Amadís y don Quijote - Centro Virtual Cervantes - Instituto Cervantes
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54 BIENVENIDO MORROS Criticón, 91,2004<br />
llorar?» (p. 413). Al conocer la tazón, muy distinta a la que había imaginado, le pide<br />
disculpas por haber sospechado «lo que no debía» (p. 414). Este ejemplo sirve para<br />
ilustrar el carácter celoso de Orianai°, y justifica ese temor por parte de <strong>Amadís</strong>, que su<br />
escudero Gandalín describe muy gráficamente:<br />
¿cómo faltó el buen entendimiento de Oriana y vuestro y de la Doncella de Denamarcha en<br />
pensar que mi señor havía de fazer tal yerro contra aquella que por la menor palabra sañuda<br />
que en ella siente, según el gran temor que de la enojar tiene, se metería so la tierra bivo? (p.<br />
755).<br />
Oriana sabe dominar, casi siempre, la pasión que siente por <strong>Amadís</strong>, y por eso le pide, o<br />
se lo exige, que él también aprenda a controlar sus emociones, porque de lo contrario<br />
sus amores serán ya fábula del vulgo:<br />
Y por eso os mando, por aquel señorío que sobre vos tengo, que poniendo templança en<br />
vuestra vida la pongáis en la mía, que nunca piensa sino en buscar manera cómo vuestros<br />
deseos hayan descanso (p. 385).<br />
Don <strong>Quijote</strong>, por su parte, actúa como si Dulcinea tuviera el mismo carácter que<br />
Oriana. Cuando se halla en alguna situación comprometida para su honestidad, siempre<br />
invoca el nombre de su señora, como si temiese su reacción al pensar en lo que ocurriría<br />
de serle desleal y de saberlo ella. Si coge por el brazo a Maritornes para sentarla junto a<br />
sí en el lecho, y de paso palparle todo el cuerpo, no es para seducirla, sino para<br />
confesarle que no puede hacerlo, además de por su estado físico, muy debilitado a causa<br />
de la paliza de los arrieros, por no traicionar al amor de su vida. Repite ese mismo<br />
razonamiento una y otra vez cuando se imagina acosado por alguna moza a la que cree<br />
gran dama, o por alguna adolescente (Altisidora) o dueña madurita (Rodríguez) a<br />
quienes ya ve como son.<br />
Pocas cosas dice de Dulcinea, y las que dice son a veces bastante contradictorias. A<br />
Sancho, por ejemplo, durante la penitencia en Sierra Morena, confiesa que hace doce<br />
años que está enamorado de ella, y que en todo ese tiempo sólo la ha llegado a ver<br />
cuatro veces, porque sus padres la han criado con el máximo recato y encerramiento.<br />
Más adelante, cuando se dirige al Toboso, pregunta a su escudero hacia dónde han de<br />
ir, porque en ese momento afirma no haber visto nunca a su señora, y que por tanto<br />
sólo se ha enamorado «de oídas» (p. 697) n . Entre esas dos confesiones, <strong>don</strong> <strong>Quijote</strong><br />
introduce una diferencia. En la primera, alude tanto a la persona real (Al<strong>don</strong>za Lorenzo<br />
Corchuelo) como a la de ficción (Dulcinea del Toboso), y quizá por eso puede admitir<br />
que la conoce. En la segunda, en cambio, se refiere exclusivamente a la persona de<br />
ficción (Dulcinea), a quien imagina en unos palacios a los que, por inexistentes, no ha<br />
podido tener acceso: a esa amada sólo la ha visto con los ojos de la imaginación, y no<br />
con otros.<br />
10 A conclusiones similares llega Avalle-Arce, 1990, p. 172.<br />
H En ese aspecto, <strong>don</strong> <strong>Quijote</strong> no está imitando a <strong>Amadís</strong> sino a su hijo Esplandián, que se enamora de<br />
la princesa Leonorina por lo que le oye contar al cirujano Elisabad (Montalvo, Sergas de Esplandián, p. 194).<br />
Véase Riley, 2000, p. 54.