay por suerte un equilibrio perpetuo tanto en la naturaleza de los<br />

pueblos como en la de los hombres. La fuerza de la pasión está contrapesada<br />

por la fuerza del interés. Un apetito insaciable de gloria lleva a los hombres<br />

al sacrificio y a la muerte, pero un instinto innato los lleva al ahorro y<br />

a la vida. La nación que descuida una de esas fuerzas, muere. Hay que<br />

guiarlas juntas, cual la pareja de caballos de un carruaje. Y esa es la razón<br />

de las desgracias de los países sudamericanos: la fuerza de la pasión ha sido<br />

allí hasta hoy más grande que la fuerza del interés. Se desprecia el dinero: se<br />

adora a la idea. Ser rico no es allí sino algo secundario. Ser conocido, ser glorioso,<br />

es grande: ese es el objetivo de sus esfuerzos. Lo que presagia días mejores<br />

para esas repúblicas tan simpáticas y abnegadas, es que la fuerza del<br />

interés empieza a querer nivelarse con la fuerza de la pasión, y hasta quiere<br />

sobrepujarla, lo cual sería útil durante algún tiempo, para compensar por el<br />

exceso temporal de una fuerza, lo que ha habido de exceso permanente en<br />

la otra. Para los hombres modernos, vivir, por muy ruda que sea la obra de<br />

vivir, es un deber: se es martillo y hay que golpear el yunque. Morir ha sido<br />

el deber en esos países de la <strong>América</strong> del Sur. En la guerra de Independencia,<br />

a principios del siglo, morir para ser independientes; después de su victoria<br />

sobre los españoles, morir para ser libres. Una indefinida necesidad de<br />

libertad domina y engaña a esos países nuevos, que no ven el bienestar público,<br />

esa gran fuerza política, que se llama el bienestar general, como un<br />

medio de asegurar la libertad, sino creen –en lo cual se equivocan– que sólo<br />

puede asegurarles su bienestar. –Son águilas que no caben ya en jaulas. Al<br />

NUESTRA AMÉRICA<br />

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