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José Martí - Nuestra América - Fundación Infocentro

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vil de creencia; la pregunta curiosa sigue al dogma, y el dogma que vive de<br />

autoridad, muere de crítica.<br />

La idea nueva se abre paso, y deja en el ara de la patria agradecida un libro<br />

inmortal; hermoso, augusto: los Códigos patrios.<br />

Se regían por distinciones nimias los más hondos afectos y los más<br />

grandes intereses; se afligía a las inteligencias levantadas con clasificaciones<br />

mezquinas y vergonzosas; se gobernaban nuestros tiempos originales<br />

con leyes de las edades caducadas, y se hacían abogados romanos para<br />

pueblos americanos y europeos. Con lo cual, embarazado el hombre del<br />

derecho, o huía de las estrecheces juristas que ahogaban su grandeza, o<br />

empequeñecía o malograba ésta en el estudio de los casos de la ley.<br />

Los nacimientos deben entre sí corresponderse, y los de nuevas nacionalidades<br />

requieren nuevas legislaciones. Ni la obra de los monarcas de<br />

cascos redondos, ni la del amigo del astrólogo árabe, ni la buena voluntad<br />

de la gran reina, mal servida por la impericia de Montalvo, ni la tendencia<br />

unificadora del rey sombrío y del rey esclavo, respondían a este afán de<br />

claridad, a este espíritu exigente de investigación, a esta pregunta permanente,<br />

desdeñosa, burlona; inquieta, educada en los labios de los dudadores<br />

del siglo 17 para brillar después, hiriente y avara, en los de todos los<br />

hijos de este siglo. Esa es nuestra grandeza: la del examen. Como la Grecia<br />

dueña del espíritu del arte, quedará nuestra época dueña del espíritu<br />

de investigación. Se continuará esta obra; pero no se excederá su empuje.<br />

Llegará el tiempo de las afirmaciones incontestables; pero nosotros seremos<br />

siempre los que enseñamos, con la manera de certificar, la de afirmar.<br />

No dudes, hombre joven. No niegues, hombre terco. Estudia, y luego<br />

cree. Los hombres ignorantes necesitaron la voz de la Ninfa y el credo de<br />

sus Dioses. En esta edad ilustre cada hombre tiene su credo. Y, extinguida<br />

la monarquía, se va haciendo un universo de monarcas. Día lejano, pero<br />

cierto.<br />

Los pueblos, que son agrupaciones de estos ánimos inquietos, expresan<br />

su propio impulso, y le dan forma. Roto un estado social, se rompen sus<br />

leyes, puesto que ellas constituyen el Estado. Expulsados unos gobernantes<br />

perniciosos, se destruyen sus modos de gobierno. Mejor estudiados los<br />

afectos e intereses humanos, necesitan el advenimiento de leyes posterio-<br />

BIBLIOTECA AYACUCHO<br />

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