Paulatinamenle penetran en lodo el reino, llegando a establecerse en numerosos centros urbanos de desigual importancia. Por si fuera poco, los indultos reales de 1568 y 1606, al igual que el indulto papal de 1604, habían facilitado e impulsado este movimiento de conversos portugueses hacia España, y, aunque se produjo la revocación de la libre circulación en 1619, esta libertad de movimiento no había frenado la inmigración portuguesa hacia los dominios de España 10 . La llegada del primer portugés a Yecla está documentada en 1595, año en el que Melchor Fernández y su esposa son procesados por la Inquisición. Prueba de que se procuraba no incordiar mucho a los mercaderes portugueses es que sólo son condenados a tres años de reclusión, aunque no sabemos si llegarían a cumplir totalmente la pena impuesta. Es difícil aventurar los motivos de esta masiva inmigración de conversos poortugueses: la esperanza de aumentar sus fortunas, el deseo de monopolizar la red comercial con América y Europa, el beneficio monetario y la intención de influir en las finanzas son causas importantes, aunque no suficientes. Otro motivo más lógico es el miedo de los eonversos portugueses a su Inquisición, establecida desde 1547, la cual desde la llegada a Lisboa del Archiduque Alberto de Austria como gobernador y Gran Inquisidor, había intensificado de forma bastante sensible su actividad contra los numerosos conversos. A todo esto habría que añadir la nostalgia por la tierra de Sefarad, a la que el judaismo medieval había mitificado más por causas legendarias que reales". El edicto de 1628 del Conde-duque Olivares, ansioso de liberarse de la tutela de los banqueros italianos, daba mayor ímpetu a la inmigración de los conversos portugueses. Con ello se perseguía la mejora de la economía española, aquejada de bancarrotas periódicas y deudora de bancas italianas. La significación de la política económica del Conde-duque era clara: la Corona española prefería a los banqueros hispanosportugueses, aún conversos, que no a los genoveses. La motivación era patente: el potenciar a los banqueros portugueses era una forma de que el dinero y la gran banca permanecieran dentro del país, de modo que podía ser más accesible, y, sobre lodo, estar más controlada por la hacienda real. La corona concedió a estos portugueses una amnistía parcial, por lo que no tardaron en entrar en España. Así pues, ante las facilidades cada vez mayores del reino, se produjo una llegada masiva de población portuguesa en España, un verdadero traspaso de población, que a su vez arruinó la economía portuguesa al perder esta a sus mejores comerciantes y gestores. Los mercaderes conversos en el siglo XVI no sólo no eran marginados en el ámbito comercial español, sino que formaban parte de las estructuras de poder, gozando del nivel de vida de las clases dominantes -vida opulenta, palacios, carruajes, joyas...- aunque nunca pudieron integrarse en la vida española totalmente, pues el recelo y la consiguiente vigilancia de los cristianos viejos avivaba la presencia de la Inquisición, poco conforme a la política para con los conversos del Conde-duque Olivares. 10 Constance H. Rose. Los marranos del siglo XVII. Madrid. 1998, p.40. 11 H. Kamen. La Inquisición, p. 240 y ss. 37 Los conversos portugueses procuraban no obstante integrarse en la vida urbana de la España del siglo XVII, aunque ello significara cierto distanciamiento de los conversos españoles. De hecho sabemos que en Yecla la comunidad descubierta en 1618 ya poseía cuantiosos bienes inmuebles y, seguramente, estarían integrados en la vida económica local. Así por ejemplo, entre los mercaderes portugueses era frecuente formar parte de la Orden de Cristo, muy cerrada a conversos españoles y no tanto a cristianos viejos, pero nunca lograron ingresar en las órdenes militares, lo que hubiera supuesto un factor importante de integración. Los portugueses formaban un colectivo aparte, un grupo especial, aislados por su condición de conversos ante el resto de la población española, y que seguían la costumbre de relacionarse y casarse entre sí, tal como sucede con la mayoría de los conversos de Yecla, cerrados en torno a su colectivo lo que les permitía conservar su riqueza y la práctica secreta de su religión. Tan sólo la denuncia de una persona muy próxima a su ámbito cotidiano podía ser lomada en consideración. Esto es lo que sucede cuando una esclava de 17 años denuncia a la vecina de Yecla, la portuguesa Antonia Blandoa, como judaizante. Tras la denuncia e interrogatorio de Antonia Blandoa se produce la delación del resto del colectivo. El miedo a ser denunciados debía ser muy intenso en el seno de estas comunidades, dentro de las cuales solía reinar la confianza entre los miembros. Este miedo aumentaba según lo hacía la maquinaría inquisitorial, por lo que el miedo se convertía en auténtico terror no sólo por el miedo a la delación, sino también por el acicate que suponía para el Santo Oficio que muchos de estos conversos portugueses tuvieran antepasados herejes o parientes muy próximos procesados y condenados por judaizantes, no sólo en el resto de la Península Ibérica, sino también en zonas remotas de las Américas. Desde el principio de la llegada de amplios sectores de conversos, la presencia de los portugueses en España, tal como esperaban no pocos miembros de la Corte, creó una lucha sórdida entre la Corona y la Inquisición. Está claro que una gran parte de la población judía española abandonó su país en 1492 por no querer renunciar a su fe. A diferencia de España, en Portugal la conservación de la fe judía había sido posible, al menos, de forma semiclandestina y más o menos consentida, lo que hacía que el converso portugués, a diferencia del español, tuviera una mayor fidelidad ritual a su judaismo 12 , así como mayor candidez a la hora de practicarlo. Una de las procesadas en Yecla, Blanca Rodríguez declara sin más: "no sabía que era pecado ser judía..." 13 . En España, los mercaderes extranjeros contaban con el apoyo de la monarquía para ser defendidos contra cualquier ataque de la Inquisición y a veces parecía que gozaban de inmunidad cuando los más poderosos, condenados por judaizar, por ejemplo, eran multados y no expuestos en un auto de fe. No corría esta suerte la mayoría, dedicados al mediano comercio o profesiones liberales. En el proceso incoado en Yecla en 1618 son condenados al auto de fe la mayoría de los acusados. En 1654 la Corona, sintiendo la amenaza de la pérdida de ingresos que suponían las confiscaciones inquisitoriales, 12 J. Caro Baroja. Los judíos en la España moderna y contemporánea. I, p.460. 13 AHM, leg. 2022/2035.
llega a un acuerdo con el Santo Oficio por el cual éste se compromete a no tocar los fondos monetarios de las casas comerciales, sino los fondos privados de los banqueros reales, en caso de confiscación de bienes necesarios para sufragar los gastos del proceso. Dos acontecimientos comienzan a marcar el fin de la vida de los conversos portugueses: la sublevación de Portugal en 1640 y la caída de Olivares en 1643, si bien, las últimas noticias de criptojudíos portugueses en Yecla se remontan a 1634, cuando huye la familia de Diego Rodríguez al recelar una posible denuncia. No sorprende que los españoles consideraran a los portugueses como una especie de avanzadilla pro-portuguesa 38 emparentada con los enemigos del Imperio, como lo eran Francia, Portugal y el Imperio Otomano. Influenciada por la animadversión popular hacia los portugueses, el Santo Oficio aprovecha la ocasión para lanzar una campaña de procesos destinados a atemorizara los pocos que aún quedan. Terminada la guerra con el resultado de la independencia de Portugal, en España, comienzan en la década de 1650 redadas masivas de cristianos nuevos, mercaderes portugueses o españoles, a los que el pueblo apenas si distinguía. Acusados por las clases populares de desleales y el temor al Santo Oficio, la mayoría de los portugueses sale del país, unos a Portugal, la mayoría a Francia y, los menos, a Oriente, donde ya se habían conformado las comunidades sefardíes.
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