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José Martí - Nuestra América - Fundación Infocentro

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to es ese –dice Blaine al Congreso–, que cuando se convida a los argentinos<br />

a abrir las puertas a nuestros productos, a nuestra lencería, a nuestra ferretería,<br />

a nuestros muebles, a nuestras conservas, le cierra las puertas a lo único<br />

que nos quieren vender, que son sus lanas?”. Y en seguida, como a que le<br />

vean la cabeza imperiosa, dice esto del azúcar libre que quiere McKinley:<br />

“¿Qué proyecto es ese que da entrada libre al azúcar, y nos deja sin<br />

condición que imponer a los pueblos latinos azucareros, para que por el<br />

azúcar a que nosotros demos entrada, nos la den a nuestras manufacturas<br />

y a nuestras harinas? ¡Harto les hemos dado ya, sin que nos den, y basta de<br />

concesiones unilaterales con el ochenta y siete por ciento de sus frutos que<br />

les recibimos ahora libres!” –sin contar con que estas franquicias han sido<br />

impuestas a los Estados Unidos por sus propios habitantes, para abaratar<br />

lo esencial o tener materia primera con que competir con el mundo: ¡y<br />

ahora salen de perdonadores los necesitados, y de quijanos los tacaños, tapándose<br />

la mendicidad con la capa rota, y haciendo con la mano de delante<br />

como que nos dan un revés, y por entre los faldones sacando la otra<br />

mano pedigüeña! Para hacer tema del azúcar libre, y ganarles el corazón a<br />

los campesinos que la favorecen, corrió la noticia de que España quiere cerrar<br />

las puertas de Cuba a la harina de Norteamérica; y al telegrama que le<br />

viene en respuesta contestó Blaine así: “Si quieren vender azúcar libre, que<br />

compren harina”. De un amigo de su pueblo, recibe Blaine una carta oportuna<br />

preguntándole si se opone al azúcar libre.<br />

—“¡Oh, no! A lo que me opongo es a que se me quite el instrumento<br />

con que puedo obligar a los pueblos latinos a entrar en tratados de reciprocidad.<br />

¡Me parece que es tiempo ya para asegurar ventajas recíprocas!”. Y<br />

en la misma tarde, opina Blaine ante la comisión secreta de los senadores: —<br />

¿A cuándo se espera para que los Estados Unidos sean lo que deben ser? Si<br />

nos quedamos sin instrumentos, ¿de qué instrumentos nos valemos luego?<br />

¡Esta es la hora de los tratados de reciprocidad; o no es la hora nunca! y<br />

dio con el sombrero sobre la mesa: “¡Ese proyecto de McKinley es un oprobio!<br />

Diera dos años de mi vida por dos horas para combatir ante el Senado<br />

el azúcar libre; si se declara el azúcar libre, los mayores resultados que se<br />

buscaron, y se esperan, de la conferencia, se habrán perdido; antes me torcerían<br />

el brazo por el hombro que firmar el proyecto de McKinley”.<br />

BIBLIOTECA AYACUCHO<br />

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