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DOMINGO XIV<br />
DEL TIEMPO<br />
ORDINARIO<br />
(6 julio 2008)<br />
Primera lectura: Zac 9, 9-10.<br />
(Mira a tu rey que viene a ti<br />
modesto).<br />
Salmo responsorial: 144.<br />
(Bendeciré tu nombre por<br />
siempre, Dios mío, mi rey).<br />
Segunda lectura: Rom 8, 9.11-<br />
13. (Si con el Espíritu dais<br />
muerte a las obras del cuerpo,<br />
viviréis).<br />
Evangelio: Mt 11, 25-30.<br />
(Soy manso y humilde de<br />
corazón).<br />
«Venid a mí todos los que<br />
estáis cansados y agobiados y<br />
yo os aliviaré. Cargad con mi<br />
yugo y aprended de mí, que<br />
soy manso y humilde de<br />
corazón, y encontraréis<br />
vuestro descanso. Porque mi<br />
yugo es llevadero y mi carga<br />
ligera».<br />
6 de julio:<br />
JORNADA DE<br />
RESPONSABILIDAD<br />
DEL TRAFICO<br />
El domingo,<br />
pan de la palabra<br />
Una oración<br />
El evangelio de Mateo<br />
nos muestra<br />
una de las oraciones<br />
de Jesús. Es ésta, en<br />
concreto, una emotiva<br />
oración de acción de<br />
gracias dirigida al<br />
«Abba», como todas las<br />
de Jesús, y surgida desde<br />
el espíritu de las bienaventuranzas.<br />
Situada<br />
en su contexto, podemos<br />
decir que es ése un<br />
momento crucial en la<br />
vida del Maestro. Unos<br />
versículos antes Mateo<br />
cuenta la tristeza que<br />
siente Jesús por el escaso eco que ha<br />
provocado su predicación en Corozaín,<br />
en Betsaida y en el mismo Cafarnaúm.<br />
Este sentimiento de fracaso, que provoca<br />
un profundo sinsabor en el ánimo de<br />
Jesús, se transforma, sin embargo, en<br />
una sentida acción de gracias porque, a<br />
pesar de todo, el mensaje del Reino puede<br />
ser comprendido y aceptado por<br />
quienes parecen contar poco a nivel social:<br />
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo<br />
y tierra, porque has escondido estas<br />
cosas a los sabios y entendidos y las has<br />
revelado a la gente sencilla». El eco de<br />
esta oración lo podemos encontrar, convertido<br />
en argumento, en Pablo cuando,<br />
en la Primera Carta a los Corintios, dice:<br />
«Mirad nuestra asamblea no hay en ella<br />
muchos sabios según los criterios del<br />
mundo, ni muchos poderosos, ni muchos<br />
nobles». Pablo hace esta observación<br />
para alentar a la pequeña comunidad<br />
de Corinto, demasiado preocupada<br />
por los predicadores y sus formas, y hacerles<br />
comprender que no es en la sabiduría<br />
y el conocimiento donde el creyente<br />
se encuentra con Dios sino que éste<br />
muestra su fortaleza eligiendo lo que<br />
parece menospreciable. Y eso parece<br />
querer decir la oración de Jesús cuando<br />
añade: «Sí, Padre, así te ha parecido mejor».<br />
Dios se complace en la debilidad.<br />
Número 3.420 ■ 28 de junio de 2008<br />
Dice Joachin Jeremías<br />
que esta nueva manera<br />
de orar «rompe los moldes<br />
de la costumbre ritual.<br />
No se contenta con<br />
el piadoso hábito de hacer<br />
la oración litúrgica<br />
tres veces al día, sino que<br />
Jesús pasa horas enteras<br />
en oración». Jesús saca la<br />
oración del ámbito litúrgico<br />
para ponerla en medio<br />
de la vida.<br />
Si la oración comienza<br />
como una acción<br />
de gracias dirigida<br />
al Padre, se transforma<br />
después en un grito dirigido a los hombres<br />
de todos los tiempos a quienes las<br />
cadenas de la opresión –sean del pecado<br />
o del sistema social– tienen maniatados.<br />
Es un grito que invita a mirarlo<br />
como al Hijo del «Abba», como aquel<br />
que revela el rostro cercano del Dios Padre,<br />
como aquel que comprende la hondura<br />
del sufrimiento, como aquel que es<br />
voz autorizada para acercar al Dios de lo<br />
Alto y aliviar las pesadillas y sinsabores<br />
de la vida de los seres humanos. Por eso<br />
resuena el grito de Jesús a lo largo de la<br />
historia, porque es el grito de quien se<br />
ofrece como esperanza y consuelo para<br />
aquellos a quienes el camino de la vida<br />
se lo ha negado. En esta oración, por<br />
tanto, el «venid a mí los que estáis cansados<br />
y agobiados y yo os aliviaré» y el<br />
«cargad con mi yugo y aprende de mí»<br />
son, ante todo, una invitación a aceptar<br />
a Jesús como el Señor de la historia que,<br />
intemporal, acoge los gemidos y cansancios<br />
de la humanidad para darles un<br />
sentido liberador. La actitud orante de<br />
Jesús abre expectativas y puertas donde<br />
parecen estar cerradas, ensancha horizontes<br />
y otorga a los discípulos recursos<br />
para acoger toda dolencia y presentarla<br />
ante el Dios de la misericordia. ■<br />
Jesús Francisco Riaza<br />
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