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Amor total a Cristo - Revelaciones Marianas

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escuchado malas conversaciones, en lugar de huirlas, y decía<br />

mentiras a la tía para no descubrir a mi compañera 31 .<br />

En Camaiore se había divertido con su prima Rosa Bartelloni y<br />

había atendido el negocio de bazar y una mercería que tenían los<br />

tíos. Gema pasaba mucha parte del día, atendiendo a los clientes.<br />

También hacía trabajos domésticos y enseñaba el catecismo a un<br />

grupo de niños. Pero su belleza extraordinaria no había pasado<br />

desapercibida. Sor Gesualda asegura que no era alta ni demasiado<br />

esbelta, pero era afable y simpática, de facciones delicadas, ojos<br />

grandes y luminosos, sonrisa encantadora, semblante dulce y<br />

suave. Era muy agradable.<br />

Dos jóvenes de Camaiore, cautivados por su belleza, se<br />

atrevieron a pedirla por esposa. Gema, sorprendida y perturbada,<br />

rechazó enérgicamente tales proposiciones, pues, a pesar de todo,<br />

no deseaba otro esposo que Jesús. Y dice: Nunca me olvidaba de<br />

rezar cada día tres avemarías con las manos bajo las rodillas (cosa<br />

que me había enseñado mi mamá) a fin de que Jesús me librase<br />

siempre de los pecados contra la santa pureza 32 .<br />

GRAVE ENFERMEDAD<br />

Debido a los fuertes dolores renales tuvo que regresar a Luca.<br />

Los problemas se complicaron con otros dolores en la espina<br />

dorsal. Era el año 1898. Gema tenía 20 años y tuvo que guardar<br />

cama, pues la enfermedad se agravó, siendo necesaria una operación<br />

que no dio resultado. Ella dice: Vinieron tres médicos. El dolor<br />

del mal no fue nada, el verdadero dolor fue el tener que estar casi<br />

desnuda del todo delante de ellos. Hubiera preferido morir... Los<br />

médicos, viendo que todos los remedios resultaban inútiles, me<br />

desahuciaron <strong>total</strong>mente. Sólo de vez en cuando venían, casi, me<br />

atrevería a decir, por cumplimiento. Esta enfermedad, a juicio de<br />

todos los médicos, era espinitis. Sólo uno decía que era histeria.<br />

En la cama debía guardar siempre la misma postura. Yo sola<br />

no podía moverme para recibir de vez en cuando algún alivio, tenía<br />

que pedir a los de casa que me ayudasen a levantar, ahora un<br />

brazo, ahora una pierna... Una tarde, más disgustada que de ordinario,<br />

me lamentaba con Jesús, diciéndole que no rezaría más si<br />

31 Autobiografía, p. 240.<br />

32 Autobiografía, p. 229.<br />

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