Navarrete, La vida cotidiana de los mayas - Histomesoamericana

—¿Dónde está el halcón?
—Se fue al cielo.
-^-¿Dónde está el cielo?
—Se cayó.
—¿Y dónde cayó?
—Cayó en un pozo.
—¿Dónde está el pozo?
—Desapareció.
—¿Dónde desapareció?
—En tu ombligo.
—Verdad. 6
Cuando llega la hora de dormir, las parejas se acuestan en sus
camas y esperan a que sus hijos, o sus suegros, se queden dormidos
para poder hacer el amor. Juan Pérez Jolote recuerda así
la primera noche que pasó con su esposa en casa de sus padres:
—Duérmanse, que pasen buenas noches —dijeron los viejos.
—Buenas noches —contestamos.
Y apagaron la luz.
Yo no dije nada a Dominga, ella se dejó, se entregó sin
decirme nada; lo hicimos despacio... para no hacer ruido, para
que no despertaran los viejos. Esa noche le subí tres veces, una
cada hora. 7
Las parejas tzotziles suelen hacer el amor cada noche, muchas
veces a instancias de la mujer, que disfruta el acto sexual tanto
como el hombre.
En Zinacantán la discreción es fundamental en la vida sexual.
Además de evitar llamar la atención de las demás personas de la
casa, la pareja debe guardar siempre un gran pudor entre sí. La
mujer se mete a la cama con la falda puesta y no se la quita bajo
ningún pretexto. Se cuenta la historia de un zinacanteco que
después de 14 años de casado se metió a la cama con una linterna
sorda para ver a su mujer, pero ella se indignó tanto con su
perversidad que lo dejó y lo demandó ante el tribunal del pueblo.
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La noche es un tiempo peligroso y engañoso, pues queda fuera
del alcance y la vigilancia del Sol, fuente del orden y la ley en
la tierra. Las almas de los que duermen salen de sus cuerpos y
se ponen a vagar por el mundo, de allí que la gente sueñe y visite
lugares distantes sin salir de su casa. Si en sus viajes se encuentran
a un brujo que ha tomado forma de toro o de esqueleto,
corren un gran peligro de enfermar y morir. Sin embargo,
los hombres se pueden encontrar también a un santo que les enseñe
cómo realizar una fiesta para tenerlo contento o que les
avise dónde ha formado un estanque de agua y las mujeres pueden
toparse con una santa que les enseñe un nuevo tejido. Por
ello se dice que los huípiles mejor logrados son productos de un
buen sueño.
Igualmente, los espectros pasean por ahí y la temida muerte
arrastra su carretón por las calles de las aldeas y las ciudades.
La noche resulta particularmente riesgosa para las mujeres
que deben dormir solas porque sus maridos se han ido en busca
de trabajo lejos de la comunidad, pues están expuestas a las
visitas de demonios alados color negro que vienen a llevárselas.
De ahí que prefieran dormir en compañía de alguien o que
pidan a sus vecinos que las cuiden.
Esta jornada típica no representa todos los días del año, pues las
actividades de los hombres y de las mujeres cambian según los
ritmos de los calendarios estacionales y religiosos.
Los hombres no siempre se dedican a trabajar la milpa. Los
cruzob de Quintana Roo, por ejemplo, utilizaban 186 días del
año para la siembra y cosecha, mientras que los días restantes
eran empleados en cumplir los deberes religiosos de su comunidad.
El etnólogo Alfonso Villa Rojas resumía de esta manera
su distribución del tiempo:
En suma: haciendo un recuento de los días resulta que seis
meses del año dedicaron al trabajo y los otros seis a fiestas,
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