Amadís y don Quijote - Centro Virtual Cervantes - Instituto Cervantes
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AMADÍS Y DON QUIJOTE 55<br />
Sancho, por su parte, al oír a su amo decir que Dulcinea es hija de Lorenzo<br />
Corchuelo y Al<strong>don</strong>za Lorenzo, da la impresión de que la conoce perfectamente y de que<br />
la ha visto. Prueba de ello es que la describe con unos rasgos demasiado realistas como<br />
para pensar que han sido inventados o improvisados. Así, por ejemplo, la presenta<br />
como varonil, casquivana y morena (por su continua exposición al sol) 12 . Además, se<br />
muestra ansioso por volverla a ver, acepta encantado la embajada que le ha<br />
encomendado <strong>don</strong> <strong>Quijote</strong> y parece tener claro en todo momento a dónde se ha de<br />
dirigir: al dejar a su amo en Sierra Morena y encaminarse hacia el Toboso, no<br />
manifiesta ninguna duda sobre la localización de la casa de Al<strong>don</strong>za. Sin embargo,<br />
cuando ha de inventarse un encuentro que no se ha producido, admite para sí que no la<br />
ha visto nunca. No se entiende muy bien por qué ha mentido a su amo en un asunto en<br />
que no era necesario hacerlo: igual es que quería practicar con él la terapia más eficaz<br />
para desenamorarlo, consistente en la degradación del objeto amado. Quizá por eso la<br />
pinta con una serie de rasgos que son el reverso de los que ha ofrecido <strong>don</strong> <strong>Quijote</strong>.<br />
Sea como sea, el caso es que no sabemos cómo es Dulcinea: si rubia o morena, si alta<br />
o baja, si recatada o indecente, si femenina o varonil, etcétera. Cuando pensábamos que<br />
era como la describe Sancho, al poco nos asaltan muchas dudas al sospechar que el<br />
escudero miente y que muy posiblemente se ha inventado todo lo referente a Al<strong>don</strong>za<br />
Lorenzo. En semejante situación, quizá resultado de los despistes de <strong>Cervantes</strong>, nos<br />
sentimos desorientados y tentados de llegar a la misma conclusión que la duquesa: que<br />
Dulcinea no existe y que es sólo una fantasía de <strong>don</strong> <strong>Quijote</strong>.<br />
El hidalgo manchego se ha representado a su señora a imagen y semejanza de<br />
Oriana: si una era princesa, por fuerza la otra también lo debía ser, y si una era «la más<br />
hermosa criatura que se nunca vio, tanto que [...] fue la que sin par se llamó» (p. 268),<br />
la otra había de ser la «<strong>don</strong>cella más hermosa» y «la sin par Dulcinea del Toboso» (p.<br />
68). Si no se la imagina de una manera concreta, sino en abstracto, incluso cuando<br />
ofrece su presunto retrato al caballero Vivaldo, es porque Oriana tampoco es de una<br />
manera especial, porque nunca aparece descrita por nadie, y la suya es una belleza<br />
escurridiza. Quizá por ese motivo <strong>don</strong> <strong>Quijote</strong>, cuando piensa en Dulcinea, no puede<br />
pensar en una mujer en concreto, sino en una mujer impersonal y vaga: si, lector del<br />
<strong>Amadís</strong>, hubiera tenido más detalles físicos de Oriana, habría podido aplicarlos a<br />
Dulcinea, pero, al no tenerlos, se ve forzado a ser impreciso y ambiguo con su señora.<br />
También por ese motivo los protagonistas de la obran acaban por reconocer que nunca<br />
la han visto, y por consiguiente la hacen aún más incorpórea y más universal.<br />
DON QUIJOTE Y MACANDÓN<br />
En su primera salida en solitario, <strong>don</strong> <strong>Quijote</strong> se siente asaltado por una duda<br />
importante: hasta que no sea armado caballero, y aún no lo está, no podrá combatir<br />
contra nadie que ya lo sea. Por eso, concibe la idea de hacerse armar por el primer<br />
caballero con quien se encuentre. Con esa idea, llega a una venta, que confunde con un<br />
castillo, y cree que dos prostitutas que halla en su puerta son «altas <strong>don</strong>cellas». Se dirige<br />
12 Al retratarla como poco casta, Sancho tal vez sugiere que es la dama que le conviene a su señor (véase<br />
Re<strong>don</strong>do, 1998, p. 248).