REVISTA CINECLUB UNED:Maquetación 1
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Brach y Polanski escribieron a renglón seguido<br />
un extravagante libreto titulado Cuando<br />
llegue Katelbach –que más tarde se convertiría en<br />
Callejón sin salida– y trataron infructuosamente<br />
de buscar financiación. Decididos a rodar un film<br />
en suelo inglés, tomaron como modelo la exitosa<br />
película de Alfred Hitchcock Psicosis (1960), concibiendo<br />
un film tan excéntrico como su anterior<br />
propuesta, pero fácil de vender si se le daba la<br />
apariencia de una película de terror –género entonces<br />
muy popular en Gran Bretaña gracias a<br />
los filmes producidos por la Hammer–. Su título:<br />
Repulsión, a la postre uno de los largometrajes<br />
más carismáticos del director. El éxito de la película<br />
fue descomunal, lanzó al estrellato a la actriz<br />
Catherine Deneuve y le valió a Polanski el<br />
premio FIPRESCI y el Oso de Plata en el Festival<br />
Internacional de Cine de Berlín. Los productores,<br />
Gene Gutowski y Tony Tenser –este último especializado<br />
en films de horror–, aceptaron sin<br />
miramientos financiar el anterior guión del dúo<br />
Polanski-Brach, que ahora parecía interesar a<br />
todo el mundo. Polanski, auténtico director estrella,<br />
estaba ahora en disposición de exigir todo<br />
lo que él quisiera para sus rodajes. Contó con el<br />
mismo equipo excepcional de Repulsión, incluido<br />
el magnífico operador Gilbert Taylor –el más<br />
caro de Gran Bretaña, recordado sobre todo por<br />
su impresionante trabajo para Stanley Kubrick<br />
en ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1963)–<br />
y su querido amigo Krzysztof Komeda, que no<br />
había podido colaborar en la banda sonora de su<br />
anterior film por cuestiones contractuales. Con<br />
una clara inspiración en autores del absurdo<br />
como Samuel Beckett y Harold Pinter, Polanski<br />
elaboró, en sus propias palabras, “Una comedia<br />
negra de carácter neurótico, cuyos cimientos se encuentran<br />
en las convenciones del thriller puestas<br />
boca abajo”. Gilbert Taylor obtuvo el BAFTA<br />
(equivalente al Oscar del cine británico) por su<br />
magistral fotografía en blanco y negro, y Polanski<br />
volvió a conquistar Berlín, obteniendo en<br />
este caso el Oso de Oro a la mejor película. Encantado<br />
con el prestigio que estaba alcanzando<br />
como productor, Gutowski volvió a dar carta<br />
blanca a Polanski para su siguiente proyecto, que<br />
sería El baile de los vampiros. Esta nueva producción<br />
exigiría más de lo que la modesta compañía<br />
de Gutowski se podía permitir, por lo que<br />
aceptaron la propuesta del norteamericano Martin<br />
Ransohoff para producir la película a través<br />
de Filmways Pictures. Ransohoff había distribuido<br />
Callejón sin salida en los Estados Unidos con un<br />
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considerable éxito y confiaba en la capacidad de<br />
Polanski para realizar una buena película. Aun<br />
así, el contrato que hizo firmar al director polaco<br />
resultaba, cuando menos, draconiano. Ransohoff<br />
se reservaba todo el derecho a modificar el montaje<br />
para el estreno americano y exigía que el<br />
papel protagonista femenino recayese en su protegida,<br />
una muchacha tejana llamada Sharon<br />
Tate. Entusiasmado al ver su sueño de alcanzar<br />
Hollywood a la vuelta de la esquina, Polanski<br />
aceptó sin rechistar. La película supuso un importante<br />
éxito de taquilla en Europa, no tanto en<br />
Estados Unidos, aunque le permitió abordar en<br />
ese país su siguiente y más ambicioso proyecto<br />
hasta la fecha: La semilla del diablo.<br />
La semilla del diablo supone un escalofriante<br />
relato que encuentra en<br />
la ambigüedad la principal baza<br />
para resultar tan efectivo<br />
El entonces jefe de Paramount Pictures, Robert<br />
Evans, llamó a Polanski para proponerle un<br />
film americano sobre el mundo del esquí, El descenso<br />
de la muerte (1969) –finalmente dirigido<br />
por Michael Richie y protagonizado por Robert<br />
Redford–. En realidad se trataba de una estratagema<br />
para hacerle viajar a Hollywood –Evans<br />
conocía la pasión de Polanski por los deportes<br />
de invierno– y darle a leer una novela de Ira<br />
Levin aún no publicada, de la que poseía los derechos.<br />
El libro entusiasmó al director, que<br />
aceptó sin reservas y rápidamente se puso a escribir<br />
la adaptación –a la postre el único guión<br />
escrito por él en solitario–. De nuevo coqueteando<br />
con el terror, La semilla del diablo supone<br />
un escalofriante relato que encuentra en la ambigüedad<br />
la principal baza para resultar tan<br />
efectivo. Hasta el final no sabremos si Rosemary<br />
es víctima de una conspiración satánica con el<br />
objetivo de que engendre al anticristo, o si<br />
todos sus males son fruto de un pasajero desequilibrio<br />
mental al enfrentarse a un embarazo<br />
complicado. La película fue el mayor éxito en la<br />
carrera del cineasta, que, junto a otros premios<br />
importantes, obtuvo una nominación al Oscar<br />
por su labor como guionista. Terminado el rodaje,<br />
Polanski y Sharon Tate contrajeron matrimonio<br />
en Londres el 20 de Enero de 1968 y se<br />
integraron dentro de la alta sociedad californiana.<br />
El director se encontraba enfrascado en la<br />
preparación del que iba a ser su siguiente largometraje,<br />
El día del delfín –completado en 1973<br />
por Mike Nichols y con George C. Scott como<br />
protagonista–, cuando recibió una llamada telefónica<br />
de su agente. Su mujer y su hijo no<br />
nato, junto a otros tres amigos del matrimonio,<br />
habían sido asesinados en su residencia de Los<br />
Angeles. Este trágico hecho y otras penosas circunstancias<br />
derivadas de él sumieron al director<br />
en una profunda depresión, de la que su<br />
amigo Victor Lownes –delegado de Playboy en<br />
Europa– trató de aliviarle presentándole a todo<br />
tipo de esculturales bellezas. Fue la época más<br />
disoluta en la vida de Polanski, protegido del<br />
asedio de la prensa y los paparazzi en un refugio<br />
privado de Suiza.<br />
La crudeza y sombría aridez del<br />
film reflejaron fielmente el estado<br />
anímico del realizador, que aprovechó<br />
secuencias como la matanza<br />
de la guardia real, o el asesinato de<br />
Lady Macduff y sus hijos, para<br />
exorcizar el recuerdo de la muerte<br />
de su esposa